La Casa Blanca va a repetir en el Golfo Pérsico su misma estrategia que en el Caribe: amenazar con invadir a sus adversarios (sin poder hacerlo), pero tratando de asfixiarlos con fuertes sanciones económicas.
EEUU
Trump prepara posible guerra contra Irán
Isaac Bigio
Foto: pensamientodisidente.blogspot.com
Más buques de guerra norteamericanos siguen arribando al Golfo Pérsico donde hay unos 150,000 uniformados de EEUU quienes se están preparando para un posible ataque contra Irán. Mike Pompeo, el Secretario de Estado, viene de realizar una inusual visita al comando central militar de su país. Riad y Tel Aviv quisieran que Washington sea aún más duro contra Teherán a quien acusan de apoyar a movimientos armadas que constantemente les lanzan misiles.
Si se producen ataques contra Irán estos, por el momento, se buscarían centrar en ciertos blancos militares. El equipo de Donald Trump quisiera que estas acciones sean disuasivas y que obliguen a los ayatolas a abandonar sus planes de enriquecer uranio o aminorar sus actividades en el Medio Oriente. Un eventual bombardeo a Irán es algo que potenciaría al primer ministro israelí Benjamín Netanyahu en su carrera hacia una nueva re-elección.
Los sauditas son quienes más encono tienen contra Irán. Ambos se encuentran en riberas opuestas del Golfo Pérsico, la rica región petrolera donde ellos son los países con mayor territorio, recursos y armas de dicha zona. Además, son las antítesis en su versión del Islam. La familia real Saud promueve una versión muy socialmente conservadora y sectaria del credo sunita (al cual adscriben un 85% de los 1, 600,000 musulmanes del mundo), posee una monarquía totalitaria y una amplia red de familiares extremadamente ricos y muy ligados a EEUU. Los ayatolas persas son la principal influencia dentro de las distintas variantes chiitas (15% del Islam), hace 4 décadas derrocaron al rey e instauraron una república islámica y tiene un modelo nacionalista que constantemente choca con EEUU, Occidente e Israel.
Las fuerzas pro-sauditas y pro-iraníes han venido chocando militarmente en toda la región. Los aliados a Riad han perdido peso en Líbano y Siria. Para derrotar movimientos chiitas los Saud invadieron y ocuparon Bahréin y ahora libran en Yemen una de las guerras más sangrientas que se dan en el planeta.
Casus belli
Cuando Shinzo Abe era el primer premier japonés en visitar al Irán post-revolucionario, se incendiaron dos buques petroleros (uno nipón y otro noruego) cerca a las costas persas. Esto se dio cerca al estrecho de Hormuz, aquel de menos de 40 kilómetros de ancho que separa al golfo Pérsico del mar de Omán, por el cual deben atravesar todas las naves-cargas que transportan el gas y petróleo que provienen de los principales yacimientos de hidrocarburos del mundo.
Mike Pompeo, Secretario de Estado de EEUU, ha dicho que este fue efectuado por Irán. Según el diario hebreo Maariv él planea un ataque táctico preventivo militar a ciertas bases en Irán donde se especula se desarrolla tecnología nuclear. Jeremy Hunt, el secretario de Relaciones Exteriores del Reino Unido, afirma que es casi seguro que los iraníes están detrás de esto, mientras que el líder de la oposición británica, el laborista Jeremy Corbyn, sostiene que no hay ninguna evidencia en favor de ello. Japón y su corporación afectada por la quema de su buque, Alemania, la Unión Europea, Rusia y China tampoco encuentran pruebas sobre la participación persa en dicho ataque.
Irán desmiente tajantemente a Pompeo aduciendo que ese acto es algo que socava el espíritu de bienvenida y de colaboración frente al primer ministro nipón, quien, precisamente, vino para disminuir las tensiones entre Irán y EEUU. No se puede descartar una acción provocadora de algunos servicios secretos que vienen presionando a Occidente para que vaya hacia mayores sanciones y a una posible intervención militar contra Teherán.
Mientras esto pasa, Irán ha aprobado que va a reanudar sus programas para dotarse de plantas de energía atómica en vista que Trump ha roto el acuerdo nuclear que se había firmado con Obama, Rusia, China, Reino Unido, Francia y Alemania.
En Irán está muy fuerte la creencia de que la única manera de evitar una invasión norteamericana es dotarse de medios para persuadir ello. Cuando Irak, Libia y Siria auto-destruyeron sus arsenales de armas de destrucción masivas bajo la promesa de que así iban a mejorar sus relaciones con Occidente, ellos, más bien, debilitaron sus defensas. EEUU les “recompensó” con una ola de bombardeos que han producido millones de muertos, heridos y desplazados, y el posterior linchamiento de los mandatarios Saddam Hussein de Irak y Muammar Gadafi de Libia. A la única república contestataria con la que Washington se ha visto obligado a negociar es con Corea del Norte, la cual si les mostró su capacidad de lanzar ojivas nucleares que pudiesen impactar en territorios estadounidenses.
La revolución de Irán
En enero se cumplieron 40 años de la revolución popular que derribó a la monarquía del Sha. Cuando el último rey persa estaba en el poder, Washington no objetaba sus intentos de conseguir armas de destrucción masiva o nuclear, pues entonces era visto como un aliado contra los soviéticos, chinos y panarabistas. Sin embargo, tras que los ayatolas inician un modelo nacionalista y la embajada norteamericana en Teherán es capturada por militantes, se inician varias confrontaciones, empezando por el intento fallido de helicópteros estadounidenses de rescatar a sus rehenes en dicha sede diplomática.
A fin de derrotar a la revolución iraní, Washington, Londres y París se aliaron con todas las 6 petro-monarquías arábigas para impulsar, armar y financiar a Irak para que invadiera Irán. La guerra de 1980-88 duró el doble que la I Guerra Mundial y causó un millón de muertos. Entonces, Occidente no hizo mayor escándalo cuando Saddam Hussein asesinó a miles de civiles kurdos y militares persas con gases letales (que ellos mismos le habían proporcionado). Sin embargo, para el 2003 cuando Bagdad ya se había librado de éstos, entonces les invadieron alegando que les seguía poseyendo.
Cuando en 1991 Irak invadió a Kuwait reclamando que este autocrático emirato era parte histórica de su país, Occidente y las petro-monarquías arábigas se tornaron contra su ex aliado. Hussein pensó que EEUU le iba a permitir hacer ello, tal y cual antes lo hizo cuando Indonesia ocupó la ex colonia portuguesa de Timor Este. Él se equivocó pues Kuwait es un caso muy diferente al tener mucho oro negro y buenas relaciones con las petroleras norteamericanas.
Las guerras de EEUU contra Irak en 1991 y 2003 y contra Afganistán en 2001 fueron algo que ayudó a Irán a descargar la atención y la presión occidental en contra suyo. Es más, Teherán supo sacar ventaja del derrocamiento de dos enemigos suyos en sus dos fronteras. Tras la caída de los talibanes al este, los ayatolas lograron armar grupos que comparten su credo chiita y su grupo lingüístico persa para dominar partes de Afganistán y entrar al nuevo gobierno de ancha base en este país. Tras la ejecución de Hussein al este, los chiitas (que son el 60% de la población iraquí) se convirtieron en la etnia dominante empujando a una alianza con Irán.
Los ayatolas persas habían logrado introducir dos elementos nuevos en el Medio Oriente:
Uno, fue la defensa de las distintas comunidades chiitas (quienes representan entre el 10% al 15% del Islam, pero que tienen mucho peso en Irak, Siria, Líbano, Yemen, Bahréin, Afganistán y la costa oriental saudita), muchas de las cuales se han sentido históricamente discriminadas por la mayoría sunita.
Dos, fue hacer que el Islam adquiera un carácter politizado y antiimperialista. Hasta antes de 1979 todos los grupos armados que se enfrentaban a EEUU o a Israel tenían una ideología secular o pro-socialista. Con los ayatolas la cosa cambia y empiezan a aparecer una serie de fuertes partidos-ejército con apoyo de importantes sectores populares en Líbano (el Partido de Dios, Hizbola), Palestina (el Movimiento de Resistencia Islámica, Hamas, y la Yihad Islámica), Yemen (los Houthis) y varias organizaciones chiitas en Irak y Afganistán.
Frente a la emergencia de un movimiento militante islámico anti-imperialista, los sauditas van animando a su propia versión de un Islam politizado, el cual inicialmente adquiere fuertes rasgos anticomunistas centrándose en llamar a derrotar la invasión soviética en Afganistán de 1979 y en contraatacar a los chiitas. Así surge Al Qaeda inicialmente financiada y armada por EEUU y sus aliados sauditas y pakistaníes y liderada por un miembro de una de las familias sauditas más ricas y pro-norteamericanas: los Bin Laden. Con el tiempo Al Qaeda se convirtió en un Frankenstein y empezó a rebelarse contra su amo generando, además, varias escisiones, incluyendo la del Estado Islámico de Irak y Siria.
Los grupos fundamentalistas sunnitas impulsados por las petro-monarquías arábigas, a diferencia de las de los grupos pro-Irán, han puesto gran énfasis en masacrar civiles y etnias minoritarias. EEUU ha preferido alinearse con Riad contra Teherán, a pesar que Irán tiene una república (donde la población puede elegir, pero solo entre los distintos movimientos pro-revolución islámica), mientras que los sauditas tienen la peor teocracia totalitaria y anti-femenina del planeta y han sido los iniciales auspiciadores de todos los grupos terroristas que han atacado blancos civiles en Occidente.
Expansión de Irán
Cuando a comienzos de esta década se inicia la “primavera árabe”, Washington trata de montarse y distorsionar esa oleada anti-dictatorial. Así termina bombardeando Libia y Siria. Sin embargo, mientras Rusia no hizo mucho por evitar la caída de Hussein o Gadafi (mientras que Irán veía que se iban antiguos adversarios), la cosa cambia con Bashir Assad. En Latakia, la región costera de donde proviene su familia y su etnia (los alauitas, una variante del chiismo) se encuentra la única base naval rusa en el Mediterráneo y la más importante que tiene Moscú fuera de su república. Damasco, además de ser un aliado histórico de Moscú, lo es también de Teherán, para quien los alauitas son parte de su credo y un contrapeso a los fundamentalistas sunnitas.
Siria se encuentra en medio de las zonas chiitas controladas por Hizbola, el principal partido-ejército del Líbano, y es un paso obligatorio a cualquier oleoducto o bloque político que una a Irán e Irak con el Mediterráneo.
A pesar que inicialmente Washington consideraba a Teherán como su principal enemigo en el Medio Oriente, al final tuvo que aceptar colaborar con este contra sus ex aliados talibanes, saddamistas y binladenistas. La lucha contra el “Estado Islámico” recayó fundamentalmente en manos de las fuerzas pro-Irán y pro-Rusia, aunque también en las de los grupos kurdos aliados a EEUU.
Teherán, a su vez, ha apoyado el movimiento cívico pro-democracia de Bahréin, donde los suprimidos chiitas componen el 60% de la población de este autocrático emirato, y la resistencia de los chiitas en Yemen contra la invasión saudita y la presencia de Al Qaeda.
Finalmente, tropas iraníes han tenido choques bélicos con Israel en Siria, en tanto que sigue apuntalando a las acciones militares contra Israel del Hizbola libanés y del Hamas y la Yihad Islámica de Palestina.
A 4 décadas de la revolución islámica, los ayatolas se precian de haber formado un “Bloque de la Resistencia” que va desde el Mar Mediterráneo hasta el Mar Caspio y el Océano índico uniendo partes de Líbano, Siria, Irak y Afganistán con Irán, y en la cual también se encuentran partes de Yemen y Palestina.
Las fuerzas armadas de Irán y sus aliados regionales son, posiblemente, las que más victorias militares han logrado en devastadoras guerras en estas últimas 4 décadas. Ellos no fueron doblegados con la invasión iraquí en 1980-88 y luego han sido claves en vencer la guerra civil siria. Sus socios en Líbano se reclaman ser el único movimiento árabe que ha derrotado a Israel, en Irak de haber sofocado al “Estado Islámico” y de Yemen en haber resistido las masacres sauditas. Mientras Israel tiene un ejército muy sofisticado que ha ganado muchas guerras en las cuales no se han dado muchos muertos, la corriente liderada por los ayatolas ha salido airosa en intensas guerras totales que suman más de 2 millones de bajas. Esto les ha transformado en un movimiento difícil de aplastar, por lo que Obama y la UE inteligentemente pensaron que mejor era llevar a negociaciones, algo que ha desestimado Trump.
Resistencia al “bloque de la resistencia”
El avance iraní ha generado dos grandes enemigos en el Medio Oriente: Arabia Saudita e Israel
El primero es el único país del mundo que tiene como nombre el de su familia real, la cual, además, le gobierna con mano muy dura. Los sauditas nunca han permitido elecciones, partidos, sindicatos o iglesias, como tampoco derechos a las mujeres, los gays o los trabajadores inmigrantes. Ejercen una teocracia autocrática que obliga a todos a cumplir todos los códigos de la secta wahabita sunnita, la cual ha hecho que haya una elite híper-rica muy corrupta con yates y propiedades por todo el planeta.
Este régimen choca con el nacionalista y republicano de los ayatolas. Mientras Trump realizó su primer viaje internacional a Riad, los ayatolas consideran que EEUU es el principal enemigo de la humanidad. Los sauditas están convencidos que Irán viene azuzando a su minoría chiita que es particularmente fuerte en su costa oriental tan rica en oro negro y que han ido acorralando al acabar controlando la mayor parte de Irak, Siria y Líbano, al querer destronar al emir de Bahréin, y al ahora controlar la capital de Yemen.
Los sauditas han comprado tantas armas a Occidente que han superado a Rusia en tener el mayor presupuesto militar del mundo después del de EEUU y China. Hoy los sauditas buscan tener sus propias armas nucleares, químicas y bacteriológicas. Cuando un levantamiento democrático en Bahréin quiso imponer una forma de democracia en ese emirato, los sauditas les ocuparon militarmente.
Los sauditas han causado un cuarto de millón de muertos en su invasión al Yemen, el país más densamente poblado de la península árabe. Ellos han asesinado a decenas de miles de niños y civiles inocentes y han hecho que Yemen sea el epicentro de la mayor epidemia global de cólera.
Los chiíes de Yemen controlan su capital y sus alrededores, y han logrado derrotar a muchas unidades sauditas y lanzar numerosos misiles contra ciudades y aeropuertos sauditas. Irán no se ha metido abiertamente en dicho conflicto, aunque abiertamente apoya a los houthis.
Los Emiratos Árabes Unidos son un aliado militar de las intervenciones sauditas en Bahréin y Yemen. Ambos han trabajado juntos para apoyar grupos armados sunitas en Siria e Irak, pero han sido derrotados por la alianza comandada por Teherán, algo diferente a los éxitos que ellos antes tuvieron en Libia.
Los sauditas y Qatar inicialmente colaboraron para financiar grupos armados fundamentalistas sunnitas, cómo llegó a ser Al Qaeda, pero han empezado a tener fuertes choques a raíz que Qatar coquetea con las “primaveras árabes”, con Hamas y con Irán, por lo que ahora Riad quiere cavar una fosa de agua para transformar a la península de Qatar en una isla y aislarla de su entorno geopolítico.
Israel
El gobierno hebreo de Benjamín Netanyahu nunca ha considerado a Al Qaeda o al “Estado Islámico” como sus principales enemigos (ambos han tenido choques limitados con Tel Aviv) y, más bien, han sabido valerse de estos para querer debilitar a lo que considera su peor adversario: Irán y sus aliados.
Netanyahu considera que el peor enemigo suyo es Irán y, sobre todo, sus intentos de dotarse de plantas nucleares, algo que rompería su monopolio atómico en la región, pues Israel es el país con más bombas atómicas por habitante en el mundo. Varias veces Netanyahu ha conjeturado con la posibilidad de lanzar un ataque aéreo contra instalaciones atómicas en Irán, como antes las hizo su país contra Irak. Sin embargo, los persas son una república mucho más grande en territorio, población y armamento, además de que no es fácil dar con sus bases secretas. Un ataque podría acabar generando una ola de misiles lanzados contra todas las ciudades hebreas desde Líbano, Siria, Gaza, e incluso desde Irán e Irak.
Si bien Israel ha logrado reestablecer relaciones diplomáticas con sus vecinos Egipto y Jordania, no lo ha hecho con Siria cuyas alturas del Golán ha anexado y tiene una conflictiva relación con Líbano, cuya frontera está llena de bases de Hizbola que apuntan a Israel y que amenazan con capturar zonas de Galilea.
Mientras Rusia, China, Turquía, Egipto, Jordania y la Autoridad Palestina reconocen al Estado de Israel (y los sauditas van en esa dirección), Irán es la principal potencia que se niega a hacer ello y que llama a destruir a Israel y a reemplazarlo con una Palestina mayoritariamente islámica, algo que es apoyado por Siria, Hizbola, Hamas y la Yihad Islámica.
La Autoridad Palestina, en cambio, pide que se establezca una Palestina secular independiente al lado de Israel. Mientras en Israel eso es apoyado por parlamentarios árabes e izquierdistas, la bancada del Balad postula una república unitaria multiétnica.
Medio Oriente
En medio de estas tensiones, el 17 de junio murió en la cárcel Mohamed Morsi, quien en 2012-13 fue el primer presidente electo del milenario Egipto (el país árabe más poblado). Habrá que ver si esta muerte acentúa el descontento popular egipcio y desestabiliza a la región o al gobierno que lo derrocó y que es tan cercano a Washington, Tel Aviv y Riad.
Turquía ha venido chocando con EEUU por que Washington colaboró con el golpe militar contra Morsi y que luego en el 2016 se ligó a quienes fracasaron en hacer lo mismo contra su presidente Recep Erdogan. Trump siguen refugiando en Virginia a Fethullah Gulen, el clérigo acusado de auspiciar tal derrotada asonada militar. Ankara también choca con Tel Aviv por su oposición al trato dado a los palestinos, y con los sauditas quienes han destruido varias instalaciones otomanas en La Meca.
Inicialmente, Erdogan había trabajado junto a EEUU y a los sauditas dando armas y cobijo al “Ejército Libre Sirio” contra Assad pero paulatinamente ha girado hacia una alianza con Rusia e Irán, la cual les lleva también a apoyar juntos a Nicolás Maduro contra Trump.
Jordania se encuentra en medio de estos fuegos cruzados tratando de equilibrarse entre todos sus vecinos.
Cuando Obama estaba en la Casa Blanca él hizo un acuerdo nuclear con Irán que buscaba disuadir a Teherán para que se dote de más plantas atómicas suspendiendo sanciones, a la par que buscaba dar una solución al tema palestino obligando a Tel Aviv a reconocer un Estado palestino.
Trump ha dado un contra-giro. Se ha alineado totalmente con Netanyahu reconociendo la anexión israelí del Golán y de toda Jerusalén, mientras desiste de oponerse a los nuevos asentamientos hebreos en Cisjordania o criticar las represalias en Gaza. Es el primer presidente norteamericano en haber bombardeado Siria, y ha roto el acuerdo de paz con Irán mientras que la amenaza de poder atacar.
Rusia ha venido aprovechando las contradicciones de EEUU (que decía estar contra el “Estado Islámico” a la par que se valía de éste para debilitar a su enemigo Assad y a Irán) para asentarse como nunca antes en el Medio Oriente desplazando a Francia de ser la potencia europea tradicionalmente dominante en Siria.
Trump, a pesar que llama a que EEUU sea una potencia aún más fuerte, ha terminado debilitando su peso en el Medio Oriente. Pese a todas sus amenazas y a probables bombardeos, le es imposible hacer una guerra de largo alcance contra Irán. Tampoco Israel o los sauditas pueden hacer ello. El primero por falta de muchos contingentes humanos y el segundo por la parálisis de sus fuerzas armadas en Yemen. Irán se encuentra apoyado por sus aliados regionales, y por Turquía, Rusia y China. La Unión Europea, India, Pakistán, Japón, Omán y Qatar no quieren una guerra contra Irán.
Turquía e Irán son países que anteriormente dominaban el Medio Oriente y que ahora quieren sacar ventaja del descrédito de Trump para recobrar parte de esa antigua influencia. Los sauditas han demostrado tener mucho dinero, pero su carencia de toda forma de democracia les perjudica incluso en el terreno militar, donde no logran ganar su primera guerra (pese a la extrema pobreza y falta de armamento de Yemen).
Trump, al igual que en Venezuela, se ha de ver incapacitado a derrocar al gobierno contestatario de Irán, el cual también se basa en un proteccionismo económico sustentado en el oro negro.
La Casa Blanca va a repetir en el Golfo Pérsico su misma estrategia que en el Caribe: amenazar con invadir a sus adversarios (sin poder hacerlo), pero tratando de asfixiarlos con fuertes sanciones económicas. El presidente iraní Rohan Hasaní dice que las “provocaciones” contra su país hacen que “el mundo entero condene a EEUU”. En cierta manera, los gobiernos de Irán y Venezuela buscan sacar provecho de las adversidades producidas por las amenazas y sanciones de Trump para aislarlo internacionalmente y para fortalecerse dentro de sus propios países y regiones queriendo aparecer como los defensores de la soberanía nacional.
______________________________
-Isaac Bigio es politólogo economista e historiador formado en la London School of Economics donde enseñó.