Neuronas, engramas, sinapsis: cómo se inscriben los recuerdos en el cerebro y por qué su recuperación después de la muerte es un desafío a los límites de la mente.
Gianluca Riccio
Enero 2 2025
Un hombre se acerca al lecho de su anciana madre, ahora (tal vez) inconsciente. Le gustaría contarle tantas cosas, pero sobre todo le gustaría que ella pudiera compartir con él un último recuerdo, una última imagen preciosa de su vida. Hasta hace unos años, habría sido imposible: pero el extraordinario progreso de neurociencia están abriendo escenarios que hasta ayer eran pura ciencia ficción. Recuperar recuerdos del cerebro de una persona en coma o incluso fallecida ya no es sólo una idea novedosa, sino un auténtico desafío científico, aunque todavía hay que superarlo.
Porque nuestros recuerdos son mucho más que simples "archivos" almacenados en una memoria biológica: son experiencias, emociones, relaciones que nos definen como individuos. Y quizás, algún día, sean nuestro legado más preciado.
Mente, última frontera
Imagina poder revivir los recuerdos más preciados de un ser querido que ya no está con nosotros. Poder escuchar en su voz la historia de esa inolvidable fiesta, de ese primer beso, de esa inmensa alegría por el nacimiento de un niño. Parece un sueño, pero la ciencia está empezando a explorar la posibilidad de recuperación de recuerdos directamente del cerebro de personas fallecidas.
Una perspectiva que suscita entusiasmo y ansiedad al mismo tiempo, porque si por un lado representaría un increíble paso adelante en nuestra comprensión de la mente humana, por otro plantea profundas cuestiones éticas y filosóficas. Pero, ¿cómo funciona exactamente nuestra memoria? ¿Y cuáles son los obstáculos que tendrán que superar los investigadores para acceder a los recuerdos guardados en un cerebro que ha dejado de vivir?
Neuronas, sinapsis y huellas de memoria.
En nuestro cerebro, cada experiencia, cada rostro, cada emoción deja una huella física, una especie de "huella digital" llamada engrama. Es un conjunto de neuronas interconectados a través de sinapsis, que se activan juntos cada vez que recordamos ese recuerdo en particular. Una especie de "combinación única" para cualquier fragmento de nuestra experiencia.
Los científicos han conseguido identificar estos conjuntos de neuronas en determinadas zonas del cerebro, como por ejemplo el hipocampo, sede de la memoria a corto y largo plazo. Teóricamente, si tuviéramos un “mapa” completo del cerebro humano, podríamos localizar el engrama correspondiente a un recuerdo específico que quisiéramos recuperar.
La recuperación de recuerdos es una dinámica mucho más cercana a un minucioso viaje hacia atrás que a una simple acción de recolección. Por eso resulta enormemente difícil en el estado actual de nuestros conocimientos. Por no decir imposible.
Misión de recuperación en una red de recuerdos
El problema de los memoria, como se mencionó, es que nuestros recuerdos (especialmente los de largo plazo) no son "archivos" estáticos almacenados en un punto preciso, sino experiencias complejas diseminados en diferentes áreas del cerebro. Los detalles sensoriales por un lado, las emociones asociadas por otro, el contexto espacio-temporal por otro (como coincide en un conocido estudio) publicado en Nature en 2012).
Cada vez que recordamos un recuerdo, las neuronas del engrama se activan como una especie de "cascada", reconstruyendo la experiencia original a partir de estos fragmentos dispersos. No sólo eso: a medida que pasa el tiempo, los recuerdos migran, se transforman, se mezclan con otros en un tejido cada vez más denso. En definitiva, nuestra memoria se parece más a una telaraña que un archivo ordenado.
El desafío de recuperar la memoria post mortem
Incluso si los científicos pudieran mapear con precisión la ubicación de los engramas en el cerebro de una persona viva, recuperar recuerdos después de la muerte presentaría varios desafíos técnicos. No bastaría con "extraer" las neuronas, porque el engrama en sí no es la memoria, sino sólo el "lugar" en el que se almacena.
Se necesitaría un modelo aún más completo del cerebro de esa persona, que tiene en cuenta todas las conexiones sinápticas formadas durante su vida. Una tarea al límite de las capacidades tecnológicas actuales y quizás imposible sin una "cronología" de los escáneres cerebrales realizados cuando aún estaba viva.
Recordar es imaginar
Luego hay un obstáculo más profundo, que tiene que ver con la naturaleza misma de nuestra memoria. Como explica el neurocientífico Charan Ranganath dell 'Universidad de california,
En realidad, con nuestros recuerdos no volvemos a ver el pasado, sino que imaginamos cómo pudo haber sido.
Nuestros recuerdos, en esencia, no son un registro fiel de los acontecimientos sino uno reconstrucción influida por nuestro estado de ánimo, por nuestras creencias, en retrospectiva. Cada vez que los recordamos, los remodelamos, añadiendo significados y matices. En cierto sentido, recordar es siempre un poco reinventarse.
El último secreto de la mente.
En resumen, la recuperación completa de los recuerdos del cerebro de una persona fallecida es una empresa que, en la actualidad, parece destinada sólo a la ciencia ficción. Pero la investigación continúa, impulsada por la esperanza de revelar los últimos y más íntimos misterios de la mente humana.
Quizás, algún día lejano, tengamos un dispositivo para usar en ocasiones importantes, que registre todos los recorridos de nuestro cerebro en esos momentos. Y alguien realmente podrá revivir nuestros recuerdos, haciendo revivir por un instante nuestra voz, nuestra sonrisa, nuestra mirada. O tal vez, más simplemente, aprendamos a aceptar que ciertas cosas (las más preciadas, las más personales) están destinadas a desaparece con nosotros.
Y que esto es lo que los hace únicos.
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Gianluca Riccio, directora creativa de Melancia adv, redactora y periodista. Forma parte del Instituto Italiano para el Futuro, World Future Society y H+. Desde 2006 dirige Futuroprossimo.it, el recurso italiano de Futurología. Es socio de Forwardto - Estudios y habilidades para escenarios futuros.
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