
- Es evidente que el asesinato a Líderes Sociales y Defensores de Derechos Humanos es sistemático y reiterativo y por supuesto ha venido en aumento.
- Queda al descubierto que la preocupación del Estado y sus distintos gobiernos frente a este fenómeno es una preocupación falsa, hipócrita y sólo de papel; no han servido de nada las directivas, sentencias, ordenanzas, etc. que se han expedido desde el gobierno Samper, como la Directiva Presidencial 011/97 sobre defensores de derechos humanos y la Sentencia T-590/98 de la Corte constitucional que identificó un estado de cosas inconstitucional sobre un defensor de derechos humanos y la obligación de la debida protección por parte del Estado a los líderes y defensores de Derechos Humanos. Todas esas supuestas medidas no pasan de ser campañas y medidas demagógicas para aparentar un Estado preocupado y encubrir la realidad de que es una política estatal contra los dirigentes y contra la población.
- Se logra identificar patrones claros y establecidos; por ejemplo, el asesinato a líderes de Juntas de Acción comunal en zonas específicas, caso de las zonas priorizadas en los planes militares del Ministerio de Defensa; con frecuencias, ejemplo 17 asesinatos en los primero 13 días del año 2020 que evidenciaron claramente que estas acciones son planificadas y controladas. *Las víctimas asesinadas han tenido un común denominador: eran líderes organizados, es decir pertenecían a algún tipo de organización bien sea campesina, indígena, juntas de acción comunal entre otras, y muchos de ellos asumían tareas de liderazgo local.
- Las acciones que desempeñaban las víctimas asesinadas se centran en: defensa de los derechos a la tierra y el territorio, denuncias de despojo de tierras, de actos de corrupción de funcionarios estatales, denuncia de presencia de actores armados, denuncias por reclutamiento forzado y de microtráfico, oposición a megaproyectos económicos que afectan las comunidades locales, y entre los asesinados, varios antiguos miembros de la guerrilla de las Farc.
- La mayoría de los asesinatos se llevaron a cabo en las casas o el lugar de trabajo de las víctimas, es decir, los criminales tenían la ubicación exacta de sus lugares habitualmente frecuentados. Recuerdan que en el plan Horus mencionamos una Circular que orientaba a los comandantes de Divisiones, Brigadas, Unidades Tácticas y Tropas del Ejército Nacional georreferenciar a todos los Líderes Sociales y Defensores de Derechos Humanos que se encuentren en su área de operaciones. ¡¡¡¡Que coincidencia!!!!. Lo preocupante aquí es que los asesinatos han sido selectivos y no indiscriminados, lo cual demuestra que detrás de cada asesinato existe un proceso de identificación de la víctima por parte de los victimarios y confirma un proceso de planeación.
- Se puede afirmar entonces con toda seguridad que el asesinato de dirigentes, activistas y defensores de derechos humanos es una política de Estado; es decir, que el de Colombia es un Estado criminal y terrorista al servicio de la minoría explotadora, y lo lógico sería entonces proponerse, no solamente denunciarlo, sino organizarse para destruirlo y construir uno nuevo que sirva a los intereses de la mayoría trabajadora.