Los niveles de inflamación crónica aumentan sigilosamente a medida que envejecemos y deterioran gradualmente la salud general del individuo
Nelson Hernández
12/10/2024
A medida que envejecemos, nuestros cuerpos experimentan cambios que pueden afectar la salud. La inflamación crónica acumulada es uno de ellos. A menudo subestimada, puede desencadenar una serie de problemas graves, por lo que cada vez cobra mayor importancia su estudio y el deseo de prestarle la atención que merece.
La condición es conocida como inflamaging, un término que se refiere a una combinación de inflamación y envejecimiento. Describe una forma latente de inflamación como respuesta del sistema inmunitario a sustancias o condiciones que percibe como anormales y considera una amenaza. Es crónica y de bajo grado. Aumenta sigilosamente a medida que envejecemos y puede causar daño.
Los niveles aumentan a medida que las personas envejecen, pero cada quien la desarrolla a diferente edad y en distintos grados. En algunas puede comenzar incluso en la niñez y en otras permanecer en un nivel muy bajo hasta los 70 u 80 años.
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Disparadores de la inflamaging
La inflamación es la respuesta natural del cuerpo a lesiones o infecciones. En sí misma no es mala. Es la forma natural que tiene el cuerpo de protegerse de los daños. Puede ser útil para combatir una infección viral como la COVID-19 o para curar un corte en el dedo. Normalmente, desaparece una vez que se cura. Sin embargo, cuando esta respuesta se vuelve crónica, puede causar daño a largo plazo. Con los años, el sistema inmunológico puede activarse constantemente y generar inflamación incluso en ausencia de una amenaza real.
La inflamación crónica acumulada se convierte en un enemigo silencioso. No presenta síntomas evidentes al principio, lo que dificulta su detección temprana. A medida que persiste, el daño celular y tisular se acumula, debilitando gradualmente la salud general del individuo. Es un factor clave de la longevidad.
Puede ser causada por la senescencia celular, un proceso en el que las células envejecidas y dañadas dejan de dividirse, se acumulan y secretan proteínas inflamatorias. Estas proteínas contribuyen a un estado constante de inflamación que, con el tiempo, puede llevar a diversas enfermedades. Estudios muestran el importante papel que desempeña en las principales enfermedades del envejecimiento, tanto desencadenándolas como agravándolas.
Inflamación enfermiza
Es un círculo vicioso, pues la inflamación crea daño y el daño en el tejido genera inflamación. Se han identificado factores genéticos, ambientales y relacionados con la edad que influyen en la vulnerabilidad a esta condición. Se asocia con un mayor riesgo de ataque cardíaco, cáncer, Alzheimer, diabetes, trastornos neurodegenerativos y otras enfermedades.
Un estudio que examinó muestras de sangre de más de 160.000 pacientes determinó que altos niveles de inflamación significan un mayor riesgo de muerte por cualquier causa. Casi siete veces mayor en comparación con niveles bajos.Las mujeres con niveles niveles superiores a los normales tenían un riesgo 70% mayor de sufrir un ataque cardíaco, un derrame cerebral o muerte por una causa cardiovascular que aquellas con niveles bajos, según otra investigación del Brigham and Women’s Hospital de Boston, que siguió a un grupo de mujeres durante 30 años.
También favorece enfermedades del cerebro que implican deterioro cognitivo, como Alzheimer. Igualmente puede provocar mutaciones que activan el crecimiento de un tumor cancerígeno o debilitan la capacidad del cuerpo para encontrar y eliminar células cancerosas. La aterosclerosis es otra dolencia que puede desencadernarse por acumulación de depósitos de grasa o placas en las paredes de las arterias, que pueden romperse y provocar ataques cardíacos.
Otras de las consecuencias son pérdida ósea, pues interfiere en la reparación ósea y descompone el hueso, y la enfermedad renal, al afectarse la capacidad del riñón para repararse a sí mismo después de una lesión.
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La genética de la vejez
La susceptibilidad al inflammaging puede ser influenciada por factores genéticos y epigenéticos. Estudios recientes han identificado genes específicos que regulan la inflamación en el cuerpo, lo que puede predisponer a ciertas personas a desarrollar inflamación crónica a medida que envejecen. Variaciones en estos pueden determinar la intensidad y duración de la respuesta inflamatoria.
También tiene un papel decisivo los factores epigenéticos, que son cambios que modifican la actividad de los genes sin alterar la secuencia de ADN. Pueden ser inducidos por el entorno y el estilo de vida. Por ejemplo, la exposición a contaminantes ambientales, una dieta poco saludable y el estrés crónico pueden modificar la forma en que se expresan los genes relacionados con la inflamación.
Comprender la interacción entre la genética y la epigenética en el inflammaging puede abrir nuevas vías para tratamientos personalizados. Terapias dirigidas que consideren estos dos aspectos podrían ser más efectivas para prevenir y tratar la inflamación crónica.
Microbiota intestinal y estrés como desencadenantes
La microbiota intestinal, compuesta por billones de microorganismos que habitan en el tracto digestivo, participan en la regulación de la inflamación. Un desequilibrio, conocido como disbiosis, puede contribuir a promover un estado inflamatorio crónico en el cuerpo.
Se ha demostrado que una microbiota intestinal saludable ayuda a mantener la integridad de la barrera intestinal, lo que evita la entrada de toxinas y patógenos que podrían desencadenar inflamación. Además, ciertas bacterias producen metabolitos antiinflamatorios, como los ácidos grasos de cadena corta, que tienen efectos protectores contra la inflamación crónica.
Promover una microbiota equilibrada a través de una dieta rica en fibra, prebióticos y probióticos, así como evitar el uso excesivo de antibióticos, puede ser una estrategia para reducir el riesgo de inflammaging y de enfermedades asociadas. Este enfoque preventivo no solo mejora la salud intestinal, sino que también tiene un impacto positivo en la salud general.
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El estrés crónico es un factor de riesgo para el desarrollo de la condición. Provoca una liberación sostenida de cortisol que puede tener efectos proinflamatorios. La hormona puede alterar la respuesta inmunológica y aumentar la producción de mediadores inflamatorios. El impacto no se limita al sistema inmunológico. También afecta la salud mental, lo que puede exacerbar la inflamación crónica. La ansiedad y la depresión, a menudo asociadas con el estrés crónico, están vinculadas con niveles más altos de marcadores inflamatorios.
Más que teñirse las canas
Se están desarrollando nuevas investigaciones y enfoques terapéuticos para abordar la inflamación crónica de manera más efectiva. Entre las estrategias se incluyen cambios en el estilo de vida, como una dieta antiinflamatoria, ejercicio regular y el manejo del estrés. Estos hábitos pueden ayudar a reducir los niveles de inflamación en el cuerpo, evitar enfermedades y mejorar la calidad de vida a medida que envejecemos.
Incorporar técnicas de meditación, el yoga y la terapia cognitivo-conductual puede ayudar a reducir los niveles de cortisol y, por ende, la inflamación. Estas prácticas no solo mejoran el bienestar mental, sino que también tienen beneficios fisiológicos que contribuyen a reducir el inflammaging. Además, algunos estudios están explorando el uso de suplementos y medicamentos específicos para combatir la inflamación crónica. Los antioxidantes, por ejemplo, pueden neutralizar los radicales libres y reducir el daño celular.
Otros tratamientos emergentes incluyen terapias que modulan el sistema inmunológico para prevenir la activación constante y perjudicial de la respuesta inflamatoria. Los medicamentos antiinflamatorios no esteroides (AINEs), como el ibuprofeno, pueden reducir la inflamación, pero su uso prolongado puede tener efectos secundarios. Por ello, están estudiando si otros fármacos, incluidos los GLP-1, pueden reducir los marcadores inflamatorios
La terapia con células madre es una de las áreas más prometedoras. Las células madre tienen la capacidad de regenerar tejidos dañados y modulan la respuesta inflamatoria, lo que las convierte en una opción potencialmente efectiva para tratar el inflammaging. Investigaciones preliminares han mostrado resultados alentadores en la reducción de la inflamación crónica.
Otro enfoque innovador es el uso de terapias biológicas, que incluyen anticuerpos monoclonales diseñados para bloquear las citoquinas inflamatorias específicas. Estas terapias dirigidas pueden ofrecer una solución más precisa y personalizada, reduciendo la inflamación sin afectar al resto del sistema inmunológico.
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Antioxidantes para el deterioro
Los antioxidantes presentes en alimentos como frutas, verduras y té verde neutralizan los radicales libres que contribuyen a la inflamación crónica. Los antioxidantes ayudan a proteger las células del daño oxidativo. Las vitaminas C y E y los polifenoles son algunos de los antioxidantes más efectivos. Incorporar estos nutrientes en la dieta diaria puede ayudar a reducir los niveles de inflamación y mejorar la salud general. Además, tienen propiedades anti-envejecimiento, lo que los convierte en una herramienta valiosa para mantener una piel saludable y prevenir enfermedades crónicas.
Investigaciones sugieren que una dieta rica en antioxidantes puede complementar otros tratamientos antiinflamatorios, potenciando sus efectos. Este enfoque integral puede ser clave para abordar el inflammaging de manera efectiva y holística.
A pesar de estos avances, queda mucho por entender sobre el envejecimiento inflamatorio y cómo controlarlo de manera efectiva. Los científicos continúan investigando para desentrañar los mecanismos subyacentes y desarrollar intervenciones más precisas.
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