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RENOVADA ESTRATEGIA INJERENCISTA DE EE.UU. EN AMÉRICA LATINA

En vez de apelar a militares ahora utiliza funcionarios judiciales corruptos, las ‘fake news’ y el ‘miente, miente, que algo queda’


POR ÁLVARO ROSLIK /

La cínica, tradicional y descarada injerencia de EE.UU. en América Latina y el Caribe cambia de forma para tratar de seguir manipulando los destinos de la región, consistente en cooptar juecesy fiscales corruptos para que impulsen una despiadada guerra judicial (lawfare) contra líderes y dirigentes progresistas de la región que son considerados una piedra en el zapato para Washington, las cloacas mediáticas para propalar falsas noticias (fake news) y calumniar y mentir, pues como lo sentencia el viejo adagio popular: “la mentira cuando no mancha, tizna”.

Los recursos diplomáticos, militares y económicos

Los embajadores de EE.UU. en Paraguay, Argentina y Guatemala, entre otros, han sido acusados de querer tener “injerencia” en la política interna. En diálogo con Sputnik, el analista en temas internacionales Federico Villanueva aseveró que EE.UU. ha cambiado los golpes de Estado por tácticas más sutiles, valiéndose de diplomáticos, militares y organismos económicos.

Resulta difícil de obviar el concepto de injerencia cuando se busca analizar la política exterior estadounidense, especialmente cuando se analiza las relaciones entre Estados Unidos y América Latina.

En el último año, América Latina ha sido testigo de injerencias en la política doméstica de numerosos países de la región, aunque con métodos diferentes a los empleados en la década de 1970. En la actualidad, el fenómeno se muestra más como intromisiones judiciales, lawfare, acusaciones de corrupción o intervencionismo en la actividad comercial de terceros países, como lo han evidenciado últimamente Paraguay, Guatemala, Argentina y Panamá.


El analista uruguayo radicado en Argentina, Federico Villanueva recordó que, durante el siglo XX, América Latina padeció “muchas veces la injerencia de los EE.UU. en distintas formas”.

Villanueva, licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad de la República de Uruguay y analista de la Universidad Nacional de La Plata en Argentina, remarcó que esa historia de injerencia incluye “quiebres institucionales”, “ataques constantes a la democracia que siempre dijeron defender” y hasta “muchísimas personas desaparecidas, muchísimos muertos y mucha sangre”.

“Salvo raras y dignas excepciones, siempre hemos estado bajo la égida del hegemón del norte y nuestra historia como jóvenes naciones se ha venido formando bastante moldeada por lo que dicen los EE.UU.”, reafirmó.

En efecto, ya desde 1823, cuando apenas llevaba 50 años de vida como nación, EE.UU. comienza a aplicar la Doctrina Monroe, bautizada así en honor al presidente James Monroe y caracterizada por considerar a todo el territorio latinoamericano como la zona de influencia exclusiva estadounidense.

Una nueva forma de injerencia

En la actualidad han cambiado los métodos de la intervención estadounidense, que hasta hace algunas décadas se ejecutaba a través de golpes de Estados impulsados por las Fuerzas Armadas y el apoyo de las corruptas élites económicas de Latinoamérica.

“Lo de las élites no ha cambiado; sí ha cambiado la forma”, planteó Villanueva. Ahora, en lugar de apelar a militares, “usan poderes judiciales adeptos, corruptos, corrompibles. Utilizan las fake news, el sistema de la posverdad, el ‘miente, miente, que algo quedará'”.

“Lo que me sorprende es que han pasado a ser brutalmente honestos, ya que por lo general, demoraban 30 años en desclasificar sus archivos y ahí nos enterábamos de las aberraciones que habían cometido fuera de fronteras en nombre de las democracias, pero en favor exclusivo de su bienestar”, abundó el analista internacional, al señalar cómo ahora, en cambio, “nos vienen contando cuáles son sus planes sin tapujos”.

Para el experto, “lo cuasi cómico de toda esta situación es que ahora el presidente Joe Biden mantuvo la alerta respecto de la posible interferencia de potencias extranjeras en el proceso eleccionario de ‘medio término'” que tiene EE.UU. dentro de dos meses.

“Cuando leía eso inevitablemente me vino a la mente eso de que ‘el ladrón juzga por su condición'”, graficó Villanueva.


Las embajadas como actor político

Uno de los últimos ejemplos de intervención estadounidense en la política de un país latinoamericano se dio el pasado mes de agosto en Paraguay, cuando la Embajada de EE.UU. en Asunción introdujo sanciones contra el vicepresidente Hugo Veláquez, tras calificarlo como “significativamente corrupto”.

Villanueva señaló que el episodio generó “bastantes convulsiones en la interna del sistema político paraguayo” al punto de obligar a Velázquez a renunciar a su candidatura presidencial para 2023 y generar acusaciones cruzadas en la interna del Partido Colorado entre seguidores del actual presidente, Mario Abdo Benítez, y el expresidente Horacio Cartes, las dos principales vertientes del oficialismo.

La molestia en el Partido Colorado paraguayo llevó a que el propio Senado aprobara una declaración para “recordar” al embajador estadounidense en Paraguay, Marc Ostfield, y al Gobierno de EE.UU., “que el Paraguay es una república soberana e independiente” y exigir “respeto” por parte de Washington.

Sin embargo, EE.UU. comunicó a la Cancillería paraguaya que continuaría “promoviendo la rendición de cuentas para aquellos que abusan del poder público para el beneficio personal”, ya que “los EE.UU. tienen como prioridad trabajar con las instituciones paraguayas en la lucha contra la corrupción y la impunidad”.

En ese marco, Washington envió a Asunción, en una visita catalogada como “sorpresiva”, al número dos del Departamento de Estado de EE.UU., Mark Wells, quien ratificó el trabajo de la sede diplomática.

El mecanismo utilizado por EE.UU. en Paraguay es frecuente en los países de Centroamérica, donde las representaciones diplomáticas estadounidenses suelen incluir dirigentes políticos en la denominada ‘Lista Engel’, utilizada para establecer sanciones contra personas consideradas sospechosas de corrupción, recordó Villanueva.

Además de incluir 60 dirigentes centroamericanos en la lista, este tipo de acusaciones generaron rispideces entre EE.UU. y el presidente de Guatemala, Alejandro Giammattei, que designó a Consuelo Porras como fiscal general a pesar de que Washington la había calificado como corrupta.

El experto uruguayo también señaló el papel del embajador de EEUU en Argentina, Marc R. Stanley, al intentar incidir en el proceso de definición de candidaturas presidenciales para 2023. En ese sentido, mencionó que el diplomático llegó a plantear al jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y posible candidato de la oposición, el ultraderechista Horacio Rodríguez Larreta, establecer “una alianza” con sectores del peronismo de cara a las próximas elecciones.


“Interferir de manera tan directa en los asuntos internos de un Estado en la política partidaria de los países, me hace recordar el viejo ‘Braden o Perón'”, comentó Villanueva. Se refería al embajador estadounidense en Buenos Aires entre mayo y julio de 1945, Spruille Braden, quien intervino activamente en la campaña electoral contra Juan Domingo Perón.

Villanueva recordó que “ante la acefalía de poder en los sectores conservadores”, el diplomático estadounidense “tuvo que ser la punta de lanza de la campaña contra Perón”.

Para el analista uruguayo, ese tipo de acciones estadounidenses demuestran que “no respetan un principio básico del Derecho Internacional Público que es la libre autodeterminación de los pueblos y el principio de no intervención en los asuntos de otros Estados”.

La USAID, la herramienta que fracasó en Venezuela y Bolivia

Villanueva mencionó otro de los mecanismos que EE.UU. tiene para ejercer su influencia en los países latinoamericanos: las operaciones de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), un organismo cuyo objetivo es administrar supuestas y disfrazadas “ayudas” humanitarias y económicas en el exterior.

Sin embargo, sus operaciones en América Latina no están exentas de polémicas. En 2019, una supuesta ayuda humanitaria en la frontera entre Colombia y Venezuela sirvió como una operación política para intentar destituir al presidente Nicolás Maduro, en el marco del apoyo de Washington al cantinflesco personajillo de la oposición Juan Guaidó.


Tres años después, los intereses de la USAID volvieron a estar en primera plana en Bolivia, cuando el exministro de la Presidencia Juan Ramón Quintana denunciara que USAID está “paseándose como ‘Pedro por su casa'”.

La actividad de la agencia en Bolivia fue desmentida, sin embargo, por el Gobierno de Luis Arce, ya que la organización estadounidense fue expulsada de Bolivia en 2013 por actos de injerencia en los asuntos internos del país. Villanueva apuntó que, en efecto, la expulsión de la USAID se dio porque “estaban operando para lo que terminamos viendo en 2019, el golpe de Estado de Jeanine Áñez contra Evo Morales”.

Ante la denuncia de que la USAID volvió a Bolivia, el Gobierno de Arce remarcó que “no permite ni permitirá las operaciones de USAID en el país”.

Villanueva señaló que la postura del Gobierno de Bolivia, “además de ser un mensaje para EE.UU.” es una respuesta a autoridades bolivianas “que ven con mucha preocupación y están denunciando la presencia de estadounidenses inaugurando obras en Cochabamba y facilitando muchos dólares a sectores de la derecha, haciendo alianzas con militares lo que ya sabemos en qué puede derivar, en Bolivia y en cualquiera de nuestros países”.

Los enviados militares

El analista no perdió de vista otros ejemplos de injerencia, como la frecuente visita de enviados militares estadounidenses a América Latina. Laura Richardson, jefa del Comando Sur de los EE.UU., visitó tres veces Colombia entre 2021 y 2022 y, en lo que va del año, también pisó Argentina, Chile y Ecuador.

En declaraciones públicas, Richardson ha sido explícita respecto al interés de EE.UU. en las reservas de litio de los países sudamericanos. “En muy claras declaraciones habló de que China está jugando al ajedrez en Latinoamérica y que están muy preocupados porque a los EE.UU. le interesa el litio. Lo han dicho sin tapujos, les interesa eso y van a venir por eso”, explicó Villanueva.

Laura Richardson, jefa del Comando Sur de los Estados Unidos.

A Panamá, mientras tanto, arribó el secretario de Marina de EE.UU., Carlos del Toro, en una visita destinada a fortalecer, según el propio gobierno panameño, “el trabajo conjunto en la seguridad del Canal de Panamá y contra la migración irregular, la pesca ilegal y el narcotráfico”.

El analista uruguayo recordó que la injerencia estadounidense en Panamá data del nacimiento del país, cuando Washington buscaba asegurar la navegación a través del Canal de este istmo centroamericano. “Es un Estado que, más allá de considerarse un istmo que pertenecía a Colombia y no estar dentro del continente sudamericano, fue creado en la habitación 904 de un hotel en Nueva York, porque se necesitaba un canal bioceánico para facilitar el comercio internacional y detrás de eso estuvo los Estados Unidos de Norteamérica”, afirmó.

El FMI, un aliado para la injerencia estadounidense


La injerencia estadounidense también puede verse a través del poder económico, subrayó Villanueva, al recordar la participación del actual presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Mauricio Claver-Carone, en el histórico préstamo que el Fondo Monetario Internacional (FMI) dio a Argentina durante el impresentable y cuestionado Gobierno del neoliberal Mauricio Macri (2015-2019).

“Él fue quien lo gestionó, con la presión de Donald Trump (2017-2021) y a pesar de la oposición de los directivos europeos del FMI, para que [el presidente Mauricio] Macri lograra la fallida reelección”, insistió el analista uruguayo.

Villanueva apuntó además que, ya desde el BID, Claver-Carone “cambió su postura” con respecto al Gobierno argentino con la llegada, en agosto, del conservador Sergio Massa al Ministerio de Economía. El experto señaló que los créditos que el BID tenía en suspenso para el país sudamericano, “se han mágicamente destrabado”.


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