La deuda global ha aumentado en estos meses, y en particular en América Latina y el Caribe
ALFREDO ZAIAT
El Gobierno argentino de Alberto Fernández alcanzó un acuerdo de reestructuración de la deuda con acreedores privados. Ecuador también cerró un canje de bonos para evitar el ‘default’. Son los dos casos recientes de renegociación de deuda externa en un contexto financiero adverso debido a la pandemia Covid-19.
La deuda global ha aumentado en estos meses, y en particular en América Latina y el Caribe. La necesidad de financiar la expansión del gasto público derivó en la aceleración de la emisión de deuda pública.
Con un horizonte económico sombrío por el derrumbe de la economía en estos meses de coronavirus y las dudas sobre la capacidad de recuperación en la pospandemia, la magnitud de la deuda en los países de América Latina y el Caribe vuelve a tener un cuadro preocupante.
Doble recesión
Cuando se precipitó la crisis global en 2008, la deuda pública en América Latina era de cerca el 40% del Producto Interno Bruto (PIB).
A fines de 2019, antes de la pandemia de coronavirus, ese indicador de solvencia financiera había empeorado al subir al 62%, de acuerdo a estimación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Con la emisión de bonos de estos meses y con la fuerte caída del PIB, ese ratio empeoró sustancialmente, al ubicarse levemente por encima del 80%.
Con déficit fiscales crecientes para atender la emergencia económica y social, que reducen el margen de autonomía de los Gobiernos para hacer frente a una crisis económica que se expandió rápido, el desafío es apremiante sobre cómo conseguir recursos para atender las crisis sanitaria y económica.
La restricción aparece cuando una economía está altamente endeudada y las posibilidades de conseguir alivio financiero son escasas o a costos muy elevados.
La mayor parte de las deudas de los países de América Latina y el Caribe están nominadas en dólares, excepto en Brasil. Cuando se producen devaluaciones de la moneda nacional, inestabilidad cambiaria provocada por esta crisis global, la exigencia fiscal para pagar las deudas aumenta y, por lo tanto, el riesgo de insolvencia también aumenta.
El peligro entonces se encuentra en una probable “doble recesión”: la primera por los efectos de la pandemia y la segunda por una crisis de deuda.
Deuda/PIB
De las economías emergentes, Chile, Brasil y México se encuentran entre los cinco principales países con el mayor incremento del indicador de solvencia deuda/PIB en términos interanuales.
Chile lidera ese ranking en Latinoamérica con un alza general de casi el 30% interanual, seguido de Brasil con un avance estimado del 20% y México con un crecimiento del 12%.
El reporte Monitor de deuda global del Instituto de Finanzas Internacionales indica que la deuda en dólares se mantuvo estable en alrededor de 8,4 billones en el primer trimestre de 2020.
Pero la fuerte depreciación de las monedas frente al dólar, junto con la fuerte contracción de la actividad económica, provocó un aumento en las relaciones deuda/PIB en el primer trimestre de 2020.
Recompra
En Proyect Syndicate el premio Nobel Joseph Stiglitz escribió junto al jefe de Monitoreo Económico Global del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas, Hamid Rashind, Cómo evitar la inminente crisis de deuda soberana.
Señalan que desde la década perdida de América Latina en los ochenta hasta la más cercana crisis griega, sobran ejemplos de lo que sucede cuando los países no pueden pagar sus deudas.
Mientras la pandemia de COVID-19 sigue haciendo estragos, más de 100 países de ingresos bajos y medios todavía tienen un total combinado de 130.000 millones de dólares de vencimientos de deuda este año, de los cuales la mitad es con acreedores privados.
Con buena parte de la actividad económica en fuerte retroceso y la recaudación fiscal en caída libre, muchos países no podrían evitar el default.
Algunos países destinarán sus escasos recursos disponibles para pagar a los acreedores, recortando gastos imprescindibles en salud y prestaciones sociales. Y otros tratarán de patear para adelante apelando a más endeudamiento, en un momento en que parece fácil dada la abundante liquidez entregada por las bancas centrales.
Stiglitz y Rashind proponen una alternativa: la recompra voluntaria de deuda soberana. El objetivo principal sería aligerar la carga de la deuda con un descuento significativo (quita) respecto del valor nominal de los bonos soberanos y minimizar la exposición al endeudamiento con acreedores privados.
Aconsejan que el FMI debería estar a cargo de esa tarea, para concluir que “reestructuración habrá sí o sí, la pregunta es si será ordenada”.
Global
La deuda mundial se disparó a un récord de 331% del PIB (258 billones de dólares) en el primer trimestre de 2020. Con una recesión generalizada la relación deuda/PIB mundial aumentó en más de 10 puntos porcentuales en esos primeros tres meses del año.
El relevamiento del Instituto Internacional de Finanzas apunta que esa suba es la más fuerte registrada en los ratios de deuda mundial en un trimestre.
El aumento real de la deuda fue de 1,2 billones de dólares en ese período. Los datos disponibles sobre emisiones indican que el ritmo de acumulación de deuda se ha acelerado desde marzo, reflejando en gran medida la respuesta fiscal y monetaria mundial a la pandemia.
Con paquetes de estímulos aprobados de 11 billones y otros de 5 billones en trámite, la emisión de deuda bruta alcanzó un impresionante récord de 12,5 billones de dólares en el segundo trimestre.
Los países de mercados emergentes aumentaron el ratio de deuda de 220% del PIB en el cuarto trimestre de 2019 al 230% en el primer trimestre de 2020.
FMI
Con el incremento de la deuda y el riesgo creciente de insolvencia, el FMI irrumpe como prestamista para salvar a acreedores privados, pero incrementando las condicionalidades con medidas de ajuste para los países endeudados.
En Covid-19 y más FMI en América Latina los economistas Teresa Morales, Nicolás Oliva y Guillermo Oglietti del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), indican que el principal programa del FMI para facilitar el crédito en esta etapa de la pandemia es el Rapid Financing Instrument (RFI), que cuenta con 60.000 millones de dólares.
El FMI ya aprobó desde el 31 de marzo de 2020 créditos por 3.483 millones de dólares para 11 países de la región (Bolivia, Ecuador, Paraguay, entre otros). Y también tiene en carpeta los pedidos de Perú por 18.000 millones de dólares y Colombia por 11.000 millones de dólares. Por su parte, Chile solicitó uno por 22.800 millones de dólares.
Esos investigadores advierten: “Los países latinoamericanos han iniciado un nuevo proceso de endeudamiento con el FMI, que seguramente supondrá alivio en el corto plazo para afrontar un frente externo muy adverso, pero que ciertamente tiene su contrapartida en los condicionamientos de políticas macroeconómicas y sus conocidas consecuencias”.
Relación colonial
Uno de los mejores periodistas y economista argentino, Claudio Scaletta, escribió que “si bien es un hecho conocido vale la pena repetir que lo que define una relación colonial es la extracción del excedente económico y que, en la era del capital financiero, esta extracción se realiza a través de la deuda”.
Destaca que luego del endeudamiento con el mercado, instituciones financieras como el FMI garantizan las condicionalidades sobre las políticas económicas futuras.
En ese mismo sentido apunta el economista Juan Valerdi, al señalar que la deuda pública de los estados ha sido históricamente una herramienta que nada tiene que ver con el desarrollo y crecimiento del país que toma esa deuda, sino con la intención de factores de poder internacional de limitar los márgenes de maniobra de los Gobiernos, en especial de los que eventualmente suceden a quienes tomaron la deuda.
“Las crisis de deuda no son un error, sino un objetivo político: la subordinación de la economía local al capital financiero global y la reducción al mínimo de los grados de libertad para la política económica interna”, explica Scaletta.
El endeudamiento y posterior crisis de deuda latinoamericana de las décadas del 70 y 80 del siglo pasado sentó las bases para imponer en esta región el llamado “Consenso de Washington”.
Se avanzó de ese modo con desregulaciones, privatizaciones y reformas para desmantelar el Estado de Bienestar.
Fuerzas sociales y políticas de la región comprometidas con el desarrollo nacional e independencia económica deberían estar atentas para que la pandemia Covid-19 no implique un nuevo ciclo ajustes por un endeudamiento impagable por la crisis.
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