RECUPERANDO LO COLECTIVO
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En tiempos de cambio, polarización y batalla cultural, ¿cuál debe ser la función del intelectual? El mundo se debate hoy entre disputas por el dominio imperial, guerras comerciales, conflictos por la geopolítica, tensión política de izquierdas y derechas, globalismos contra nacionalismos, mercado versus garantía de derechos, entre otros acontecimientos.
La figura del intelectual emerge con un nuevo sentido. En la modernidad, su connotación ya no es contemplativa y de pensamiento, sino de acción permanente. Para Antonio Gramsci, "es natural que todas las tareas necesitan del ejercicio del intelecto". Para otros, no todos los hombres tienen en la sociedad esa función de intelectuales.
En mi opinión, el mundo necesita de un deber ser intelectual basado en la búsqueda de la justicia, verdad, libertad, dignidad y el bien común. Se necesita de una intelectualidad más allá de lo técnico, de lo científico o de la experticia, si no de una que tenga compromiso, convicción, responsabilidad en el campo cultural, moral, político de las sociedades y, sobre todo, amor por la humanidad.
El ejercicio del intelecto debe tener intrínseca la condición ética, para que la inteligencia no se confunda con audacia y se preste para la trampa, la artimaña y la componenda, o para que no se subsuma en la lógica del mercado, la ganancia, el lucro.
Con las nuevas realidades, nos corresponde asumir un papel protagónico a quienes nos toca ejercitar procesos de cambios culturales y políticos desde la academia, la universidad, la escuela y nuestras profesiones. Donde los conocimientos y el saber razonado jalonen la intelectualidad técnica y el intelecto empírico hacia un mismo cauce.
En el caso de las guerras y el conflicto, la intelectualidad debe centrar su potencialidad hacia la paz. Si hay dictadura o tiranía, se debe volcar en la defensa de la democracia. En el caso de injusticia, hacer actos de justicia para combatirla. El sujeto intelectual debe defender la garantía de los derechos, sustentada en el cumplimiento de los deberes, la libertad sobre la opresión y la dignidad sobre la sumisión.
En el caso colombiano, el intelectual debe ser un sujeto actor que entienda la nueva realidad histórica que vive, compare las diferencias políticas, económicas, culturales y sociales para determinar su presente y su futuro.
En mi caso, trato de ejercitar el intelecto escribiendo reflexiones que apuntan a seguir dando la batalla por ideas culturales en procesos de cambio, invitando a muchos a sumarnos en ese sentido. La mejor forma de decir es hacer. Martí lo enseñó.
Edgar Romero Macías
Segundo Vicepresidente de FECODE
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Fuente:
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