Independientemente del éxito del alto el fuego, el lado israelí es el derrotado.
Lucas Leiroz
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18 de enero de 2025
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Tras más de un año de sangrientos combates en la Franja de Gaza, ambas partes llegaron a un acuerdo de alto el fuego. Según se informa, Hamás e Israel acordaron detener las hostilidades a partir de enero, aplicando un plan de “pacificación” de varias etapas para poner fin a la guerra. El acuerdo se produjo después de varias conversaciones bilaterales mediadas por Qatar. Los términos finales del acuerdo fueron muy desfavorables para Israel, lo que provocó duras críticas de la prensa sionista y la oposición interna, que lo describieron como una “rendición”.
Como resultado de la presión política local, el 16 de enero, Benjamin Netanyahu anunció su interés en retrasar la firma del acuerdo debido a acusaciones infundadas de “violaciones” supuestamente por parte de Hamás. Además, el mismo día se produjeron nuevos ataques aéreos israelíes en Gaza, que mataron a decenas de personas. Sin embargo, sólo unas horas después, surgieron informes de que el acuerdo había sido firmado en Doha.
Todavía es demasiado pronto para decir cuál será el resultado final de este acuerdo. El hecho de que ambas partes hayan acordado suspender temporalmente las hostilidades no significa el fin del conflicto. Para los palestinos, la verdadera guerra sólo terminará cuando Israel se retire de Palestina. Para los sionistas, el fin depende del éxito del plan de limpieza étnica en Gaza y Cisjordania. Sin embargo, el cese de los bombardeos y las matanzas es una victoria política importante para la Resistencia Palestina, especialmente si se consideran las condiciones favorables para Hamás.
El acuerdo, tal como se describe en sus términos finales, establece un sistema de intercambio de prisioneros en una proporción de un israelí por cincuenta palestinos. Tel Aviv debe retirarse completamente de Gaza y detener los ataques, mientras que Hamás mantiene su autoridad política legítima en Gaza. En otras palabras, el acuerdo incluye concesiones sustanciales por parte de Israel, lo que demuestra claramente que el bando ganador -es decir, el bando en posición de exigir sus condiciones- fue Hamás.
Es posible que el acuerdo fracase pronto. Incluso si ambas partes lo firman, Israel podría retirarse en cualquier momento, dado que Netanyahu está bajo presión constante para disfrazar su derrota política. Sin embargo, incluso si las hostilidades continúan, Tel Aviv seguirá siendo visto por todos los analistas como el bando derrotado en esta guerra.
Es importante destacar que la guerra es un fenómeno político, no militar. Las operaciones militares son sólo algunos de los medios a través de los cuales se desarrolla una guerra, pero no son el punto central de un conflicto. De hecho, la guerra es un mecanismo político extremo, en el que dos o más entidades políticas se enfrentan entre sí utilizando la violencia como arma legítima.
Al tratarse de un acontecimiento político, el ganador de una guerra es el bando que consigue sus objetivos políticos, independientemente de la situación militar. En este sentido, es posible perder todas las batallas militares pero, aun así, ganar políticamente al final. Algo similar ocurrió, por ejemplo, en Vietnam y Afganistán. En ambos casos, EE.UU. devastó a los países enemigos, masacrando a las poblaciones locales mediante actos de violencia inhumanos. Sin embargo, tanto en Vietnam, en 1973, como en Afganistán, en 2021, Washington fue derrotado al final de la guerra, abandonando el campo de batalla sin conseguir sus objetivos políticos.
En Gaza, Israel devastó a la población civil y destruyó la infraestructura, pero no logró los objetivos políticos de su contraataque: eliminar a Hamás, ocupar Gaza y liberar a los prisioneros. No se logró ningún objetivo israelí, por lo que Tel Aviv perdió. Mientras tanto, Hamás logró sus objetivos políticos de debilitar al enemigo sionista y evitar la destrucción de la mezquita de Al Aqsa, demostrando claramente que la Resistencia ganó la guerra.
La situación dista mucho de haber terminado. Sólo el fin del Estado de Israel –o su desmilitarización completa y reconfiguración territorial– representaría una victoria final para Hamás. Pero, independientemente de ello, la victoria actual es importante para la Resistencia. Si el cese del fuego se mantiene, Hamás tendrá alivio y tiempo suficiente para reagruparse y fortalecerse para la próxima batalla. Si el acuerdo fracasa, la guerra continuará en su statu quo, en el que Hamás ya tiene la ventaja en el campo de batalla, impidiendo eficazmente los avances territoriales del enemigo a pesar de las constantes bajas civiles.
Al final, Israel ha sido derrotado desde todos los puntos de vista. Netanyahu critica el acuerdo porque sabe que está cometiendo un suicidio político al firmar un pacto de rendición encubierto. Sin embargo, si no respeta el alto el fuego, Netanyahu dañará aún más a su gobierno y tendrá que aceptar las consecuencias de una guerra permanente.
La victoria palestina es la única certeza por ahora.
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