De imponerse el autoritarismo neoliberal en el país andino, en América Latina tendremos ya un bloque más intensivo para que el régimen estadounidense aventure cualquier incursión o en acciones de países aliados con tal de impedir que en otras naciones se reactive la lucha por el poder por parte de las fuerzas democráticas y progresistas
Imagen: Nueva Sociedad
Editorial diario-red.com
11/08/25
Los pronósticos están a la orden del día, pero las realidades solo se verificarán en las urnas este 17 de agosto. Lo único cierto en Bolivia es la incertidumbre, ante una democracia frágil, amenazada por poderes fácticos y la división en el movimiento que consolidó las transformaciones más profundas vividas en ese país andino en casi todo el presente siglo.
Lo que se vislumbra es el retorno de la liberalización económica, la desregulación estatal, las privatizaciones, achicamiento del Estado y la imposición de todo eso por la fuerza, como ya ocurrió con la dictadura de Jeanine Añez. Todo ello, en buena medida, porque se excluyó de la contienda electoral a la mayor figura del movimiento popular e indígena.
Lo que ha ocurrido en estos largos meses, desde el año pasado, da cuenta de una paradoja política nunca antes vista en Bolivia: sostener a un presidente nacido de las entrañas del MAS y, por absurdo que parezca, conculcar la candidatura de Evo Morales. Todo para socavar tantos años de luchas por el agua, la tierra, las minas, la educación, la salud y la seguridad públicas con base en una Constitución nacida de los más caros anhelos sociales.
En Bolivia podría repetirse el fenómeno que ya se ha vuelto dramático y trágico en Ecuador o en Perú. Es decir, el sostenimiento de autoritarismo político y militar para anular el retorno de cualquier expresión progresista.
En Bolivia podría repetirse el fenómeno que ya se ha vuelto dramático y trágico en Ecuador o en Perú. Es decir, el sostenimiento de autoritarismo político y militar para anular el retorno de cualquier expresión progresista. Y para ello, qué duda cabe, los opositores tendrán el apoyo de Estados Unidos, sus aparatos de persecución judicial, la operación de grupos informáticos para imponer un solo relato, sin dejar de lado la tarea más perversa de medios de comunicación al servicio de una hegemonía racista y excluyente, en todos los sentidos.
De imponerse el autoritarismo neoliberal en Bolivia, en América Latina tendremos ya un bloque más intensivo para que el régimen estadounidense aventure cualquier incursión o en acciones de países aliados con tal de impedir que en otras naciones se reactive la lucha por el poder por parte de las fuerzas democráticas y progresistas. Todo eso no elimina la posibilidad de consolidar esa narrativa estigmatizadora para los líderes sociales calificándoles de terroristas o “jefes de carteles criminales”.
La indecisión de ahora, según las encuestas, podría ser un síntoma de temores y de dudas. No solo ello: también hay una manipulación de las cifras para entronar una sola discusión y una sola tendencia en la decisión del voto. Si el 30% de los bolivianos no ha decidido por quién votar, reiteramos: nada está asegurado para nadie y lo que queda por delante es un “vértigo democrático”.
Por ahora hay que estar atento a los días que vienen porque en medio de ese escenario de incertidumbre -ya ha pasado- se pueden experimentar acciones mucho más desestabilizadoras de las que se han visto en el último quinquenio.
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