¿Acaso la mora judicial es indicador de buen desempeño en un estado de derecho?
Por GERMÁN NAVAS TALERO Y PABLO CEBALLOS NAVAS
Editor: Francisco Cristancho R.
Con ocasión de un tuit de nuestro amigo y siempre bien informado periodista, Gonzalo Guillén, supimos nuevamente de la existencia del padre Chucho. La última vez que escuchamos su voz y vimos su imagen provenía de Israel y lo mostraba encerrado en un refugio antiaéreo junto con algunos de sus feligreses, todos exudando el temor que produce en cualquiera –cristiano, judío o musulmán– una guerra incipiente. Ahora le vemos arropado en una casulla inmaculada, que parece de oráculo más que de sacerdote, y bajo el amparo de su iglesia, desde la que pretende ambientar un escenario de “guerra civil” provocada por “un hombre que quiere destruir” y que ha permitido que “nos secuestren los delincuentes”. Por lo visto, el exconsejero espiritual de RCN se cansó de promover la bondad y decidió hacerse presentador del noticiero.
Lo cierto es que, obviando las expresiones inflamatorias, al padre Chucho se le ve diezmado, quizá porque los diezmos han disminuido. La iglesia desde la que espeta sus llamados a la confrontación, sin púlpito ni asomo de sacralidad, puede confundirse fácilmente con una casa en remate a la que hay que renovarle hasta la placa. En el garaje, que hace las veces de nave central, se ven apenas unos cuantos feligreses, afanosos de abandonar el templo antes de que el padre cobre su comisión. Lejos quedaron los tiempos en los que el padre Chucho incidía en la elección de voto o calmaba el desespero de su audiencia, mayoritariamente necesitada, con argucias y frases de cajón.
–Cambiando de tema– Llamativas nos parecieron las declaraciones del magistrado Gerson Chaverra, presidente de la Corte Suprema de Justicia, en entrevista concedida a El Tiempo. Al preguntársele por la propuesta de una comisión extranjera que investigue los delitos de conocimiento de la justicia ordinaria que llevan años engavetados, el doctor Chaverra manifestó su oposición y sentenció que “Colombia no es un Estado fallido que tiene que importar jueces.” No se le vio ni tan oportuno ni tan severo a la hora de afrontar la grosera mora judicial que caracteriza a la jurisdicción ordinaria, misma que le provee asidero a la propuesta de una comisión independiente que haga, en resumidas cuentas, lo que a algunos jueces y magistrados de acá les quedó grande.
Es al menos preocupante que el presidente del tribunal de cierre de la jurisdicción ordinaria exhiba tal desinterés por las causas pendientes que acumulan polvo en los despachos mientras los responsables viven o mueren, en cualquier caso, libres del control judicial. Después de leer y escuchar algunas de sus declaraciones a los medios, pensando con cabeza fría y procurando –aunque sea imposible– ser imparciales, concluimos que el problema del doctor Chaverra con la propuesta de una comisión que investigue las causas pendientes de la justicia colombiana no es otro distinto a un punto de honor: pronta o demorada, eficaz o ineficaz, independiente o comprometida, al menos les corresponde a ellos el poder de decidir. De eso se trata, de conservar una potestad que se ha tornado en dulce veneno.
Mientras los congresistas desperdician su tarde hablando sobre la propuesta de asamblea constituyente, diciendo uno tras otro –con pocas excepciones– lo mismo con ligeras variaciones, en los corredores del Capitolio y en los estaderos de la costa Caribe se mueven fichas, abrazos y camionetas blancas con el propósito de hacerse con uno de los cargos más apetecidos de la rama legislativa. No hablamos de ningún escaño vacante, nos referimos a las secretarías generales de ambas cámaras.
En el Senado, encabezando la carrera desde antes de comenzar está Gregorio Eljach, quien destaca por su zalamería con el regidor de turno o, valiéndonos de un término empleado por su nuevo y pasajero amigo, el siniestro Iván Name, podría definirse como un experto en genuflexión. En la Cámara el resultado se avizora menos claro, pues fue un rotundo fracaso la reunión convocada por el actual secretario Jaime Luis Lacouture con barones políticos del Caribe, quienes le habían dado sus apoyos en la elección del año pasado. Nos cuentan voces enteradas que ni siquiera llegaron los conjuntos vallenatos que había prometido y hasta la luz se fue en el lugar de la tenida. Como diría un desconfiado: piensa mal y acertarás.
Adenda: un presunto consentido de la mafia ahora graduado de estadista por los balbuceos que profiere, con verso altisonante y postura de matón, desde el atril del recinto del Senado. A quienes estén pensando en apostar sus fichas por el senador Iván Name, tengan cuidado y hagan la debida diligencia de preguntar. Se nos ocurre, por ejemplo, que indaguen con la muy respetada estructura empresarial de Los Rastrojos Costeños.
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