Un reciente informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) alerta sobre el creciente peligro del estrés térmico para los trabajadores a nivel mundial. Este fenómeno, descrito como un asesino silencioso, está afectando gravemente la salud y la seguridad laboral, con consecuencias potencialmente letales y duraderas.
Por Eduardo Camín
8 de agosto de 2024
El estrés térmico en el trabajo: Un análisis de la OIT revela el aumento de las temperaturas y su impacto en la salud y seguridad de los trabajadores en el mundo.
Un nuevo informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), “Heat at work: Implicationsfor safety and health”, (El calor en el trabajo: Implicaciones para la seguridad y la salud), advierte que cada vez más trabajadores están expuestos al estrés térmico en todo el mundo. Los nuevos datos revelan que regiones que antes no estaban acostumbradas al calor extremo enfrentarán mayores riesgos, mientras que los trabajadores en climas ya calurosos enfrentarán condiciones cada vez más peligrosas
El estrés térmico ha sido catalogado por los expertos como un asesino invisible y silencioso que puede causar rápidamente enfermedad, insolación o incluso la muerte. Con el tiempo, también puede provocar graves problemas cardíacos, pulmonares y renales a los trabajadores, subraya el estudio.
Punjab. India. gettyimages
El informe indica que los trabajadores de África, los Estados árabes y Asia y el Pacífico son los más expuestos al calor excesivo. En estas regiones, el 92,9%, el 83,6% y el 74,7% de la mano de obra se ve afectada, respectivamente. Estas cifras están por encima de la media mundial del 71%, según las cifras más recientes disponibles (2020).
Las condiciones laborales que cambian más rápidamente se observan en Europa y Asia Central, ya que entre los años 2000 y 2020, la región registró el mayor aumento de la exposición al calor excesivo, con un incremento de la proporción de trabajadores afectados del 17,3%, casi el doble del aumento medio mundial.
Por su parte, América y Europa y Asia Central registran el mayor aumento de lesiones en el lugar de trabajo por estrés térmico desde el año 2000, con incrementos del 33,3% y el 16,4% respectivamente. Esto se debe posiblemente al aumento de las temperaturas en regiones donde los trabajadores no están acostumbrados al calor, señala el informe.
China. Foto: Reuters
En total, 231 millones de trabajadores estuvieron expuestos a olas de calor en 2020, lo que supone un aumento del 66% respecto a 2000. A su vez el informe calcula que 4.200 trabajadores de todo el mundo perdieron la vida por olas de calor en 2020.No obstante, el informe subraya que nueve de cada diez trabajadores en todo el mundo estuvieron expuestos a un calor excesivo fuera de una ola de calor y que ocho de cada diez lesiones profesionales por calor extremo se produjeron fuera de las olas de calor. El calor excesivo está creando desafíos sin precedentes para los trabajadores de todo el mundo durante todo el año, y no sólo durante los períodos de olas de calor intensas.
«Mientras el mundo sigue lidiando con el aumento de las temperaturas, debemos proteger a los trabajadores del estrés térmico durante todo el año. El calor excesivo está creando desafíos sin precedentes para los trabajadores de todo el mundo durante todo el año, y no sólo durante los períodos de olas de calor intensas», dijo el Director General de la OIT Gilbert F. Houngbo.
La mejora de las medidas de seguridad y salud para prevenir las lesiones derivadas del calor excesivo en el lugar de trabajo podría ahorrar hasta 361.000 millones de dólares en todo el mundo -en pérdida de ingresos y gastos de tratamiento médico- a medida que se acelera la crisis de estrés térmico, que afecta de manera diferente a las regiones del mundo, subraya el estudio.
Las estimaciones de la OIT muestran que las economías de ingresos bajos y medios, en particular, son las más afectadas, ya que los costes de las lesiones por calor excesivo en el lugar de trabajo pueden alcanzar alrededor del 1,5% del PIB nacional.
«Se trata de una cuestión de derechos humanos, de derechos de los trabajadores y de una cuestión económica, y las economías de renta media son las que se llevan la peor parte. Necesitamos planes de acción y legislación contra el calor durante todo el año para proteger a los trabajadores, y una mayor colaboración mundial entre los expertos para armonizar las evaluaciones del estrés térmico y las intervenciones en el trabajo», añadió Houngbo.
El informe de la OIT examina las medidas legislativas de 21 países de todo el mundo para encontrar características comunes que puedan orientar la creación de planes eficaces de seguridad contra el calor en el lugar de trabajo. También describe los conceptos clave de un sistema de gestión de la seguridad y la salud para proteger a los trabajadores de las enfermedades y lesiones relacionadas con el calor.
Las conclusiones se basan en un informe anterior publicado en abril de este año, en el que se indicaba que el cambio climático estaba creando graves peligros para la salud de unos 2 400 millones de trabajadores expuestos a un calor excesivo, a la vez que indicaba que el calor excesivo causa por sí solo 22,85 millones de lesiones profesionales y la pérdida de 18.970 vidas cada año.
A pesar de las dificultades de los datos que reflejan la exposición laboral al calor ambiental, hay suficientes pruebas para afirmar que, durante los episodios de altas temperaturas, hay trabajadores que sufren exposiciones a estrés térmico que supera los niveles críticos repetidamente, una situación que como destaca el informe “tiene efectos perjudiciales a largo plazo y que empeoran cuando se combinan con otros tipos de exposiciones, como los agentes químicos y los riesgos de seguridad”. A los cuales debemos agregar caídas, laceraciones y quemaduras son sus consecuencias, que quedan muchas veces ocultas en las estadísticas oficiales.
Según transcurren las décadas, los cambios sociales, tecnológicos y climáticos han generado desequilibrios en los ecosistemas, que empiezan a tener un impacto significativo sobre la psicofisiología humana. En el caso del estrés térmico nos encontramos en un terreno novedoso por su incidencia que toma vigencia a pasos agigantados debido al calentamiento global.
Entre el negocio y la especulación del medio ambiente
El paradigma se sustenta, muchas veces, en la letra pequeña de las grandes cumbres medioambientales donde infinidad de informes internacionales, reconocen que el cambio climático representa una amenaza grave, generalizada y con efectos potencialmente irreversibles para la población, los ecosistemas, la salud pública, la infraestructura y la economía mundial.
Recordaremos que, desde el Protocolo de Río, como posteriormente el de Kioto o el de París, se han planteado medidas para frenar el cambio climático, eso sí, poniendo como prioridad número uno, no la defensa del medioambiente sino evitar, en todo momento, aquella medida que pueda afectar al comercio mundial, es decir, al libre mercado. Y, ¿cuál es el resultado tras más de cuatro décadas? Un acelerado empeoramiento, de la situación del planeta, a la vez que se ha creado una fuente de negocio y especulación que en nada frena la degradación del medioambiental.
O acaso, aquellos firmantes no han puesto en marcha incentivos fiscales, subvenciones, ayudas, y otras medidas similares en beneficio de las multinacionales, entre ellas, curiosamente, las petroleras, las gasísticas o las compañías de automóvil, convirtiéndose el cambio climático en un nuevo negocio.
Por ejemplo, el Protocolo de Kioto creó un mercado de emisiones, donde los empresarios pueden comercializar comprando y vendiendo porcentajes de emisiones, generándose un mercado especulativo. Si algún país contamina menos, en vez de dejarlo estar, contribuyendo así a reducir las emisiones, puede vender sus emisiones sobrantes y seguir contribuyendo a contaminar y elevar la temperatura del planeta.
Otro efecto está siendo la privatización masiva de bosques para recibir los llamados “créditos de carbono”, una forma para que multinacionales de combustibles fósiles o eléctricas —responsables del grueso de las emisiones de CO2— maquillen sus balances respecto a dichas emisiones, dándose publicidad como compañías “verdes” mientras alimentan la especulación y la corrupción existente en este lucrativo mercado surgido en torno a las emisiones y el cambio climático.
El cambio climático se ha convertido en una realidad y en un grave peligro para el futuro del planeta y de la humanidad. Pero, llamemos las cosas por su nombre, esto es en gran medida una consecuencia directa de la acción del hombre, o, mejor dicho, de la lógica y el funcionamiento del sistema de producción capitalista.
En 2016, el Congreso Internacional de Geología advirtió que hemos entrado en una nueva era geológica: el Antropoceno, marcado por la huella dejada ya por el hombre como consecuencia del desarrollo de la sociedad industrial desde hace poco más de dos siglos.
Paradójicamente, los avances científicos actuales permitirían comenzar a frenar el cambio climático y garantizar un mundo sostenible ecológicamente. Sin embargo, bajo el capitalismo, sin planificación democrática de la economía y primando la obtención del máximo beneficio y la rentabilidad a ultranza a corto plazo de las multinacionales, esta tarea se convierte en inviable.
Para los ideólogos del mercado en realidad se trata de un ejercicio de sincretismo entre neoliberalismo y “economía verde”. Denuncian el calentamiento global y acuerdan en costosas cumbres climáticas, medidas de protección ambiental, controles y grandes objetivos de reducción de emisiones, que en todos los casos no son más que documentos diplomáticos y resoluciones sin mayores consecuencias prácticas.
Frente al actual escenario, los poderes fácticos o el núcleo central del capitalismo internacional oscilan entre dos estrategias: por un lado, una campaña de negación pura y simple de las evidencias científicas tendiente a presentarlos como una “ideología”; por el otro, una estrategia de promoción de un “capitalismo verde” o “sostenible”.
A esta dinámica eco-destructiva en forma de diagnóstico, se relaciona directamente la degradación social y material de cientos de millones de personas que sufren la miseria, el desempleo y la precariedad laboral, mediante los cuales el capitalismo asegura su rentabilidad y reproducción.El desbarajuste es tal que la conjunción de cifras resulta abstracta, pero estas cobran sentido cuando se advierten sus consecuencias reales en olas de calor extremas, provocando el estrés térmico, inundaciones masivas o sequías catastróficas, con incendios incontrolables que arrasan ciudades enteras en todo el globo, asociados también a la propagación de especies invasivas y una gestión forestal orientada al monocultivo y únicamente al lucro. Este es el verdadero asesino silencioso …ostensiblemente visible.
Conclusiones del informe por región:
África
– La exposición al calor excesivo en el lugar de trabajo en África fue superior a la media mundial, afectando al 92,9% de la población activa.
– La región de África presenta la mayor proporción de lesiones profesionales atribuibles al calor excesivo, con un 7,2% de todas las lesiones profesionales.
Américas
– La región de las Américas ha registrado el aumento más rápido de la proporción de lesiones profesionales relacionadas con el calor desde el año 2000, con un incremento del 33,3%.
– Las Américas también presentan una proporción significativa de lesiones profesionales debidas al calor excesivo, con un 6,7%.
Estados árabes
– La exposición en el lugar de trabajo al calor excesivo en los Estados árabes fue superior a la media mundial, afectando al 83,6% de la mano de obra.
Asia y el Pacífico
– La exposición al calor excesivo en los lugares de trabajo de Asia y el Pacífico fue superior a la media mundial y afectó al 74,7% de los trabajadores.
Europa y Asia Central
– Europa y Asia Central registraron el mayor aumento de la exposición al calor excesivo, con un incremento del 17,3% entre 2000 y 2020. Esto supone casi el doble del aumento medio mundial del 8,8%.
– La región ha experimentado un rápido aumento de la proporción de lesiones profesionales relacionadas con el calor desde 2000, con un incremento del 16,4%.
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Eduardo Camín, periodista uruguayo residente en Ginebra exmiembro de la Asociación de Corresponsales de Prensa de Naciones Unidas en Ginebra, CLAE
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