Financiamiento sin ‘recetas’ ni chantajes del FMI
POR ZHANDRA FLORES
La necesidad de invertir en infraestructura, de incrementar el comercio transcontinental, de afrontar sanciones unilaterales o los retos de lidiar con deuda externa de gran tamaño, pueden incrementar en breve las adhesiones de naciones latinoamericanas a la entidad.
El Nuevo Banco de Desarrollo (NDB, por sus siglas en inglés), se vislumbra como un nuevo puente entre el bloque y América Latina, donde se están dando pasos importantes hacia la integración y la reducción de la dependencia financiera del dólar.
Entre estas iniciativas destacan la creación de una moneda única suramericana bajo el impulso del presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, la incorporación de Uruguay al NDB y el eventual ingreso de Argentina y Venezuela a las filas del organismo conformado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.
El edificio de la sede del Nuevo Banco de Desarrollo BRICS en Shanghái, China.
Banco para el desarrollo sostenible
El NDB, también conocido como el Banco del BRICS, surgió en 2015 por el interés de los Estados miembros del bloque en establecer un fondo mutuo para financiar infraestructura “y proyectos de desarrollo sostenible en mercados emergentes y países en desarrollo”, energías limpias, eficiencia energética, infraestructura de transporte, agua y saneamiento, protección medioambiental, infraestructura social e infraestructura digital, según se lee en su página oficial.
A estos efectos, en la VI Cumbre del BRICS celebrada en Fortaleza (Brasil), los jefes de Estado acordaron aportar 10.000 millones de dólares cada uno para conformar el capital inicial del banco y crear un fondo de emergencia de 100.000 millones de dólares con aportes de todos los socios.
Un par de años más tarde, el NDB ya estaba plenamente operativo y disponía de una oficina regional en Johannesburgo (Sudáfrica), a lo que siguió su entrada formal al sistema financiero internacional tras haber recibido una puntuación AA++ (solidez y bajo riesgo para los inversionistas) por parte de las calificadoras de riesgo Fitch y Standard & Poor.
En 2019, el banco contaba con una oficina latinoamericana con sede en Sao Paulo y una suboficina en Brasilia. Asimismo, en interés de ampliar sus operaciones financieras fuera de la esfera del dólar, aprobó préstamos en euros, yuanes, rands y francos suizos y en los objetivos estratégicos de su plan 2022-2026 se contempla “la expansión de operaciones en monedas locales”, en concordancia con la creciente tendencia a la desdolarización.
Alternativa al FMI
El enfoque de su relación con los países también contrasta con las instituciones que están bajo la égida del Fondo Monetario Internacional (FMI). En 2015, cuando se formalizó la creación del NBD, el anuncio causó inquietud en EE.UU. y motivó la aparición de un reportaje en The Washington Post donde se analizaban las causas del surgimiento de esta alternativa y su impacto sobre las instituciones surgidas tras los acuerdos de Bretton-Woods de 1944.
En el citado trabajo periodístico se alega que el NDB es la resulta de un cúmulo de insatisfacciones de larga data sobre el funcionamiento del FMI y sus organismos relacionados, que convergieron con el ascenso económico del BRICS y el incremento del comercio Sur-Sur, que para la fecha superaba al comercio Norte-Norte en 2.200 millones de dólares.
El artículo refiere además que en la década de 2000 se registró “un crecimiento sin precedentes en la ayuda exterior” ofrecida a los países de bajos ingresos, capitaneada por China, Brasil e India, así como el posicionamiento diplomático y financiero de Brasilia y Pekín en África, en desmedro de otras potencias históricamente dominantes en esa zona del mundo como el Reino Unido.
Otro asunto que bajo el punto de vista de The Washington Post abonó para la formación del NDB, fue la imposibilidad de reformar el FMI por razones varias, aunque el motivo de fondo fue que los cambios requerían “contribuciones adicionales de los gobiernos miembros de los países más ricos”.
A este respecto, el análisis del rotativo estadounidense puntualiza: “Aunque los BRICS comprenden más de una quinta parte de la economía mundial, juntos obtienen alrededor del 11 % de los votos en el FMI“, en virtud de la gobernabilidad institucional vigente.
Multilateralismo sin chantajes ni condiciones
Desde sus orígenes, el NDB se planteó como objetivo convertirse en una institución financiera de alcance multilateral global, pues en su Acuerdo Fundacional se establece que “la membresía estará abierta a miembros de las Naciones Unidas, de conformidad con las disposiciones del Convenio Constitutivo del Nuevo Banco de Desarrollo“.
Esto explica por qué en 2021 la directiva del NDB aceptó la admisión de Bangladesh, Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Uruguay, mientras que en 2022 se aprobó la inclusión de Arabia Saudita y Zimbabue.
El NBD no es la primera institución creada para eludir la tiranía del FMI y sus organismos relacionados, pues en la década de 1960 los países que conformaban la Comunidad Andina de Naciones fundaron la Corporación Andina de Fomento (CAF), actual Banco de Desarrollo de América Latina.
De forma similar respondieron los países de la Asociación de Asia Sudoriental (ASEAN), junto a China, Corea del Sur y Japón a inicios de 2000, cuando se organizaron para fundar la iniciativa Chiang Mai, al tiempo que en el contexto de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) se acordó la constitución del Banco del Sur para financiar proyectos de desarrollo regional con votación paritaria entre los Estados miembros.
De estas tentativas, solo puede considerarse parcialmente exitosa la CAF, pues el proyecto Chiang Mai fue incapaz de soltar las amarras que lo ataban al FMI para otorgar créditos, mientras que el Banco del Sur nunca logró constituirse en pleno, en buena medida por diferencias ideológicas entre los líderes de los Gobiernos suramericanos.
En contraste, los BRICS han logrado mantenerse cohesionados a pesar de sus diferencias internas, pues esa unidad en torno a fines comunes es lo que les permite servir de contrapeso geopolítico y económico frente al unilateralismo defendido por EE.UU. y sus aliados.
Por tales razones, el NBD tiene todas las oportunidades para instituirse como una respuesta efectiva y sostenible al financiamiento externo, sin las condiciones que suele imponer el sistema Bretton-Woods a los países del sur global que requieren préstamos. Al estar adscrito al BRICS, su interés es la cooperación desde la perspectiva ganar-ganar en el contexto de un mundo multipolar.
NBD en América Latina
La exmandataria brasileña Dilma Rousseff, presidenta del Nuevo Banco de Desarrollo del BRICS.
Lo antes dicho resulta especialmente relevante en el caso latinoamericano, pues la mayoría de los países tiene en su historia al menos un episodio amargo con los préstamos del FMI y los subsecuentes paquetes de medidas económicas que se exigen como condición para otorgar los recursos.
Sin embargo, el primer país de la región en tocar las puertas del NBD no fue uno especialmente endeudado, sino Uruguay, cuya economía exhibe niveles de endeudamiento inferiores al 60 % de su PIB, pero es mucho más pequeña que la de sus vecinos y socios del Mercosur: Brasil y Argentina. Su ingreso fue aprobado en 2021 y se espera que su membresía plena se concrete este 2023.
Un interés diferente mueve a Argentina, el segundo país latinoamericano que pidió sumarse a las filas del NBD. En 2018, el entonces mandatario neoliberal, Mauricio Macri, suscribió un préstamo por 56.000 millones de dólares con el FMI, que de acuerdo con el Gobierno actual, se contrajo violando lo consagrado en la legislación local.
Así, la complicada situación económica, derivada de una mezcla entre los efectos de la Covid-19 y las condiciones abusivas del préstamo, obligaron a las autoridades a buscar oxígeno en el NBD para capear el temporal interno.
El pasado 2 de junio, la actual presidenta del organismo, Dilma Rousseff, comunicó al ministro argentino de Economía, Sergio Massa, que la primera semana de agosto se votará el ingreso del país al organismo, en la misma reunión donde asumirán como miembros plenos Arabia Saudí, Zimbabue y Egipto.
Finalmente está el caso de Honduras, que hasta hace algunos meses era uno de los pocos países de la región que no mantenía relaciones con la República Popular China.
Para celebrar los nuevos nexos bilaterales, la presidenta hondureña, Xiomara Castro, viajó a Pekín en una visita oficial que se extendió por seis días, durante los cuales desarrolló una intensa agenda para captar inversores, en interés de impulsar la modernización de la nación centroamericana y enfrentar los pagos de la deuda externa.
En ese contexto –y acompañada de su homólogo Xi Jinping–, Castro anunció que había solicitado el ingreso formal de Tegucigalpa al NDB, al que definió como una “alternativa financiera que abrirá oportunidades de inversión y desarrollo para el país”.
“Honduras tiene una fuerte deuda que se adquirió a altos niveles de interés”, que han obligado al país a buscar alternativas de financiamiento más ventajosas, que “permitan desarrollar programas en energías y otros”, explicó el canciller Enrique Reina.
De momento solo tres países de América Latina han pedido sumarse al Nuevo Banco de Desarrollo del BRICS, pero es posible que el número aumente en el futuro cercano, bien sea porque necesitan invertir en infraestructura, porque requieren incrementar el comercio transcontinental, porque deben lidiar con deuda externa de gran tamaño o porque han sido sometidos a draconianas sanciones por parte de EE.UU.
También está la cuestión de la ampliación del BRICS. Aunque todavía no se han ventilado las condiciones de ingreso para nuevos miembros, es probable que cuando esa información se haga pública, venga acompañada de los requisitos para la adhesión en el NDB.
Actualidad RT
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