La subrepresentación femenina en la política global revela que la igualdad aún está lejos de alcanzarse
Solo 26 de los 193 Estados de la ONU son liderados por mujeres. Obstáculos estructurales y violencia política frenan la paridad y la representación femenina en el poder
Ana Cristina Bracho
almaplus.tv 9 Agosto
El mundo, según los números de la ONU, tiene 193 Estados. Entre ellos, tan solo 26 son dirigidos por mujeres, una cifra que ha crecido recientemente, pero que revela lo lejos que estamos de alcanzar la paridad. Pese a ello, este es un tema del que se habla con frecuencia y como otros de la agenda aparentan haber dado más resultados que lo que observamos en la realidad.
¿Tienen las mujeres los derechos que se anuncian? ¿Tienen los hombres razones para temer un mundo donde las mujeres los dejen atrás? Solo mirar el tema nos deja saber que no, pero hay siempre que considerar que las sensaciones importan y también se trabajan para dirigirlas hacia un lado u otro.
Así, muchos han sido los festejos en los últimos meses por la muy simbólica llegada de mujeres al poder en México, Namibia o Liechtenstein, pero sigue siendo poderosa la subrepresentación de las mujeres en todas partes del mundo.
¿Qué hace que esto avance tan lento? Hay distintas razones que suelen anotarse. Las primeras son estructurales, en las que están los sesgos de género, la violencia política y la carga de los cuidados que hacen que las mujeres avancen más lento. No habiéndose superado esta situación en los últimos años, la alerta está encendida, pues hay claros retrocesos en la aplicación de las políticas de género, incluida la eliminación de las oficinas que se dedican al tema.
Paridad de género
Aunque de la historia universal podemos extraer un puñado de monarcas, las primeras mujeres frente a gobiernos electos llegaron en el siglo XX. Así, son Sirimavo Bandaranaike, Isabel Perón y Vigdis Finnbogadóttir las consideradas pioneras. Hasta el 2016, solo 44 mujeres en el mundo habían
Para intentar que esto cambiase, en el siglo XX se intentaron distintas estrategias. Entre ellas, fomentar la paridad que como indica Flores "nace como una obligación de los partidos políticos, los cuales deben "garantizar la paridad entre los géneros, en candidaturas a legisladores federales y locales"; y, en consecuencia, postular a un 50% de hombres y un 50% de mujeres, ya sea para senadores, diputados federales y diputados locales, lo cual constituye un punto de partida y no necesariamente uno de llegada"
De modo que para que las mujeres lleguen a los cargos deben cambiar los partidos. Siendo que la escena política, al menos en nuestros países, está integrada cada vez por más mujeres que incluso en algunas esferas son mayoría, pero sigue habiendo una tendencia a seleccionar como candidato que favorece las opciones masculinas.
La exigencia de la paridad es una consecuencia del reconocimiento de la igualdad y de la demanda de representaciones que conozcan a sus electores, que puedan traer a los espacios de debate aquellas voces que no están representadas en las mayorías, en el individuo liberal con base en el cual se diseñaron las estructuras en las que vivimos. Sin embargo, no es un tema que podamos declarar suficiente ni siquiera neutro.
La paridad entendida como que los parlamentos sean conformados por el mismo número de hombres y de mujeres suele omitir que la existencia es más compleja que tan solo el género. Las mujeres blancas, dueñas de empresas, pueden no tener mucho en común con las trabajadoras migrantes o racializadas y ver el mundo desde una acera totalmente contraria.
Por otro lado, todas estas construcciones debemos pensarlas desde nuestro lugar del mundo donde existen -y exigimos que se reconozcan- distintas cosmovisiones, posturas y lecturas ante la vida. Desde allí, la paridad debe pensarse para ser compatible con nuestra concepción de lo político y de la relación entre hombres y mujeres.
Quizás al hacerlo, si pensamos desde la raíz la sociedad que queremos podamos avanzar con más rapidez y profundidad que buscando las recetas que teniendo más de dos décadas en uso no logran cambiar el paisaje. Es tan denso el tema que, aunque nos parezca justo o natural no nos damos cuenta que, como en algún momento demostró Ruth Bader Ginsburg nos sigue pareciendo tan natural la presencia mayoritaria de los hombres que la idea de un parlamento o un tribunal supremo compuesto solo de mujeres nos resulta excesiva, ridícula o nociva, cuando estos espacios casi siempre están integrados tan solo —o casi tan solo— por hombres.
Violencia política de género
¿Es solo un problema de las cuotas y su mal funcionamiento? ¿De seguir sintiendo que las mujeres no son líderes natos o que su carrera deba concluir para dar paso a la maternidad? En los últimos años, se viene denunciando las prácticas y construyendo la teoría sobre la violencia política de género.
Bajo esta denominación, de manera general, podemos señalar que se incluyen las acciones que se dirigen contra mujeres por su género, que buscan castigarlas por el desafío a los mandatos tradicionales que constituyen sus aspiraciones o desempeños políticos. La acción puede tener distintas formas. Por ejemplo, amenazas, violencia física, sexual o psicológica. De igual forma, es común que las mujeres en la política sean víctimas de acoso y se reporta que el internet ha favorecido el incremento de estas prácticas.
Para evitarla, distintos países han ido desarrollando una legislación que aspira proteger a las mujeres, así como se fomenta el desarrollo de protocolos partidistas que limiten estas acciones. Siendo que en distintos países se han dado casos que se han considerado como emblemáticos de estas prácticas.
La búsqueda de nuevas dinámicas sociales caracterizadas por el protagonismo, la democracia, la justicia y la conquista de nuevos derechos exige que estos temas sean tomados en serio. La poca representación de mujeres en los espacios públicos se estima afecta a las generaciones presentes en tanto que favorece que rara vez los temas que preocupan a las mujeres sean incluidos en la agenda, y, también al futuro, pues seguirán creciendo generaciones, de hombres y mujeres, que entienden natural la exclusión plena o parcial de las mujeres de lo público y por ende, las niñas y jóvenes crecerán con menos modelos que seguir.
Ana Cristina Bracho*
____________________________________
*Abogada, escritora y columnista venezolana. Premio Nacional de Periodismo “Simón Bolívar” 2023 en opinión. Premio Aníbal Nazoa en la categoría opinión en medios digitales 2019.
___________
Fuente:
