Colombia, un país sin políticas de ciencia y tecnología
Carlos Eduardo Maldonado
Con una escasa inversión del 0,5 por ciento/año del Presupuesto General de la Nación para ciencia y tecnología para el año fiscal 2018, las clases que dominan en Colombia reflejan su estrechez de miras. Tener a Colciencias como otro botín burocrático resume la política al mando en el país, y la esencia de sus gobiernos: negocio, nada más.
En Colciencias, un organismo que tendría que ser de los consentidos de cualquier gobierno serio, desarrollado o inteligente de sus gobiernos, la improvisación es la norma, como puede concluirse del constante cambio de sus directores, el último de ello el científico César Ocampo, declarado insubsistente el 21 de diciembre del 2017 (ver recuadro)
Destitución, cambio, inconstancia, falta de política de largo plazo, claramente reflejada en los nueve responsables con que ha contado este organismo en los 8 años del gobierno Santos. Un director por cada 8 meses tres semanas, esa es la constante. Claramente pesa la burocracia por sobre el saber científico y necesidad de precisar con toda claridad una ruta por abordar por el país en ciencia y tecnología.
Prima la improvisación. En un país donde lo invertido en ciencia y tecnología en cada uno de los últimos gobiernos es claramente inferior al 0,5 por ciento del Presupuesto General de la Nación, por año, no puede ser otro el resultado. Todo un exabrupto en medio de un mundo donde las clases al mando de las distintas potencias globales, como de aquellos países que quieren jugar un rol más destacado en la geopolítica global, han comprendido que si desean continuar ocupando sitiales de honor o llegar algún día a ellos, deben invertir cada día más en sectores de punta, como lo es la propia ciencia y tecnología en su conjunto.
Por los pasillos
César Ocampo fue declarado insubsistente, una decisión autónoma de las instancias públicas, pero las razones para su insubsistencia jamás se hicieron públicas. Diversos diarios nacionales publicaron versiones según las cuales Ocampo era como una piedra en el zapato de la Casa de Gobierno porque habría tratado de darle algunas preferencias a sus propias líneas de investigación, o que habría chocado con la burocracia de Colciencias. Esas versiones son anónimas, y es llamativo que en una instancia de ciencia y tecnología los argumentos públicos no sean sostenidos de manera abierta y directa. Eso deja mucho que desear del director subsiguiente –Olaya– y de algunas otras personas al interior de órgano rector de la ciencia y la tecnología en el país.
Colciencias se habría convertido en el botín de intereses clientelistas, algo reconocido por la Asociación de Trabajadores de Colciencias (Asocolciencias). Pero el miedo a los despidos predomina, y nadie, empezando por Presidencia de la República aporta pruebas serias o contundentes en cualquier dirección o sentido. Así sucede cuando la administración pública termina predominando sobre la discusión científica, basada en argumentos y contraargumentos, pruebas y refutaciones. Que algo semejante suceda del lado de la Presidencia de la República es normal: al fin y al cabo Santos poco y nada sabe de ciencia, tecnología y academia.
Colombia nunca ha sabido de políticas de ciencia y tecnología
En 1991 crean el Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología, toma forma asimismo la llamada Misión de los Sabios, se catapulta a Colciencias, y el gobierno de turno promete que Colombia tendrá políticas de ciencia y tecnología serias, responsables y de largo alcance.
Pues bien, desde 1991 hasta la fecha, sistemáticamente, todos los gobiernos habidos han incumplido las promesas: nunca el presupuesto en ciencia y tecnología fue superior al 0,5 por ciento, y ni siquiera se alcanzó el prometido 1 por ciento del PIB. Asimismo, Colciencias jamás dejó de ser un (simple) Departamento Administrativo. En notable diferenciación con otros países de la región, Colombia jamás tuvo hasta el momento un Ministerio de Ciencia (independiente del nombre que pudiera adoptar).
Los presupuestos para CyT han sido los siguientes:
Antes de 1990: 0.1%
1991: 0.3%, César Gaviria,
1996: 0.4%, Ernesto Samper
2001: 0.37%, Álvaro Uribe
2006: 0.39%, Álvaro Uribe
2011: 0.19%, Juan Manuel Santos
2016: 0.5%. Juan Manuel Santos
De consuno, en abril del año 2016, el Sistemas Nacional de Ciencia y Tecnología queda eliminado de Colciencias y pasa a formar parte del Departamento Nacional de Planeación con el nombre de Sistema Nacional de Competitividad, Ciencia, Tecnología e Innovación, algo que la gran prensa ha callado hasta la fecha*.
Como se aprecia sin dificultad, las élites nacionales han sido tradicionalmente indolentes e insensibles hacia el conocimiento, la educación y la investigación, y su ignorancia sobre políticas de ciencia y tecnología es amplia y profunda. Ha primado el afán por la guerra, las políticas de corto plazo, la entrega del país a los capitales internacionales, en fin, la corrupción, pública y privada.
Estamos ante una visión miope, que tiene consecuencias de distinto orden. Por ejemplo, si Colombia llega a ser acogida en la Ocde sería el único país miembro de ese organismo multilateral sin una política clara, sostenida a mediano y largo plazo de ciencia y tecnología y, asimismo, sería el país de la Ocde con el más bajo presupuesto en la materia. Para compararlo con los países semejantes de la región, Colombia está muy por debajo de México, Brasil, Argentina, Chile, Cuba y Venezuela en materia de inversión en conocimiento. Los pares de Colombia son países como Paraguay, Panamá o Guatemala, notablemente.
Es lamentable la ausencia de políticas de ciencia y tecnología, es decir, de políticas a largo plazo de conocimiento e innovación. Lo que se traduce, inmediatamente, en la disminución de la calidad de vida de los ciudadanos, en atraso y dependencia. Es un hecho ya suficientemente reconocido que a mayores políticas de ciencia y tecnología, mayor desarrollo de la industria nacional, más y mejores condiciones de vida con calidad y dignidad para los ciudadanos.
Lo hecho en materia de ciencias y tecnología en el país es simple y llanamente el trabajo específico de las universidades, públicas y privadas, de los grupos de investigación mismos y de los propios investigadores. Pero nunca ha sido el resultado de políticas nacionales de ciencia y tecnología. Verosímilmente, este panorama continuará en el futuro.
Sin embargo, cabría pensar que las universidades lo hacen, en buena medida para figurar bien en los rankings y escalafones internacionales, pues ello se traduce en mayores matrículas, más incorporación de fuentes financiadoras externas, en fin, más consultorías.
Pero el tema presupuestal de este sector es aún más grave, pues lo poco que recibe al año apenas alcanza para cubrir el funcionamiento administrativo, de ahí que los programas de becas (de maestría y doctorado) se hayan visto seriamente afectados. De consuno, el gobierno nacional desplazó los presupuestos de investigación y tecnología al Fondo de Ciencia, Tecnología e Innovación hacia las regiones con la famosa ley de regalías. El resultado ha sido el uso de esos fondos para asuntos distintos a la investigación, y la distribución arbitraria de los capitales disponibles.
Por diversas razones, jamás se volvieron a crear Centros de Excelencia, y el presupuesto jamás fue el suficiente para el pleno apoyo al conocimiento.
Que diversos gobiernos hayan sido indolentes hacia la ciencia y la tecnología no es sino la expresión eufemística para decir que el Estado colombiano jamás ha sabido ni se ha interesado por la ciencia, la tecnología y la investigación. Aparentemente, para el Poder Ejecutivo, para el Congreso e incluso para el Sector Judicial, la ciencia es algo que carece de importancia. Cuando lo han intentado, los científicos jamás han sido plenamente escuchados.
Un silencio peligroso separa a la comunidad académica y de investigación del poder político y económico. El poder no quiere escuchar a los pensadores e investigadores. Les teme, según parece.
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* Cfr. https://www.desdeabajo.info/ediciones/item/26293-muere-el-sistema-nacional-de-ciencia-tecnologia-e-innovacion-sncti.html
Recuadro
El reino de la improvisación
Primero los datos, empezando del presente hacia el pasado. El científico César Ocampo fue declarado insubsistente como Director de Colciencias el 21 de diciembre del 2017. Antes el organismo rector de la ciencia y la tecnología había tenido siete directores. A la cesación del cargo de Ocampo le sigue el nombre de Alejandro Olaya, hasta entonces el segundo a bordo de Colciencias.
Los directores de Colciencias durante el gobierno de Juan Manuel Santos (ocho años), han sido nueve (hasta la fecha). Estos han sido:
Jaime Restrepo Cuartas, ex-rector de la Universidad de Antioquia y miembro de la comunidad científica.
Jorge Cano, director encargado a raíz de la renuncia de Restrepo. Cano tiene título de Maestría y está vinculado a la Universidad de Cartagena.
Carlos Fonseca Zárate, profesor de la UPTC, con doctorado en Geografía.
Paula Marcela Arias, con doctorado en ciencias geológicas, Investigadora Junior de Colciencias, quien salió de su cargo porque tuvo el valor de acusar al gobierno y a Colciencias de politiquería.
Alicia Ríos, quien trabajó como directora encargada después de Arias, con un doctorado en ciencia y tecnología de alimentos, quien desafortunadamente falleció de una enfermedad penosa.
Yaneth Giha Tovar, quien venía del Ministerio de Defensa, quien no tiene CvLac, y es egresada de la Universidad de los Andes.
Alejandro Olaya, director encargado luego del nombramiento de Giha como ministra de Educación, con un doctorado en ciencias económicas y empresariales, vinculado a la UPB.
César Augusto Ocampo Rodríguez, científico prestigioso, Investigador Senior de Colciencias, con un doctorado en ciencias geoespaciales, y quien fue declarado insubsistente.
Alejandro Olaya, vuelve a ser director encargado.
Carlos Eduardo Maldonado
Fuente:https://www.desdeabajo.info/colombia/item/33739-colombia-un-pais-sin-politicas-de-ciencia-y-tecnologia.html. Periódico desdeabajo Nº243, febrero 20 - marzo 20 de 2018