“Cercano está el momento en que veremos si el pueblo manda, si el pueblo ordena, si el pueblo es el pueblo y no una multitud anónima de siervos”
Tratando de entender este enredo alrededor de temas como “la verdad” y “el amor”, quiero adentrarme un poco en ese sórdido mundillo de la “infocracia” que viene haciendo sus estragos tan eficazmente al gobierno del cambio que representa
Gustavo Petro.
Julio César Carrión Castro
Politólogo Universidad Javeriana
“Ella le preguntó por esos días si era verdad, como decían las canciones, que el amor lo podía todo. “Es verdad”, le contestó él, “pero harás bien en no creerlo”.
Gabriel García Márquez
Gustavo Petro, víctima del amor y otros demonios.
Nicolás Maquiavelo, uno de los más claros analistas de las mentalidades y comportamientos vinculados a los quehaceres políticos y, asimismo, considerado el creador de la ciencia política moderna, en su obra “El príncipe”, escrita desde 1513 (pero publicada póstumamente en 1532), en el capítulo XVII de dicha obra, bajo el título de “De la crueldad y de la clemencia, y de si vale más ser amado que temido”, estableció con diáfana claridad lo siguiente:
“Preguntase con este motivo si es mejor ser amado que temido o temido que amado, y se responde que convendría ser ambas cosas; pero, siendo difícil que estén juntas, mucho más seguro es ser temido que amado, en el caso de que falte uno de los dos afectos Porque de los hombres puede decirse generalmente que son ingratos, volubles, dados al fingimiento, aficionados a esquivar los peligros, y codiciosos de ganancias: mientras les favoreces, son completamente tuyos y te ofrecen su sangre, sus haciendas, su vida y hasta sus hijos, como ya he dicho anteriormente, siempre que el peligro de aceptar sus ofertas esté lejano pero si éste se acerca, se sublevan contra ti. El príncipe que fía únicamente en sus promesas y no cuenta con otros medios de defensa, está perdido, pues las amistades que se adquieren por precio y no por la nobleza del alma, subsisten hasta que los contratiempos de la fortuna las pone a prueba, en cuyo caso no se puede contar con ellas. Los hombres temen menos ofender a quien se hace amar que al que inspira temor; porque la amistad es sólo un lazo moral, lazo que por ser los hombres malos rompen en muchas ocasiones, dando preferencia a sus intereses; pero el temor lo mantiene el miedo a un castigo que constantemente se quiere evitar.
Debe, sin embargo, el príncipe hacerse temer de modo que el miedo no excluya el afecto y engendre el odio, porque cabe perfectamente ser temido y no odiado...”
En sus “Notas sobre Maquiavelo” Antonio Gramsci nos precisa que la política se refiere a las relaciones de fuerza que se dan entre las clases sociales o fragmentos de estas y sus opciones y propuestas sobre la relación gobernantes, gobernados; que la lucha política no puede reducirse a las simples relaciones interpersonales, a las posturas de amor o desamor. Que debemos entender que “el príncipe moderno, el mito príncipe, no puede ser una persona real, un individuo concreto; sólo puede ser un organismo, un elemento de sociedad complejo en el cual comience a concretarse una voluntad colectiva reconocida y afirmada parcialmente en la acción… En el mundo moderno, sólo una acción histórico-política inmediata e inminente, caracterizada por la necesidad de un procedimiento rápido y fulminante, puede encarnarse míticamente en un individuo concreto”.
En resumen, según Maquiavelo como lo analiza Gramsci, debemos entender que es el “hombre colectivo”, más que el individuo, quien define los componentes, actividades, tareas, compromisos y responsabilidades políticas, de un líder, activista o caudillo. Que no son las actitudes, conductas o disposiciones personales, así estén revestidas de “buenas intenciones”, de amor, ternura o afecto, sino que estas obedecen es a cuestiones de la objetividad propia y al sentido de la lucha de clases. Que así se trate de un líder apreciado o carismático, no es su carácter, su talante o su particular manera de acercarse a sus seguidores lo que debe definir su accionar político. Ello, finalmente, resulta irrelevante frente al desenvolvimiento de los procesos históricos.
Confrontando abiertamente estos asertos de Maquiavelo –y de Gramsci– Gustavo Petro Urrego, en el epílogo de su reciente libro “Una vida, muchas vidas”, candorosamente ha escrito:
“La fuerza motora de la historia no es solo la lucha de clases, como pensaba Marx, sino también la fuerza del amor. La fuerza del amor es la que permite las resistencias, la que permite sobrepasar los momentos más oscuros de la humanidad, cuando todo está casi perdido. Por eso el paradigma del amor, lo que llamo la política del amor, hace parte sustancial de la reproducción de la vida”.
Quizá guiado por esas simpáticas consignas de amor, y no de lucha de clases, Petro ha convocado a integrar el llamado “Pacto histórico” a una serie de politicastros tránsfugas, oportunistas y logreros que, como dignos herederos de Josep Fouché, (ese “genio tenebroso”, maestro inmoral del acomodamiento cínico y pragmático, que durante el proceso de la revolución francesa, fluyó, discurrió, por todos los partidos, grupos y movimientos del espectro político, siendo inicialmente un oscuro clérigo, apoyó la monarquía, luego se hizo seguidor de Robespierre y respaldó el régimen del terror, para luego participar en las componendas que llevaron a la muerte en guillotina del propio Robespierre, después estaría con Napoleón y posteriormente en su contra. Finalmente defendió la restauración del imperio). Los actuales herederos de Fouché, reconocen, ponderan y asumen como propias, estas hazañas transfuguistas, oportunistas y desvergonzadas. Amplios sectores de la descompuesta politiquería colombiana contemporánea, habiendo renunciado a las ideologías, a las tesis políticas, al debate y a los argumentos, exclusivamente se mueven tras las ventajas personales. Muchos de estos sujetos se han ido estableciendo en el llamado proyecto “progresista” y de cambio estructural, que Gustavo Petro y Francia Márquez han liderado en Colombia y, sigilosamente, han ido confeccionando la urdimbre de sus intereses personales y haciendo una labor de zapa, de la cual apenas estamos viendo sus primeras consecuencias.
Una astuta comedia acerca de “la verdad”
El Novelón de Benedetti, Laura Sarabia, el personal de servicio, Vicky Dávila y Barbosa el Fiscal, no es más que una muestra de lo que puede la política del “amor”, supuestamente desligada de las condiciones reales de existencia, de los auténticos antagonismos de clase.
Las clases dirigentes tradicionales, tienen un numeroso personal subalterno, previamente adiestrado en las falacias y, como siguiendo un libreto, ahora montan en detalle una astuta comedia bufa acerca de “la verdad”. La idea central de estos mandaderos es ir enredando todo como si se tratase del entramado de una comedia de equivocaciones... Ha dado para tanto el enredo fraguado que incluso ha llegado a provocar la temprana resurrección de algunos muertos: El zombi de Sergio Fajardo exige la “verdad”, y le ha esputado a Petro, como desde ultratumba: “Si usted no rectifica con la verdad, se convertirá rápidamente en hecatombe”. Así mismo la señora Ingrid Betancourt, no se esperó a la próxima contienda electoral y, extemporáneamente, se levantó de su cómodo féretro galo y le exclamó a Petro: “libérate de la mentira, revela el fraude electoral y desmonta la corrupción con lo que te quede de poder”. Toda la oposición liderada por el fiscal Barbosa, la procuradora Cabello, la Revista Semana y la recua de comunicólogos de los medios adscritos a las dinastías feudales, a la descompuesta burguesía, a las mafias de contratistas y al lumpen-empresariado que se reparte el país desde hace ya 2 siglos. Todos a una, claman por la “verdad” y la estridencia de sus voces logra convencer a muchos...
Tratando de entender este enredo alrededor de temas como “la verdad” y “el amor”, quiero adentrarme un poco en ese sórdido mundillo de la “infocracia” que viene haciendo sus estragos tan eficazmente al gobierno del cambio que representa Gustavo Petro.
Respecto a esa “crisis de la verdad”, como lo expone con claridad el filósofo coreano Byung-Chul Han, debemos entender que: “El nuevo nihilismo es un fenómeno del siglo XXI. Es fruto de las distorsiones patológicas de la sociedad de la información. Se alza cuando perdemos la fe en la propia verdad. En la era de las fake news, la desinformación y la teoría de la conspiración, la realidad y las verdades fácticas se han esfumado. La información circula ahora, completamente desconectada de la realidad, en un espacio hiperreal. Se pierde la creencia en la facticidad. Vivimos en un universo desfactificado. Junto con las verdades fácticas desaparece también el mundo común al que podríamos referirnos en nuestras acciones…”.
No se trata simplemente de confrontar unas mentiras, pues, las noticias falsas no son mentiras. Atacan a la propia facticidad, a la realidad. “El nuevo nihilismo no supone que la mentira se haga pasar por verdad o que la verdad sea difamada como mentira. Más bien socava la distinción entre verdad y mentira”. El asunto de estos entramados conspirativos, urdidos como fake news, no necesariamente se dan por la intencionalidad explícita de los resentidos sectores desplazados por la irrupción de un gobierno de izquierda, sino que involucra incluso a iletrados e ignaros que –en virtud de la libertad de expresión y la “democratización” de las redes sociales– se sienten compelidos a establecer sus “puntos de vista”, sus opiniones acerca de temas que supinamente desconocen. Estos individuos realmente no son “mentirosos”, son nihilistas, que no logran distinguir la verdad de la mentira.
Gramsci nos advirtió acerca de la enorme dificultad que tienen las clases subalternas para unirse, para crear “pactos” y cohesionarse. Mientras que las clases dominantes, las élites descompuestas pueden, con relativa facilidad, cambiar hombres y programas reasumiendo “el control que se les estaba escapando con una celeridad mayor de cuanto ocurre en las clases subalternas; si es necesario hace sacrificios, se expone a un porvenir oscuro cargado de promesas demagógicas, pero se mantiene en el poder, lo refuerza por el momento y se sirve de él para destruir al adversario y dispersar a su personal directivo que no puede ser muy numeroso y adiestrado. El pasaje de las masas de muchos partidos bajo la bandera de un partido único, que representa mejor y resume las necesidades de toda la clase, es un fenómeno orgánico y normal, aunque su ritmo sea rapidísimo y casi fulminante en relación a las épocas tranquilas. Representa la fusión de todo un grupo social bajo una dirección única considerada como la única capaz de resolver un grave problema existente…”
Aceptando el planteamiento Gramsciano de entender y fortalecer ese concepto del “hombre colectivo” y, tomando en cuenta el hecho contundente de la enorme movilización popular en respaldo a Petro y a las reformas política, económicas, sociales y culturales que se vienen adelantando en el Congreso, cobra sentido y validez total ese concepto ratificado ampliamente por las multitudes, esa consigna que esgrimiera en su momento Jorge Eliecer Gaitán: “yo no soy un hombre; soy un pueblo”. Como estableció el Caudillo: “cercano está el momento en que veremos si el pueblo manda, si el pueblo ordena, si el pueblo es el pueblo y no una multitud anónima de siervos”.
Edición 828 – Semana del 10 al 16 de junio de 2023
__________
Fuente: