Gobierno y ELN acuerdo Cese bilateral de fuegos
“No hemos firmado acuerdos sustanciales”, sino sólo “acuerdos de procedimiento”.
¿Estará dispuesto este gobierno a radicalizar y optar, apoyar e impulsar cambios en realidad estructurales para transformar la vetusta estructura de poder que rige en Colombia?
Equipo desdeabajo
El cierre del tercer ciclo de negociaciones entre el gobierno nacional y el Eln llevado a cabo el 9 de junio en La Habana, capital de Cuba, arroja una luz de esperanza sobre el futuro posible para la sociedad colombiana, urgida, en lo inmediato, de un mejor presente.
La clausura de la tercera ronda del diálogo negociador, vivida por 35 días de constante labor entre las delegaciones de las partes y los variados observadores y testigos de este proceso, una labor constante que permitió acordar dos pactos: uno, “El proceso de participación de la sociedad en la construcción de la paz” y dos, “el cese al fuego bilateral, nacional y temporal”.
El tercer ciclo arroja, además, otros resultados concretos, entre ellos, acortó el tiempo para la realización de los tres primeros puntos del Acuerdo de México –a saber, participación de la sociedad, democracia y transformaciones para la paz– hasta el mes de mayo de 2025, a lo cual se suma la creación del Comité Nacional de Participación, como mecanismo democrático para la construcción del proceso de paz, con la intervención de 30 sectores de la sociedad.
En lo correspondiente con el cese de fuegos precisa mecanismos, fases, observadores, dinámicas, calendarios, todo lo cual da cuenta del interés de las partes para que esta experiencia –que va del 3 de agosto de 2023 al 3 de febrero de 2024– tenga final feliz y pueda prorrogarse en febrero de 2024, cuando llegan a su final los 180 días acordados de cese de hostilidades.
Pero más allá de estos logros, las palabras allí pronunciadas tanto por el Presidente Gustavo Petro como por Antonio García y Pablo Beltrán, permiten deducir que existen dos valoraciones de lo alcanzado, de su efecto inmediato y mediato, como de la ruta a seguir para alcanzar una paz real, más allá del silenciamiento de los fusiles.
Con inocultable optimismo, el Presidente, sin ocultar el afán que tiene por concretar éxitos que le permitan recuperar credibilidad en la escéptica sociedad colombiana, éxitos por lograr en tiempo concreto, aseveró: “Aquí nace un nuevo mundo, aquí se acaba una fase de la insurgencia armada en América Latina con sus mitos y realidades”. Y luego precisó: “En mayo de 2025 cesa definitivamente la guerra de décadas entre el ELN y el Estado”. Una evidente expresión de voluntarismo, con afanes de sumar logros, con limite en el tiempo, en este caso de la negociación con la insurgencia elena, que incluso podría tener peso negativo sobre todas y cada una de las dinámicas que la misma implicade e, algo que incluso riesgoso que podría, la podría incluso, poner en riesgo la misma negociación.
En la orilla opuesta, con prudencia y realismo sobre lo hasta ahora alcanzado, Antonio García, comandante de los insurgentes, precisó: “No hemos firmado acuerdos sustanciales”, sino sólo “acuerdos de procedimiento”.
Para llegar a lo anotado por el Presidente, por tanto y de acuerdo a la visión del Eln, deberán acordarse transformaciones estructurales que acaben con las razones del alzamiento armado, algo que debe discutir, identificar, diseñar, la sociedad, en lo cual, como dijo el jefe de la comitiva negociadora insurgente, Pablo Beltrán, “[…] solo será exitoso si la población está involucrada”
Esa dinámica, que en la agenda de paz levantada por el Eln desde décadas atrás descansa en un Acuerdo Nacional, el mismo que en otros momentos no ha encontrado apertura por parte de las delegaciones gubernamentales con las que en variados intentos de negociación se ha sentado el Eln. Esa reivindicación parece ahora encontrar las puertas abiertas, pues está en sintonía con la visión del jefe del gobierno colombiano, que resaltó: “Ustedes proponen un Acuerdo Nacional, y yo estoy de acuerdo. Pero, entonces, la sociedad colombiana tiene hoy que debatirlo y participar”.
Tal vez esta coincidencia, así como la misma y recién experiencia vivida en el proceso que llevó a la estructuración del Plan Nacional de Desarrollo –PND– de este gobierno, es lo que lleva a Gustavo Petro a delimitar en tiempo el resultado final y exitoso de los diálogos en curso.
En el PND hay vivencias y resultados evidentes, así todavía esté por concretarse. Pero esos afanes y agendas tan precisas, que no toman en cuenta la complejidad de los procesos deliberantes en los territorios, también pueden tener como razón de ser que el Presidente siente que su agenda reformista ya está clausura por la vía del Congreso, es decir, por la vía de los acuerdos por arriba, y encuentra en este proceso de negociación de base la oportunidad para realizarla en diálogo con las comunidades.
De ser así, el Gobierno se encaminaría a un giro sustancial, que tendrá que concretarse, al final de los deliberado a lo largo y ancho del país, en trámites legislativos o, en su defecto, en una Asamblea Constituyente o un mecanismo algo similar, en una agenda de ruptura con el establecimiento.
La gran pregunta que surge al final de todo esto, es: ¿estará dispuesto este gobierno a radicalizar y optar, apoyar e impulsar cambios en realidad estructurales para transformar la vetusta estructura de poder que rige en Colombia?
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