Petro adelanta agitación internacional por la solución al conflicto palestino-israelí, y encuentra eco en la acción del presidente chileno Boric, y en Bolivia, que retira a su embajadora de Israel, en rechazo a la masacre impune de miles de palestinos, con ataque a hospitales, y la muerte de más de 2.000 niños en los bombardeos incesantes que reducen todo a cenizas.
Miguel Ángel Herrera Zgaib, PhD.
Director Grupo Presidencialismo y participación
Parte I. Lecciones de octubre, FMI y democracia subalterna
Y la economía, ¿qué?
“Respaldamos los objetivos de las reformas sociales del Gobierno consistentes en ampliar la cobertura de las pensiones y el sistema sanitario, reforzar los derechos de los trabajadores y promover la equidad y la inclusión”.
Antoinette Sayeh, subdirectora gerente del FMI. Reformas y transición energética, en ET, 3/11/23, p. 1.17.
Antoinette Sayeh, la subdirectora gerente del FMI está de visita en Colombia y Suramérica por estos días. Después de 11 años de que estuviera Christine Lagarde en Colombia, quien es ahora la presidenta del Banco Central Europeo. El jueves, la subdirectora se reunión con el presidente Petro y algunos de sus ministros. Fue objeto luego de una entrevista con Mauricio Galindo, editor de economía del diario El Tiempo.
Con base en las respuestas de la funcionaria del FMI, esta economista liberiana que participó del Banco de la República en la Universidad de los Andes, entresaco ciertas reflexiones que afectan el rumbo del progresismo económico bajo la batuta de Gustavo Petro.
Ella compara al grupo de Brasil, Chile, Colombia, México y Perú, y prevé que, “el crecimiento siga moderándose en 2024 a causa del debilitamiento de las condiciones externas y de la continua orientación restrictiva de las políticas monetarias con el fin de facilitar la desinflación”1.
En relación con Colombia, reconoce “importantes avances logrados en las dos últimas décadas…la economía aumentó en más del doble, y la pobreza y la desigualdad de los ingresos disminuyeron…Más recientemente, Colombia experimentó una de las recuperaciones más rápidas de la estrictas…”2.
Con respecto al presente, Sayeh puntualiza al entrevistador, Mauricio Galindo: “Ahora…el crecimiento está desacelerándose a ritmos más sostenibles a la vez que disminuyen los desequilibrios. Se proyecta que la economía se expanda 1,4 por ciento este año…”
Ella habla también de la transición y espera que se reduzca de “forma duradera la inflación…una condición indispensable para que las reformas estructurales rindan frutos”3. Pero, igualmente, añade en la entrevista citada, que las reformas sociales previstas y el plan de Gobierno para la transición energética han de formularse respetando la regla fiscal… “hacer previsible la orientación de las políticas y lograr que estas reformas sean más duraderas”4.
En materia política, en un ensayo anterior, adelantamos unas aproximaciones a propósito del régimen presidencialista colombiano. En particular, ciertas reflexiones en torno a la degeneración del neopresidencialismo. Indicaba que el ejercicio del segundo año del gobierno del Pacto Histórico da muestras de transformar, enfrentando grandes obstáculos, el cesarismo regresivo de larga duración heredado de la del orden monárquico (presidencialista) de 1886, y de su última reforma. Con la degeneración que experimenta en el último cuarto de siglo de este milenio5.
Esta vez, el historiador Posada Carbó discurre acerca de los peligros del presidencialismo, para lo cual echa mano de un renombrado ensayo del politólogo español Juan Linz (1926 – 2013), quien trabajó reflexiones en compañía de un politólogo chileno, Arturo Valenzuela con quien escribieron “La crisis del presidencialismo”, recopilando escritos de diversos estudiosos, publicados en dos volúmenes muy leídos y consultados en la década de los 90. Llegaron para responder a las dificultades de la transición y la consolidación democrática en las posdictaduras de América Latina6.
Cuando escribían Linz y Valenzuela surfeaban en la bautizada por el politólogo neoconservador, Samuel Huntington como la tercera ola democrática mundial. Él y los especialistas de la Trilateral estaban preocupados por el exceso de democracia que producía una crisis de gobernabilidad internacional. En ese diapasón estaba el inmediato presente de la democracia en América Latina, cuando crecía la influencia del neoliberalismo de Friedman, y la receta de la Trilateral.
Aquí, en el subcontinente abrevó también esta crisis primigenia, en la segunda mitad del siglo XX. Después de los autoritarismos estudiados por Guillermo O`Donnell, exiliado en Estados Unidos, bajo cobijo de la fundación Kellogs. Se estudiaba la restauración del régimen presidencial en las democracias representativas que volvía con las llamadas transiciones democráticas. A la vez se levantaba la voz alternativa de ensayar un cambio general de régimen, y Linz era vocero de que América Latina ensayara el parlamentarismo, en parte al tomar en cuenta la experiencia de la transición española de 19787.
¿Y de la política?
“La personalización del poder es casi una consecuencia inevitable del presidencialismo. En la figura del presidente se concentran las calidades de jefe de Estado y gobierno, con las posibles contradicciones entre representar a la nación y a sus partidarios”.
Eduardo Posada Carbó, Los peligros del presidencialismo, ET, 3/11/23, p. 1.19.
Al presidente Petro le ha correspondido moverse en el marco de la segunda oleada de gobiernos neoprogresistas latinoamericanos que arranca con el triunfo de Andrés Manuel López Obrador8. El historiador neocon, Posada Carbó, en su escrito anota: “Casi cuatro décadas más tarde, cuando la democracia enfrenta una crisis global, vale la pena respaldar los postulados”,9 del español Juan J. Linz.
En todo caso, no eran los criterios y enfoques derivados del estudio de Gramsci, en particular, la relevancia para pensar de otro modo las transiciones. Tal es el caso la revisión que él había hecho de la transición capitalista en Italia, llamada Risorgimento y que desembocó en el fascismo. En ese escenario Gramsci ensayó el concepto de revolución pasiva que importó, revisando y adecuando, de un historiador napolitano, Vincenzo Cuoco, cuando estudiara la república napolitana (1799).
Para los años 70 – 80, en Italia, con una publicación de los Cuadernos de la cárcel más rigurosa, estudiosos italianos y franceses, le metieron el diente a la revolución pasiva. Contamos con la publicación de una antología de la revolución pasiva hecha por estudiosos gramscianos, de la que es coordinador Massimo Modonesi10.
Los pioneros en aquel esfuerzo conceptual y analítico fueron Franco de Felice (1988), quien escribió un enjudioso ensayo, “Revolución pasiva, fascismo y americanismo en Gramsci”; Christine Buci-Glucksmann (1977), Sobre los problemas políticos de la transición: clase obrera y revolución pasiva, y un par mexicano-griego, Javier Mena y Dora Kanoussi (1988), quienes escribieron Sobre el concepto de revolución pasiva, cuando avizoraban la urgencia de una transición del régimen presidencialista del partido único, PRI11.
En ese mismo tiempo, Europa occidental venía magullada, malherida de la experiencia del eurocomunismo y las conflictividades que se derivaron de la confrontación con los cuestionamientos extraparlamentarios, y los hechos del terrorismo de izquierda, después del derrumbe del 68, en Francia, y el 79, en Italia. A lo que sumó el desastre inicial de la vía chilena al socialismo, con el golpe de estado letal del general Pinochet a Salvador Allende12.
Hubo después un hiato, que marcó el ascenso de la reacción neoliberal que sofocó la presencia insurreccional de la multitud democrática en varios focos europeos y latinoamericanos. Se ofreció, a cambio, la reducción del Estado, y el incremento del consumo individual y a crédito, como premio de consolación a los nuevos estratos medios de variada procedencia, cuya cooptación y transformismo se intentaron con buen éxito para el capital globalizado. El sentido común en rebeldía fue sometido, y el evangelio neoliberal del consumismo infestó la sociedad civil occidental con alcance transcontinental.
El hiato termina con dos momentos severos de recesión mundial, uno en 1998, que tuvo a Rusia como uno de sus epicentros, y otro más severo en 2008, con centro en el estado metrópoli estadounidense. Se le quebró el espinazo al monetarismo, y las preocupaciones por un desarrollo alternativo tuvieron escenarios experimentales, igualmente, en América Latina. Mientras que en Colombia fracasaba una propuesta de paz sin reformas, en Venezuela arrancó la experiencia de la República Bolivariana, la quinta república del comandante Chávez, quien la presidió hasta su muerte pre-anunciada.
Vino un sucesor de bajo perfil, Nicolás Maduro que ha buscado preservar los jirones del llamado “socialismo del siglo XXI”, asfixiado por el bloqueo estadounidense, sumados a los desastres del modelo extractivista. Con todo y los fracasos, la presidencia de Chávez en su plenitud marca el ascenso del progresismo en procura de la igualdad social y la autodeterminación de los pueblos, más la independencia del subcontinente del orden imperial, una lucha con altísimos costos.
El nuevo experimento abarca una década, y el estudio de la revolución pasiva recupera su brío, pensando la coyuntura latinoamericana que había quedado estancada en la pareja transición/consolidación democrática leída bajo los parámetros sistémico-empiristas de la ciencia política estadounidense.
Vino una segunda serie de ensayos de especialistas, con esta cuarta ola democrática, que tuvo una de sus crestas más pronunciadas hasta ahora en América Latina. En Europa se abría el estudio con un italiano, Pasquale Voza (2008), autor de “Ma la concezione rimane dialettica: utilità e pericoli del concetto di rivoluzione pasiva”, que trabajaba en paralelo el proyecto del Dizionario Gramsciano. En América Latina, con el avance del PT y el movimiento de Los sin Tierra, Carlos Nelson Coutinho (2007) escribió “L’epoca neoliberale. Rivoluzione passiva o controriforma?”. Al arranque de la segunda oleada progresista, ápice y parte integral de la cuarta ola democrática mundial, Massimo Modonesi (2016) “Pasividad y Subalternidad. Una relectura”, escribe al calor del triunfo electoral de Morena y el caudillo de la cuarta transformación, Andrés Manuel López Obrador, AMLO.
De otra parte, ante la resaca reaccionaria, el retroceso prolongado de la izquierda italiana escribe Fabio Frosini (2017) “Rivoluzione passiva e laboratorio político: appunti sull`analisi del fascismo nei – Cuadernos del carcere”.
Para Colombia, el asunto de la revolución pasiva ha tenido un tratamiento espasmódico en el ínterin. En particular, dos trabajos de gramscianos colombianos, Miguel Ángel Herrera Zgaib, y Juan Carlos García Lozano, han abordado la temática como parte de un conjunto interpretativo explicativo de la obra de Gramsci, a la vez, en el caso de uno de ellos, al servicio del estudio de un desenlace de la crisis de hegemonía que experimenta Colombia a partir del año 1999, con un primer periodo que cierra el año 2010, y uno segunda a partir de 2011, y que se extiende hasta nuestros días.
Es en este último periodo, y en el escenario de la segunda ola progresista, donde Gustavo Petro logra triunfar al tercer intento de ser presidente de Colombia. Luego de la derrota de 2018, enfrentando al bloque de la reacción, proclive a mantener la guerra social, y la política pública de guerra que empezó en las postrimerías del gobierno del liberal Ernesto Samper, Gustavo Petro se juego con otra política pública opuesta, que insiste en la oportunidad y la urgencia de conseguir la paz total, e interpelar a Colombia como potencia de la vida.
Con el horizonte de esta guerra de posiciones democrática, que se libra en el espacio en disputa hegemónica de la sociedad civil, Gustavo Petro ha sido elocuente en los escenarios internacionales. Insistiendo en la lucha contra el capitalismo rapaz, parásito, que impone el orden global del capital con la guerra, al tiempo que destruye la naturaleza e insiste en la fórmula extractivista de desarrollo para que “prospere” en las periferias bajo su control e influencia.
Mientras tanto
“El mundo debe imponer la paz y establecer el derecho del pueblo palestino a ser libre”. Gustavo Petro, a propósito de la crisis en la Franja de Gaza.
Petro ponía los ojos en el rescate de la Amazonia y reclamaba el compromiso de las potencias económicas con la fórmula viable de cambiar deuda por defensa del más grande pulmón mundial.
Pero vino, en este segundo año de gobierno, un nuevo conflicto, casi que definitivo por la ocupación y subyugación de Palestina. El estallido lo produjo Hamás, la autoridad que gobierna la franja de Gaza desde 2005. Ha levantado la bandera con una guerra relámpago subterránea que vulneró el cerco de hierro, bombas, drones y misiles.
Después de la incursión del 7 de octubre, el gobierno de Israel se embarca en la guerra retaliatoria contra la acción soberana, sin estado, de Hamás, en la Franja de Gaza. Ordena evacuar el norte de Gaza, y empieza la acción rastrillo, y la masacre contraria a todo precepto del DIH contra la población sublevada. Ya los muertos palestinos superaron la cifra de los 9.000. Y el gobierno de Netanyahu, que estaba sujeto a las demandas democráticas de su ciudadanía continua con la política de tierra arrasada con el pretexto de liquidar a Hamás, y a la Yijah Islámica.
Así las cosas, Petro adelanta agitación internacional por la solución al conflicto palestino-israelí, y encuentra eco en la acción del presidente chileno Boric, y en Bolivia, que retira a su embajadora de Israel, en rechazo a la masacre impune de miles de palestinos, con ataque a hospitales, y la muerte de más de 2.000 niños en los bombardeos incesantes que reducen todo a cenizas.
En simultánea, vino la elección regional, el 29 de octubre. El proyecto de Bloque Histórico para la Paz total que tiene en el Pacto Histórico un prototipo, con una presencia heterogénea de fuerzas, sufre una derrota en las ciudades principales, y sus aliados. Se pierden Bogotá, Medellín y Cali, el triángulo andino, donde se concentra buena parte del músculo financiero nacional.
Se revela la limitación de la dirección de la intelectualidad del Pacto Histórica que exhibe una conciencia política económico-corporativa, y aparece como propensa a ser cooptada y transformada por el bloque de centro derecha y la reacción, que buscan ralentizar las reformas sociales, y separar a las multitudes subalternas de la conducción liderada por Gustavo Petro y Francia Márquez.
Sin embargo, Petro insiste en que los resultados electorales no han sido malos, y, en suma, que no ha sido derrotado. Hace cuentas públicas para los incrédulos. Su más caracterizado coequipero en la campaña presidencial, Gustavo Bolívar, afirma que hay que ir a recoger y armar los pedazos, derivados de una política equivocada para las regiones, donde las clientelas, y las microempresas electorales cosecharon fracasos, donde antes el presidente había triunfado en su disputa por la presidencia.
A la vez, en la reunión de este viernes, en la casa blanca, junto con Gabriel Boric, Petro insistió ante Biden para que se pare el holocausto contra el pueblo palestino en Gaza, sin recibir atención de la cabeza al comando de la potencia imperial. Lo ha hecho en contravía de los EUA y la Unión Europea, y, por supuesto, en contra del gobierno reaccionario de Netanyahu, hasta compararlo con la tragedia de Auschwitz, sin que haya recordado la resistencia heroica de los judíos en Masada contra la república imperial romana.
(continua)
1 Galindo, Mauricio, Reformas y transición energética no deben romper regla fiscal: FMI, ET, 3/11/23, p. 1.17.
2 Ídem.
3 Ídem.
4 Ídem.
5 Degeneración que abarcó el quehacer de los presidentes Samper, Pastrana, y los dos turnos de Álvaro Uribe Vélez, un paréntesis relativo con la aprobación de la paz neoliberal pactada entre Santos y las Farc – EP, y un retroceso con la elección de Iván Duque Márquez, que utilizó la fórmula de paz con legalidad para sabotear los acuerdos de paz de 2016.
6 Juan J. Linz, Arturo Valenzuela (1998). La crisis del presidencialismo. El caso de Latinoamérica (vol.2). Alianza Editorial, Madrid.
7 Eduardo Posada Carbó, Óp. cit. Ídem., p. 1.19.
8 La primera empezó con el triunfo en Venezuela del comandante Chávez Frías, quien intentó antes un golpe militar contra el presidente Carlos Andrés Pérez, desistió del mismo en 1992. Fue condenado, y puesto en libertad por el siguiente presidente Rafael Caldera, 1994 – 99, quien lo indultó.
9 Posada Carbó, Óp. cit, ídem.
10 Massimo Modonesi (2021). La revolución pasiva. Serie general universitaria. Belaterra Edicions. Traducción del original italiano publicado por Unicopli, Milán, 2020.
11 Óp. cit., ídem.
12 Estamos cumpliendo medio siglo del golpe de Estado en Chile, con sus lecciones.
Edición 849 – Semana del 4 al 10 de noviembre de 2023
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Fuente: