Los embrioides representan uno de los avances más prometedores de la biomedicina del siglo XXI. Podrían transformar la medicina reproductiva, acelerar el desarrollo de terapias regenerativas y, en última instancia, ayudar a millones de personas a concebir hijos sanos.
El vertiginoso avance de los embrioides suscita un intenso debate ético y jurídico
cambio16.com
15/08/2025
Los embriones sintéticos o embrioides no son ciencia ficción ni embriones humanos. Son una herramienta de investigación revolucionaria que puede salvar millones de embarazos y resolver la infertilidad que desafían las definiciones más profundas de la vida y la dignidad.
En un laboratorio de California, un grupo de células se autoorganiza. No provienen de la fusión de un óvulo y un espermatozoide, sino de células madre reprogramadas. Sin embargo, comienzan a formar estructuras que recuerdan a un embrión humano: una cavidad amniótica, un saco vitelino, incluso indicios de la línea primitiva, el primer signo del eje corporal. No hay vida, no hay conciencia, pero hay un desarrollo que, a ojos expertos, se asemeja cada vez más a los orígenes de un ser humano.
FreepikEs el estado del arte de los modelos de embriones cultivados en laboratorio, también conocidos como embrioides o modelos de embrión basados en células madre. Una tecnología que, sin usar gametos, está desvelando uno de los mayores misterios de la biología humana: el “primer mes negro” del desarrollo embrionario.
La ciencia ha construido un faro en la oscuridad del desarrollo temprano. El problema es que nadie sabe si es luz o es fuego. La pregunta que la sociedad debe responder —y pronto— es: ¿hasta qué punto merecen protección los modelos que imitan la vida sin ser vida?
Rompiendo la «caja negra»
FreepikHasta hace pocos años, las primeras semanas del desarrollo humano eran una “caja negra” inaccesible. Entre el día 7 y el 28 después de la fecundación —un periodo conocido como el “primer mes negro” en embriología— ocurren procesos fundamentales: la implantación en el útero, la formación del saco vitelino, la placenta incipiente y, sobre todo, la gastrulación, el momento en que el embrión comienza a organizar sus tres capas germinales, precursores de todos los órganos del cuerpo.
Proceso que es crítico, y también extremadamente frágil: hasta el 30% de los embarazos tempranos terminan en aborto espontáneo, muchos por causas aún desconocidas. La razón por la que ha permanecido tan misteriosa es doble: barreras técnicas y límites éticos.
Por un lado, observar directamente el desarrollo embrionario in vivo es prácticamente imposible. Por otro, las regulaciones internacionales —como la “regla de los 14 días”, establecida en 1984 por el Informe Warnock en el Reino Unido— prohíben el cultivo de embriones humanos naturales más allá de ese plazo. Norma, adoptada en múltiples países, que ha sido un pilar ético, pero también un obstáculo científico.
Ahora, una revolución silenciosa está transformando el panorama: los modelos de embriones cultivados en laboratorio, también llamados embrioides o embriones sintéticos.
Ciencia detrás del modelo
El valor científico de los embrioides es incuestionable. “La implantación es la gran caja negra. Una vez que el embrión se implanta en el útero, sabemos muy poco sobre su desarrollo”, dice Clark. “Y si no podemos estudiarlo, no sabemos lo que nos estamos perdiendo”.
Entre el día 7 y el 14, el embrión humano se implanta en el útero. Muchos abortos espontáneos ocurren aquí, y hasta ahora, era imposible estudiarlos directamente.
En 2023, Magdalena Zernicka-Goetz, profesora Bren de biología e ingeniería biológica en Caltech, anunció que su equipo había desarrollado modelos similares a embriones hasta una etapa equivalente al día 14 de desarrollo humano. Justo cuando comienza la gastrulación.
“Muchos más embarazos fracasan que los que tienen éxito durante la ventana crítica justo antes, durante e inmediatamente después de la implantación. Por eso, en mi laboratorio creamos estructuras similares a embriones a partir de células madre para comprender a fondo esta etapa crítica y tan frágil del desarrollo”, explicó Zernicka-Goetz.
Ese mismo año, Jacob Hanna, del Instituto Weizmann de Ciencias (Israel), presentó un modelo derivado de células cutáneas reprogramadas que incluía todos los tipos celulares esenciales, incluido el precursor de la placenta.
Revolución científica
“Nunca habríamos anticipado que la ciencia progresaría de esta manera. Es increíble, ha sido transformador lo rápido que ha evolucionado este campo”, afirma Amander Clark, profesora de biología molecular, celular y del desarrollo en la Universidad de California en Los Ángeles y directora fundadora del Centro de Ciencias Reproductivas, Salud y Educación de la UCLA.
Clark lidera el avance como copresidenta del Grupo de Trabajo de Modelos Embrionarios de la Sociedad Internacional de Investigación de Células Madre, encargado de actualizar el marco ético y regulatorio global para esta tecnología emergente.
Hace una década, los modelos de embriones eran rudimentarios. Hoy, gracias a la capacidad de las células madre pluripotentes —tanto embrionarias como inducidas— para autoorganizarse bajo condiciones de cultivo específicas, los científicos pueden generar estructuras que imitan con creciente fidelidad las primeras etapas del desarrollo humano.
“Sin embargo, a medida que estos modelos avanzan, es crucial que se estudien en un marco que equilibre el progreso científico con consideraciones éticas, legales y sociales”, advierte Clark.
Caltech¿Qué son los embrioides?
Los embrioides no son embriones humanos en sentido tradicional. No provienen de la fecundación de un óvulo por un espermatozoide. Son estructuras tridimensionales creadas a partir de células madre pluripotentes, ya sean embrionarias o inducidas, que, bajo condiciones de cultivo específicas, se autoorganizan para imitar aspectos clave del desarrollo embrionario temprano.
Modelos que reproducen fenómenos como la formación de tejidos embrionarios y extraembrionarios —incluyendo estructuras similares al saco vitelino y al precursor de la placenta— y pueden alcanzar etapas equivalentes al día 14 o incluso más allá.
Sin embargo, no tienen potencial para desarrollarse en un feto viable. Tal como ha explicado la bióloga del desarrollo Magdalena Zernicka-Goetz, del California Institute of Technology y la Universidad de Cambridge, “permiten estudiar el desarrollo embrionario sin requerir embriones naturales”, aunque no replican el proceso completo del embarazo.
Salto científico sin precedentes
Su importancia para la ciencia es profunda. Por primera vez, los investigadores pueden observar en tiempo real procesos que antes solo se inferían a partir de modelos animales o de estudios post mortem.
El investigador Jun Wu, del Salk Institute, destaca que, aunque los modelos animales —como los ratones— han sido útiles, no replican fielmente la biología humana. Las vías de señalización celular, el ritmo del desarrollo y los patrones de expresión génica presentan diferencias significativas entre especies, lo que limita la capacidad de predecir respuestas humanas. Esta divergencia ha impulsado la necesidad de modelos más precisos y específicos del desarrollo humano.
Gracias a los embrioides, ahora es posible estudiar las causas de los abortos recurrentes, que afectan a cerca del 1-2% de las parejas. También analizar el impacto de mutaciones genéticas en el desarrollo temprano, lo que podría explicar defectos congénitos como espina bífida o cardiopatías.
Permiten investigar la formación de células germinales primordiales, un paso clave hacia futuras terapias para la infertilidad. Además, se pueden probar fármacos seguros durante el embarazo, evitando riesgos en ensayos clínicos. Y, al no requerir embriones humanos reales, ofrecen una vía ética y permisible para avanzar en una investigación que antes era tabú.
¿Qué tan reales son los embrioides?
La respuesta es clara: ningún modelo actual puede convertirse en un feto viable. El desarrollo embrionario completo requiere una compleja interacción con el útero materno, y los embrioides carecen del potencial para completar este proceso.
Pero su complejidad crece rápidamente. En un artículo publicado en Stem Cell Reports en junio de 2024, coescrito por Clark, se reconoce que los modelos actuales reproducen estructuras clave como el amnios, el saco vitelino y la línea primitiva. “Con futuras mejoras, podrían progresar hacia estructuras embrionarias posteriores, como el corazón, el cerebro y otros rudimentos orgánicos”, señala el estudio.
Modelos similares en ratones ya han alcanzado etapas avanzadas: algunos han desarrollado latidos cardíacos y estructuras precursoras del cerebro. En 2023, investigadores chinos lograron implantar modelos de embrión de mono macaco en úteros de hembras sustitutas, desencadenando signos de embarazo temprano —un hito que, aunque no llegó a gestación completa, demostró una capacidad funcional sin precedentes.
“Estos organismos no son embriones en este momento; claramente no tienen la misma capacidad que un embrión. Pero ¿cómo sabríamos de antemano que nos estábamos acercando a eso?”, plantea Naomi Moris, jefa de grupo en el laboratorio de modelos de desarrollo del Instituto Francis Crick del Reino Unido.
Pruebas Turing
Universidad de Cambridge / Naomi MorisMoris forma parte de un grupo que propone dos “pruebas de Turing” —inspiradas en el famoso test del matemático Alan Turing para evaluar la inteligencia artificial— para determinar cuándo un modelo podría considerarse funcionalmente equivalente a un embrión humano:
Consistencia y fidelidad del desarrollo: ¿Pueden los modelos reproducirse de forma confiable y seguir un curso de desarrollo similar al de un embrión natural?
Viabilidad funcional en especies cercanas: ¿Podrían los modelos de primates, al implantarse, dar lugar a animales vivos y fértiles?
“Esa era la lógica subyacente. ¿Qué métricas usaríamos como indicador del potencial de un modelo embrionario que pudiera sugerir que al menos se acercaba al mismo nivel de equivalencia que un embrión?”, explica Moris.
¿Hasta dónde llega la similitud?
Con cada avance científico llega una pregunta inevitable: ¿qué tan lejos estamos de crear vida artificial? Aunque los embriones sintéticos carecen de potencial de desarrollo completo, su similitud morfológica con embriones reales —especialmente a partir del día 14— ha encendido una intensa polémica.
La bioeticista Insoo Hyun, de la Case Western Reserve University y miembro del comité de ética de la ISSCR, plantea que, a medida que los modelos se vuelven más complejos, es necesario reflexionar sobre si deberían merecer algún grado de consideración moral, especialmente si activan programas genéticos y estructurales similares a los de un embrión natural.
“La ciencia ha superado a la regulación”, ha señalado Hyun en múltiples foros. “Necesitamos un marco nuevo, global, que reconozca las diferencias entre un embrión derivado de fecundación y un modelo derivado de células madre”.
El ritmo de la ciencia ha superado al de la regulación. En 2021, la ISSCR publicó por primera vez directrices específicas para los modelos de embriones, distinguiéndolos claramente de los embriones humanos derivados de fecundación. Aunque no están sujetos a la regla de los 14 días, los modelos integrados —aquellos que imitan al embrión completo— requieren una supervisión ética más rigurosa.
Ahora, el Grupo de Trabajo de la ISSCR, liderado por Clark, está actualizando esas directrices. La versión revisada, en proceso de publicación, establecerá dos límites claros: prohibición absoluta de transferir modelos de embriones humanos a úteros humanos o animales, y desaconseja explícitamente usarlos en ectogénesis —el desarrollo completo de un embrión en un útero artificial—, una posibilidad aún teórica, pero cada vez más plausible.
“Actualmente, la práctica de hacer viable un SCBEM se considera insegura y poco ética, y no debería llevarse a cabo”, afirma el artículo de junio de 2024, coescrito por Clark y otros miembros del grupo de trabajo.
Diversidad regulatoria
La regulación global es dispar. Australia ha adoptado el enfoque más estricto: incluye los modelos embrionarios dentro del marco que rige la investigación con embriones humanos, exigiendo permisos especiales.
En 2023, los Países Bajos propusieron tratar legalmente los “embriones no convencionales” como embriones humanos. La propuesta aún está en debate, según el Consejo de Salud de los Países Bajos.
Por el contrario, en Estados Unidos, no existe un marco legal específico. Las propuestas de investigación son evaluadas caso por caso por instituciones y organismos de financiación. En 2021, los Institutos Nacionales de la Salud anunciaron que considerarían la financiación de investigación con modelos embrionarios bajo revisión ética rigurosa y supervisión continua.
En 2024, el Reino Unido publicó un código de conducta voluntario. La Human Fertilisation and Embryology Authority no considera a los embrioides como embriones bajo la ley actual, lo que permite su estudio sin las restricciones tradicionales.
Universidad de Cambridge / Naomi MorisReferencia: ISSCR
Japón emitió nuevas directrices nacionales. En Alemania, Turquía y Rusia, cualquier investigación que implique estructuras similares a embriones está prohibida por leyes estrictas. En Brasil y Francia, no existe un límite temporal explícito, pero sí una vigilancia ética estrecha.
Pocos países parecen dispuestos a legislar específicamente, lo que convierte a las directrices de la ISSCR en una referencia “muy influyente”, según el Consejo Nuffield de Bioética de Londres.
Este desorden normativo genera incertidumbre científica y riesgo de fuga de talento hacia países con marcos más permisivos. Expertos como Alfonso Valencia, director del Centro Nacional de Análisis Genómico (CNAG-CRG) en España, han advertido que, sin una regulación inteligente y coordinada, se corre el riesgo de frenar la innovación o, peor aún, de permitir usos irresponsables de estas tecnologías.
“Las directrices internacionales son clave para evitar investigaciones que no cumplan con altos estándares éticos y científicos”, afirmó el Consejo en un informe de noviembre de 2024. “De lo contrario, podríamos ver una erosión de la confianza pública y un freno al desarrollo científico responsable”.
Analogía del diamante
“Tiene sentido, al menos por ahora, tratar los modelos y los embriones reales de forma diferente”, afirma Emma Cave, profesora de Derecho Sanitario en la Universidad de Durham (Reino Unido). “Utilizo los diamantes como analogía: los diamantes naturales y los cultivados en laboratorio están hechos del mismo material, pero la sociedad les asigna valores diferentes”.
Cave advierte contra una regulación apresurada: “Estamos en una etapa temprana de su desarrollo, en la cual puede que en 5, 10, 15, 20 años, se parezcan mucho a un embrión humano, o puede que nunca lleguen a esa etapa”.
Los defensores de la tecnología destacan su potencial para estudiar causas de infertilidad y abortos recurrentes, probar la toxicidad de fármacos durante el embarazo, (un área históricamente limitada por la exclusión de mujeres embarazadas en ensayos clínicos) y desarrollar terapias regenerativas basadas en la comprensión del desarrollo humano.
Pero también hay advertencias. “Existen grupos comerciales y de otro tipo que plantean la posibilidad de construir un embrión in vitro y combinar diferentes enfoques de bioingeniería para que dicha entidad sea viable”, señala el artículo de junio de 2024.
“La ectogénesis puede parecer ciencia ficción, pero no es imposible”, añade Cave. “A medida que avanzan los úteros artificiales y los modelos embrionarios, ambas tecnologías podrían converger”.
El desafío, como reconoce Jun Wu, profesor asociado del Departamento de Biología Molecular de la Universidad del Suroeste de Texas, es delicado: “Para desentrañar los misterios del embrión humano, los modelos deben parecerse lo suficiente como para ofrecer una perspectiva real, pero no tanto como para arriesgarse a ser considerados viables”.
Fases de crecimiento de un embrión sintético / Laboratorio Jacob HannaEntre esperanza y cautela
Los embrioides representan uno de los avances más prometedores de la biomedicina del siglo XXI. Podrían transformar la medicina reproductiva, acelerar el desarrollo de terapias regenerativas y, en última instancia, ayudar a millones de personas a concebir hijos sanos.
Pero también plantean preguntas profundas sobre el inicio de la vida, la manipulación de la biología humana y los límites de la ciencia. Algunas tradiciones religiosas, como el catolicismo, consideran que cualquier estructura que imite un embrión debe ser protegida. Otras, como el judaísmo ortodoxo y ciertas corrientes del islam, permiten la investigación en etapas tempranas si hay un propósito terapéutico.
Lo que está claro es que el diálogo sobre la ética a regir entre científicos, filósofos, legisladores y sociedad civil no puede esperar. Como ha señalado repetidamente el bioeticista Arthur Caplan, de la Universidad de Pensilvania, cada avance científico obliga a preguntarse no solo si es posible, sino si es éticamente aceptable.
Los embrioides no son vida humana en sentido completo. Pero su existencia nos obliga a repensar qué significa ser humano, desde el primer día. Están obligando a la ciencia, la ética y la sociedad a repensar qué significa ser un embrión, qué merece protección y hasta dónde puede ir la investigación.
“El objetivo no es desarrollar estos modelos para convertirlos en fetos viables, capaces de sentir como un ser humano, sino crear una herramienta de investigación que desvele cómo una célula se convierte en un cuerpo humano”, puntualiza Clark. La ciencia ya cruzó una frontera. Ahora, la humanidad debe decidir cómo acompañarla y si el faro es luz o fuego.
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