ALIENAR A LA CLASE TRABAJADORA Y MANTENER EL CONTROL IDEOLÓGICO
Por Fernando Buen Abad
Foto: ALMA Plus TV
Los "Mass Media" operan como herramientas de dominación ideológica bajo el capitalismo
Aunque parece no haber evidencia de que Joseph Goebbels dijera: “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”, parece que se metabolizó del original “Si repites una idea lo suficiente, la gente terminará creyéndola. La propaganda debe ser popular, adaptada al nivel más bajo de inteligencia.” (Diarios de Goebbels, 1941) y la convirtieron en un axioma de la publicidad y la propaganda burguesa, infiltrada pertinazmente en las cabezas de sus “profesionales”. Algunos le llaman a eso “sentido común”. “Una concepción del mundo absorbida acríticamente por la mayoría de las personas, derivada de las tradiciones locales y las influencias de las clases dominantes.” Gramsci (Cuaderno 11, §12). Los tenemos hasta en la sopa.
Esto se refleja el relato mediático que, desde Goebbels, sobrevive en los intestinos de la ideología de la clase dominante y que ha intoxicado a la percepción pública. Esta intoxicación se ha metabolizado como relato hegemónico heredero de los métodos propagandísticos nazis, que machacaron los cerebros de los pueblos con la repetición incesante de mensajes (unas veces como drama, otras veces como comedia, algunas veces más como aparatos ideológicos políticos) para consolidar su control ideológico de clase. Es la influencia del nazi-fascismo en los “mass media” y sus sistemas de significación que han operado como herramientas de dominación ideológica. Están en el guardarropa.
Es un aparato de producción de “semiosis” y de sistemas de significación que contribuyen a la reproducción de las relaciones de poder y las estructuras ideológicas que perpetúan la dominación de clase al naturalizar las relaciones sociales capitalistas como forma de totalitarismo que utilizó los medios de comunicación de manera sistemática para consolidar su poder y difundir su ideología. Además, la estetización de la esclavitud ideológica para sensibilizar y movilizar a las masas. Convierten la ideología dominante en un espectáculo, como poder que fascina y somete.
Actualizada por sus lacayos semiólogos, la propaganda nazi-fascista trabaja incesantemente en la creación de un “enemigo” (comunistas, ecologistas, organizaciones por la igualdad de género, anti-racistas etc.) como un significante de odio que podía ser asimilado con “naturalidad” para descargarle un abanico complejo de contenido negativo. Ese aparato de intoxicación ideológica disfrazado hoy como “Batalla Cultural” reproduce las estrategias de intoxicación incluso en contextos democráticos, a través de la estandarización y la manipulación de los signos burgueses como inmutables, intocables y hereditarios. Goebbels le enseño a la burguesía asustada que “La propaganda no tiene que ser veraz, sino que debe ser lo suficientemente simple para convencer a las masas” (cit. en Kershaw, Hitler 1889-1936, 1998). Eso creo una escuela que pervive instrumentalizada en la subordinación de los signos a un proyecto de dominación dispuesto a eliminar toda posibilidad de polisemia y así impedir interpretaciones de la realidad no funcionales al capitalismo. Casi nada, en la publicidad, se salva.
Urge una semiótica de combate contra el nazi-fascismo, sus sistemas de denotación, de connotación y mitología. Está empecinado, el nazi-fascismo actual, en construir sistemas de signos que pulvericen los valores históricos y la memoria. Destruir las fibras más intimas de todo impulso de organización rebelde y desmoralizar, en extremo, la indignación y rebeldía ante desastre producido por el capitalismo a lo largo de su historia. Han desplegado miles de maneras de repetir y ritualizar sus signos, inyectándolos en los rincones más impensados de la vida cotidiana, y han naturalizando un sistema de desigualdad obscena como si fuera necesaria e inevitable. Glorifican al empresario y al político servil, calumnian toda contradicción o anhelo de pluralidad. Así, el signo mediático nazi-fascista ha metabolizado las peores características de la burguesía para presentarlas como el mejor destino posible para la especie humana. Una épica de las aberraciones disfrazadas como consenso simbólico en torno a la superioridad racial y la unidad nacional.
Vivimos una situación de Guerra Cognitiva en la que los “mass media” se convirtieron en armas de distorsión masiva y producción simbólica al servicio del capital, alineando a la clase trabajadora con un proyecto político fundamentalmente represor y alienante. Relatos grandilocuentes que glorifican de los valores burgueses para ocultar la corrupción intrínseca del sistema. Por eso usan el entretenimiento como anestésico ideológico y mantener la cohesión social en sociedades profundamente fracturadas por el robo del producto del trabajo y las humillaciones incesantes contra la mayoría de las personas. Hay que ver cómo se redactan y exhiben las “noticias”.
Si el relato ha de ser que sólo lo rubio es bello, que sólo el dinero resuelve todo, que las mercancías deben ser tratadas como dioses y que, si no te gusta, la única salida es la resignación, el aplauso a los verdugos y la dictadura de la ideología burguesa como herencia magnífica para la prole… estamos en presencia del paquete ideológico nazi-fascista completo. Leni Riefenstahl, metabolizada en las agencias de publicidad, de modas y de noticieros, bajo las bendiciones estéticas de Adolf Hitler, y sólo faltaría que volvieran a infestarnos con alguna “máquina” capaz de metabolizar y actualizar los 7 millones de radios baratos (Volksempfänger, “receptor del pueblo”) diseñados para captar únicamente el discurso burgués.
Y muy alertas con los noticieros de los monopolios “mass media”, fuentes tóxicas con todo tipo de exageraciones, distorsiones y mentiras flagrantes. Son eso, fuentes tóxicas, dedicadas a demonizar a todo crítico de la dictadura burguesa. En todos los casos, el nazi-fascismo “mass media” está metabolizando sus odios de clase para moldear subjetividades sumisas y crear un sistema simbólico nuevo de dominación ideológica y desorganización popular. Son escuadrones criminales para la homogeneización de los mensajes y los cerebros, la estetización de la violencia y el control de las narrativas anhelan consolidar y extender “hasta el infinito” la hegemonía autoritaria del capitalismo. Por eso, y muchas razones más, es necesaria una semiótica, emancipada y emancipadora, que no sólo analice los mensajes explícitos, sino también intervenga en la disputa por el sentido, transformando los códigos y las estructuras subyacentes que permiten la reproducción ideológica del poder. Para gestar el sentido de una vida emancipada y emancipándose permanentemente. Insistamos, es urgente.
Fernando Buen Abad
Autor de esta publicación
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Fernando Buen Abad: Intelectual y escritor mexicano. Licenciado en Ciencias de la Comunicación, Master en Filosofía Política y Doctor en Filosofía.
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