El avance de la desdolarización y la incertidumbre de los mercados occidentales han creado una situación propicia para experimentar con alternativas al llamado “viejo orden”
© Foto: Dominio público
Lorenzo María Pacini
strategic-culture.su/7 de diciembre de 2025
El problema que ya no es un problema
Hablemos de los BRICS+ y su moneda. El avance de la desdolarización y la incertidumbre de los mercados occidentales, que han virado hacia una "economía de guerra", han creado una situación propicia para experimentar con alternativas al llamado "viejo orden".
Si miramos en retrospectiva los dos últimos años de intensa actividad por parte de los BRICS, el tema central del grupo en 2024 ha sido identificado como la disfuncionalidad percibida del sistema dominado por el dólar, un efecto resultante de dos factores distintos:
a) la transformación del dólar y de la arquitectura de pagos transfronterizos occidentales en instrumentos de presión geopolítica;
b) la fragilidad de la economía de Estados Unidos, país emisor de la moneda internacional hegemónica.
Con respecto al primer elemento, no cabe duda de que la tendencia de Estados Unidos y sus aliados a utilizar sus monedas y sistemas financieros como armas geopolíticas —obstaculizando a estados considerados hostiles o poco cooperativos en la consecución de sus objetivos nacionales— inevitablemente socava la confianza en las instituciones y mecanismos que ellos mismos han creado y controlan. Cuanto mayor sea la instrumentalización de la moneda, menor será la confianza que inspire el sistema basado en el dólar. Y la confianza siempre es esencial para la estabilidad de las instituciones monetarias y financieras. No solo los países directamente afectados sufren las consecuencias de las sanciones, sino también otros estados que comercian o desean comerciar con ellos, quienes sufren las llamadas sanciones secundarias, ya sean reales o potenciales. La importancia de estas sanciones secundarias aumenta con el número y el peso de los países sujetos a sanciones primarias por parte de Occidente, así como con el volumen real o potencial de su comercio con las naciones sancionadas.
El segundo factor, aunque menos inmediato, desempeña un papel importante para aclarar el debilitamiento del orden internacional actual. Se trata de un problema de naturaleza macroeconómica: la confianza en una moneda depende de la confianza en las políticas fiscales, monetarias y financieras del país que la emite. Hoy en día, los fundamentos macroeconómicos de Estados Unidos ya no son lo que eran. Los estadounidenses siguen predicando la austeridad, pero ya no la practican. Para empezar, la política fiscal está fuera de control: la deuda pública crece de forma constante en relación con el PIB, a pesar de que, durante muchos años, la Reserva Federal ha mantenido bajos los tipos de interés a corto y largo plazo, a costa de una fuerte expansión de la base monetaria. Con unos tipos de interés de la deuda tan relativamente bajos, a menudo negativos en términos reales, los saldos primarios necesarios para estabilizar la ratio deuda/PIB no serían inalcanzables. Sin embargo, el sistema político estadounidense no logra producir ni siquiera superávits mínimos, ni siquiera en períodos de pleno crecimiento económico. Como resultado, la deuda está aumentando rápidamente y no se vislumbra un fin para el aumento de los ratios deuda/PIB o deuda/ingresos.
En parte, estos déficits pueden cubrirse mediante la creación de dinero a un coste casi nulo, como ocurre en todos los países que emiten su propia moneda. Estados Unidos goza de privilegios derivados del papel histórico del dólar como principal moneda internacional. La cantidad de dólares y títulos del Tesoro que pueden circular se ve amplificada por la constante demanda extranjera de activos financieros estadounidenses. Esto explica la firme oposición estadounidense a cualquier iniciativa que pueda debilitar el estatus internacional del dólar. Incluso los intentos de fortalecer los Derechos Especiales de Giro (DEG), la moneda multilateral del FMI, se ven obstaculizados por el uso —o la amenaza de uso— del poder de veto estadounidense previsto en los estatutos de la institución. Estados Unidos incluso se resiste a la propuesta, relativamente limitada, de otorgar un papel ligeramente más amplio a la moneda de una organización que él mismo domina.
Los BRICS prueban la alternativa
En los últimos años, los BRICS han atraído una creciente atención internacional como posible fuente de alternativas a los actuales acuerdos monetarios y financieros, considerados frágiles y políticamente desequilibrados. Esto no sorprende: ¿dónde más podrían surgir tales alternativas? El resto de Occidente carece de la autonomía y la capacidad para desafiar la hegemonía estadounidense. Incluso el euro, que a principios de la década de 2000 parecía destinado a convertirse en un rival del dólar, no ha cumplido sus promesas. Ocupa una posición subordinada en el sistema dolarizado, al igual que la Unión Europea sigue subordinada a Estados Unidos en política internacional, como lo demuestra la alineación de las autoridades europeas al aplicar las mismas medidas extraordinarias y severas a los activos rusos denominados en euros que a los denominados en dólares. El Reino Unido está aún más cerca de Estados Unidos, sin apartarse nunca de su "relación especial" con Washington; el viejo dicho sigue vigente: el Canal de la Mancha es más ancho que el Atlántico. En cuanto a Japón, desde la Segunda Guerra Mundial nunca ha tenido, y es improbable que lo adquiera en un futuro próximo, el peso político necesario para actuar como una fuerza monetaria autónoma. Sus márgenes son quizás incluso más estrechos que los de Europa. Los demás países de altos ingresos son demasiado pequeños para representar alternativas creíbles.
El euro, la libra esterlina, el yen y las monedas más pequeñas del bloque occidental no pueden competir con el dólar y seguirán siendo instrumentos esencialmente subordinados. Por lo tanto, es natural que los países BRICS, y en particular China, se consideren la principal, si no la única, fuente posible de alternativas al actual sistema monetario y financiero, que se considera inadecuado. Los BRICS tienen la masa crítica y el interés estratégico para buscar nuevas soluciones. El resto del llamado Sur global no puede, de forma realista, desempeñar un papel disruptivo, aunque puede participar en las iniciativas de los BRICS, especialmente como miembros o socios.
Debido a su tamaño económico y rápido desarrollo, China es un caso aparte. Si los países BRICS no actúan conjuntamente, Pekín aún podría seguir fortaleciendo gradualmente el papel de su moneda e instituciones como alternativas al dólar y al orden que de él se deriva.
La presidencia rusa de los países BRICS brindó la oportunidad de comprobar si se confirmaban estas expectativas generalizadas del grupo. De hecho, Moscú ha buscado avances en el ámbito monetario y financiero, aunque con resultados dispares. El trabajo se desarrolló en dos líneas. Por un lado, se creó un grupo de expertos para apoyar a la presidencia rusa en cuestiones monetarias y financieras internacionales. Una de las ideas consideradas fue la creación de una nueva unidad de cuenta, construida como una cesta de monedas BRICS, con ponderaciones proporcionales al tamaño económico relativo de cada país. Este concepto no es nuevo y es técnicamente sencillo: una especie de unidad de cuenta similar a los DEG del FMI, cuyo valor fluctuaría en función del promedio ponderado de las variaciones externas de las monedas BRICS incluidas en la cesta. Esta unidad de cuenta podría servir como instrumento de transición hacia una futura moneda de reserva. Sin embargo, ni el grupo ni los gobiernos BRICS alcanzaron un acuerdo claro sobre esta propuesta.
Aún más significativa fue la segunda línea de trabajo, ya que el gobierno ruso se centró específicamente en un elemento del orden monetario internacional: la infraestructura de pagos transfronterizos. La arquitectura actual, incluida la red SWIFT, se ve afectada tanto por la creciente instrumentalización geopolítica por parte de Occidente como por tecnologías y prácticas obsoletas que ralentizan y encarecen las transferencias internacionales. Rusia ha presentado una propuesta detallada para una infraestructura alternativa, independiente de SWIFT e inmune a la interferencia occidental. La nueva red, denominada Iniciativa de Pagos Transfronterizos de los BRICS (BCBPI), sería digital, se basaría en monedas nacionales y se gestionaría mediante la interacción directa entre los bancos centrales. No solo eludiría las sanciones, sino que también reduciría los costes y agilizaría los plazos de ejecución.
Esta propuesta fue presentada a los demás miembros del BRICS y revisada por funcionarios gubernamentales durante 2024. Aunque no se alcanzó un consenso total, elementos clave de la propuesta rusa (y cuestiones relacionadas) se incluyeron en la Declaración de los Líderes en la cumbre de Kazán en octubre de 2024. En la Declaración de Kazán, los líderes reafirmaron su compromiso con la cooperación financiera, pero fueron más allá de la redacción genérica del pasado: reconocieron expresamente "los amplios beneficios de los instrumentos de pago transfronterizos más rápidos, más baratos, más eficientes, transparentes, seguros e inclusivos, basados en el principio de reducción de las barreras comerciales y el acceso no discriminatorio". Si bien evitó tonos de confrontación (como es típico del BRICS) y sin mencionar directamente los problemas críticos del actual sistema dominado por Occidente, la declaración enumeró efectivamente todas las características que faltan en la infraestructura existente, que está fuertemente influenciada por la lógica política y relacionada con las sanciones vinculada a SWIFT.
La declaración también acogió con satisfacción el uso de monedas locales en los intercambios financieros entre los países BRICS y sus socios comerciales, respaldando una tendencia que hoy representa la principal forma de desdolarización dentro y fuera del grupo. Aún más significativo fue el estímulo para fortalecer las redes de corresponsalía bancaria dentro de los BRICS y permitir las liquidaciones en monedas locales, de conformidad con la Iniciativa de Pagos Transfronterizos de los BRICS (BCBPI), de carácter voluntario y no vinculante. La referencia explícita a la propuesta rusa y el énfasis en su carácter voluntario y no vinculante podrían facilitar el avance de la iniciativa, como se analizará más adelante.
Para concluir, los líderes encomendaron a los ministros de finanzas y gobernadores de los bancos centrales la tarea de continuar el análisis de las monedas locales, los instrumentos de pago y las plataformas, y de informarles al respecto. Cabe destacar también que el presidente brasileño Lula fue más allá de la Declaración de Kazán, al afirmar en su discurso que «ha llegado el momento de avanzar en la creación de medios de pago alternativos para las transacciones entre nuestros países», aunque especificó, sin embargo, que esto «no implicaría la sustitución de nuestras monedas». Por lo tanto, Brasil parece estar a favor de la perspectiva de una nueva moneda de reserva.
Por el contrario, otros países, especialmente India, han expresado posiciones diametralmente opuestas, mostrando reticencia u oposición abierta tanto a una moneda alternativa como a propuestas más moderadas. El ministro de Asuntos Exteriores indio, Subrahmanyam Jaishankar, ha declarado claramente que India nunca ha tenido problemas con el dólar y que la idea de una nueva moneda no sería viable, ya que los países BRICS no cumplen las condiciones previas para una unión monetaria similar al euro. Si bien esta observación es correcta, no es pertinente, ya que los defensores de una nueva moneda de reserva nunca han contemplado un proyecto similar al del euro, es decir, uno destinado a suplantar las monedas nacionales o los bancos centrales. En este punto, como se indica en la cita del discurso de Lula, Brasil ha sido explícito: una nueva moneda no reemplazaría a las monedas nacionales, sino que circularía junto a ellas.
En cualquier caso, la Declaración de Kazán —aprobada, como siempre, por consenso— constituye una base más que suficiente para seguir desarrollando las propuestas actuales y trabajar en su implementación en los próximos años. Sin embargo, es importante destacar un aspecto crucial: las posiciones contrarias, como la de India, tienen mayor peso que las favorables, como la de Brasil, e incluso más que una hipotética convergencia de todos los demás miembros. Esta paradoja se debe a que, en el mecanismo de toma de decisiones por consenso adoptado por los BRICS, cada miembro tiene poder de veto. En tal escenario, la posición negativa prevalece automáticamente, bloqueando cualquier iniciativa, incluso si cuenta con el apoyo de todos los demás.
_________
Fuente:
