No es un cambio de presidente y de gobierno lo que está en disputa el próximo 28 de julio. Son dos visiones de país, y de sus proyecciones internacionales y adhesiones geopolíticas
Y recordar siempre una máxima de la abuela de Chávez, que él aconsejara muchas veces: “El Diablo no duerme”.
(I-II-III-IV y último)
Conocedora de su alcance para transformar al país, desde su inicio la oposición trató de obstaculizar el proceso de una asamblea constituyente. Foto: Question Digital.
Por: Germán Sánchez Otero
de julio de 2024
Conocer al enemigo es condición indispensable para vencerlo. El tema de la oposición (o contrarrevolución) venezolana alcanza en estos días una nueva complejidad. Por eso es útil descifrar sus maneras de actuar, la fuerza real que ha tenido en cada lapso de su evolución, y por qué y de qué formas depende de Washington. Y registrar cómo la enfrenta el liderazgo bolivariano, desde que Chávez gana la Presidencia el 6 de diciembre de 1998, durante sus históricos mandatos y, después, bajo la consistente dirección de su leal continuador, el presidente Nicolás Maduro Moros.
Tal mirada ayuda a desentrañar la desesperada y brutal arremetida del imperio estadounidense a partir de 2017 -para dominar a Venezuela cual si fuese una colonia-, de alcances geopolíticos mundiales y con graves riesgos para la paz regional y el avance de los pueblos al sur del río Bravo, como nunca antes en el presente siglo.
La solidaridad con el pueblo bolivariano incluye elucidar y denunciar con argumentos a sus adversarios, demostrar con hechos la naturaleza contrarrevolucionaria de la oposición desnacionalizada y mostrar hasta dónde es capaz de llegar. Y por supuesto, enfrentarla de todas las maneras posibles en cada circunstancia. ¿Acaso ella no actúa en contubernio con otros entes oligárquicos foráneos, también dependientes de Washington y que comparten el objetivo imperial de derrotar y extirpar a la Revolución Bolivariana a cualquier precio? Como nunca antes, sin ningún tipo de escrúpulos ni dignidad, la contrarrevolución venezolana en una sucursal del imperio estadounidense. Hasta el extremo de propiciar y ser cómplices a ojos vistas de un criminal bloqueo y una eventual agresión militar contra su propio pueblo.
¿Cómo y por qué ocurre tal grado de descomposición moral y política? ¿De dónde salió, por ejemplo, el fantoche Juan Guaidó y en qué dirección se mueve el proyecto restaurador de la IV República, que hoy encarna la llamada Plataforma Unitaria Democrática, con su seudocandidato presidencial y la ominosa titiritera del imperio? Dios no los cría, ni el diablo los junta. ¿Qué y quién los une? ¿Desde cuándo ellos se oponen a la Constitución Bolivariana? ¿Cuál fue el proceso que transformó a la oposición en un apéndice contrarrevolucionario de los Estados Unidos? Intentaré ayudar a descifrar ese engendro, formado por fuerzas, personas e instituciones heterogéneas. La historia es muy clara y es útil evocarla para entender mejor lo que sucede hoy y orientar mejor la solidaridad oportuna que merece el heroico pueblo de Bolívar y Chávez.
1997–1998: comienzan a caer las máscaras
La mayoría de los partidos políticos y demás entes que conforman la actual oposición al gobierno del presidente Nicolás Maduro y por ende a la Revolución Bolivariana, son los mismos o la continuidad de aquellos, que comenzaron a enfrentar a Hugo Chávez y al movimiento bolivariano sin respetar las normas democráticas, primero de la Constitución vigente en la IV República y después, sobre todo, de la Constitución Bolivariana.
El Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR– 200) por iniciativa de su fundador Hugo Chávez, decide en abril de 1997 participar en los comicios presidenciales y regionales de 1998, para emprender un camino pacífico y democrático, legitimado por los votos del pueblo en las urnas. Desde entonces, la Revolución Bolivariana, bajo el liderazgo de Chávez en persona o mediante la lealtad a su legado después del 5 de marzo de 2013, ha respetado siempre la decisión mayoritaria del soberano en cada elección: cuando sus candidatos han obtenido triunfos electorales y, también, en todas las ocasiones en que los opositores lo han logrado. En ambas variantes, cual canon sagrado, el movimiento bolivariano ha reconocido al árbitro comicial y ha propiciado el respeto a las diferencias y promovido la paz.
¿Cuál ha sido, por su parte, la conducta de los entes contrarrevolucionarios ante las normas e instituciones democráticas establecidas por la Constitución? Las actuaciones de ellos en las lides electorales y en general en sus quehaceres políticos, revelan una y otra vez el irrespeto de la Carta Magna y del veredicto del pueblo, favoreciendo los intereses de la oligarquía y de sus cómplices imperiales.
Cuando Chávez propuso al MBR–200 emprender la vía pacífica y democrática, lo hizo fundado en la confianza suya en el pueblo y en los militares patriotas, para dar la pelea en los escenarios muy adversos de la IV República, en los que predominaba de modo casi absoluto el control por la oligarquía de todos los poderes públicos y privados. En aquel evento de abril de 1997, la mayoría de los participantes semanas antes no estaban de acuerdo con la propuesta de Chávez, pero él supo persuadirlos con argumentos como estos: “Lo que tenemos es una posibilidad histórica, que asumimos con toda responsabilidad”. Y explica que cuando recorre los barrios de Caracas y de otros sitios, “desde la mañana hasta la noche, siento en los cientos de miles de compatriotas el poder del pueblo”. Añade: “Ese es un poder disperso, en potencia, que necesita ser acelerado”. Y sentencia algo clave: “Hasta que no se organice, se sume, se concientice y se movilice no es poder. Es difícil, muy difícil, pero por ahí debemos avanzar”.
Después expone la tesis de la Dirección Nacional elaborada por él para esa reunión –en la que Nicolás Maduro desempeña un importante rol– sintetizándola en una diáfana ecuación: “Ofensiva táctica masiva, enlazada con aceleración estratégica, igual a desencadenamiento histórico”. Y explica que el MBR–200 seguirá con el mismo proyecto político, metiéndose ahora en el campo enemigo y aceptando sus propias reglas legales, y que con la fuerza popular que sumarán durante el proceso comicial, se puede acelerar la estrategia hacia el poder y llegar a “desencadenar una nueva fase histórica”.
La candidatura de Chávez es noticia, “el hombre que muerde al perro”. Provoca sorpresa en sus poderosos adversarios, y en el arranque estos lo subestiman. Hasta que las encuestas no pueden ocultar el sol: el promedio de las mediciones entre el 22 de septiembre y el 30 de noviembre de 1997, le adjudican apenas un 6,8 por ciento de respaldo. Pero entre abril y mayo del siguiente año, a seis meses de las elecciones del 6 de diciembre, el promedio de cuatro encuestas impide ocultar la intensa luz: Chávez, 27,6; Irene Sáenz, 21,1; Salas Rómer, 15; y Claudio Fermín, 7,3. Los cuatro son los mismos del año anterior, mas, la ubicación es muy diferente. El líder de la boina roja se ha “escapado”, Salas va en ascenso, Irene casi no crece y Claudio va hacia abajo. Desde esa fecha y hasta julio, Chávez sigue en alza y consolida la cima, con una ventaja de más de 20 puntos sobre el segundo lugar, disputado hasta ese mes por Salas, Irene, y hasta el adeco Alfaro Ucero, en razón de quien pague.
Tal realidad enciende las alarmas de la Embajada de Estados Unidos y del sistema político e institucional de la IV República. La Embajada le niega la visa por los hechos del 4 de Febrero de 1992 (un “golpista”), y acentúa su influencia dentro de Venezuela, a fin de impedir su triunfo. Mientras, los factores políticos y económicos privados y los entes del Estado buscan de consuno cómo neutralizar tal avance demoledor. Utilizan su artillería de mentiras e infamias contra Chávez, como nunca antes han hecho con otro personaje político nacional. Es inútil: nada ni nadie puede detener el torbellino que viene de todas partes de Venezuela, con un rumbo inequívoco: Miraflores. ¿Qué ha ocurrido? El indomable barinés motoriza sus energías, inteligencia y habilidades para avanzar, en una ofensiva sin tregua en todos los ámbitos de la batalla electoral. Recorre el país varias veces, dialoga piel a piel y corazón a corazón con la gente, explica la catástrofe existente, promueve el radical proyecto de cambios que arranca con la convocatoria de la Constituyente, denuncia la corrupción y la debacle moral de la IV República, incentiva la organización de las bases y hace creíble el triunfo de la alternativa bolivariana. Chávez deviene pueblo y este es cada vez más chavista.
A la vez, prioriza la estructuración del recién creado Movimiento Quinta República (MVR) y articula una inteligente alianza con partidos de izquierda, centroizquierda y algunos pequeños de centro derecha, con los que forja una agrupación política de carga simbólica y publicitaria: el Polo Patriótico. Crea así una pieza de orfebrería político–electoral, que desconcierta aún más a las cúpulas de los partidos adversarios. Algo central es su propuesta de refundar el país, mediante una Constituyente: si antes de ser candidato no cejaba de enarbolar esa bandera, ahora con más vehemencia la sostiene en sus manos, y la ondea a cada instante y en cualquier evento público o reunión privada. Él y su propuesta de Constituyente se convierten en un todo único, que gana espacio electoral en igual magnitud. La Constituyente, dice, es el poder de un pueblo en contra de lo que está constituido. Es un proceso real, no un decreto artificial. Igual que las nubes, hasta que no cae el agua, no tiene poder. Ese arbitrio del pueblo está suelto, y como todo generador se puede acelerar. La campaña electoral de los bolivarianos tiene ese gran objetivo: acelerar el poder. En Venezuela se ha llegado al fin de una era y hay que buscar abrir la página de otra. ¿Qué hacer para conseguir una transición entre ambas? Eso se logra, dice él, a través del proceso Constituyente, que es la vía de la revolución democrática y pacífica bolivariana, con cinco fases y cada una depende de la precedente. A lo largo de dicha dinámica constituyente, insiste siempre Chávez, desde la fase inicial, que él ubica cuando la potencia dormida de la gente comienza a transformarse en poder con la explosión popular del 27 de febrero, el poderío del pueblo es el que garantiza su avance. Ese poder, despierto, impulsador, cada vez más organizado y mejor orientado, que comienza en la fase uno, es interminable.
A partir de mayo de 1998, al ser puntero en las encuestas, el sorpresivo candidato se convierte en una estrella imposible de ocultar. Vuelve a ser el huracán del 4 de Febrero, consciente de que transcurre otra vez el minuto táctico de la victoria, mas ahora no es con balas sino con votos, e igual de trascendente. Entonces casi todos los medios despliegan una nueva táctica: tratar de manchar su prestigio y generar miedo sobre sus supuestas ocultas intenciones de perjudicar al pueblo, con medidas contra la propiedad y de otra índole. Buscan manipular su origen militar y lo acusan de autoritario y de querer implantar una dictadura; sacan de contexto algunas de sus expresiones sobre Cuba; lo culpan de secuestros, del estallido de niples en Caracas y hasta de asaltos a bancos; explican la salida de inversionistas del país, por el supuesto temor a que él triunfe; exageran la negativa de Estados Unidos a otorgarle visa, generando el temor de que las relaciones con ese país serán malas, pues ni siquiera podrá visitarlo; incluso forjan un spot donde un imitador de su voz dice –como si en verdad él lo hubiera declarado– que cuando sea presidente va a freír las cabezas de los adecos… Nunca antes en Venezuela un político ha sido víctima de tan desmesurada campaña de infamias. Chávez, sin embargo, respeta siempre las pautas de la que después califica de moribunda Constitución (1961), y toda su actuación además de legal se sustenta en los valores éticos del bolivarianismo.
Artimañas infructuosas para evitar el triunfo de Chávez
Las cúpulas del régimen puntofijista maniobran y logran dividir en dos fechas la convocatoria a las elecciones generales, previstas para el 6 de diciembre; dejan ese día solo la presidencial y el 8 de noviembre las de gobernadores, senadores y diputados. De tal forma, quieren evitar que “el primer elector” o “portaviones” de boina roja, atraiga votos hacia sus candidatos y el Polo Patriótico gane la mayor parte de las gobernaciones y de los escaños del poder legislativo. Cocinándose en su propia salsa, los asustados politiqueros suponen que luego de vencer a los candidatos de la alianza que apoya a Chávez, con sus maquinarias electorales, el dinero y diversas trampas podrán derrotarlo por separado el 6 de diciembre. Él reacciona con presteza militar ante la inesperada maniobra táctica. Denuncia que es violatoria de la ley electoral y la califica de un acto de desesperación “de las cúpulas podridas adecas y copeyanas”, que muestra su crisis terminal. Raudo, concibe un contragolpe eficaz: acelerar la organización del MVR y la unidad de todas las fuerzas del Polo Patriótico, demostrar que son mayoría, y utilizar tales comicios regionales como ensayo general en caliente para el gran triunfo suyo de diciembre. Así será.
Es tan notorio su avance en la etapa final –como el sol cada mañana–, que los medios de comunicación no pueden desconocer dicha realidad y de manera creciente lo invitan a programas estelares de televisión y radio; además, varias de sus actividades son transmitidas en vivo por televisión y se reflejan en la prensa plana. Ello le facilita desbaratar las campañas de infamias y divulgar sus ideas, y muchas personas que no lo han escuchado quedan prendadas de su estilo cautivador. Durante las entrevistas, le preguntan sin previo aviso cualquier cosa y él responde de un tirón. Por ejemplo, Oscar Yánez, un anciano astuto y reaccionario de Venevisión, desliza en su programa “La silla caliente”: “Pero todo gran pitcher, ve con cuidado al bateador emergente, porque al bateador emergente no se le conocen las mañas…”. Y Chávez es contundente: “De todos modos se van a ponchar”.
Vísperas de los comicios regionales se realiza en Caracas el acto de cierre de campaña del Polo Patriótico y acontece un derrame de más de un millón de personas que sellan con el líder su compromiso histórico: le piden que castigue a los corruptos y gobierne para los humildes y comprometen su respaldo –“hasta la muerte”, dicen miles– al proyecto de cambios bolivariano. Él ha hablado en varios estados, en mítines muy nutridos, pero es la primera vez que lo hace frente a un público tan enardecido y numeroso, que estremece sus fibras hasta el paroxismo. “Vamos a quitarle el poder a los poderosos para dárselo al pueblo”, vocea, y la multitud se inflama, como al rociar gasolina a una llamarada. Corean una y otra vez: “¡Chávez, Chávez…!”. Y raudo, se yergue brioso en la tribuna: “Vamos a revertir para siempre esta situación de pobreza, de niños descalzos, de falta de trabajo. El pueblo venezolano se merece otro destino, y nos comprometemos entre todos a buscarlo y a ganarlo”.
Tales comicios regionales se efectúan en un escenario viciado de origen, por los ardides antidemocráticos de los partidos tradicionales y sus representantes en el Consejo Supremo Electoral. Votan decenas de miles de muertos, cientos de miles de electores no lo pueden hacer por carecer de la cédula o no estar inscritos en el registro comicial, y se anulan muchos votos de manera interesada. Sin embargo, el desenlace es rotundo a favor del Polo Patriótico y suscita radicales mudanzas, que prefiguran el nuevo mapa político que está naciendo en el país. Triunfan en 12 gobernaciones, incluida la capital y el emblemático estado Barinas, donde el padre de Chávez, Hugo de los Reyes, se alza con la victoria frente a los aturdidos jefes adecos. El Polo Patriótico también obtiene mayor número de diputados (76) entre todas las alianzas y alcanza el segundo lugar de senadores. Ergo: queda sepultado el bipartidismo adeco–copeyano y sustituido por varios entes políticos, donde el chavismo emerge como primera fuerza electoral del país. La grieta del régimen seudo democrático es profunda.
Acostumbrados a los mejores manjares electorales, AD y Copei no tardan en coincidir en que solo apoyando al candidato Salas Römer es posible intentar derrotar a Chávez. El 27 de noviembre, cinco días antes de las elecciones presidenciales, AD retira su apoyo a Alfaro Ucero (además secretario general de ese partido) y, al siguiente día, Copei despecha a la ex reina de belleza Irene Sáez, y ambos partidos deciden respaldar a Salas Römer. “¡Chávez los tiene locos!”, dice mucha gente en las calles. Y para mayor enredo, Irene decide mantener su candidatura, al igual que Alfaro, aunque en verdad se polariza la lidia entre Chávez y Römer. Pero la desesperada jugada debilita más a Römer. “Dime con quién andas y te diré quién eres”. Pocas veces en el mundo de las simulaciones políticas, se ha visto tanto cinismo y traición.
Chávez, bien informado sobre el correcorre de sus adversarios, percibe con alegría que estos acaban de meterse un autogol que hará más grande el triunfo bolivariano. Declara el 2 de diciembre al periodista Carlos Fernández: “Yo creo que son los signos de la muerte política de unas cúpulas podridas, que perdieron toda legitimidad ante el país, (…) se están devorando a sí mismos”. Y enfatiza un concepto, que busca hacer más claro el panorama electoral y más fácil discernir por quién votar: la polarización de dos posiciones antagónicas. “En Venezuela, amigos, hay dos opciones nada más en este momento y está demostrado, se cayeron las máscaras de los que querían ponerse máscaras. La opción de la corrupción, la opción del continuismo, del pacto podrido de Punto Fijo, que representan todos ellos juntos, o la opción de la transformación hacia una patria nueva que nosotros representamos”. También pone énfasis en el mensaje a los adecos y copeyanos de las bases, entre quienes él sabe que hay mucha gente susceptible de incorporarse al proceso bolivariano. Dice: “(…) y yo aprovecho para hacer un llamado a esas bases de Acción Democrática, a esas bases de Copei, (…) quieren llevarlos como borregos; no, no se dejen, saquen su dignidad, porque todo venezolano, sea adeco de las bases, o sea copeyano de las bases tiene dignidad, es parte del pueblo”.
“Llegó la Hora”, expresa con su boleta la mayoría del pueblo el 6 de diciembre de 1998. El triunfo es arrollador. Chávez suma 3.673.685 votos, 56,20 por ciento y Salas Römer 2.613.161 votos, 39,97 por ciento. Irene obtiene solo 2,82 por ciento y Alfaro 0,42 por ciento. Y los otros siete, cifras ínfimas. El líder de la boina roja logra el mayor porcentaje y el más alto margen de ventaja (16 puntos), que candidato alguno haya alcanzado hasta esa elección en la historia contemporánea venezolana.
Mucha gente humilde y de la clase media empobrecida de Caracas, esperan por él, aglomerados frente al edificio del Teatro Teresa Carreño y el Ateneo de Caracas. Principia con la voz estremecida: “Desde hace varias semanas lo hemos venido diciendo (…) y hoy ha quedado demostrado ante el mundo entero: ¡Qué grande es el pueblo de Simón Bolívar!”. La gente reacciona en coro: “¡El pueblo unido, jamás será vencido!”. Y aunque el instante es muy emotivo y el ambiente y la hora no son idóneos para la reflexión, sus palabras están trenzadas con sentimientos e ideas orientadoras. “Lo que hoy está pasando en Venezuela es la continuación del 4 de Febrero de 1992”, dice. Y agrega: “Siete años después el ‘Por Ahora’ se convirtió en ‘Llegó la Hora’”. Y enseguida agradece a Dios: “Demos en primer lugar gracias a Dios, nuestro señor (…), por habernos iluminado el camino; por habernos dado coraje, resistencia y valentía para transitar el camino de las dificultades”. En la cúspide, su humildad es más alta: “Yo, Hugo Chávez Frías, no me pertenezco a mí mismo. Yo, todo mi ser, pertenece a ustedes, el pueblo de Venezuela. (…) ¡Ustedes son los dueños de la Venezuela futura!”.
Al comenzar la madrugada, Fidel le envía, un breve mensaje de felicitación, cargado de significados: “Aunque te acosaron incesantemente y te calumniaron por el hecho valiente de tu visita a Cuba, pensando que así restarían fuerzas y votos a tu candidatura, tu aplastante victoria demuestra que los pueblos han aprendido mucho. Los cubanos, que han seguido de cerca y en silencio tu épica campaña, comparten con los venezolanos su noble y esperanzador júbilo. Te deseamos éxito en la difícil e inmensa tarea que tienes por delante, en este momento crucial de la historia de Nuestra América, en que ha llegado la hora de los sueños de Bolívar”.
La oposición intenta boicotear el proceso Constituyente
Al asumir como Presidente, el tema de los temas de Chávez sigue siendo la Constituyente. Nadie como él conoce la complejidad de esa tentativa y el rol decisivo que cumplirá la nueva Carta Magna en la transición hacia una nueva Venezuela. Pero sus enemigos no aceptan que junto a Chávez ha triunfado también su propuesta de emprender un proceso constituyente. Buscan escamotearlo. Presionan al Consejo Supremo Electoral (CSE), con la amenaza de que el nuevo Congreso destituirá a sus miembros, si aprueban el llamado a referendo para preguntarle al pueblo si quieren Constituyente, que es la primera acción prevista por Chávez. A ello se puede llegar por la vía de un acuerdo en el Congreso, por la solicitud de 10 % del electorado –que sería engorroso– y a través de una decisión del Consejo de Ministros, auspiciada por el Presidente. Chávez no los deja respirar. A quienes presionan con sustituir al CSE, les dice sin ambages que si lo hacen él no dudará en clausurar el Congreso, junto al llamado a que el pueblo salga a las calles.
Esas y otras expresiones similares del flamante Presidente, en esos tensos días en que los apabullados defensores de la IV República tratan de hacerla sobrevivir, provocan críticas a sus firmes posturas de no aceptar mutaciones al compromiso con el pueblo. Empiezan a acusarlo de que “el tono” de su discurso es muy fuerte y tratan de “domarlo”. Él se cura en salud, y les dice a los miembros de la Conferencia Episcopal: “Si soy duro en algunas ocasiones pido perdón, pero también pido que interpreten la dureza; porque cuando yo subo el tono del discurso, estoy recogiendo desde la profundidad de mi subconsciente la dureza del dolor de millones de venezolanos. El dolor de conseguirme a un hombre que se tira al suelo y se arrodilla y que dice: ‘¡Presidente, quiero justicia, me acaban de matar a mi hijo de catorce años, véalo, allí está!’. Eso, un 24 de diciembre; o la dureza del dolor de un niño limpia tumbas, que me encuentro en mi pueblo cuando voy a poner una corona a mi abuela’. (…) El tono no es el de Chávez, el tono es el de un pueblo que clama (…), y yo estoy nombrado aquí por un pueblo y para corresponder al tono de ese pueblo”.
Inicia su mandato presidencial el 2 de febrero con la mira bien orientada. Y no oculta el derrotero de gran calado, aunque sus palabras y actuaciones son inclusivas. Evita crearse enemigos, en una circunstancia en que requiere aglutinar la más amplia fuerza social posible. No acepta, empero, cualquier consenso y otra vez acude a Bolívar: “unirnos para apoltronarnos, unirnos para observar cómo pasan los acontecimientos, antes era una infamia, hoy es una traición”. Recalca que: “unirnos a los que quieren conservar esto tal cual está, buscar consenso con los que se oponen a los cambios necesarios, yo digo como Bolívar: ¡Es una traición!”. Y proclama que no habrá marcha atrás en la revolución política “que tenemos que impulsar y que claman las calles del pueblo de toda esta tierra de Bolívar”.
Por eso la misma tarde en que toma posesión, luego de calificar en ese acto de moribunda a la Constitución vigente, firma el decreto donde convoca al referendo para que el pueblo decida si quiere o no activar una Asamblea Constituyente. La contrarrevolución es sorprendida por ese decreto y arremete acusándolo de querer convertirse en un dictador. El pueblo responde el 25 de abril: el 92 por ciento dice sí a la convocatoria de la Constituyente y el 86 aprueba las bases formuladas por Chávez. El genio soberano por fin sale de la botella, deseoso de transformar y fundar, luego de ser frotada incontables veces por el pertinaz soñador.
Los partidos de la derecha –con el apoyo de casi todos los medios de comunicación privados, de buena parte del empresariado y en forma sibilina de la Iglesia Católica– buscan sobrevivir ante el embate bolivariano. Actúan como los avestruces: la maniobra principal consiste en ocultar la identidad política de los candidatos, pues saben que la gente rechaza a quienes tienen la marca de los partidos tradicionales. Mediante argucias, logran que el CSE decida no incluir en la tarjeta comicial el sello político de los aspirantes y que solo coloque el nombre y una pequeña foto de cada uno. Chávez y sus adeptos dan la batalla legal y a través de un recurso privado logran que el Tribunal Supremo obligue al ente comicial a publicar en gaceta oficial la nómina de los candidatos, con las fotos y el partido u otra entidad que cada quien declare lo ha postulado. Junto a sus compañeros del Polo Patriótico elabora una original estrategia, para imantar de modo balanceado los votos del pueblo bolivariano, a favor de todos los nominados por la alianza. En contraste, la oposición va disgregada y con la moral hecha trizas.
El 25 de julio es la fecha para elegir los 131 miembros de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), de ellos, tres representantes directos de los indígenas. La influencia del incansable seductor pone contra las cuerdas a la oposición. Desesperada, lanza un golpe bajo. Logra a mediados de julio que el ente comicial –donde predomina la oposición– le prohíba al Presidente promover a los candidatos del Polo Patriótico, le aplica una multa y prohíbe Aló Presidente, su programa de radio semanal: una victoria pírrica. Él cumple tal decisión, aunque con su réplica hace trizas a los rivales, y mucha gente en las calles aporta el dinero para pagar la multa: la patada del ahogado deviene otro triunfo del pueblo bolivariano y chavista. El 22 de julio, parado por primera vez en un ínfimo balcón del Palacio, agradece a sus seguidores el apoyo recibido: “Para algo servirá esta multa, para algo bueno, primero, para demostrar que Chávez no es Chávez sino el pueblo. Y segundo, para darle alivio a algunos niños venezolanos”. Después, nombra al sitio el Balcón del Pueblo y adelanta su uso futuro: “(…) vamos a usarlo de vez en cuando para conversar con ustedes. Buena fue la multa también, porque se abrió el Balcón del Pueblo”.
Tres lunas adelante, la noche del 25 de julio, desde ese mismo balcón informa al pueblo los resultados de la elección de los miembros de la Constituyente, que sobrepasan con creces las expectativas más optimistas, también suyas: de 128 constituyentes a elegir, ¡123 son del Polo Patriótico! Solo cinco están vinculados a partidos contrarios a las fuerzas del cambio lideradas por Chávez. El resultado es avasallador para los partidos tradicionales. Por ejemplo, no fue electo el expresidente Carlos Andrés Pérez ni ningún candidato adeco, copeyano o de Proyecto Venezuela. La gente vota por la nueva alternativa de país prefigurada por Chávez: la Asamblea Constituyente nace con la fuerza de los dioses del pueblo.
Pero una vez más, la clase dominante reacciona por instinto y se quita su pantalla democrática. Al quedar anulados los partidos de la IV República, ocupan su lugar los medios de comunicación, la cúpula de la Iglesia Católica, los gremios empresariales y del sindicalismo putrefacto, más varias organizaciones civiles. Las mismas fieras con diferentes colmillos. Chávez denuncia el plan de los politiqueros, quienes aturdidos por las derrotas sufridas se resisten a aceptar el nuevo escenario político. La postura del barinés es enérgica, sin dejar de ser flexible. Expone la línea de la ANC –que él comparte y es uno de sus principales artífices– de buscar acuerdos de convivencia con los poderes constituidos, bajo el principio de que se respeten las atribuciones originarias de la Constituyente. Sale al paso a la campaña mediática contrarrevolucionaria, según la cual en Venezuela hay un proceso que pretende desconocer el Estado de Derecho y que él controla a la ANC con el objetivo de imponer una dictadura.
Al final, bajo la presión abrumadora del pueblo se logra un acuerdo de convivencia. Ello permite ratificar a Chávez en la presidencia, reorganizar y depurar el poder judicial, constreñir las funciones del Congreso y ajustar el Consejo Supremo Electoral. Todos aceptan el poder supra constitucional de la ANC, con lo que se facilita la convivencia pacífica entre esta y la vieja estructura de poder. Surge un clima de transición complejo, aunque sin graves traumas políticos gracias a la hegemonía del chavismo en el pueblo, y queda despejada la pista para elaborar la nueva Ley de Leyes, basada en auténticas normas democráticas y en paz.
Los defenestrados partidos de la vieja política, cada vez más disminuidos, no tienen otra opción que adoptar un repliegue que ellos suponen transitorio para luego remozarse. Mientras, varios dirigentes jóvenes, también derechistas –sobre todo del partido en formación Primero Justicia– calculan que ha llegado el momento de llenar el vacío de los entes tradicionales derrotados. Todos, acuden al respaldo de los medios de comunicación, de la Iglesia y también de aliados internacionales, en primer lugar, el gobierno de Estados Unidos, que en esta etapa observa muy preocupado el dinámico panorama y al popular líder, que no han logrado descifrar y menos aún cooptar.
La contrarrevolución enfrenta la forja de la Constitución Bolivariana
El trabajo de la Constituyente es asumido como propio por millones de personas, cientos de instituciones y grupos organizados: una oleada democrática inunda a toda la sociedad. Y el soñador de la boina roja, el más feliz y entusiasta, es el primer impulsor de tan fecunda dinámica. Los legisladores disponen de un jugoso caudal de opiniones, de anteproyectos completos y de propuestas constitucionales. Finalmente, el proyecto es aprobado por la ANC, con la negativa de los cinco representantes de la oposición y el rechazo de toda ella. El texto pretende ser el acimut de la nueva República y el más importante instrumento de la Revolución Bolivariana para su avance y defensa. Establece el marco general y formula las directrices de un proyecto nacional de largo aliento. Sus 350 artículos y el preámbulo, forman un sistema de normas y aspiraciones, forjado con un nivel de coherencia aceptable y sobre todo bastante permeado –como desea Chávez– de la ideología bolivariana, a tono con los nuevos tiempos, y de un elevado humanismo.
Los adversarios de la nueva República, durante los debates de la Constituyente extreman sus tretas para intentar frustrar el parto. Respaldada por Chávez, la ANC no coarta las libertades de los adversarios. Nadie es censurado ni reprimido. Señorean la libertad y la paz, amparadas en la hegemonía del pueblo en las calles, en su poder constituyente y en el seductor barinés: un triángulo más poderoso que el de las Bermudas, capaz de desintegrar cualquier desmesura opositora. La contienda, sin embargo, reserva sus momentos más tensos de cara al referendo. Chávez y el proyecto de Carta Magna son blancos de los rivales usuales y de otros que se quitan la máscara –como lo hacen varios jerarcas de la Iglesia Católica–, pues el temor a la disyuntiva no les permite simular. El contumaz bolivariano orienta reproducir el texto en cientos de miles de ejemplares y estimula al pueblo a que lo lea y estudie. Es el principal divulgador de la nueva Constitución y del método auténticamente democrático empleado por la ANC, e insiste en que por primera vez el pueblo venezolano aprobará su Carta Magna en un referendo.
La contrarrevolución ataca unida, con amplio respaldo financiero local y de aliados extranjeros; pretenden tomar las calles, hacer huelgas y crear conflictos, secundados por una caterva de falsedades contra el proyecto de Constitución. Arguyen que es autoritaria y que atenta contra la libertad de expresión; que defiende el aborto, amenaza a la propiedad privada, favorece el poder del Estado y sigue la pauta de la cubana. Machacan que el cambio de nombre de la República es una deformación, que traerá diversos problemas a la gente. “Los negativos” –así los llama Chávez–, emplean todas sus argucias para confundir al pueblo y lograr que la mayoría vote por el No.
Él responde con una andanada demoledora: siempre ha creído que las “llamas” facilitan al pueblo ver con nitidez a los enemigos, comprender mejor las causas de sus vicisitudes y unirse en el bregar. Advierte a quienes echan “plomo”, que les va a responder con la artillería de las ideas bolivarianas. “Plomo parejo” –vocea retador y divertido en las tribunas–. Sus ímpetus de gladiador se cargan de más ánimo y buena parte del pueblo capta sus mensajes y lo sigue con pujanza.
El carácter antidemocrático y antinacional de la oposición queda más visible que nunca antes. En contra de la Constitución Bolivariana se alinean los partidos de la IV República y sus gremios afines, casi todos los medios de comunicación privados, buena parte del empresariado agrupado en las cámaras respectivas, organizaciones civiles de la clase media y de la oligarquía, y la Conferencia Episcopal y otros jerarcas de la Iglesia. Varios actúan en sintonía con poderes extranjeros encubiertos, sobre todo de los Estados unidos, que mueve los hilos y esconde las manos.
Chávez no se arredra ante la embestida. Al contrario. Aprecia que es una excepcional oportunidad para explicar una y otra vez los méritos de la Constitución Bolivariana. Recorre el país sin parar y combina los quehaceres de gobierno con la divulgación pedagógica del texto fundacional de la V República. Todo el que ataca es golpeado por su verbo pletórico de razones y valores, que persuaden a la mayoría del pueblo. Pelea en el campo de las ideas con uno, dos o más contendientes a la vez y está listo a toda hora para enfrentar a quienes persistan o se incorporen a la campaña opositora. Algunos de sus compañeros le sugieren que no dispare de manera simultánea a todos los que agreden, pero él prefiere abatirlos en ráfaga. ¿Cómo lo explica? Lo dice sonriente en el Aló del 28 de noviembre: “Yo soy como el espinito – no se olviden– que en la sabana florea, le doy aroma al que pasa y espino al que me menea”.
Al referirse a instituciones y personalidades opositoras que se han juntado en torno al No, demuestra la complicidad de ellas con los gobernantes de la IV República. Por ejemplo, dice que casi todos los dueños de los medios de comunicación están en contra de la nueva Constitución, porque “han vivido a lo largo de estos años al amparo de la corrupción, de estos partidos AD y Copei y tienen todas sus relaciones, sus ventajas con ese viejo mundo que está desapareciendo”. Ningún opositor queda impune. Pone especial empeño en devastar a los jerarcas de la Iglesia Católica, que se unen al bloque de “los negativos”. En el Aló del 28 de noviembre explica: “Dios está donde está el pueblo. La voz del pueblo es la voz de Dios y la voz del pueblo hoy en día dice Sí, dice revolución pacífica, dice revolución democrática. El 2 de diciembre, afirma: “Si Cristo resucitara y encarnara hoy en Venezuela ¿para dónde cogería Cristo? ¿Para dónde? Cargaría su cruz y diría Sí”.
La disputa en torno a la nueva Constitución polariza como nunca antes a las fuerzas que están a favor o en contra de la Revolución Bolivariana. Chávez, que suele emplear –y suscitar– los conflictos para hacer avanzar el proceso, clava nuevas banderillas a los pudientes y ahonda su pacto con los pobres. Acorrala y debilita aún más a los defensores del régimen agónico, quienes utilizan todas sus mañas y cuantiosos recursos. Es premiado por el pueblo bolivariano –que lo sigue como nunca antes–, y termina aquejado de gripe el 14 de diciembre, víspera del referendo, tras empaparse de lluvia en un acto, donde alerta que el mal tiempo podría continuar e invoca la célebre frase de Bolívar sobre el terremoto de 1812: “Si mañana por alguna razón de la naturaleza amaneciera lloviendo, si tuviera usted algún problema, (…) recuerde al Padre Libertador cuando dijo: ‘Si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella y la haremos que nos obedezca’. No hay nada que pueda oponerse, no habrá nada que pueda obstaculizar la construcción de la Venezuela nueva (…).
Muchas personas no pueden ejercitar el voto –sobre todo gente humilde– y el mal tiempo provoca severos daños humanos y materiales, en especial la llamada tragedia del estado Vargas. A pesar de las vicisitudes, por primera vez en la historia de Venezuela es aprobada la Ley Suprema en referendo popular. Chávez y el pueblo tienen razones para sentirse de plácemes: 71 por ciento vota Sí.
Los defensores de la IV República, con todos sus recursos y desmanes antidemocráticos no pudieron evitarlo. A contrapelo de ellos, nace la V República, cuaja el nuevo diseño de país: una esperanza. Y queda configurado también el bloque antagonista del proyecto bolivariano, que ha hecho todo lo posible para impedir que el pueblo apruebe el nuevo pacto social. Nace así la contrarrevolución vernácula, con una mancha antidemocrática indeleble en la frente.
La victoria del Comandante Presidente en el referendo es inobjetable: 60 por ciento vota a su favor. Hasta el gobierno de los Estados Unidos se ve obligado a reconocer como válido el resultado. Foto: Alba Ciudad
Primera disputa electoral sujeta a la Constitución Bolivariana
¿Qué opciones tienen los partidos opositores en el año 2000 para enfrentar a Chávez? Solo una: están obligados a aceptar las normas de la Constitución Bolivariana, recién aprobada por el voto popular. Deciden participar en los comicios con el fin de relegitimar todos los poderes (megaelecciones), que finalmente se celebran el 30 de julio. Tal evento, de por sí muy difícil y retador para la Revolución Bolivariana y sus antagonistas, de repente se hace más complejo porque surge un aspirante presidencial atípico, el segundo jefe de la Rebelión del 4F, Francisco Arias Cárdenas, alrededor del cual se junta toda la oposición contrarrevolucionaria con el beneplácito de Washington. Al principio, los opositores son cautelosos, pues temen que sea una jugada de engaño de Chávez. Pero la Embajada de EE.UU. les confirma que, en efecto, se trata de una ruptura y de un candidato caído del cielo, con el que creen posible confundir al pueblo y derrotar al líder bolivariano mediante una propuesta rosada. Respaldados por políticos sin escrúpulos, especialistas en marketing y casi todos los medios de difusión privados, el bloque contrarrevolucionario realiza una campaña sucia, apoyada también por la mafia anticubana de Miami, mampara de la CIA.
El indoblegable barinés convierte el dolor de la traición en una lección de vida y la indignación en ánimo para encarar el engañoso proyecto regresivo. Pone en tensión sus asombrosas energías. Concibe y dirige una gran operación política, que trasciende lo comicial. Busca aprovechar el atípico choque electoral para radicalizar la revolución, fortalecer sus bases de apoyo y ampliar la hegemonía en todos los poderes del Estado. Acepta con ganas el reto que supone enfrentar de una vez a los desertores del movimiento bolivariano, junto a la oposición contrarrevolucionaria que intenta oxigenarse. No pide ni tampoco da respiro. Ha decidido no rehuir a ninguno de los enemigos que desde 1998 vienen nucleándose en un solo bloque contrarrevolucionario. Ha aprendido que la vía pacífica y democrática necesita tensar las fuerzas en conflicto, para que los oprimidos identifiquen a los causantes de sus males y salgan a pelear contra la injusticia y la exclusión, y en ese proceso se organicen y concienticen. Lo esencial para él es que la gente vote por continuar y profundizar la revolución y no meramente por un hombre o una mujer.
Es la sexta vez que se convoca a las urnas en 18 meses y los adversarios vivifican los ánimos. Remarcan que la revolución venezolana va hacia la copia del socialismo cubano, al que históricamente muchos medios de comunicación han pintado como un infierno. Para crear inquietud en las fuerzas armadas y avanzar hacia un eventual golpe de Estado, inventan la presencia de cientos de agentes militares de la Isla en los cuarteles. Incluso fabrican un supuesto James Bond cubano que formula declaraciones al respecto y días más tarde las desmiente, resentido porque no le pagaron sus servicios. Con el mismo fin, urden falacias acerca de supuestos nexos de Chávez con la guerrilla colombiana. Nunca en Venezuela se ha mentido tanto, de manera tan intensa y sin pudor en los medios de comunicación privados.
Él explica en todas partes el concepto de bolivarianismo, en su amplia gama filosófica, política, ideológica y doctrinaria, y siempre mediante ejemplos históricos aleccionadores. Habla de los proyectos concretos a escala nacional y avisa los que por el momento está previsto hacer en cada sitio. Insiste: el combate electoral es duro, “porque se está definiendo la historia”. A la vez, pide a sus seguidores que respeten y no agredan a los contrincantes (Arias y Claudio Fermín): “Déjenlos quietos, que hagan lo que quieran, que hablen, que chillen, que pataleen, todo el que va a morir patalea”, dice sonreído en Valencia.
Se esfuerza en garantizar que los candidatos seleccionados por el MVR se caractericen por su fidelidad al pueblo y a la revolución. Y pide lo mismo a los demás aliados. Comienza a disparar desde entonces contra los farsantes disfrazados de revolucionarios. Promueve la unidad y el equilibrio. Y opta por centrar su atención en las candidaturas de la Asamblea Nacional (165), las gobernaciones (23) y las alcaldías principales (30), pues la cifra de cargos a elegir es de 6.241. En rigor, solo el tamiz del quehacer revolucionario en las etapas por venir determinará la calidad y la lealtad de varios candidatos, incluso de algunos que él cree conocer, y en verdad no es así, son caballos de Troya.
En la noche de las megaelecciones, el mapa político venezolano se pinta de rojo: Chávez es electo Presidente con 57 por ciento de los votos, y el Polo Patriótico (sobre todo el MVR y en menor medida el MAS) gana 15 de las 23 gobernaciones, casi 58 por ciento de los diputados, ocho de los 12 escaños del Parlamento Latinoamericano y más de 60 por ciento de las alcaldías principales, incluida la recién creada Alcaldía Metropolitana de Caracas. Además, el MVR emerge como la primera fuerza nacional. Chávez obtiene 3.757.373 votos, Arias 2.359.459 y Claudio 171.346. ¿Qué dicen estos datos? Reafirman el consistente avance de la revolución y, a la par, un fenómeno político que comienza a llamarse la polarización de la sociedad venezolana. Algunos la adjudican al estilo de Chávez y otros analistas más rigurosos, la explican por los cambios revolucionarios en curso.
Así es. En la composición clasista de los votantes a favor de Chávez y del proyecto bolivariano, en 1998 y en estas elecciones, predominan las personas humildes. No es casual que, en la otra orilla, tanto Arias esta vez como antes Salas Römer en 1998, obtengan casi igual suma de sufragios, buena parte de ellos repetidores de las capas medias urbanas y de los grupos pudientes. Tal antípoda socioeconómica es la causante de la contraposición política. Ello se aprecia con nitidez durante las pugnas generadas por la Revolución en apenas dos años, y marcan un fenómeno de fondo que seguirá complejizándose en el futuro. El respaldo popular a Chávez es una garantía para desarrollar y sostener la revolución. Y, a la vez, muestra una debilidad que empieza a ser una preocupación suya: las capas medias no debieran oponerse a los objetivos y valores de la Revolución. Concluye que es urgente implementar políticas que las beneficien, las concienticen y las incorporen. También, piensa él, hay que insistir en sumar empresarios privados nacionales, cuyos intereses debieran conjugarse con los del proyecto bolivariano.
El 30 de julio se cierra el primer ciclo de la Revolución y comienza otro. Desde el Balcón del Pueblo, esa noche de luz, con los Andes sobre sus espaldas y el aroma de la Patria en su piel, Chávez llama “a todos los venezolanos de buena voluntad, a la unión, al trabajo. Solo unidos podremos recuperar a Venezuela. Venezuela es de todos, en este barco vamos todos”. Y anuncia que la nueva etapa se va a centrar en la reconstrucción social y económica del país. Pero en Washington y en la élite contrarrevolucionaria venezolana predominan otras intenciones.
Washington y la contrarrevolución optan por destrozar el orden democrático venezolano
El ritmo y la solidez del avance de la Revolución, se pone de manifiesto aún más en los últimos meses de 2001, cuando Chávez aprueba 49 Leyes Habilitantes, entre las que destacan tres: Tierras, Hidrocarburos y Pesca. De conjunto democratizan la propiedad y la explotación de la tierra, consagran el control de la nación sobre los recursos energéticos y la industria del petróleo, preservan la riqueza pesquera y ecológica del mar venezolano, aprueban mecanismos para distribuir de manera justa la renta del Estado y crean condiciones idóneas de trabajo a los sectores del campo y la ciudad. La oligarquía las rechaza porque dañan intereses retrógrados como el latifundio, la pesca de arrastre y su aspiración de privatizar la industria petrolera. Y decide usarlas como pretexto para derrocar a Chávez de manera inconstitucional.
A partir del 11 de septiembre de 2001, una inesperada tormenta procedente del norte desborda los ríos políticos en Venezuela. Junto al rechazo de varias Leyes Habilitantes por los grupos pudientes, surgen inéditas tensiones entre el Gobierno bolivariano y el de Estados unidos, a raíz de la política belicista desatada por George W. Bush con el pretexto de combatir el terrorismo en cualquier rincón del planeta. Él ha asumido la Presidencia en enero de 2001 y pronto muestra sus colmillos al Gobierno bolivariano, que ha sido incluido en los planes del imperio para ser derrocado a corto plazo, con la complicidad de sus aliados vernáculos, al no poder estos lograrlo por la vía democrática.
Chávez denuncia que se emplee el pretexto del terrorismo para agredir a otros países. Su valiente postura suma una página definitoria en el expediente que le ha abierto Washington por su desempeño dentro de Venezuela y por la política exterior. En especial su liderazgo en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), los nexos de amistad con Cuba, su ascendente influencia en América Latina y el Caribe, y el acercamiento a China, Rusia, Irán y otros países, para favorecer un mundo multipolar y el desarrollo independiente de Venezuela, que incluye en primer lugar la defensa de sus recursos naturales.
Por vez primera desde 1999, el bloque reaccionario local y el gobierno gringo coinciden en el objetivo de sacar a Chávez en el corto plazo, por medio de un atajo inconstitucional. Así, el gobierno de W. Bush activa su decisivo aporte soterrado en el plan golpista, que incluye un ensayo general el 10 de diciembre de 2001, mediante un paro patronal y otras acciones. Fedecámaras intenta chantajear al Gobierno pidiéndole que revoque las 49 Leyes Habilitantes. Chávez responde en un discurso el mismo día del provocador paro: “No tengo nada que hablar con inmorales (…)”. Y para contrarrestar las ínfulas de la oligarquía, que exige eliminar las leyes, proclama: “eso significa que hay que aplicarlas y rápido”. Mas la partida de ajedrez queda sellada hasta abril de 2002.
Por fin, el 11 de abril se ejecuta el golpe de Estado, en el que participa todo el bloque contrarrevolucionario y, tras el telón, actúan los órganos especializados del imperio. Aunque sorprendido, encarcelado y aislado, y sin poder dirigir el contraataque, Chávez es el artífice de la estrategia revolucionaria que da al traste con la asonada. El diseño del zarpazo y la secuencia de hechos son concebidos por expertos de los Estados unidos y conspiradores venezolanos, aunque hubo cierta autonomía de estos en la ejecución. Cuando los golpistas rechazan las condiciones que establece Chávez para renunciar, basadas en la Constitución –en rigor, incumplibles por ellos– y deciden amenazarlo con bombardear Miraflores, la decisión suya de no dimitir e ir preso para Fuerte Tiuna es la clave del rápido fracaso del golpe. A partir de tal postura, los jefes facciosos –civiles y militares– se enredan; durante el día 12 de abril pierden el control del escenario de manera vertiginosa y en la tarde del 13 ya están derrotados.
Resulta muy importante que apenas ocho horas después de ser apresado y aislado en Fuerte Tiuna, el pueblo venezolano y el resto del mundo supieran que él no ha renunciado. Primero, a través de su hija María Gabriela, que es apoyada desde Cuba por Fidel, y poco después, por medio de la valiente denuncia que realizara el fiscal general Isaías Rodríguez. Tales alocuciones –junto con la movilización popular– impiden que lo asesinen, como había decidido el núcleo duro golpista. El despliegue popular a partir del 12 en la tarde, hasta la irrupción masiva del 13 de abril, determina el desenlace. La firme posición de varios generales contra el golpe, y el rechazo casi unánime de los oficiales medios y de toda la tropa, en actuación conjunta con el pueblo bolivariano, es decisiva.
El acto de autoproclamación de Carmona y la violación flagrante de la Constitución, incinera aún más a los golpistas. No obstante, aun si hubiesen preservado ciertas normas constitucionales, el curso de los acontecimientos habría sido parecido. Las horas del golpe estaban contadas, aunque sus autores se hubiesen vestido de terciopelo. ¿Razones? Chávez no ha renunciado, está preso y su vida corría peligro; él no tenía responsabilidad en las muertes; la justificación del golpe se basó en mentiras y trucos mediáticos; los avances de la Revolución Bolivariana –incluido el desarrollo de la conciencia, la organización y el brío populares– y las esperanzas que ella ha despertado accionan a mucha gente; y funciona de modo incandescente el liderazgo del barinés en el pueblo humilde y en las fuerzas armadas.
Varios dueños de medios de comunicación y un grupo de políticos opositores, en sintonía con el gobierno de los Estados unidos, se dan cuenta del pantano en el cual caen los golpistas, al negarse Chávez a renunciar y estar preso e incomunicado. Se horrorizan al ver que el pueblo se lanza a rescatarlo y a protestar en las calles, a la vez que se produce una firme reacción militar de rechazo a la asonada. Por eso en la mañana del 13, indican a Carmona y al núcleo directivo de los golpistas que reactiven la Asamblea Nacional y los demás poderes –salvo la Presidencia–, para enderezar el entuerto, ¡sin Chávez! Pero ya están derrotados…
Todos los integrantes de la oposición participan en la ejecución del golpe, y tienen consenso en tres objetivos centrales: anular la Constitución Bolivariana, sacar por la fuerza al presidente Chávez e instaurar un Gobierno de facto restaurador del viejo orden. Un pequeño grupo diseña el plan general y un reducido núcleo duro lo aplica según sus intereses particulares (Carmona, Pérez Recao y algunos altos oficiales). Pero todos por igual, en conexión con la Embajada orientadora, que evita dar la cara, son cómplices del golpe. Después, cuando el cielo se nubla y cae el telón, tratan de desmarcarse y preservar sus fuerzas para nuevos intentos. Como otras estrepitosas derrotas en la historia humana, este artero golpe queda sin defensores. El desenlace adverso en el caso venezolano, tiene que ver no tanto con el diseño o los errores en la ejecución: las causas profundas se relacionan con la emergencia de una singular revolución popular armada, y un líder excepcional.
El episodio muestra sin disfraces a los enemigos de la Revolución. En pocos días, el pueblo chavista civil y uniformado, ha entendido mejor los alcances de la Carta Magna y del proyecto de cambios; su conciencia política se hace más clara y los compromisos con el proceso revolucionario y su líder se afianzan. La simbiosis espiritual e ideológica de Chávez y el pueblo bolivariano muestra todo su esplendor, y también la unión cívico–militar como factor clave de la Revolución Bolivariana.
El impacto internacional de lo acaecido favorece a la revolución. Predomina el rechazo a cualquier intento de ruptura constitucional en Venezuela u otro país de la región. Y los Estados unidos quedan de momento a la defensiva, sin asumir su responsabilidad. Por su parte, la izquierda y otras fuerzas progresistas latinoamericanas –muchas con prejuicios hacia Chávez por su origen militar y sus novedosas ideas de cambio– comprenden de una vez que en Venezuela sí hay un proceso revolucionario, bolivariano, de veras solidario, y además necesitado de solidaridad.
La aparente unidad de la oposición se hace trizas en pocas horas, cuando imperan las ambiciones económicas y de control del poder. Es más evidente aún que ellos desde el poder no pueden garantizar la estabilidad, la paz social y menos los logros y metas de la Revolución. Todo 11 tiene su 13: en esta sencilla ecuación los vencedores de abril sintetizan la epopeya. Significa: objetivos claros, movilización popular, unidad cívico–militar, combatividad, organización en las bases, patriotismo, confianza en el líder, optimismo… y estar dispuesto a entregar hasta la vida en defensa de la utopía bolivariana.
Golpes y soles maduran a los hombres. Durante los sucesos de abril, Chávez comprende mejor los poderosos enemigos que buscan destruir a la revolución y somete su actuación personal a una severa autocrítica. La victoria está plagada de lecciones y él prioriza identificar aquellas que resultan negativas. Entiende a plenitud que nunca más debe subestimar a los enemigos y aumenta su capacidad para identificar a los simuladores. Ha comenzado una nueva etapa y la asume con suma astucia, pues los vientos soplan a favor, pero siguen huracanados.
Nueva embestida contrarrevolucionaria: el golpe petrolero
¿Cómo reaccionan a partir del 14 de abril los dirigentes opositores, que ejecutaron o apoyaron el golpe? Varios no demoran en reaparecer en la escena pública y en pocos días todos empiezan a tejer la nueva etapa del “país virtual” que tienen en su mente. Decodifican al revés la derrota que han sufrido y el mensaje conciliador del Presidente. En vez de aceptar el diálogo, vuelven a arremeter contra él, su Gobierno y la Constitución. Los medios de comunicación privados comienzan a reflejar el lunes 15 de abril las declaraciones de los dirigentes contrarrevolucionarios. El puntero es Julio Borges –líder de Primero Justicia–, quien reafirma la misma posición del 8 de abril: la única salida a la crisis de gobernabilidad es la renuncia del Presidente o lograr elecciones anticipadas. Ambas, violatorias de la Constitución.
Ninguno de los jefes del antichavismo asume su responsabilidad en el golpe, que queda huérfano de madre y padre. Dos ejemplos: Carlos Fernández, vicepresidente de Fedecámaras, asegura que esta entidad no ha participado en el decreto emitido por Carmona. “Lo firmamos como invitados, no lo conocíamos, fue un momento emocional, no cuantificamos el error”, dice. Y el gobernador del estado Zulia, Manuel Rosales, declara: “Firmé el acta de Carmona, porque fui engañado con la supuesta renuncia del Presidente”. Casi todos acusan a Chávez de ser el responsable de la crisis y por ende consideran que la única solución es su salida inmediata del poder, con presiones y chantajes o alguna fórmula electoral, aunque viole la Constitución.
¿Por qué los jefes de la contrarrevolución coinciden en el afán de derrocar a Chávez, a pesar de la derrota sufrida? No es una percepción errada: fallan en el intento del 11 de abril, mas disponen de enormes recursos económicos, grandes contingentes de la clase media dispuestos a seguir movilizados bajo los efectos hipnóticos de los medios de comunicación burgueses, y el bloque de entes reaccionarios que promovió y avaló el golpe de abril. Tales fuerzas y sus mandantes del norte, no admiten convivir con una revolución, aunque esté legitimada por una Constitución aprobaba en referendo. Pese a no alcanzar el objetivo en abril, suponen que han logrado herir de gravedad el poder bolivariano. Identifican el fracaso en los excesos del Carmonazo y debido a las pugnas entre los militares y civiles que conducen la asonada. Para ellos, el discurso dialogante del Presidente es la prueba inequívoca de su debilidad terminal.
Chávez calibra muy bien el poderío de la contrarrevolución y el imperio, no lo subestima. Decide enfrentarlo con astucia, basado en la Constitución y tratando de evitar que el conflicto derive en una guerra civil. Piensa que la Revolución aún no dispone de la fuerza material necesaria para acelerar la marcha y ahondar sus conquistas en lo inmediato. Existen incógnitas que es necesario despejar y puntos débiles que fortalecer –por ejemplo, la carencia de una Dirección Revolucionaria orgánica y de un plan para impedir que se paralice la empresa petrolera–. A sus íntimos comenta la estrategia política que seguirá en el nuevo escenario, basada en un concepto militar: perder espacio y ganar tiempo, a fin de acumular más fuerza y unidad cívico– militar, atraer al adversario hasta las últimas líneas de defensa y darle entonces contragolpes sorpresivos demoledores, como hiciera Ezequiel Zamora en la batalla de Santa Inés.
También revela a los allegados su excesiva confianza en varios de los generales que lo traicionan el 11 de abril. Dice que ese día perdió la virginidad: toda una revelación de la lección humana y política del mazazo. Abunda en el propósito de no utilizar la victoria para emprender represalias contra los opositores, y que va a respetar las instancias judiciales encargadas de procesar a los principales culpables del golpe y a los responsables de las víctimas. Es enfático en defender la importancia de abrir un verdadero diálogo nacional, aunque sabe que hay factores de la oposición que no participarán. Estima que pueden lograrse acuerdos con una mayoría de sectores, lo que va a disminuir la conflictividad y permitir avanzar en los planes económicos y sociales del gobierno, que favorezcan al pueblo. Las coordenadas de su conducta las reitera a otros dirigentes bolivarianos: “Ni pacto con la burguesía ni desenfreno revolucionario”. Siempre ha pensado que las victorias se construyen y comienza a colocar los ladrillos de la próxima.
La tozudez de los hechos y la andanada de críticas, hacen que el gobierno estadounidense adopte una postura defensiva, aunque no declina su propósito de sacar a Chávez del poder en el corto plazo. Comprende que es necesario reajustar las tácticas y reagrupar las fuerzas para alcanzarlo. Los meses finales del año 2002 son cada vez más intensos. Todos los sectores de la oposición están confiados en que pueden derrotar a Chávez en breve tiempo. Aunque continúan las diferencias y conflictos entre ellos, la Embajada de los Estados unidos les hace comprender cuatro ideas básicas: 1) Chávez no va a renunciar solo con presiones políticas; 2) es necesario planificar las acciones, no desesperarse y tener una dirección unificada y una propuesta de gobierno concertada previamente; 3) la maniobra principal debe ser un paro nacional que incluya al sector petrolero, para desestabilizar a tal extremo el país que Chávez acepte renunciar y adelantar las elecciones o las fuerzas armadas se lo exijan cuando todo sea ingobernable; 4) si no renuncia y no lo destituyen los militares, el objetivo es derrotarlo antes de marzo de 2003 por la vía de un referendo revocatorio, una vez que se logre la bancarrota económica y el caos, y la mayoría de la gente quiera que él se vaya, al considerar que la única salida a la crisis es un Gobierno apoyado por los sectores económicos, la gerencia de Pdvsa y los Estados Unidos.
El Comandante Presidente mueve las piezas del ajedrez político y militar, con la destreza de un Gran Maestro. Leal a su pueblo y a la Constitución, es indoblegable ante las amenazas y presiones, astuto frente a las maniobras del adversario y conductor sereno y lúcido. Posee una estrategia clara y creatividad para usar las variantes tácticas y manejar el tiempo político, esa insondable categoría que solo los iluminados como él pueden capitalizar. Los espera “en la bajadita” –según el lenguaje popular venezolano–, y está seguro del triunfo. No cesa un instante de afrontar la conjura y está seguro que ella tiene su eje principal en el golpe petrolero. A la vez gobierna: elabora planes y realiza numerosos quehaceres para hacer progresar al país, en especial, beneficiar a los sectores humildes de la población. Junto a ello, despliega una intensa labor en el exterior. Sus adversarios no pueden amarrarlo. Al contrario, él los mantiene a raya y sin perder la iniciativa estratégica, aunque a veces pareciera que no es así.
Al comenzar diciembre, víspera del nuevo paro golpista, convoca a una reunión en Miraflores. Objetivo: evaluar los aspectos medulares del plan enemigo y de la contraofensiva. Pone énfasis en esta idea crucial: “Las únicas variantes son revolución o fascismo, paz revolucionaria o guerra contrarrevolucionaria. Para ello, el único camino es profundizar la revolución con apego a la Constitución”. Evalúa con realismo la situación que se viene encima y concluye que no es posible evitar tal embestida, pero sí derrotarla. Es necesario prepararnos para todo, dice, incluso para otro intento de golpe; si les fallan sus variantes violentas y la maniobra también anticonstitucional de un referendo consultivo, optarán por un referendo revocatorio, que sí es posible. Vamos a hacer como Ezequiel Zamora en la batalla de Santa Inés: que el enemigo mueva todas sus fuerzas, no importa cuánto avance; vamos a llevarlo hasta nuestra última línea de defensa y allí nos plantamos. Después respondemos con todo lo que tengamos y hacemos un contraataque que los desmorone. Y concluye, bajo la mirada asombrada de todos: “Le propinaremos otra derrota estratégica, mayor incluso que la de abril”.
Provocar la renuncia de Chávez se convierte en el objetivo principal de las acciones de la oposición. Televisión, radio, periódicos, noticias, entrevistas, fotos, reportajes, discursos, editoriales y artículos: todas las armas disparan sin descanso. Creen en serio que el país pronto será un tinglado ingobernable, al lograr paralizar la poderosa empresa petrolera y sus servicios de gasolina y gas, con posibles efectos en la electricidad. Imaginan que es el plan perfecto: Chávez culpable de tal desastre y todo el mundo, salvo una minoría de fanáticos bolivarianos, le exigirá que se vaya. Y si no pueden lograrlo, tienen bajo la manga una carta: el referendo revocatorio, como última opción para que el país se pacifique y enrumbe, al lograrse el voto mayoritario contra Chávez.
Antes, la Coordinadora Democrática insiste en otro comunicado: “Son dos las opciones democráticas posibles para la realización de elecciones en breve plazo: la renuncia del Presidente o la convocatoria a elecciones adelantadas, lo cual requiere una enmienda constitucional”. Reitera la opción del golpe y concluye: “La desobediencia civil prevista en el artículo 350 de la Constitución se extiende hoy a todo el país. Lo que comenzó siendo un paro cívico es hoy una acción total de rebeldía civil y pacífica frente a un Gobierno aferrado al poder”. Una vez más la contrarrevolución escuda su proceder en una interpretación torcida de ese artículo de la Constitución, que en verdad alude al derecho del pueblo a la rebelión contra regímenes ilegítimos, como el que ellos instauraron el 12 de abril.
Chávez dirige a las fuerzas bolivarianas en todos los ámbitos. Decide variantes defensivas en los casos necesarios; siempre es ofensivo en lo estratégico y se le ve seguro del triunfo. Más aún, está persuadido de que los enemigos han caído en una trampa, a la que él los condujo inspirado en la ingeniosa batalla de Santa Inés. Cuando creen que lo tienen rodeado y a punto de derrotarlo, el líder bolivariano avanza en un contraataque demoledor. Es como si lo guiara Séneca: “No llega antes el que va más rápido, sino el que sabe dónde va”.
Desde Miraflores, el soleado domingo 2 de febrero, proclama la victoria: “Ya hemos derrotado el plan golpista”. Y agrega: “trataron de poner al pueblo contra la pared. Amenazaron que si no había referendo consultivo habría guerra civil. Aquí estamos, no hay referendo ni hay guerra civil; se impuso la buena voluntad de un pueblo”. ¿Cómo fue posible derrotar este siniestro proyecto? ¿Por qué el pueblo bolivariano, con extremas carencias alimenticias y una inflación galopante, sin gas para cocinar, ni gasolina, sin programas de televisión para entretenerse ni campeonato de beisbol, incluso con Navidades boicoteadas pudo resistir y sobreponerse a tal excepcional situación? ¿Qué lo motivó a seguir al líder bolivariano en tan formidable pelea, que culmina en un triunfo que completa y potencia el del 13 de abril?
“Con hambre y sin empleo, con Chávez me resteo”, es el lema más certero que repite el pueblo en esos días, abrumado por la crisis y a la vez consciente de que la única salida de ella está en la defensa de la utopía bolivariana, que Chávez les ha inculcado. Tenía razón el escritor galo Anatole France, experto estudioso de la Revolución Francesa, cuando escribiera: “Nunca se da tanto como cuando se dan esperanzas”.
La brutal embestida no logra su objetivo de sacar a Chávez y derrotar a la revolución, pero sí provoca enormes estragos. A la par, deviene prueba irrefutable de la fortaleza de la Revolución Bolivariana en esta primera etapa de su historia. Ambos lances antidemocráticos y proimperialistas en el 2002 se han podido derrotar porque en Venezuela existe una revolución vigorosa y un líder fusionado con el destino de su pueblo. Y pronto ocurrirá otro desafío inédito: el referendo para intentar revocar el mandato de Chávez. Porque a las auténticas revoluciones sus enemigos no le dan tregua, ni ellas pueden detenerse jamás.
Dos importantes derrotas de la contrarrevolución y el imperio en 2004
Al comenzar 2003, el barinés decide lanzar una ofensiva en todos los escenarios. Las derrotas de los dos zarpazos afianzan la unión cívico–militar, consolidan su liderazgo en la Fuerza Armada Nacional y le permiten controlar la industria petrolera, base de la economía nacional. Él comprende que debe encarar con premura los estragos económicos y sociales, motivados por el golpe petrolero. Las pérdidas superan los 19.000 millones de dólares. Se disparan el desempleo, la inflación, la depreciación del bolívar y la salida de capitales, y las reservas monetarias alcanzan un nivel crítico. La economía se contrae 8,9 por ciento en 2002 y sigue en rojo durante 2003.
Vencidas las dos acciones subversivas en apenas siete meses, el gobierno de Bush y la contrarrevolución calculan que podrán doblegar a Chávez activándole un referendo revocatorio, posible a partir del 19 de agosto de 2003 cuando se cumple la mitad de su mandato. Piensan que no podrá salir airoso, al suponer que los sectores populares perderán la esperanza debido al brusco cambio en su nivel de vida. La maniobra consiste en adjudicarle la responsabilidad del desastre a Chávez y reiterar una y otra vez que la mayoría de la población exige que se vaya ya. Una vez más son ciegos y sordos. No obstante, en términos comiciales el escenario es complejo para el poder bolivariano. ¿Cómo encarar la nueva amenaza electoral y las posibles acciones violentas, en un escenario económico y social tan aciago? Chávez tiene conciencia de que los desafíos son enormes y el tiempo para cambiar la adversa situación es breve. En julio de 2003 una encuestadora confiable le informa la peligrosa realidad: Si el referendo se hiciera ese mes, ¡perdería con un margen superior a 10 puntos!
Adopta importantes decisiones al comenzar 2003: establece un férreo control de cambio monetario; incrementa la distribución de tierras agrícolas; regula una vasta lista de precios, de todos los productos y servicios básicos; y orienta distribuir alimentos a precios ínfimos. En apenas tres meses la cosecha es visible. Las reservas monetarias se recuperan casi un 27 por ciento. Los mercados minoristas se inundan de productos. Y la producción de petróleo vuelve a su nivel normal. Tales medidas mejoran el nivel alimentario y favorecen el salario real, pero apenas comienzan a revertir la crisis inducida por las dos arremetidas y el drama social heredado. De repente, entre abril y mayo de 2003 se hace la luz. Surgen las primeras misiones sociales: de salud (Barrio Adentro), de alimentación (Mercal) y para eliminar el analfabetismo (Robinson). Un año más tarde, estas y otras de similar impacto masivo constituyen los mejores frutos de la Revolución Bolivariana. Sus beneficios no tienen precedentes en otro país, en un lapso tan corto. Cumplen la pauta orientada por Chávez de otorgarle poder a los pobres y que sean ellos mismos protagonistas de su emancipación. Algo primordial las mueve: el ímpetu y los genios concertados de Chávez y Fidel, con el fértil apoyo de los dos pueblos. De paso, el tema de la “cubanización” sufre un enorme desgaste, en razón de los contactos directos de la gente con miles de colaboradores de la isla en la salud, la educación, el deporte, la cultura y en otros ámbitos de la vida espiritual y material
La contrarrevolución es sorprendida y utiliza sus métodos de siempre. Dicen que los médicos cubanos son “agentes de Castro” y falsos galenos, alegan que el método cubano de alfabetización es para adoctrinar y otras falsedades demasiado obvias. Millones de personas reciben los beneficios de las misiones, que pronto alcanzan un generalizado éxito popular.
Una ola de reproches inunda a la oposición. No pueden explicarse sus sucesivas derrotas. La Coordinadora Democrática (CD) sigue integrada por 25 partidos, 23 gremios y otras organizaciones civiles, aunque una pequeña cúpula adopta las decisiones. Con posturas e intereses diversos, existe una argamasa que los junta: derrotar a Chávez, restaurar el régimen de democracia representativa y retomar la economía neoliberal. El 13 de mayo la CD lo expresa en el documento Plan Consenso País, que pretende ser la “base programática del gobierno constitucional y de unidad para la reconciliación y la reconstrucción nacional, (…) en el período que seguirá a la revocatoria del mandato presidencial”. Están seguros de la victoria y utilizan dos verbos engañosos: reconciliación y reconstrucción. Concentran sus energías y mañas en reunir las firmas necesarias para activar el referendo (20 por ciento del total de electores) y en tratar de desestabilizar al Gobierno.
Estados Unidos, que ha creado desde 2002 la fundación Súmate, aumenta sus recursos a fin de darle a sus débiles aliados respaldo técnico y logístico en los comicios. Y seleccionan a María Corina Machado, oligarca proyanqui, para codirigirla, hacer trampas y mentir. Con el respaldo de Súmate, la CD entrega al CNE más del 20 por ciento de las firmas. De inmediato resultan notorios los trucos en miles de rúbricas. El CNE decide revisarlas y la reacción de la contra y de los Estados Unidos es retomar el camino de la pólvora. Algunos alientan un posible asesinato del líder bolivariano. Bush declara el 12 de enero de 2004 que velará por “la integridad” del referendo revocatorio y evidencia de tal modo su intromisión y la certeza de que sus aliados esta vez sí triunfarán. Chávez no descarta la variante de que logren las firmas ni la rehúye. Si hay referendo, dice el 3 de febrero de 2004, “sería peor para ellos”. Quiere que el pueblo bolivariano esté listo para encarar y ganar la eventual pugna. Y también alerta que está en marcha un nuevo plan desestabilizador y golpista. Así ocurre.
Incapaces de ver la realidad por la creencia de que tienen rodeado a Chávez sin escapatoria, sus oponentes intensifican el plan para desordenar el país. El 27 de febrero de 2004 convocan una marcha que es la cubierta para desatar un nuevo guion violento. Ese día nacen las “guarimbas”, respaldas por hombres armados de revólveres, cocteles molotov, piedras, botellas y tubos. Los alcaldes Leopoldo López y Capriles Radonski no reprimen, pues las consideran legítimas.
“Guarimba” significa refugio o territorio en un dialecto indígena venezolano y está basada en un método diabólico divulgado en Internet por Robert Alonso, un cubano-venezolano residente en Miami, de nexos con la CIA. Pequeños grupos de vecinos, auxiliados por personas entrenadas, erigen barricadas que mantienen encendidas con neumáticos, bolsas de basura y otros artefactos, y emplean violencia física y verbal para impedir el paso. Nueve muertos y más de 100 heridos es el trágico saldo de esta descabellada operación.
Chávez denuncia el macabro plan. Llama “no a los que están impulsando esto”, pues “han demostrado ya una y mil veces (…) que no tienen oídos para oír ni tienen ojos para ver”. Apela a los que “tienen nuestras raíces profundamente colocadas aquí”, aman a Venezuela y quieren la paz. Define así un concepto esencial para encarar sin tibieza a los adversarios y sumar a la ciudadanía patriota. El rechazo de la gente a las guarimbas, hace que en pocos días culminen. Enseguida toda la oposición realiza una impúdica campaña contra el gobierno. Lo acusan de violar los derechos humanos y tildan al Presidente de dictador y de controlar el CNE. Tal coartada, que emplean desde 2002, no cesan de repetirla: generan violencia para obligar a la legítima contención y convierten esta en pretexto de sus acciones de propaganda.
A pesar de las fullerías empleadas, el órgano comicial les permite rectificar una parte de las firmas; al cabo, logran sumar 20,6 por ciento y el 3 de junio se convoca el referendo. Celebran eufóricos ese hecho, como si Chávez estuviese derrotado. En el primer acto público que realizan, dos días después, el secretario general de A.D. Henry Ramos Allup proclama que han logrado que “el culilludo de Miraflores tiemble de pavor frente a un pueblo”. Y Julio Borges relata cómo la CD convertirá a Venezuela en el país de las maravillas, después de que ganen el referendo. Pronto advertirán su equívoco. El barinés ha estado esperándolos “en la bajadita”, como él gusta llamar a sus contraataques en lenguaje popular. Y lanza la Batalla de Santa Inés, en alusión a la homónima que librara Ezequiel Zamora en su tiempo. Desarrolla así la campaña electoral más creativa y fecunda de su vida, con inéditos niveles de participación popular organizada. Y algo novedoso: Coloca a Bush en la esquina azul del ring electoral, define que el adversario en ese combate no será la oposición apátrida sino su jefe del norte.
En febrero de 2004 ha definido el carácter antimperialista de la Revolución Bolivariana y explica al pueblo en los meses previos al referendo la naturaleza criminal y expoliadora del imperio y su papel en la historia de Venezuela y toda nuestra América. Ha estudiado a fondo el tema. Evoca los vaticinios que hiciera Bolívar, y enfatiza que el imperialismo ha desatado en los últimos años una despiadada ofensiva mundial. Alude a los casos recientes de Afganistán e Irak y alerta que Venezuela está en la mira. Sus cañonazos a la coraza imperial provocan reacciones aún más feroces de Estados Unidos y, en la otra orilla, sirven para ahondar la Revolución Bolivariana.
El 9 de mayo son sorprendidos in fraganti varios paramilitares y mercenarios colombianos, en una hacienda cerca de Caracas propiedad del contrarrevolucionario Robert Alonso. Han sido reclutados y entrenados en Colombia para realizar actos de violencia y asesinar al Presidente. Chávez denuncia el hecho y el 16 de mayo lo coloca en contexto: “(…) allí está de nuevo el imperialismo echando por el suelo los preceptos de las Naciones Unidas, sin vergüenza de ningún tipo. Allí está de nuevo el imperialismo imponiendo un derecho casi divino, que se atribuyeron de regir los destinos de los pueblos del mundo”. Y por primera vez explica que los sucesivos intentos de derrocar al Gobierno bolivariano “entran en el marco del tablero mundial”, en “la línea de acción que el imperialismo ha tomado”. Dice que el abortado plan con los paramilitares “forma parte de la misma componenda imperial internacional”. Y enfatiza una idea que ha madurado desde 2002: “No podemos desligar este hecho de ese marco mundial, de esa línea histórica en la cual estamos inscritos los venezolanos”. Este enfoque geopolítico, muy vigente en la actualidad, permite entender mejor el afán del imperio por apoderarse de Venezuela, en razón de sus riquezas naturales y del ejemplo de la Revolución Bolivariana. En consecuencia, para Chávez la nueva etapa antiimperialista de la revolución “obliga a profundizar los proyectos sociales y económicos (…) que es la mejor respuesta a quienes pretenden doblegar al gobierno y a la revolución”. Otra idea suya primordial.
La victoria del Comandante Presidente en el referendo es inobjetable: 60 por ciento vota a su favor. Los observadores internacionales, encabezados por la OEA y el Centro Carter, avalan el evidente resultado. Hasta el gobierno de los Estados Unidos debe hacerlo. Pero los partidos opositores, todos, aducen que hubo fraude y después nunca lo reconocen. ¿Acaso actúan de modo independiente a la postura del gobierno de Bush? En realidad, están atrapados en las mentiras que han informado a Washington y a sus bases sociales, y usan ese pueril subterfugio que los demerita aún más. El imperio lo sabe, pero no le conviene aumentar el descrédito de sus acólitos y hace mutis. Nunca, ni antes, ni ahora, ni después de esa derrota criticará a los suyos, ni estos al jefe norteño. Un típico pacto mafioso.
El 31 de octubre la Revolución corona el triunfo del referendo con nuevos laureles: en las elecciones regionales los candidatos bolivarianos ganan 21 de las 23 gobernaciones y el 80 por ciento de las alcaldías. Es el peor momento de la oposición y hasta la Coordinadora Democrática desaparece a fines de ese año.
2011 fue un año favorable para la Revolución Bolivariana. El PIB superó más de tres veces el de 1998 y crece 4 %, después de casi dos años de recesión. Foto: EFE
Durante 2005 y 2006 la Revolución avanza por doquier. La economía crece en más de un 20 %, se terminan varias obras fundamentales de infraestructura, y mejoran todos los indicadores económicos y sociales.
Dos nuevas desventuras del imperio y de la oposición
2005 es otro año de lecciones útiles. Estados Unidos acelera sus pasos para debilitar a Chávez, no cesan de conspirar, pero siguen a la defensiva. Aumentan el aporte financiero a las ONGs y a los partidos aliados, y sus voceros incrementan las agresiones verbales: “Hugo Chávez es una fuerza negativa en la región”, dice la Secretaria de Estado; “Venezuela es uno de los países más inestables y peligrosos en la América Latina”, afirma el director de la CIA; “Venezuela está comenzando una carrera armamentista peligrosa, que amenaza la estabilidad regional”, expresa el Secretario de Defensa; “Cuba y Venezuela están en una campaña de desestabilización en la América Latina (…)”, sostiene el subsecretario de Defensa; “el territorio venezolano es un área segura para terroristas colombianos”, denuncia un vocero del Dpto. de Estado; “el asalto a las instituciones democráticas en Venezuela continúa, y el sistema se encuentra en grave peligro”, asegura Thomas Shannon, subsecretario de Estado días antes de las elecciones para la Asamblea Nacional.
Chávez no pasa por alto tantas diatribas y acciones conspirativas. Enfrenta mediante ideas al enemigo foráneo en escenarios nacionales e internacionales, incrementa las accionen solidarias –incluso hacia adentro de los Estados Unidos–, e impulsa la integración económica, la concertación política y la unión regional. Además, afianza los vínculos con los países de la Opep, y acelera nexos económicos estratégicos con China, Irán y Rusia, con este último también de índole militar. En febrero de 2005 define el rumbo socialista de la Revolución, y en noviembre contribuye mucho a enterrar el Alca, en presencia del propio Bush, durante la Cumbre de las Américas en Mar del Plata.
Molesto por esa humillante derrota y con el objetivo de deslegitimar el sistema democrático venezolano para justificar fines desestabilizadores y golpistas, Bush comete otra pifia. Orienta a los partidos de la oposición que retiren sus candidatos de las elecciones para diputados, previstas el 4 de diciembre de 2005. Así sucede. Vísperas de los comicios todos ellos declinan, ante el asombro de los observadores extranjeros que han verificado la pulcritud del proceso dirigido por el CNE. Resultado: la alianza bolivariana gana el 100 % de los escaños y por su parte quienes resultan deslegitimados son los partidos opositores, que muestran su debilidad e incoherencia. Un autogol.
¿Una oposición que no quiere ser oposición? ¿Qué hay detrás de tal conducta? Como buen llanero, el barinés percibe el ruido de la serpiente que pretende atacar y denuncia el peligro. Es, dice, una respuesta del imperio a la derrota en Mar del Plata y el intento de promover “un golpe electoral”. Un salto al vacío. Quieren ocultar también que los candidatos opositores no pueden ganar ni el 30 % de los curules, y usar su ficción propagandística para nuevos planes violentos e intervencionistas. Tiempo después, la mayor parte de los dirigentes e ideólogos de la oposición coinciden en que esa decisión fue errática, pero nunca señalan al culpable. Al no tener un liderazgo creíble ni una estrategia y un proyecto alternativo coherentes, los antagonistas de la revolución acentúan su disgregación y generan desconcierto en sus bases. Esa nueva decisión golpista made in USA, es derrotada con relativa facilidad por la veloz reacción del líder bolivariano quien, además, actúa en un contexto nacional e internacional muy favorable.
El 6 de diciembre, él evalúa la victoria y termina su discurso con una noción clave, que ha discutido con el presidente de la AN, Nicolás Maduro. Este ha planteado desplegar en la nueva etapa el parlamentarismo de calle. Chávez comparte la iniciativa y explica la idea. Eso significa, dice, que los diputados vivan junto al pueblo a todas horas y atiendan sus necesidades. Y también llama con fervor a que la AN luche “contra el burocratismo, contra la corrupción que sigue azotándonos por dentro y por todas partes, y que es la más grande amenaza que tiene nuestra Revolución”. No es la primera vez que lo dice, ni tampoco será la última.
Durante 2005 y 2006 la Revolución avanza por doquier. La economía crece en más de un 20 %, el precio del petróleo aumenta de 26 dólares el barril en 2003 a 56 dólares en 2006, se terminan varias obras fundamentales de infraestructura, y mejoran todos los indicadores económicos y sociales. Por ejemplo, el salario mínimo supera los 300 dólares, el más alto de América Latina, el desempleo baja de 8 %, las tarifas de electricidad, teléfono, transporte público y combustible son de las más baratas del mundo. Los presupuestos de educación y salud se han elevado al triple comparados con 1998, y las misiones sociales impactan de manera sustantiva la vida cotidiana de todos los sectores humildes y de la clase media baja, que suman el 80 % de la población. Y los Consejos Comunales, de amplia participación popular, se extienden por todo el país.
En el ámbito mundial, Venezuela es referencia no solo por su identidad petrolera. Chávez ha logrado convertir a su país en un actor principal a escala regional, en la Opep y en muchos temas y escenarios del orbe, a contrapelo de Estados Unidos, que pierde hegemonía en particular en su frontera sur. Gracias al creciente y cohesionado grupo de gobiernos progresistas en la región, en vez de aislar a Venezuela es el imperio el que se distancia de su “traspatio”. Estos aires dentro y fuera del país, propician que buena parte del empresariado nacional adopte una posición realista frente al gobierno bolivariano, al igual que la cúpula de la Iglesia y algunos grandes medios de comunicación, que bajan su perfil. Chávez dialoga con ellos y los invita a respetar la Constitución. Reconociéndoles su espacio y funciones.
Elecciones presidenciales, otra gran victoria
En tal escenario favorable a la Revolución, transcurre el proceso para celebrar elecciones presidenciales el 3 de diciembre de 2006. Los partidos opositores, en sintonía con su manager norteño, deciden participar y aceptan el árbitro que un año antes cuestionaran. Varios precandidatos, encabezados por Julio Borges y Teodoro Petkof declinan a favor del gobernador del estado Zulia, Manuel Rosales: un ex dirigente adeco que ha creado su propio partido (Un Nuevo Tiempo), y es aceptado por el consenso de las cúpulas que tienen el aval de Washington. A pesar de los cuantiosos recursos y el pleno apoyo opositor, no levanta vuelo. Tiene alas cortas y un plomo atado a sus pies, por haber firmado el acta golpista del usurpador Carmona. Y frente al barinés, que no le da tregua, resulta más mediocre.
Los partidos opositores afrontan este nuevo reto electoral en una situación adversa, por las sucesivas derrotas que han sufrido y a contracorriente del contexto nacional y externo favorable a Chávez. Además, no cuentan con un líder ni tienen una fuerza política unificada de verdad. Ello coloca al barinés en una situación aún más ventajosa, para obtener un triunfo luminoso. Él lo sabe y tensa sus fuerzas, a fin de alcanzar una suma apabullante de votos. Sobre todo, quiere hacer comprender las virtudes de su propuesta socialista bolivariana. Repite en todas partes, que quienes voten por él lo hacen por la opción socialista. Este es un tema polémico, que ha venido ganando adeptos, pero aún existen muchas dudas, o un franco rechazo en algunos sectores y en varias capas de la población, influidas por los prejuicios inculcados durante décadas y las insistentes campañas mediáticas adversarias.
Por cuarta vez Chávez debe medirse en las urnas. Ha triunfado en dos presidenciales (1998 y 2000) y fue confirmado en el referendo de 2004. Siempre llama a convertir la batalla comicial en una oportunidad para acelerar y profundizar la Revolución y, ahora también, el proyecto socialista bolivariano. Triunfa con 63 %, su mejor cosecha de votos de todos los tiempos. Los observadores internacionales dan fe del triunfo, y Rosales se ve obligado a aceptarlo, aunque dice que el margen fue inferior. Es el mejor momento de la Revolución y el peor de sus antagonistas, que muy pronto se activan para tomar la iniciativa y se apuntan por fin en 2007 un autogol del líder bolivariano.
Propuesta para reformar la Constitución: traspié de Chávez
¿Por qué, luego de sufrir su peor derrota frente a Chávez en las elecciones presidenciales de 2006 la oposición logra ganar el referendo para reformar la Constitución, un año después? ¿Cómo actúa Estados Unidos? ¿Cuáles son las causas que originan el revés de Chávez en ese referendo de 2007 promovido por él? ¿Qué hace para superar el traspié a partir de 2008? ¿Lo logra del todo?
Al cabo del formidable triunfo en los comicios presidenciales, Chávez aplica un concepto de su cultura militar: continuar la ofensiva luego de ganar una batalla. Decide impulsar y ahondar aún más la revolución en la senda de una transición socialista y para llevarla a un punto de no retorno. Promueve una profunda reforma a la Carta Magna, a fin de lograr con el apoyo del pueblo en un referendo, el marco jurídico idóneo que facilite radicales cambios rumbo al socialismo. Frente a su audaz iniciativa, el imperio resuelve emplear métodos y actores inéditos en Venezuela, que combina con fórmulas tradicionales. Y logra así, por primera vez, obtener resultados favorables a su objetivo de socavar la Revolución.
El pretexto que utiliza el plan contrarrevolucionario en esta etapa, es la decisión del gobierno bolivariano de no renovar la concesión al canal Rctv, por su notorio respaldo al golpe de Estado de 2002 y otras flagrantes violaciones éticas. Este proceso origina una agresiva reacción de los demás medios de comunicación privados y del conjunto de los entes opositores, respaldados por el gobierno de Estados Unidos. Las acciones cobran más integralidad y fuerza en el segundo semestre, al presentar Chávez el proyecto de reforma a la Constitución, y se extienden hasta después que esa tentativa es derrotada en las urnas el 3 de diciembre.
El tema de Rctv deviene pretexto–bandera de la nueva arremetida de Estados Unidos. Esta vez, los partidos de la oposición desempeñan un papel secundario. Ocupan la línea de avanzada nutridos grupos de estudiantes de varias universidades –privadas y estatales–, guiados por líderes que desde 2005 comenzaron a ser formados fuera de Venezuela en agencias vinculadas al gobierno norteño, entre ellos el mozalbete Juan Guaidó.
Durante los años 2005 y 2006, seleccionan a grupos de jóvenes venezolanos que viajan a Belgrado, Washington y Boston con el fin de recibir talleres de formación y capacitación. Su objetivo real es organizar movimientos de presión contra el gobierno bolivariano, según las experiencias de las llamadas “revoluciones de colores” o los “golpes suaves”. Esos jóvenes irrumpen a principios de 2007 en el escenario venezolano con el nombre de “manos blancas”, y son amplificados por una intensa cobertura mediática nacional e internacional. Su aparente motivación es defender la libertad de expresión y la democracia en Venezuela, y utilizan de alegato el tema de Rctv. Junto a movidas pacíficas, agreden a las fuerzas del orden y son víctimas de francotiradores –instrumentos del plan–, con saldo de algunos muertos y heridos que adjudican al gobierno. Con la bandera de la “no violencia”, provocan disturbios a fin de crear inestabilidad y caos.
A la par, Washington promueve acciones para desestabilizar la economía, y sobre todo generar escasez de alimentos básicos. Logran un nivel de 26 % de escasez como promedio en el año, el más alto desde el paro petrolero en 2002. También inducen la inflación hasta 30 %, la más elevada en cinco años. Bush realiza una gira por Europa y en todas partes conspira contra Venezuela. Un documento–testimonio de tal coyuntura, de la Agencia Nacional de Seguridad de los Estados Unidos y develado en 2013 por Edward Snowden al diario británico The Guardian, incluye a Venezuela entre los seis “objetivos prioritarios” del imperio junto a China, Rusia, Corea del Norte, Irán e Iraq. Este es un dato fundamental, para entender las crecientes y diversas acciones públicas y encubiertas del imperio contra Venezuela, desde aquellos años.
Nueve de cal, una de arena
La propuesta de reforma, formalizada por Chávez en agosto de 2007, dispara la fase más agresiva del plan para debilitar su figura, desgastar al gobierno bolivariano y crear las condiciones para un golpe de Estado y/o la intervención militar directa. Vuelven a desplegar el grupo estudiantil contrarrevolucionario, secundados por los partidos y Ongs de ese signo, la cúpula de la iglesia católica y los medios de comunicación privados nacionales y extranjeros. Chávez los enfrenta mediante acciones resueltas y al calor de las pugnas expone y defiende el proyecto de Reforma de la Constitución. Crea un solo partido de la Revolución (Partido Socialista Unido de Venezuela). Atiende las relaciones internacionales, incluidos numerosos viajes, para fortalecer los nexos políticos y económicos y dedica varias jornadas a estimular un proceso de paz en Colombia.
Sus conceptos sobre cómo defender la Revolución frente al imperio y la oligarquía local, alcanzan un alto grado de lucidez. El 11 de abril recomienda no subestimar al adversario: “El diablo no duerme, decía mi abuela, hay que recordarlo, y (…) el imperio norteamericano no descansa ni descansará para tratar de detener la Revolución Bolivariana”. Alerta contra las falsas ilusiones: “Nunca la oligarquía venezolana, nunca el imperio norteamericano nos aceptará. Siempre estarán fraguando maniobras para tratar de sacarnos de aquí, a menos que nosotros cambiemos y nos entreguemos a ellos; pero eso aquí no está previsto”. Y el 2 de junio, enfatiza una idea que siempre aplica: “Cada plan desestabilizador de la oligarquía venezolana, manipulada por el imperio norteamericano, será respondido con una nueva ofensiva revolucionaria”. Explica en forma gráfica el nuevo guion del enemigo: “Ellos prenden una mecha lenta y van dándole y dándole a la mecha lenta, esperando una carga explosiva, buscando la explosión”, dice el 6 de junio. De contrapartida, fomenta un amplio movimiento estudiantil bolivariano, que junto al resto del pueblo y con el liderazgo del barinés realiza formidables movilizaciones.
El texto de la Reforma es largo, a veces denso y difícil de entender, aunque virtuoso y favorable a un verdadero poder popular y el desarrollo integral de la nación. Varios dirigentes bolivarianos tienen reservas, por ejemplo, a “la nueva geometría del poder” y a no ser incluidos en la posibilidad de la elección continua, entre ellos gobernadores, alcaldes y diputados. Pocos explican al pueblo los contenidos y la Asamblea Nacional incluye numerosas nuevas propuestas, que hacen más difícil de entender el proyecto. Mientras, los adversarios realizan una campaña bien pensada. En especial, utilizan los prejuicios sobre el socialismo subyacentes en muchas personas, por ejemplo, el temor a perder la propiedad. Además, la escasez inducida y el aumento de la inflación se divulgan como anticipo de lo que ocurriría si es aprobada la Reforma y se instaura el socialismo.
Por estas y otras causas, asociadas a errores y debilidades de la Revolución y a la astuta actuación de sus antagonistas, la reforma es rechazada por una ínfima diferencia de votos: 49,27 % vota sí y 50,7 % se opone. La abstención alcanza 44 %. Casi 3 millones de seguidores de Chávez no ejercen el voto, bien porque no entienden la Reforma o porque están en contra y no quieren oponerse a él. Eso explica el revés. La oposición (el Sí) suma un poco más de votos que en la elección presidencial, o sea no crece. Y Chávez resta casi tres millones.
Con amargura e hidalguía él reconoce la derrota. Por primera vez pierde una elección, de diez celebradas desde 1999. No duda en aceptarlo, y está seguro de que no es el fin de la Revolución. Sus adversarios foráneos quedan sin argumentos para seguir acusándolo de dictador y antidemocrático, al menos por un tiempo. Ese es un saldo positivo. Otro, más importante, es la profunda autocrítica y el contraataque que él conduce una vez que digiere el inesperado revés, a fin de convertirlo en una oportunidad para fortalecer la Revolución.
Vísperas de Navidad, decreta una amnistía en la que incluye entre otros a Henrique Capriles Radonski y a Leopoldo López, incursos en actos ilegales durante el golpe de abril de 2002. Sin embargo, Estados Unidos y la contra exigen que también lo haga con Pedro Carmona Estanga y los criminales golpistas presos. Tratan así de anular el efecto positivo del gesto humanitario y de paz. No dan tregua. Así proceden siempre.
Chávez se recupera; el imperio y la contra también
El barinés va a lo profundo de la exigua derrota e identifica varias causas. Comprende que se ha apresurado en dar ese paso radical; la divulgación y explicaciones directas al pueblo de la reforma resultaron insuficientes y existen problemas y errores que es urgente encarar. Asume en público su responsabilidad y lanza un amplio programa de rectificación y avance, que resume en tres R: Revisión, Rectificación y Reimpulso. Y ratifica que la brújula seguirá orientada por el Proyecto Nacional Simón Bolívar, primer plan socialista aprobado para el lapso 2007–2013.
Lograr su primera victoria electoral y política, animan al imperio y a la contra. Washington busca aprovechar al máximo el traspié de Chávez: incrementa la ayuda monetaria y la asesoría a los partidos y Ongs afines, entre ellos a Súmate, dirigida por su agente María Corina Machado; coloca otra vez en sus listas oficiales al gobierno bolivariano, como violador de los derechos humanos y auspiciador del terrorismo y del narcotráfico; e intensifica las campañas mediáticas contra el presidente bolivariano, acusándolo de antidemocrático, demagogo y desestabilizador de otros gobiernos. Además, promueve tras bastidores un conflicto entre Venezuela y Colombia, que incluye la posibilidad de una guerra entre ambos países, como pretexto para una intervención directa. Chávez y la cancillería responden a todas las acusaciones e intrigas de Estados Unidos. Él ayuda a iniciar un proceso de paz en Colombia y fomenta nexos bilaterales constructivos con el vecino país.
Por primera vez en el caso de Venezuela, en 2008 Estados Unidos sanciona a tres altos funcionarios del gobierno, acusándolos sin pruebas de mantener vínculos con el terrorismo y el narcotráfico. Y en el Informe Anual de Amenazas clasifican a Venezuela como la “principal amenaza contra Estados Unidos en el hemisferio”. Estas y otras acciones apuntan hacia la criminalización del gobierno venezolano, para crear pretextos que justifiquen futuras agresiones.
A finales de 2008 se celebran comicios regionales, a cuyo proceso Chávez dedica un esfuerzo especial, a la par que atiende con esmero la forja del Psuv, que elige a sus candidatos por medio de elecciones internas directas de sus bases. Chávez apuesta a que ese evento confirme el derrotero victorioso de la Revolución y se enfoca en lograrlo. La alianza bolivariana gana 17 de las 22 gobernaciones en disputa y el 80 % de las alcaldías. A un año de fracasar la reforma, ello permite medir el sustantivo apoyo del pueblo a la revolución, y el impacto positivo de las tres R, aunque la oposición gana las tres más importantes gobernaciones (Zulia, Miranda y Carabobo) y la alcaldía mayor de Caracas. Chávez decide aprovechar el triunfo para promover un referendo al comenzar 2009, para hacer una enmienda a la Constitución que permita la reelección continua de todos los cargos elegibles. La resuelta iniciativa sorprende a sus oponentes. Y gana con el 55 % de los votos, una cifra que revela cierto desgaste, aunque el laurel es inobjetable y crucial. Así, al comenzar 2009 ha logrado neutralizar y derrotar las agresiones, presiones y maniobras del imperio durante los ocho años de la administración Bush, quien solo se ha anotado el autogol de su adversario el 2 de diciembre de 2007.
Chávez vs Obama
¿Cómo actúa Estados Unidos y la contrarrevolución bajo la administración de Barack Obama en el período 2009–2012? ¿De qué modo, el imperio y la contrarrevolución aprovechan la grave enfermedad del líder bolivariano a partir de junio de 2011? ¿Cómo procede Chávez frente a Obama? ¿De qué manera él afronta los retos frente a los adversarios, en medio de su cruel dolencia?
Cuando Obama asume el 20 de enero de 2009, hereda un escenario en nuestra América donde predominan gobiernos progresistas y revolucionarios. Encuentra en la frontera sur una fuerte corriente de integración y unidad, que ha tomado forma a partir de 2003 en diferentes eventos y organizaciones autónomos de Estados Unidos, incluido un embrión de todos los estados de la región. Obama sabe que el papel de Chávez en tales mudas ha sido y continúa siendo muy importante. La Revolución Bolivariana se convirtió en la fuerza impulsora principal de la nueva correlación de fuerzas continental. Además, el barinés comprende muy bien el aporte histórico y el prestigio de la Revolución Cubana y de su líder, con quien anuda ideas y quehaceres a favor de la unión nuestra americana de orientación bolivariana.
Obama pretende recuperar los espacios perdidos por su país en la América Latina y el Caribe, e inaugura la estrategia del poder inteligente (smart power). Combina los instrumentos tradicionales del denominado poder duro (hard power) –el uso del poderío militar y la coerción económica– con los instrumentos del poder blando (soft power). Mas el líder bolivariano descifra muy bien al nuevo presidente y decide desenmascararlo, aunque espera a que los hechos demuestren la verdad. En la V Cumbre de las Américas, celebrada en Trinidad y Tobago el 17 y el 18 de abril de 2009, el flamante presidente gringo exhibe en el terreno su proyección hacia América Latina y el Caribe. Allí expresa que Estados Unidos sería un actor más en el hemisferio y no la potencia hegemónica. Pero esas declaraciones se las lleva el viento. En esa cumbre, el barinés actúa hacia su homólogo con sumo tacto, a la vez que expone sus opiniones sobre cómo debían ser los nexos de Estados Unidos con la región. Sorprende mediante una acción de elevado impacto simbólico, cuando le regala a Obama el libro de Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina. Narra después, en una entrevista el 17 de enero de 2010, que el mensaje implícito era: “lea la historia, porque es imposible que venga usted a hablar de un futuro sin mirar el pasado de ese imperio que usted ahora preside (…), todos los atropellos que han cometido contra los pueblos de América Latina y el Caribe”.
En junio de 2009 sucede el golpe de Estado en Honduras contra el presidente Manuel Zelaya y Chávez se pone al frente de la solidaridad continental, para ayudar a derrotarlo. Actúa consciente de que ese zarpazo del imperio al eslabón más débil de los gobiernos progresistas, pretende iniciar una contraofensiva continental. Obama desarrolla así una política de doble carril: la subrepticia, de la CIA y el Pentágono, a cargo de diseñar y orientar el golpe, y la pública, ejecutada por el Departamento de Estado y el propio mandatario, que aparentan rechazo a la acción golpista. Al principio, su gobierno disminuye las declaraciones oficiales contra Venezuela. La dinámica progresista de la región, influye para que, en una primera etapa, Obama maneje con más cautela su política hacia el gobierno bolivariano. Aunque durante los años 2009 al 2012, este sigue siendo acusado de apoyar el terrorismo, colaborar con el narcotráfico y violar los derechos humanos. El objetivo continúa siendo aislar y debilitar a Venezuela, hasta poder derrotar y extirpar la Revolución.
Chávez no rehúye poner en evidencia a Obama. Verbigracia, en una entrevista por televisión, en enero de 2010, dice que este puede terminar siendo “sólo una ficha del imperio, que sigue actuando y arremetiendo contra el mundo hasta de manera mucho más feroz y agresiva que en tiempos de Bush, que es bastante decir”.
Elecciones de diputados en 2010: la contrarrevolución crece en la AN
Con la orientación de Washington, los partidos opositores, organizados ahora en la Mesa de Unidad Democrática (MUD) deciden participar en las elecciones de la Asamblea Nacional (AN), el 26 de septiembre de 2010. La MUD se compromete a respetar la Constitución, y formula un programa que trata de ocultar sus objetivos restauradores bajo el nombre de «100 soluciones para la gente». La mayoría de sus partidos presentan candidaturas unitarias a los comicios legislativos y movilizan ingentes recursos. Logra obtener el 47.2% de los votos (65 escaños) y el Psuv 48.1%, aunque gracias a la norma el partido bolivariano obtiene 98 escaños, la mayoría simple. De tal modo, la oposición contrarrevolucionaria alcanza una votación cercana a la del Psuv. Sumado el 3 % que obtiene el Partido Patria para Todos, que se ha separado de la alianza bolivariana, es ostensible el desgaste del oficialismo, luego de tener el control absoluto de la AN, y el ascenso electoral de la oposición. Las causas están asociadas en primer lugar a debilidades y problemas endógenos de la Revolución, que Chávez ha identificado muchas veces alertando además que son los flancos por donde el enemigo ataca y puede avanzar.
Durante su discurso ante la nueva AN el 15 de enero de 2011, tiende un puente a los diputados de la oposición. Después de cinco años vuelven al hemiciclo y los invita a respetar el carril constitucional. Aborda el papel intrigante de Estados Unidos: “Nos incitan a la desconfianza entre nosotros. (…) Ustedes no ven a Wikileaks, toda la capacidad de intriga de los agentes de Estados Unidos (…) una capacidad inaudita para intrigar, para poner a dudar, para mentir”. Y exclama: “¡No caigamos víctimas de los intrigantes!”. Aunque sabe que casi todos esos diputados forman parte de tal entramado, adopta una postura constructiva como suele hacer y hurga en las causas de tales resultados electorales, asociados a la actuación enemiga pero también a debilidades y errores dentro del Estado, a escala nacional y regional.
Washington acelera sus planes al enfermar Chávez
La agresión de Estados Unidos a Libia en marzo de 2011, secundada por aliados europeos y avalada por el Consejo de Seguridad de la ONU –gracias a que Rusia y China se abstienen–, provoca una elevada preocupación en Chávez. Le inquieta mucho que se convierta en un precedente para una futura agresión a Venezuela. Y no cesa de denunciar el ataque y de expresar solidaridad al pueblo libio y al presidente Gadafi.
En este contexto, Estados Unidos decide imponer el 24 de mayo sanciones a Pdvsa, por haber vendido a Irán dos cargamentos con aditivo para gasolina. Es la primera vez que utiliza esa coacción. Chávez refuerza su idea de que es urgente prepararse para las variantes peores, incluso una intervención militar directa. Tal acción contra Pdvsa y las amenazas públicas empleadas por el gobierno estadounidense, están asociadas a la pretensión de desestabilizar el país de cara a las elecciones presidenciales de 2012, como hiciera en 2007. Él responde enseguida vía Twitter: “¿Sanciones contra la Patria de Bolívar, impuestas por un gobierno imperialista gringo? Muy bien. ¡Entonces aplíquelas señor Obama! ¡No olvide que nosotros somos los hijos de Bolívar!”.
En junio de 2011, su sorpresiva grave enfermedad crea un nuevo escenario. El imperio y la contrarrevolución no tardan en reajustar sus planes. Calculan que ha llegado la oportunidad de acabar con la Revolución Bolivariana. Predicen que la muerte de Chávez sucederá en breve tiempo y actúan en consecuencia. Mueven de inmediato su maquinaria de guerra psicológica y otros instrumentos desestabilizadores, a fin de crear condiciones que permitan hacerse del poder en el corto plazo. Entre las opciones incluyen la vía violenta y las elecciones presidenciales sin el líder bolivariano, si él fallece o queda inhabilitado por su enfermedad. Las serpientes se excitan y lanzan mordiscos y veneno por doquier. No pierden un minuto. Chávez encara las falacias sobre su dolencia, mantiene informado al pueblo, sin soltar las riendas de la revolución, y alerta que el imperio trata de aprovechar tal circunstancia para generar incertidumbre y divisiones. Enfatiza: pretenden crear un escenario inestable, que permita intentar un golpe de Estado y si no fuera posible, o, además, una intervención militar directa tipo Libia.
Vía telefónica, el 14 de agosto del 2011 dice a los participantes en un evento del Psuv que la Revolución enfrenta a una oposición cuya dirigencia está “loca, loquita”, que manipula y envenena: “Están llamando de nuevo a la violencia, están atacando las instituciones, están hablando otra vez de vacío de poder, algunos pidiendo mi renuncia, otros mi muerte, otros que entregue el gobierno, otros que haya una rebelión militar, otros que intervengan los yanquis, pidiéndolo abiertamente hasta por cartas, otros que intervenga la extrema derecha europea, otros piden que nos apliquen la fórmula Libia, la fórmula Siria, Naciones Unidas”. Y cierra con un mensaje clave: los enemigos no podrán derrotar a la Revolución, “pero depende de nosotros”. Preocupado porque Estados Unidos pueda aplicar en el futuro “la fórmula Libia” al sur de su frontera, propone el 9 de septiembre de 2011 en una reunión del Alba, frenar “la locura imperial”. E insiste en una idea medular: “No podemos nosotros permitirlo. Desde América Latina y el Caribe tenemos que consolidar este espacio como una zona de paz”.
El parto de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), en Caracas, el 2 de diciembre de 2011, es un reconocimiento histórico al Libertador y también al papel de Chávez en ese empeño. Y representa una derrota importante para el poder hegemónico de Estados Unidos en el hemisferio. Por eso el diario venezolano El Universal, vocero sin matices de la oligarquía y de la Embajada gringa, publica el 19 de ese mes una entrevista exclusiva al presidente Obama (inducida por el Departamento de Estado). Es una obvia acción de Washington contra la Celac y su principal gestor. Afirma que a Estados Unidos le “preocupan las acciones” del Gobierno de Hugo Chávez, pues hay algunas que “han restringido los derechos del pueblo venezolano, han amenazado los valores democráticos básicos y han dejado de contribuir con la seguridad en la región”. Crítica los nexos de Venezuela con Irán y Cuba, la supuesta restricción a la libertad de prensa y la separación de poderes, y sostiene que ha demostrado muy poco interés en los “esfuerzos comunes para impedir el terrorismo y el narcotráfico”. Chávez le pega duro en el mentón el mismo día. Obama es “la voz del imperialismo”: “Métete con tus cosas chico, dedícate a tú país que lo tienes vuelto un desastre vale, dedícate a gobernar a tu país, ahora andas buscando votos atacando a Venezuela, no seas tan irresponsable chico, farsante. Obama, eres un farsante, déjanos tranquilos que nosotros somos libres y más nunca seremos colonia tuya ni de nadie”.
¿Por qué esa inusual entrevista del presidente de Estados Unidos a un diario venezolano, conocido por su servilismo al imperio? Obama ha querido dar un espaldarazo a sus cómplices locales y enviar un mensaje a los aliados de otros países. Desde que se anunciara la enfermedad de Chávez, su gobierno no cesa de hostigar a Venezuela y junto a la contrarrevolución redoblan las campañas públicas y la conspiración. Presumen que la desaparición física del líder bolivariano creará un escenario óptimo para el jaque mate anhelado, y desde ya han comenzado a mover sus piezas.
2011 fue un año favorable para la Revolución Bolivariana. El PIB superó más de tres veces el de 1998 y crece 4 %, después de casi dos años de recesión. La inversión social en los 12 años de gobierno bolivariano llega a 468 mil millones de dólares, cuatro veces mayor respecto del período 1986–1998. Se ha logrado mantener la estabilidad política y las varias estadías de Chávez en La Habana, con motivo de su enfermedad, han sido cubiertas con éxito por un numeroso grupo de dirigentes en todos los niveles y el pueblo movilizado.
En 2012, el imperio comienza a emplear otro componente de su plan: la guerra económica. Incluye el desabastecimiento programado, el ataque al valor del bolívar para aumentar la inflación, el aumento del contrabando de extracción y una campaña de los medios para generar zozobra y desconfianza en los mercados. Es el comienzo de la nueva agresión no convencional, cuyos ingredientes económicos y financieros son fundamentales para el desenlace contrarrevolucionario en cualquier variante. Es también su aporte directo para favorecer a la contrarrevolución en las elecciones de diciembre.
Washington sigue con interés las posibilidades reales de que algún candidato opositor pueda ganarle las elecciones a Chávez, pero no avizora ninguno. Una vez electo en primarias Henrique Capriles Radonski, las encuestas indican que este perderá por un margen amplio. Ello hace más difícil el “plan b”, o sea desconocer los resultados y promover un golpe de Estado, con una amenaza real de intervención. Además, el escenario regional no favorece tal extremo. Aunque el gobierno de los Estados Unidos se involucra a fondo en el apoyo del candidato de la oposición, y logra que sea solo uno, con recursos monetarios, asesoría y otras variantes –por ejemplo, el uso de robots para hacer cientos de miles de llamadas grabadas desde el exterior a favor de Capriles–, sus voceros y autoridades no se inmiscuyen de manera pública en el proceso. Quieren evitar que Chávez pueda sacar provecho, si Obama apoya abiertamente a Capriles.
El barinés, no obstante, insiste en el nexo del imperio con la oposición, y enfatiza una vez más que la intención de esta es volver a entregar el país al dominio de los Estados Unidos y restaurar la IV República. Sin embargo, no coloca en el centro de sus discursos el enfrentamiento a Obama (como hizo con Bush en las presidenciales de 2006), e incluso llega a decir que si él fuera estadounidense votaría a su favor (toma muy en cuenta, con seguridad, que el candidato republicano es ultra reaccionario).
El 7 de octubre, el pueblo reelige a Chávez para cumplir su tercer mandato con el 55 % de los votos emitidos: el mismo porcentaje que obtuviera en el referendo de 2009 que aprobó la reelección continua y 8 % menos que en las presidenciales de 2006. Aventaja en 10 puntos a su contrincante, a pesar de haber tenido que cargar durante su campaña la cruz de la dolorosa enfermedad y ser afectado por yerros y debilidades dentro del poder bolivariano, además de los efectos de la desestabilización económica, aún en fase incipiente.
El gobierno de Obama reconoce el inobjetable triunfo al siguiente día y lo mismo hace Capriles Radonski, para evitar enfrentamientos que beneficien a Chávez, en una circunstancia donde esperan su pronto deceso. Él toma la iniciativa y habla con Capriles por teléfono, e incluso hace bromas. Exhorta después a la oposición a que respete el sistema constitucional y al gobierno legítimo, a fin de preservar la paz y la estabilidad del país. Dice: “Para ellos nuestro reconocimiento, el candidato de la derecha y sus comandos de campaña acaban de anunciar al país que reconocen la victoria bolivariana. Eso es un paso muy importante en la construcción de la paz en Venezuela, de la convivencia de todos nosotros”. Y hace un llamado “a los que andan promoviendo el odio, a los que andan promoviendo el veneno social, a los que andan siempre tratando de negar todas las cosas buenas que ocurren en Venezuela, los invito al diálogo, al debate y al trabajo conjunto por la Venezuela Bolivariana”. Esta ha sido siempre la postura de Chávez, aunque sabe las razones que mueven a sus adversarios y en el fondo no se hace ilusiones. Conoce muy bien la genética del imperio y de la oligarquía venezolana, desde los tiempos de Bolívar.
Último mensaje de Chávez: No bajar la guardia
A dos meses del histórico triunfo electoral, consciente de que se ha agravado su enfermedad, el 8 de diciembre, desde Miraflores, con plena lucidez del momento decisivo que vive el país, dice: “Patriotas de Venezuela, hombres y mujeres: Rodilla en tierra, unidad, unidad, unidad de los patriotas. No faltarán los que traten de aprovechar coyunturas difíciles para mantener ese empeño de la restauración del capitalismo, del neoliberalismo, para acabar con la Patria. No, no podrán, ante esta circunstancia de nuevas dificultades –del tamaño que fueren– la respuesta de todos y de todas los patriotas, los revolucionarios, los que sentimos a la Patria hasta en las vísceras como diría Augusto Mijares, es unidad, lucha, batalla y victoria”.
Y avizorando un posible desenlace fatal, o que él no pueda continuar al mando porque su enfermedad lo impida, desde su gigantesca estatura pide en ese momento crucial al pueblo y a todos los dirigentes bolivarianos, que apoyen a Nicolás Maduro al frente de la Revolución: “(…) si algo ocurriera, repito, que me inhabilitara de alguna manera, Nicolás Maduro no sólo en esa situación debe concluir, como manda la Constitución, el período; sino que mi opinión firme, plena como la luna llena, irrevocable, absoluta, total, es que –en ese escenario que obligaría a convocar como manda la Constitución de nuevo a elecciones presidenciales– ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Yo se los pido desde mi corazón”.
Un testigo íntimo de excepción, Jorge Arreaza, en su conmovedor y riguroso testimonio IRREVERSIBILIDAD… COMO LA LUNA LLENA. CRÓNICA DE LA ÚLTIMA PROCLAMA, narra cómo en esos días y noches difíciles y angustiosos, Chávez alertó al grupo de dirigentes más cercano sobre la arremetida que el imperio comenzaba a emprender y que con certeza acrecentaría, en el extremo de su desaparición física. En el IV (y último) artículo, dedicado al lapso 2013–2024, abundaré en ello.
Seis días después de esa última proclama, el 14 de diciembre, Obama ofrece declaraciones al reaccionario Canal Univisión. Sus respuestas son pensadas en función del esperado desenlace, que desean y esperan los enemigos de la Revolución Bolivariana. Dice: “No vamos a cambiar nuestras políticas, que tienen como prioridad que haya libertad en Venezuela”. De inmediato, la cancillería venezolana emite un comunicado en el que “rechaza de la manera más tajante las declaraciones indignantes del Presidente de los Estados Unidos Barack Obama, acerca del Presidente Hugo Chávez y de Venezuela”
El 26 de diciembre, el Vicepresidente Ejecutivo, Nicolás Maduro, advierte que detrás de la campaña contra el presidente Chávez y su estado de salud, está el imperio y sus laboratorios de guerra psicológica: “Tienen el alma podrida de odio, amargura, desprecio y revanchismo”.
Un mes más tarde, el 26 de enero de 2013, Maduro da a conocer un mensaje del presidente Chávez (a saber, el último), que revela su preocupación por los planes contrarrevolucionarios del imperio y la plena confianza en el pueblo bolivariano civil y uniformado: “Díganle a mi Fuerza Armada Nacional Bolivariana, a los soldados de la Patria, que me emociona y les agradezco emocionado su lealtad, su unión, y los llamo a mantenerse en despliegue permanente por todos los caminos de la Patria, garantizando la estabilidad, la soberanía y la seguridad de nuestro pueblo. A nuestro pueblo, un llamado a no bajar la guardia ante la conspiración permanente del imperialismo y la derecha nacional. ¡No bajar la guardia!”.
2013: Washington decide socavar y vencer a la revolución en breve
En IRREVERSIBILIDAD… COMO LA LUNA LLENA. CRÓNICA DE LA ÚLTIMA PROCLAMA, Jorge Arreaza narra el momento en que Chávez se reúne con un pequeño grupo de dirigentes de la Revolución, en La Habana, luego de conocer a inicios de diciembre de 2012 que debía someterse a otra operación, muy riesgosa, al comprobarse la reaparición del cáncer: “Nos planteó entonces tres escenarios posibles: 1. Que la cirugía fuese exitosa, su sistema inmune resistiera y que se reincorporase pronto a sus funciones de Jefe de Estado. 2. Que el resultado de la cirugía fuese muy poco alentador y no estuviese en condiciones de seguir gobernando. 3. El peor de los desenlaces: su partida física”.
Dice Arreaza que en ese instante Chávez les pide “darle continuidad a la Revolución en cualquier circunstancia”. Y decide viajar a Caracas a fin de informar al pueblo, para solicitarle, en especial, el pleno respaldo a Nicolás Maduro en caso de que él no pudiera seguir gobernando, o en la peor variante. Tenía la absoluta certeza de que era imprescindible garantizar la continuidad del liderazgo de la Revolución, y preparar al pueblo para enfrentar las arremetidas que Estados Unidos acrecentaría, para derrocar a todo precio el poder bolivariano.
Continúa Arreaza: “Ya en aquel momento, el Comandante Chávez nos advertía que, una vez lograda la estabilidad política con su triunfo electoral y la vigencia de la enmienda constitucional que contemplaba la reelección continua, el imperialismo y sus agentes venezolanos aumentarían la agresión abierta a la economía venezolana, para tratar de afectar el modelo redistributivo en construcción e impedir que la transición al socialismo fuese ‘humanamente gratificante’. Nos llamaba a estar preparados para afrontar lo que él denominaba ya una feroz ‘Guerra Económica’. La confrontación sería determinante, pues, por una parte, el Presidente tenía la determinación de radicalizar la Revolución Bolivariana en su dimensión económica y, por la otra, el imperialismo ya había escogido el campo de la economía para la confrontación final”.
Así fue, y más, mucho más… Las nuevas y extremas variantes de la guerra híbrida desplegada por Washington y sus aliados contra Venezuela desde marzo de 2013, han puesto al desnudo, como pocas veces, las entrañas del monstruo que avizorara José Martí y antes alertara Bolívar: “Los Estados Unidos de Norteamérica parecen destinados por la providencia para plagar la América de miserias a nombre de la libertad”.
No pretendo, ni es menester, porque son muy conocidas, enumerar las disímiles, numerosas y draconianas acciones que emprendió el imperio en contra del gobierno bolivariano, con horrendas consecuencias humanas para el pueblo venezolano todo, desde que Nicolás Maduro asumiera la Presidencia y el liderazgo de la Revolución.
Ofrezco tres ideas:
1. Estados Unidos y la contrarrevolución no renunciarán jamás a su objetivo de revertir en Venezuela el proceso de liberación nacional y emancipación social más relevante de nuestra América en el presente siglo.
2. Su afán es controlar las pródigas riquezas de Venezuela y cambiar el signo de su papel geopolítico hemisférico y mundial. La razón de fondo es que no admite, en el que considera su traspatio, ningún gobierno que adopte posiciones soberanas, y menos que sea capaz de retar su poderío y convertirse en un paradigma para los demás pueblos del mundo.
3 ¿Resultados? Han sido muy diferentes a los esperados por el poderoso agresor, pero esto lo hace más peligroso: la típica fiera herida. Ningún otro país de nuestro hemisferio ha adoptado posturas tan firmes, radicales e independientes, luego que Cuba se irguiera desde 1959. La Revolución Bolivariana con el liderazgo del Comandante Presidente, terminó afianzada en 2013 frente a todos los inclementes embates de sus antagonistas. Y en estos últimos 11 años, el pueblo, sus leales fuerzas armadas bolivarianas y el Psuv, juntos a aliados diversos y guiados por Nicolás Maduro, han resistido miles de bombas de efectos tan dañinos como las empleadas en cualquier guerra moderna.
Al comprobar que no pueden someter al bravo pueblo de Bolívar y Chávez, a los militares patriotas, al presidente Maduro y al liderazgo revolucionario, utilizan cada vez más los métodos y recursos que suelen emplear para destruir a sus adversarios: visibles y soterrados, económicos y militares, políticos y diplomáticos, brutales y sutiles, directos o mediante los acólitos vernáculos y también a través de gobiernos aliados o títeres, y de entes internacionales controlados por ellos, como la OEA y el extinto Grupo de Lima.
Financian y orientan a sus cómplices dentro de Venezuela. Decretan que ese país es una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos y adoptan más de 930 medidas criminales de bloqueo económico y financiero, además de sanciones ilegales e inmorales a figuras públicas y el robo de bienes de la República –como la empresa Citgo en EEUU y el oro depositado en Gran Bretaña–, que impactan a toda la población, incluida una oleada migratoria superior a las generadas por guerras convencionales. Chantajean, compran desertores, tratan de dividir a las Fuerzas Armadas Bolivarianas y promueven de forma desesperada un golpe de Estado.
Presionan con un “menú” diabólico (“tenemos todas las opciones sobre la mesa”, repiten), y hasta amenazan con una agresión militar. Desestabilizan, provocan violencia, crean zozobra. Implementan actos terroristas y magnicidios, incluso del Presidente y de altos dirigentes y militares, ofreciendo hasta una recompensa millonaria y vergonzosa por “la cabeza” del primer mandatario. Desarrollan al unísono acciones sistémicas mediáticas y sicológicas, a fin de suscitar una especie de neurosis colectiva, que haga perder el control racional de su conducta a millones de personas y voten a favor de sus verdugos en los actos comiciales.
Promueven el relato de que en Venezuela existe una dictadura, se ha desatado una crisis humanitaria por culpa del gobierno, hay un Estado controlado por el narcotráfico que además apoya el terrorismo, viola los derechos humanos y está próximo a ser –o ya lo es– un “Estado fallido”. Inundan con tales mentiras buena parte del mundo occidental y otros países afines, y hasta logran que se abra un expediente a Maduro en la Corte Penal Internacional.
Justifican y manipulan sin sonrojarse el hondo dolor y las penurias que infringen a la gente, movidos por sus ambiciones coloniales. Y sacan también provecho de los deslices del poder bolivariano. Todo vale para destruir la Revolución. Violan las leyes internacionales sin mesura ni pudor, mientras gritan una y otra vez: ¡al ladrón! Y si de Venezuela se trata, el poder profundo de Estados Unidos actúa sin fisuras: demócratas y republicanos por igual, imperialistas todos.
Hitos de las agresiones y de la resistencia creativa de Venezuela, entre 2013 y 2024
Luego de la desaparición física del líder bolivariano, Washington agiliza los planes restauradores de la IV República y se propone lograr el jaque mate en breve. Y ciertos hechos coyunturales hacen correr más viento a su favor: sobre todo el desplome del precio del petróleo y una dilatada sequía entre 2013 y 2015, que además afecta muchísimo el servicio eléctrico. Tormenta fatal, que refuerzan mediante la implacable guerra económica y, en lo externo, mediante el ascenso de gobiernos reaccionarios en Argentina y Brasil. En este último país, a través de un golpe parlamentario del que los Estados Unidos fue su promotor soterrado, como antes hiciera en Paraguay contra el presidente progresista Fernando Lugo.
La primera prueba de que el poder estadounidense y sus partidarios venezolanos se proponen enfrentar sin recato al gobierno de Nicolás Maduro, ocurre al anunciarse el triunfo de este en las elecciones del 15 de abril de 2013. El perdedor, Henrique Capriles Radonski, desconoce en forma destemplada el resultado y convoca a sus adeptos a protestar, “para soltar la arrechera”, mientras Washington exige que se haga un reconteo de votos. Una vez más, la oposición y el imperio niegan el resultado de las urnas cuando les desfavorece, para justificar la violencia desestabilizadora, y empiezan a “calentar” las calles en sus predios de siempre.
Pero el hito mayor que marca el comienzo de la nueva etapa, ocurre 23 meses después, cuando Barack Obama firma el 8 de marzo de 2015, el Acta Ejecutiva donde se declara a Venezuela una amenaza extraordinaria e inusual para la seguridad nacional y la política exterior de Estados Unidos. Tal es el marco jurídico para llevar adelante sus objetivos contra otro país, que consideran enemigo. Una especie de declaración de guerra híbrida. A partir de ahí, el imperio actúa sin ocultarse. Al contrario, muestra de modo prepotente su fuerza descomunal, a modo de chantaje.
Igual a todas las demás ocasiones en que la fiera norteña ha atacado sin piedad a Venezuela, el gobierno bolivariano apoyado por la inmensa mayoría del pueblo, rechaza de modo tajante y digno ese decreto, y en pocas semanas reúnen 11 millones de firmas contra la aberrada intrusión. Maduro entrega las rúbricas a Obama en la Cumbre de las Américas, celebrada en Panamá un mes después de este firmar el Acta. Ahí prevalecen aún los gobiernos con posiciones anti injerencistas y Obama trata de aminorar en forma demagógica la envergadura del decreto. Pero nunca rectifica. Y poco después se inicia una escalada brutal, que el nuevo presidente Donald Trump llevaría desde enero de 2017 al paroxismo imperial más extremo, continuado en 2021 sin solución de continuidad por Joe Biden, hasta el presente.
En 2014 Leopoldo López y otros dirigentes reaccionarios como María Corina Machado y Antonio Ledezma, quienes en abril de 2002 apoyaron el golpe fascista, ahora al compás de las nuevas partituras y acciones gringas vuelven a intentarlo. Siguiendo el guion made in USA, lideran una ola de violencia criminal en calles y plazas del Este de Caracas (“La salida de la dictadura, cambio ya”, dicen) donde son asesinadas más de 100 personas, algunas degolladas incluso solo por aparentar ser chavistas debido a su físico y vestimenta.
Estos hechos, como siempre sucede, sirven de pretexto a Estados Unidos y sus secuaces para inculpar al gobierno bolivariano. Al contrario, el presidente Maduro no ha cesado desde su ascenso al poder, de promover la paz, el diálogo y la convivencia respetando la Constitución, las leyes y la voluntad popular, y exigiendo desde su consecuente ejemplo personal que todos actúen de igual modo.
En esos años suceden hechos aleccionadores, que es imprescindible no olvidar. Evoco solo algunos. Por ejemplo, cuando en 2015 la oposición gana la mayoría de la Asamblea Nacional (que como siempre el poder bolivariano reconoce de inmediato), en vez de dedicarse a cumplir sus funciones, quien la preside, el histriónico contrarrevolucionario adeco Henry Ramos Allup, con el respaldo pleno de la coalición reaccionaria, declara que el objetivo de la AN es derrocar al presidente Maduro en seis meses. O sea, no es legislar, como establece la Constitución, sino conspirar y defenestrar al gobierno.
La embestida del Parlamento contra el Presidente y los demás poderes públicos, obliga al Tribunal Supremo de Justicia a hacer respetar la Constitución, y ante ello el imperio y la contrarrevolución vuelven a desatar actos de violencia desenfrenados, con saldo de decenas de muertes. Hasta que el presidente Maduro promueve, en 2017, elegir mediante el voto de la ciudadanía una Asamblea Constituyente, de plenos poderes, a fin de alcanzar por la vía democrática la paz, el diálogo respetuoso y derrotar a los fascistas. Fue así que la voluntad soberana del pueblo, detuvo la ola de violencia.
Pero no era dable contener la escalada de medidas económicas, políticas, militares y conspirativas de Washington, que acrecientan, cual sicópatas desenfrenados, en medio de la pandemia del coronavirus en 2019 y 2020… y siguen hasta hoy. Inventan la más insólita aberración: un “presidente” paralelo autoproclamado, en enero de 2019, especie de fantoche y bufón, que es respaldado con euforia triunfal por la contrarrevolución y reconocido al instante por Estados Unidos, que lo creó, y otros 50 países sujetos a sus aceradas cuerdas. El imperio también organiza una coalición internacional reaccionaria, pieza clave del nuevo plan que consideran, ese sí, inderrotable. Aparece en escena el llamado Grupo de Lima, formado por varios gobiernos títeres de la región, la OEA otra vez actúa como el ministerio de colonias de Estados Unidos y la Unión Europea y otros aliados de Washington, se suman a lo que pensaban sería el jaque mate a la Revolución Bolivariana.
Ocurren después intentos de asesinato del presidente Maduro, la operación militar Gedeón dirigida por un exmilitar yanqui, las conspiraciones para un golpe de Estado encabezadas por Leopoldo López y su mediocre subalterno Juan Guaidó, las furiosas declaraciones de Trump amenazando con una intervención militar… Mientras, el Comando Sur realiza maniobras en el Caribe, el desvergonzado presidente Iván Duque asume desde Colombia su papel entreguista y Elliott Abrams, el “lobo” a quien Trump le asigna la misión especial de devorar a Venezuela, actúa muy seguro del final, con la espada de Damocles en ristre y su cínica faz de matón a sueldo. Una trama que suponían infalible. Mas no incluía un pequeño detalle, de esos que el genial Cantinflas siempre alertara: la existencia de una auténtica Revolución democrática y popular, bolivariana y chavista, afianzada en la unión cívico–militar y en el rescate definitivo de los sagrados valores patrios.
Si algo comienza a ser notorio desde 2022, incluso dentro de Estados Unidos, es que Venezuela ha sido capaz de resistir esas agresiones avasalladoras y empezó a superar desde 2022 los estragos de tal guerra descomunal, gracias a la inmensa Revolución Bolivariana, hija salvadora de la Patria. Recomiendo leer el mensaje del presidente Nicolás Maduro a la nación, presentado a la AN en enero del presente año, sobre el balance de la gestión del gobierno en 2023 y las perspectivas futuras hasta 2030. Ahí podrá apreciarse, mediante datos e ideas convincentes, cómo desde el fondo del abismo, en los últimos tres años Venezuela ha comenzado a adelantar una fase de recuperación económica y social sustantiva. Creándose las bases para retomar la senda virtuosa del 2003 al 2013, que mutó en ese breve lapso, como en ningún otro país del mundo en aquel tiempo, las condiciones de vida materiales y espirituales del pueblo.
Venezuela ha reanudado su ascenso hacia un Estado de bienestar y una potencia media, como venía sucediendo antes de la arremetida imperial, apoyada por los mismos que han entregado su alma al diablo y ahora pretenden ganar la presidencia, el 28 de julio. Lo quieren lograr, aprovechándose de las penurias y el dolor provocados a todo el pueblo por la vil traición de ellos a la Patria.
28J: ¿Hacia el futuro o en pos del retorno al pasado?
No es un cambio de presidente y de gobierno lo que está en disputa el próximo 28 de julio. Son dos visiones de país, y de sus proyecciones internacionales y adhesiones geopolíticas. En verdad:
1 Es la revolución democrática, patriótica, justiciera, profundamente popular y humanista, o el triunfo de sus antagonistas imperiales y pitiyanquis que pretenden destruirla, para instaurar el capitalismo neocolonial y antidemocrático de la IV República, entregar la soberanía de la nación al imperio y sus riquezas al capital internacional.
2 Es la posibilidad de retomar con más fuerza la transición hacia el socialismo democrático bolivariano ideado por Chávez, que el pueblo y su liderazgo demostraron que era viable en la década prodigiosa, como ya ha comenzado a ocurrir en los últimos tres años, o caer en las redes de un régimen burgués, además mutilado, donde impera el egoísmo, la ley del más fuerte y la degradación de la República.
3 Es avanzar hacia la prosperidad y felicidad del pueblo mediante su protagonismo delante, o volver al camino de la injusticia, la dictadura del capital, la represión de los opuestos, y la sujeción al imperio, en su fase más perversa y avasalladora de cualquier proyecto nacional autónomo.
4 Es seguir impulsando la unión de las naciones latinoamericanas y caribeñas, a lo bolivariano y chavista, la solidaridad entre los pueblos de nuestra América y la inserción en el nuevo mundo multipolar que ya es irreversible, o someterse cual cordero al poderoso norteño en decadencia.
Estados Unidos no se equivocó en seleccionar desde hace años a la persona que representa, como pocas en Venezuela, sus intereses y objetivos restauradores. María Corina Machado Parisca, es miembro de una de las familias venezolanas oligárquicas más pudientes del siglo XX.
En 1999 se opuso a la Constituyente y luego promovió el voto contra la Constitución Bolivariana. Apoyó el golpe fascista en abril de 2002, firmó el acta del gobierno dictatorial de Carmona Estanga y enseguida respaldó el criminal intento de golpe petrolero. Ese año, en estrecho nexo con Estados Unidos, que la financió, creó la Fundación Súmate y como vicepresidenta de esta comenzó a operar a favor de los planes norteños y la contrarrevolución. En 2004, jugó un papel fundamental en el proyecto de defenestrar a Chávez por medio de un Referendo Revocatorio, que el pueblo convirtió en aprobatorio.
Para que no quedaran dudas de su apego al imperio, y del interés de este en promover su liderazgo, meses después, en mayo de 2005, fue recibida en la Casa Blanca por George W. Bush. Una foto emblemática, además de las relucientes piernas insinuadas por ella, mostró las entrañas proyanquis de la dama admiradora de Margaret Tatcher, al estrechar complacida la diestra del sonriente enemigo del pueblo venezolano.
En febrero de 2010, María Corina termina la misión en Súmate y gana un escaño en la Asamblea Nacional (AN), donde afianza y acelera su ambición de ser presidenta de la República. En enero de 2012, durante el discurso del presidente Chávez ante ese ente, desde el asiento de diputada lo interrumpe e increpa, acusándolo de ladrón. Chávez, leal a su precepto de que águila no caza moscas, de forma respetuosa le permite seguir hablando y después la muestra sin disfraz, desde la altura del cóndor. En realidad, ella utiliza de forma antiética ese escenario y momento, a fin de sumar votos en la oposición, que días después tendría las primarias para seleccionar el candidato que enfrentaría a Chávez en los comicios presidenciales, y ella aspiraba a lograrlo.
En marzo de 2014 acepta el cargo de embajadora alterna del gobierno de Panamá ante la OEA, para atacar a su patria, y por tal motivo es separada de la AN, al violar los artículos 149 y 191 de la Constitución. En tal momento, ya se ha convertido junto a los dirigentes venezolanos más reaccionarios y en contubernio con Estados Unidos, en servil instrumento del plan para derribar por cualquier vía el gobierno de Nicolás Maduro. Después no cesa de proclamarlo y conspirar tras ese fin. Por ejemplo, además de apoyar al fantoche Guaidó, igual que este promueve la intervención militar de Estados Unidos y se solaza con las criminales sanciones.
¿Acaso es necesario recordar otros momentos de su conducta antipatriótica, antidemocrática y antiética? Sería extenderme demasiado. Pero sí es menester reconocer algo: ella ha sido coherente y perseverante en su afán de defender siempre los intereses y planes subversivos de Estados Unidos y la instauración de un régimen burgués neocolonial, a imagen y semejanza de la IV República en su peor fase neoliberal, bajo los respectivos mandatos de Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera.
Con tales avales y sin la competencia de buena parte de los dirigentes de su calaña que están en el exterior, como Leopoldo López, Antonio Ledezma, Julio Borges y Juan Guaidó, la ambiciosa dama obtiene en los últimos años el respaldo político y cuantiosos recursos de Estados Unidos. Reforzándose las ambiciones de ella y la creencia mutua de que es posible derrotar al presidente Nicolás Maduro en las urnas, para recoger los frutos que no pudieron obtener por la otra vía.
Ello ocurre luego de fracasar el Armagedón implementado en torno al farsante Guaidó, que finalmente se disolvió como un Alka Seltzer, creándole más acidez y dolores de cabeza a sus creadores. Así, María Corina logra organizar y ganar en octubre de 2023 las primarias de la oposición más extrema, al margen del CNE, para poder hacer trampas, mañas que ejercitó por años en Súmate.
Recta final de la disputa por la Presidencia
Finalmente, al estar inhabilitada por la Contraloría General, en identidad plena con sus mentores, que buscan ante todo derrotar a Maduro y comenzar “la transición”, María Corina se convierte en la voz del candidato formal de la ultraderecha, Edmundo González Urrutia, un desconocido, ajado, sin experiencia política y obvio peón suyo, de ideas cortas o inexistentes.
Lo conocí hace 25 años: diplomático, democristiano, al parecer decente, que se definió antichavista siendo embajador en Argentina cuando se quitó la máscara y apoyó el golpe fascista en 2002. En verdad, es notorio el ridículo que hace en su edad otoñal, sin luces propias ni vigor, y a la vez resulta visible su falta de escrúpulos y entreguismo. Ni los poderosos medios de comunicación que lo promueven, ni sus maquillistas y asesores, han logrado ni conseguirán cambiar su imagen.
¿Alguien sensato puede suponer que ese señor posea los atributos mínimos para ser el presidente de Venezuela? ¿Cuál es la intención de Estados Unidos al armar tan estrambótica fórmula electoral? Y si resultaran ganadores, ¿podrían retrotraer las fecundas conquistas de la Revolución Bolivariana y Chavista? Ni mil Corinas y Edmundos, respaldados por el imperio y la ultra reacción venezolana y del planeta, podrían revertir el portentoso acumulado histórico del pueblo de Bolívar y Hugo Chávez. Este lema, que nació de muchos años de pelea e ingentes conquistas resume tal convicción: ¡Venezuela cambió para siempre!
¿Por qué Estados Unidos, que dirige cada paso importante de la contrarrevolución, acepta que tal anciano mustio sea el candidato del sector mayoritario –y más reaccionario– de la oposición y que la inhabilitada juegue el papel protagónico principal, siguiendo una puesta en escena entre lastimosa y risible, pero no exenta de una racionalidad subyacente?
Basándome en otras experiencias, comparto el criterio de quienes piensan que Washington, María Corina y buena parte de los dirigentes contrarrevolucionarios juegan a ganar–ganar en las elecciones del 28J. Suponen –algunos más, otros menos–, que pueden triunfar, y en caso de no lograrlo, volverán todos, como casi siempre hicieron, a cantar fraude y a intentar crear otro escenario de violencia y desestabilización.
Otra vez subestiman al pueblo bolivariano y a su liderazgo cívico–militar, que poseen la capacidad para vencer en las elecciones y, a la par, derrotar cualquier plan violento ulterior. Diosdado Cabello, vicepresidente primero del PSUV, se los adelantó en su estilo lapidario: si intentan “joder”, como hicieron en 2014 y 2017, esta vez el poder bolivariano los neutralizará antes.
Sobre este asunto crucial, el presidente Maduro expresó el 16 de julio, en una reunión con líderes de la oposición independiente: “en Venezuela no se van a imponer el odio, la intolerancia ni la violencia, no volverán las guarimbas; en Venezuela se va a imponer la paz, el entendimiento y una nueva época de prosperidad integral, una época bendecida, milagrosa, de crecimiento y de felicidad compartida, antes, durante y después del 28 de julio». Y anunció que el 29 de julio, emitiría un decreto llamando a un gran diálogo nacional, “económico, cultural, social, político, inclusivo, abarcador».
Idea sabia, profundamente chavista. Se creará así un escenario donde los tiburones más hambrientos de devorarse a la Revolución Bolivariana, internos y foráneos, tendrán mucha menos agua donde lanzar sus dentelladas. Ojalá también sirva para que algunos descarriados que se definen de izquierda, en vez de llamar a la abstención, como hacen, o a votar por un candidato opositor, se sumen al nuevo tiempo de la Revolución.
Los líderes bolivarianos de hoy no subestiman a los adversarios, como siempre aconsejara Chávez, sobre todo después de la amarga experiencia del 11 de abril. Aunque es cierto que el país ha ingresado desde 2022 en una fase de acelerada recuperación integral, el momento aún no es adecuado para una contienda electoral equitativa, debido a los estragos que el imperio y sus adláteres han provocado. Maduro enfrenta un contexto electoral desventajoso y de elevado riesgo, pues ha aceptado y promovido la celebración de elecciones presidenciales con estricto respeto a la norma constitucional, como siempre ha hecho el poder bolivariano, a pesar de que el país sigue sometido a una agresión multifacética de efectos iguales o peores a una guerra tradicional.
María Corina y los demás voceros de la contrarrevolución, utilizan esa tragedia humana para obtener votos el 28J. Es, piensan, su carta de triunfo. Con cinismo ella y los demás repiten que van a “cobrarle” al poder bolivariano, imagino que el elevado costo de tantas fechorías usadas por el imperio. Responsabilizan al gobierno y prometen que tal sufrimiento terminará, cuando triunfe el proyecto restaurador que proponen. O sea, ¡el futuro que ofrecen es el pasado! Emplean de forma mezquina las emociones de muchas madres y otros familiares de los emigrados, y de estos, que no votan, pero sí influyen en el sufragio de sus afectos. Y también buscan generar miedo, afirmando, verbigracia, que si Maduro continúa en el poder provocará otra oleada de emigrantes ¡superior a 5 millones!
Con ese y otros ardides, el discurso de la contrarrevolución pretende confundir a una parte del electorado chavista y sumarla a sus votos cautivos tradicionales. También aprovechan errores y debilidades en el campo revolucionario, que Chávez y el liderazgo actual, junto al pueblo insumiso y sabio, han enfrentado, por ser antitéticos con la esencia de la Revolución, favorecer a sus enemigos e incluso amenazar la existencia de ella.
Algo positivo en estas elecciones, es que participa el espectro político casi íntegro del país, con 10 candidatos. También estarán presentes, para evaluar la pulcritud del evento, representantes de casi 100 países y varias instituciones comiciales prestigiosas. Ello no ocurría desde los comicios presidenciales de 2012 y 2013. Incluso esta vez es mayor. Tal escenario nacional e internacional, revela en primer lugar la solidez del sistema político venezolano, que obligó a sus detractores a la vía electoral, aunque no sin resabios del segmento reaccionario. De tal suerte, es lógico esperar una elevada participación.
Hasta ahora, la campaña ha transcurrido en paz, a pesar de la matriz noticiosa promovida por Corina y su gente, de que el gobierno persigue a los que apoyan la logística y organización de las actividades suyas y de Edmundo. Coartada obvia, para inculcar la versión de que actúan acosados por una dictadura, e incluirlo entre los pretextos del fraude que prevén anunciar.
¿Acaso es novedosa la campaña de María Corina-Edmundo? Más bien es insustancial, llena de consignas genéricas en torno a la libertad, la democracia y otras del mismo corte; apela una y otra vez a los efectos humanos dramáticos provocados por las sanciones gringas, pero no mencionan las causas reales. Y cuando se ven forzados a identificar a sus autores, los justifican.
Tampoco mencionan, o lo hacen en forma superficial y fragmentada, por temor a desnudar las verdaderas intenciones, el que según MCM sería el programa de ellos: “VENEZUELA TIERRA DE GRACIA”, divulgado en octubre de 2023, cuando aún suponía que podía ser la candidata. Al leerlo y ver el video que sintetizan varios de sus realizadores (todos neoliberales confesos, la mayoría de muy estrechos nexos con instituciones de Estados Unidos, como José Toro Hardy), no es difícil concluir que tal nombre es equívoco: “VENEZUELA EN DESGRACIA”, sería el título adecuado de tan trasnochado documento ultra neoliberal, que se plantea privatizarlo todo, desde Pdvsa hasta la educación y los servicios de salud.
El liderazgo bolivariano, no subestima los efectos nocivos de esa línea de mensajes, de corte emocional y oportunista, que manipula sin pudor las angustias y dolores de mucha gente afectada por la crisis inducida. A Estados Unidos le funcionó tal maniobra en Nicaragua en 1989, cuando al cabo de una guerra sucia contra el poder sandinista, que devastó a ese país, logró que ganara las elecciones presidenciales la candidata opositora Violeta Chamorro. Muchos simpatizantes del sandinismo, afectados y aturdidos por aquellas circunstancias, fueron víctimas del espejismo y el chantaje creado por el opresor.
La dirección bolivariana, con Nicolás Maduro al frente de modo incesante y en todo el país, conduce esta lidia electoral en su real dimensión: una batalla histórica, donde se juega el futuro de Venezuela. Con tal perspectiva inequívoca, el pueblo bolivariano y chavista es el actor principal. Más allá de insatisfacciones legítimas y críticas justas, el carácter de este enfrentamiento estratégico entre avanzar hacia el futuro o retroceder al pasado, ha motivado que de manera creciente mucha gente tome conciencia de cuál debe ser su voto para no dar un salto al precipicio.
A esto ha contribuido mucho el acumulado en organización, liderazgos y conciencia patriótica y revolucionaria generados por el proceso emancipador desde 1999, al tener que enfrentar a sus antagonistas durante más de un cuarto de siglo. Y además de los frutos cultivados en estos años de resistencia y del acumulado histórico de la revolución, como avales palpables y no demagógicas promesas, el candidato bolivariano ha reiterado la vigencia del “Plan de las siete transformaciones rumbo al 2030”, cuya matriz es el Plan de la Patria en las nuevas circustancias.
Si en algo coinciden los gobiernos y fuerzas políticas y sociales en todas partes del orbe, es en la trascendencia de este evento a nivel mundial. El imperio ha desplegado sin afeites sus inmensos recursos y mañas, que nadie con sensatez subestima. Como contrapartida del nuevo esfuerzo de la ultra reacción y la derecha mundial, para sumar ese país clave en el tablero geopolítico global y hemisférico, se alza de otra parte, el prestigio y la elevada calidad de los nexos tejidos por Venezuela con numerosos países de nuestra América, con los integrantes de los BRICS y otros muchos del sur global, y con diversas fuerzas y personalidades del planeta.
Se ha creado, por ende, a escala internacional, un tenso escenario de disputa. El desenlace del 28J, provocará un impacto relevante en la correlación de tales fuerzas en pugna. La solidaridad con el pueblo bolivariano es hoy, de modo muy especial, un deber y una necesidad. Así está ocurriendo. Mas debemos preguntarnos, quienes admiramos a ese bravo pueblo y sabemos el rol que desempeña en el mundo a favor de la felicidad humana, cuánto y qué más es menester emprender, y permanecer en guardia, para contribuir a su fecunda existencia soberana. Y recordar siempre una máxima de la abuela de Chávez, que él aconsejara muchas veces: “El Diablo no duerme”.
Este 28 de julio, será un día de luz. Como aquel amanecer donde se escuchó en Sabaneta de Barinas el ímpetu de un ser prodigioso, que devino historia, y ahora recibirá el mejor regalo en su 70 cumpleaños: el voto de su pueblo por la continuidad de la patria bolivariana.
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