Cristina es hoy rehén del mismo poder que intentó asesinarla. Y lo es porque sigue representando a millones…
Porque no es solo ella a quien proscriben, sino a todos los que alguna vez votaron con esperanza por ella o por su movimiento
La Causa Vialidad nunca fue un verdadero expediente judicial, sino una puesta en escena mediática con fines políticos claramente definidos
Cristina Fernández de Kirchner. Foto: redes sociales
Editorial
Diario Red 11/06/25
La Corte Suprema lo confirmó: Cristina Fernández de Kirchner, condenada por la causa Vialidad. ¿Por qué? Por ser quien es: la dirigente más importante del siglo XXI en la Argentina, y una de las figuras más significativas para los pueblos de América Latina. La detienen por ser una representante fundamental de la historia peronista reciente. Por representar a las mayorías que durante doce años recuperaron derechos, salarios, empleo, soberanía y dignidad. Por haber demostrado que se puede gobernar enfrentando al poder real.
No es justicia: es miedo. La detención de Cristina no busca reparar un delito inexistente. Busca clausurar una historia. Una identidad colectiva.
En tiempos donde las democracias se vacían de contenido, Cristina encarnó la versión más potente del poder popular en este siglo. Acompañando a Néstor Kirchner primero y luego desde la presidencia, condujo un proyecto que reconstruyó el tejido social luego de la debacle neoliberal: 5 millones de puestos de trabajo, recuperación de empresas estratégicas, salario mínimo más alto de Latinoamérica, Asignación Universal por Hijo, movilidad jubilatoria, expansión de derechos humanos, sociales y laborales.
Cristina Fernández de Kirchner es condenada por ser quien es: la dirigente más importante del siglo XXI en la Argentina, y una de las figuras más significativas para los pueblos de América Latina
Pero su lugar en la historia no se explica solo en números. Cristina desafió con nombre y apellido a los que insisten en adueñarse del país: los sectores económicos concentrados, el Fondo Monetario Internacional, los medios de comunicación, los empresarios prebendarios, los fondos buitres, los jueces que actúan como operadores… Lo hizo desde un gobierno democrático y con una legitimidad política que nunca perdió vigencia.
Nadie más cerró un ciclo de tres gobiernos democráticos con una plaza llena, una fiesta popular que celebraba lo vivido durante esos años. Marcó a fuego en nuestras vidas lo que entendemos por democracia. Diez años después, por eso la odian y la quieren muerta o presa. Para que no recordemos.
La causa Vialidad nunca fue un expediente judicial: fue una puesta en escena mediática. Un juicio sin pruebas, construido sobre titulares, ficciones, operaciones y una condena escrita desde antes del primer día. En sus "últimas palabras", Cristina lo dijo sin vueltas: “Más que un tribunal del lawfare, es un pelotón de fusilamiento”.
La sentencia fue acompañada por tapas de diarios que festejaban el intento de asesinato como antesala del fallo. “La bala que no salió y el fallo que sí saldrá”, tituló Clarín doce días después de que gatillaran en su cara. Fue una advertencia.
Lo que hoy le hacen a Cristina no es nuevo. Es parte de una historia larga y trágica: la del odio gorila, el revanchismo clasista y la proscripción sistemática del peronismo. Desde el bombardeo a Plaza de Mayo en 1955 hasta la desaparición de personas en la dictadura, desde el cadáver secuestrado de Evita hasta la cárcel de compañeros y compañeras de Latinoamérica, el objetivo ha sido siempre el mismo: disciplinar a los pueblos. Borrar sus referentes. Impedir que vuelvan.
No es justicia: es miedo. La detención de Cristina no busca reparar un delito inexistente. Busca clausurar una historia. Una identidad colectiva
“Nos han bombardeado, fusilado, desaparecido. Me gatillaron en la cara porque me quieren presa o muerta”, dijo Cristina hace apenas unos meses. Es historia viva. Es “la fusilada que vive”, como ella mismo dijo.
Desde el comienzo de esta persecución, Cristina eligió no callar. Denunció el rol del partido judicial como una nueva forma de proscripción. Explicó, con lucidez política y precisión jurídica, cómo las instituciones se han degradado hasta convertirse en instrumentos de venganza contra los dirigentes populares. Lo dijo en Comodoro Py, lo dijo en televisión, lo escribió en cada documento: no buscan justicia, buscan escarmentar.
Buscan que no haya liderazgo posible después de que explote todo, y vaya que los vamos a necesitar. Desde el día después de que la “derecha cruel, anti Estado y esotérica" que gobierna la Argentina se vaya dejando al país en una crisis sin precedentes. Antes, por cierto, lo hicieron en Brasil, en Ecuador y en tantos otros países.
Cristina es hoy rehén del mismo poder que intentó asesinarla. Y lo es porque sigue representando a millones… con todo lo que eso significa para la agenda política en Argentina. Porque su historia no es personal: es colectiva. Porque no es solo ella a quien proscriben, sino a todos los que alguna vez votaron con esperanza por ella o por su movimiento. Porque quieren clausurar el futuro. “¿Cuánto les falta para entender?”, suele cantar la militancia. El futuro, en este país, es el tiempo de las mujeres.
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