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FILOSOFÍA DE LA GLOBALIZACIÓN, NEOLIBERALISMO Y POSTMODERNIDAD



FILOSOFÍA DE LA GLOBALIZACIÓN, EL NEOLIBERALISMO Y LA POSTMODERNIDAD

 

Manuel Góngora Prado*
Redacción Popular

El presente artículo trata sobre globalización, neoliberalismo y post-modernidad. Esta trilogía formal en el fondo expresa la unidad de la actual ideología imperial que tiene íntima relación con la ciencia política y se usa a diario en el planeta. Lo que quiero explicar es su fundamento filosófico, sin el cual, todo resultaría un embrollo difícil de entender. De modo que, no es un título antojadizo, simplemente expresa la exacta y mutua correspondencia de estos conceptos.

En este contexto, afirmo categóricamente que la globalización es el nuevo nombre del viejo imperialismo; el neoliberalismo es el viejo liberalismo burgués que surge después de la revolución francesa para luchar contra el proletariado mundial y; la post-modernidad es la vieja filosofía idealista, metafísica y positivista que se resucita y se recrea para oponerse al Materialismo Histórico, este último está vigente como el pensamiento científico más avanzado de las ciencias sociales que seguirá teniendo la humanidad, para continuar luchando contra la hegemonía unipolar que es dirigida y controlada por las grandes transnacionales y oligopolios que actualmente dominan el mundo.

La política y su relación con la globalización, el neoliberalismo y la post modernidad

Nunca ha existido ni existe ninguna ciencia sin base filosófica, solamente el empirismo podría hacerla excluyente. Esta es la razón por la que se estudia unitariamente la historia de la filosofía y la historia de las ideas políticas, universalmente.

La filosofía ya no es “la madre de las ciencias”, ni tampoco “el amor a la sabiduría”, es la poderosa ciencia que estudia los problemas más generales y abarca tres aspectos: La teoría científica del conocimiento; el estudio de la sociedad a partir de las formaciones económico-sociales en permanente cambio y transformación mediante la aplicación de las leyes histórico naturales del desarrollo social y; el desarrollo o transformación permanente de la naturaleza. Los problemas menos generales, son estudiados por las ciencias particulares.

La filosofía permite racionalmente elaborar la clasificación de las ciencias, a partir de la realidad objetiva y la experiencia histórica de la humanidad. La filosofía distingue las ciencias en formales o abstractas, estudiando la matemática y la lógica y; en ciencias reales o fácticas, estudiando las ciencias sociales y naturales. En las ciencias sociales se estudia la antropología, sociología, historia, economía, derecho, educación, etc. y; en las ciencias naturales se estudia las ciencias físicas, químicas, biológicas, de la tierra, etc. Ahora, ante la incesante necesidad del desarrollo de la humanidad, la interpretación de todas las ciencias con el idealismo y la metafísica quedó para la prehistoria, su estudio científico ha sido reemplazado definitivamente por la filosofía dialéctica materialista, sólo así se puede interpretar multidisciplinaria y simultáneamente la ciencia del pensamiento humano o teoría científica del conocimiento, las ciencias sociales, y las ciencias naturales porque éstas al aplicarse se convierten en tecnología para su uso con profundo sentido humano.

Cuando la filosofía utiliza la teoría científica del conocimiento, unifica la ontología o estudio del ser, la gnoseología o estudio del conocimiento y la epistemología o filosofía de la ciencia, y cuando se aplica a las ciencias sociales entonces tenemos una base científica para trabajar la ciencia política, que en buena cuenta trata sobre los asuntos del Estado o el Poder y sus múltiples relaciones con el Derecho, la ideología, las clases sociales, las organizaciones o partidos políticos, la conducta y el rol de sus cuadros o dirigentes, sus programas, sus tácticas y estrategias, el modo como resuelven los múltiples problemas de las naciones, tanto internos como internacionalmente. Todo esto, al estudiarse parcial y unilateralmente, sólo servirá para hacer difícil la comprensión de la armoniosa unidad de la filosofía con la política y no lograremos dotarnos de una teoría científica para ocuparnos de la política. En el mejor de los casos nos imbuiremos de un eufórico patriotismo, de “amor al pueblo” y otras linduras que se las lleva el viento porque nuestros actos serán confusos, contradictorios y nos conducirán al fracaso.

Existen filósofos que no concuerdan con este punto de vista, de que la filosofía es una ciencia, citare a uno, resucitado por la postmodernidad y que está muy de moda en estos tiempos de neoliberalismo, Wittgenstein y muchos positivistas lógicos, sostienen que la filosofía no es un saber con contenido sino un conjunto de actos; no es conocimiento, sino una actividad. La filosofía sería una “aclaración” y sobre todo una “aclaración del lenguaje” para el descubrimiento de seudo problemas. Por lo tanto la misión de la filosofía no consiste en solucionar problemas sino en despejar falsas obsesiones: En el fondo la filosofía sería una purificación intelectual.

Cuando la ciencia de la filosofía se aplica a la política entonces tenemos el deber de entender y manejar el desarrollo del sistema político social históricamente concreto, entender la relación mutua que existe entre la economía y las diferentes formas de la conciencia social y las instituciones respectivas que el hombre va creando como producto de sus necesidades. Nadie puede conocer, pensar, ni elaborar ideas de cualquier tipo si primero no trabaja para comer, vestirse, resolver el problema de la vivienda para descansar en una cueva o un palacio y tener una adecuada educación y cultura, para entender el mundo que le rodea y al cual pertenece. A menos que creamos que la gente vive del aire, claro que en el Perú como en todas partes del mundo, hay gentes, en este caso los delincuentes comunes y de cuello y corbata, que viven de lo que no trabajan... y, a veces, viven coyunturalmente bien, pero saben que están condenados al fracaso.

Si está claro que el ser humano tiene que trabajar para satisfacer sus vitales necesidades, entonces hay que explicarse cómo y en qué consiste este trabajo, cuál es su forma históricamente concreta en que elabora y reproduce los bienes materiales de la sociedad, que relaciones se establecen entre el trabajo y el capital. No hay que ser pitoniso para afirmar que en la hora actual, la contradicción entre el capital y el trabajo sigue siendo el problema fundamental de la sociedad peruana y del mundo, del modo cómo se resuelva dependerá su futuro destino.

Algunos intelectuales que desprecian la filosofía, en este caso los positivistas, creen que la política no debe ser influenciada ni orientada por ninguna filosofía, porque afirman que sólo sirve para confundir el entendimiento. Grave error porque es anticientífico, terminan en el reduccionismo y el idealismo, hacen prevalecer sus antojadizas ideas elucubradas al margen de la realidad y la vida.

Actualmente se debe tener en cuenta la corriente del neopositivismo, el cual considera que los problemas de la filosofía son seudo-problemas, pretende sustituir el análisis filosófico del desarrollo de los conocimientos y de la práctica por el análisis del “lenguaje de las ciencias”, es decir, por el análisis lingüístico-semántico de las formas externas del pensar, del idioma, de los sistemas de signos con que se expresa el pensamiento. Con esta elucubración, a la filosofía, en el fondo, se pretende liquidarla como ciencia. Pero lo más grave de la corriente del neopositivismo es la novísima versión que sostiene el norteamericano Rorty que afirma que la verdad no existe en la realidad, lo que existe es la verdad por conveniencia y ésta hay que inventarla, aquí radica las raíces filosóficas de los argumentos políticos que utilizan los halcones del Pentágono, que no son otra cosa que fundamentalistas de extrema derecha, de esencia fascista, que a lo largo de la historia provocan y desatan agresiones contra pueblos ricos en materias primas, como es el caso de Irak.

Cuando se agudiza, en cualquier época, la crisis de cualquier sociedad y no se utiliza una filosofía cuyos fundamentos son la ciencia, cobra mayores vuelos la búsqueda religiosa de la abnegación y la resignación. De este modo penetra y se difunde una ola de cultos, doctrinas, y misterios religiosos. La propia filosofía se vuelve religiosa y, en algunas escuelas, incluso mística.

La filosofía científica cuando se ocupa del desarrollo social, utiliza leyes, o sea conocimientos universalmente comprobados y demostrados, que sólo se aplican en las ciencias sociales y de ningún modo en las ciencias naturales, porque cada una tiene sus leyes correspondientes. Por esto se afirma que para entender el sistema político social, se debe partir por el estudio de las fuerzas productivas, o de los humanos que intervienen en la producción económica, unos tendrán el rol de asalariados y otros el rol de dueños del capital, lo que se produce, que es la mercancía en su conjunto, le llamarán producto bruto interno y ésta tiene que circular, intercambiarse y consumirse bajo determinadas relaciones sociales de producción, que es lo que le llaman el mercado, este mercado no es arbitrario ni inventado por los seres humanos, sino es el producto de cómo las fuerzas productivas han alcanzado un determinado desarrollo científico-tecnológico, este mercado también tiene sus propias leyes, las mismas que en estos tiempos de neoliberalismo están signadas por la defensa irrestricta de la propiedad privada y contra la propiedad social sobre los medios de producción, se basan en la libre competencia, la libre concurrencia, la inversión extranjera sin controles, para citar algunos.

Este proceso que en filosofía se llama el comportamiento de la estructura del aparato productivo de la sociedad, reproduce al mismo tiempo en la conciencia humana, un sistema de ideas sociales, jurídicas y políticas así como sus respectivas instituciones, que permiten conducir el Estado vinculado a la sociedad. Este es el caso de los ministerios, la universidad, organizaciones religiosas, científicas, etc. A todas estas formas de la conciencia social se le llama en filosofía, la superestructura del sistema.

Dentro de este sistema político social, cobra fundamental importancia el surgimiento de las psicologías concretas de los seres humanos que van a reflejar y expresar sus intereses y van a caracterizar su comportamiento moral, ético y axiológico, han de reflejar el tipo de personalidad inconfundible que es lo que hace las diferencias entre nosotros. Como consecuencia final de este proceso, surgirán las distintas ideologías de la cual cada ser humano es portador, de modo que cuando uno elige pertenecer a un determinado partido político, no lo hace por simpatía a tal o cual líder, sino a sus principios, a su programa, a su perspectiva histórica. Y, obviamente este determinado partido político tiene como guía rectora sus principios, sus fines, sus objetivos tácticos y estratégicos, su programa de acción de corto, mediano y largo plazo, su moral de conducta.

Este proceso es integral en la interpretación del desarrollo de cada sociedad, ésta es la filosofía que permite sentar las bases del ejercicio de una política racional, transparente, consistente y coherente, así se evita caer en lo que en política se llama la práctica del oportunismo o lo que el dicho popular califica como la “política de los chapulines”, tan familiar en nosotros porque existe la constante presencia de los tránsfugas, no ahora sino desde mucho tiempo atrás, de esos que cambian sus principios como si fuera una camiseta o franela, y los vemos cambiarse de un partido distinto a otro, transformándose radicalmente cuando uno menos piensa.

En otras palabras, estoy diciendo que el uso de la filosofía es la base fundamental para entender la política como ciencia y no como especulación antojadiza y seudo arbitraria que ahora corre por cuenta de la globalización, el neoliberalismo y la post-modernidad. Existe la necesidad histórica de volver a articular en su unidad a la filosofía con la economía, con los problemas sociales, con la ideología, con la política, con la Teoría del Estado y el Derecho.

En este contexto, la Política viene a ser la participación en los asuntos del Estado, define la orientación que se le da, la determinación de sus formas, de las tareas y del contenido de la actividad estatal. En última instancia, la relación de la política con el Estado expresa de un modo concentrado los intereses económicos de las clases sociales. En la política se definen las cuestiones relativas a la organización del Estado, al gobierno del país, a diario se da la lucha o conciliación de partidos conducida por sus líderes que son la vanguardia más esclarecida de las diferentes clases sociales. Cuando los líderes no representan definidamente a las clases sociales que dicen defender, sustituyen los partidos por el grupismo, el amiguismo, los compadres o la panaca, se forma un entorno que rodea a los caudillos, los mismos que por carecer de principios y programas de gobierno terminan, casi siempre, en la confusión, la anarquía y sirviendo a intereses extranjeros, menos a su pueblo y peor a la nación.

En la política con fundamento ideológico se definen los intereses económicos, sociales, religiosos, éticos, morales, axiológicos, educativos, culturales, científicos y tecnológicos esenciales de las clases sociales y las relaciones que entre ellas existen. Como se dice, en política nadie concientemente da puntada sin hilo. Ahora, está muy de moda y resulta chabacano y carente de todo fundamento lógico hablar entre politiqueros, con periodistas que les hacen el coro, de ser miembros de la “clase política”, como si realmente fuera verdad, pero es falso. No existe tal cosa, así podríamos afirmar la clase médica, la clase abogada, o la clase filosófica. Las clases sociales tienen su origen a partir de la producción económica, y del rol que cada uno ocupa en el aparato productivo de la sociedad, así tenemos obreros, campesinos, burgueses, etc.

Quienes participan en la política no hacen otra cosa que expresar los intereses de estas clases en el campo de las diversas formas de la conciencia social. Decir la “clase política” es dar a entender como que existieran hombres dedicados, por encima de la sociedad, a participar exclusivamente en este campo. O sea que, serían personajes que no responden a los intereses económicos, sociales y políticos de las clases sociales y menos de la sociedad, estarían colgados en el aire, sin que nada produzcan y, serían estos quienes pretenden conducir los destinos de una nación.

La política expresa también las relaciones entre las naciones y entre los Estados, es la política exterior. Pero esta política no es común para todos, cada gobierno tiene como fundamento el ejercicio de la política con una singular fundamentación filosófica, la misma que define una posición ideológica, y esta ideología permite formular una determinada línea y conducta a seguir cuyos principios diáfanos y no demagógicos se expresan en un programa de gobierno, los mismos que garantizan su coherencia cuando toma las decisiones de largo, mediano y corto plazo. La estrategia y la táctica, tiene su fundamento en la filosofía política, que también es usada por los militares y por los mismos políticos. Su unidad está garantizada en la medida que esa estrategia, es como un sable de acero fino, sirve para que no se quiebre; lo que se hace con el sable, conducirlo a la derecha o la izquierda, a un lado o a otro, no es otra cosa que las tácticas, el sable se puede dirigir a cualquier lado, pero nunca se rompe, hay consistencia, firmeza.

De este modo la nave política se conduce a puerto seguro, en medio de cualquier tormenta, es aquí donde los políticos afirman que la dirección de un barco en medio de la peor tormenta depende del timonel para llegar a puerto seguro. O sea que en política nada es estático, todo evoluciona y se desarrolla en medio de agudas contradicciones y es aquí donde el dirigente prueba la consecuencia a sus principios y programa. Cuando se rompe la estrategia de la táctica nos encontramos ante la traición, ante la capitulación, y en política es corriente constatar que un revolucionario se vuelva contrarrevolucionario o al revés, que un burgués se convierta al proletariado o al revés, que un ateo termine religioso o al revés, o que un demócrata se vuelva dictador o al revés. Nada tiene de extraño, es la compleja y fascinante ciencia de la política.

Para que la política se convierta en una gran fuerza transformadora, ésta debe reflejar acertadamente las necesidades del desarrollo de la vida material y espiritual de la sociedad. La política que no responde a estas exigencias frena el desarrollo ascendente de la sociedad, pues se estructura a despecho de las necesidades y los intereses del pueblo que todos dicen defender. La política científicamente conceptuada debe rechazar todas las manifestaciones de apoliticismo, porque es falso, en el fondo todos somos portadores de una determinada política que no necesariamente tiene que ser partidista, la política se convierte en una necesidad en la lucha sistemática contra la alienación; la política nacional se debe hallar indisolublemente ligada a su políticas exterior, cuyo objetivo estriba en asegurar las condiciones de paz necesarias para la edificación del Estado de Derecho.

En estos tiempos la filosofía como ciencia surge de la necesidad de estructurar una concepción general del mundo, de investigar los principios y las leyes generales del mismo; surge de la exigencia de un método de pensamiento acerca de la realidad fundada en lo racional, en la lógica formal y en la lógica dialéctica que estudia las categorías. Por estas razones la filosofía se encuentra íntimamente relacionada con el desarrollo de la sociedad. Se trata de actuar con una concepción del mundo objetivo y del pensar, y entender el estudio de la filosofía no como ciencia de las formas externas del pensamiento, sino de las leyes que rigen el desarrollo de todas las cosas materiales, naturales y espirituales, es decir, comprender el desarrollo de todo el contenido concreto del mundo y del conocimiento del mismo, que es la conclusión de la historia del conocimiento.

En la actualidad el problema de si la filosofía es ciencia o no, sirve para dos cosas concreta, tener una posición científica o una posición especulativa. De aquí se parte por entender los problemas del pensamiento humano, de la sociedad y la naturaleza, esto da lugar a tener métodos diferentes, o se trabaja con la dialéctica o se trabaja con el idealismo, el positivismo ahora llamado “neopositivismo” y la metafísica. No hay alternativa, ni cabida para los agnósticos. Y esto sirve para entender los problemas del mundo, o desde una posición científica que utiliza leyes universales, o desde una posición elucubradora y especuladora, que en política esta última nos conduce al dogmatismo, al eclecticismo, a las indefiniciones y a ser demagogos.

Cuando la filosofía se articula con los problemas del Estado se incursiona con seriedad en la política, y es inconcebible entender la política si no se tiene una sólida concepción científica del mundo, de la vida, del hombre, de la sociedad, de la naturaleza y de la teoría científica del conocimiento. Esto es parte indispensable para uno que quiere andar por los complejos y difíciles caminos de la política, y es así porque la política no es un estado de ánimo, de entusiasmo, de tener “espíritu de servicio al pueblo”, que con frecuencia se alardea cuando se candidatea. La política es una gran ciencia, la más valiosa del planeta, y decimos esto no porque queramos ensalzarla sino porque es la expresión concentrada de la economía. No existe Estado sin política y, el Estado no es una empresa o un mercado, ni menos nuestra casa. El Estado es el aparato que conduce una nación, en su seno se resuelven las contradicciones de las clases sociales, en el terreno político, económico, social, educativo, cultural, artístico, científico, tecnológico y, espiritual en general.

El Estado, es siempre poderoso y su destino y conducción está a cargo de los cuadros más destacados de cada clase social, no puede estar en manos de improvisados, o porque se hayan ganado la Tinka o encomendado a un chamán, no se llega al Poder por golpe de suerte, ni por algún milagro providencial. El Estado quita el sueño a los políticos porque sencillamente desde su origen, en la etapa de la esclavitud, tiene instrumentos que lo convierten en poderoso.

El Estado, universalmente, cuenta con hombres armados, que en estos tiempos se llaman las fuerzas armadas y auxiliares; posee un sistema de tributación que hace que se recaude lo que llamamos impuestos, que es fruto del trabajo de millones de hombres y mujeres de todo tipo; cuenta con un sistema judicial dotado de leyes y normas legales que regulan el orden establecido; y posee un sistema carcelario para sancionar a quienes quebrantan su ordenamiento legal.

En este tiempo de globalización neoliberal y postmoderna, en la mayoría de países del mundo, el aparato estatal y todos sus resortes que operan en la sociedad, es controlado, mediante democracias formales o dictaduras abiertas o disfrazadas, por testaferros nacionales o extranjeros (caso Fujimori) al servicio de las transnacionales y oligopolios que dominan el planeta. Estos tienen la consigna de perpetuar el sistema dominante, controlan férreamente el Poder para mediatizar o eliminar, si es necesario, el sistema democrático, quebrantar el Estado de Derecho, violar su Constitución, eliminar los derechos humanos e individuales y las garantías constitucionales. Su tarea esencial es ejercer la dictadura a favor de las transnacionales. Lo demás, es cuento y demagogia.

Colofón

No le falta razón a mucha gente que afirma empíricamente que “los pueblos tienen los gobiernos que se merecen”. Y es obvio que esta afirmación tiene su fundamento filosófico en algo que le antecede, hay gobiernos que exprofesamente luchan por mantener al pueblo en la ignorancia y la alineación, porque saben que cuanto más ignorante sea, sólo así podrán manipularlo a su antojo; en tanto que un pueblo culto, ante las injusticias que se cometen, no le quedará otro camino que luchar por sus derechos y contra la alineación, es lo que ahora entendemos el por qué de la lucha por las justicia social. Para luchar contra la alineación existe la filosofía de la educación, la misma que sustenta los fundamentos científicos de una educación Nacional, Científica y Democrática.

En estos tiempos, podemos hablar juntos con Gabriel García Márquez: “Creemos que las condiciones están dadas, como nunca, para el cambio social y la educación será su órgano maestro”. Este concepto tiene su fundamento filosófico en la ley histórico natural que sostiene que existe relativa independencia de la superestructura del sistema político social con respecto a su base económica. En estos tiempos, del Tercer Milenio, llamado la Era del conocimiento, la educación y la cultura contribuyen decididamente al cambio de la sociedad en su conjunto, y nada tiene de contradictorio con la otra ley filosófica, histórico natural que sostiene que en primer lugar está la base económica que determina el desarrollo de la sociedad.

Los apasionantes problemas de la política, relacionados con la globalización, el neoliberalismo y la post modernidad, encuentran su explicación racional si se estudia con la filosofía científica y se relacionan en su unidad con los problemas ideológicos, sociales, económicos y políticos. Lo complejo tiende hoy a hacerse simple, porque nos ayuda a entender la unidad en el contexto de la diversidad.

De manera que, la filosofía existirá mientras la sociedad y el hombre existan, la filosofía sigue siendo un instrumento para entender la realidad y transformar la sociedad con arreglo a leyes, cuanto más entendamos la filosofía mejor será el trabajo político. Y esto sólo puede tener una conclusión: Cuanto más amamos al ser humano más amamos la filosofía y su aplicación a la política, de modo que podemos decir con Mario Bunge, que “los filósofos tenemos trabajo para rato, ocupación asegurada, siempre y cuando seamos útiles en lugar de complicar innecesariamente la existencia”.

FIN

* Manuel Góngora Prado

Presidente del Consejo Superior de Investigaciones del Vicerrectorado de Investigación de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos; Doctor en Filosofía y Psicología; Periodista Colegiado; Miembro de la Asociación de Periodistas del Perú; Miembro del Colegio de Periodistas del Perú, Miembro Ilustre del Colegio de Doctores en Educación del Perú; Socio Horario de la Sociedad Peruana de Educación Intercultural; Profesor Principal de la UNMSM. Profesor visitante del Doctorado y Maestrías de la Universidad Nacional Federico Villarreal de Lima, Hermilio Valdizán de Huánuco, San Cristóbal de Huamanga, Pedro Ruiz Gallo de Chiclayo, San Antonio Abad del Cusco, Nacional de Piura, UPLA de Huancayo, San Luis Gonzaga de Ica, Particular de Tacna, Particular de Chiclayo, Pontificia Universidad Católica del Perú y Central de las Villas-Santa Clara de Cuba.

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