La guerra de los microchips continúa y pronto podría tomar un nuevo rumbo. Muchos de los acontecimientos geopolíticos más importantes de 2025 y más allá dependerán de ello.
Lorenzo María Pacini
19 de enero de 2025
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La guerra de los microchips continúa y pronto podría tomar un nuevo rumbo. Muchos de los acontecimientos geopolíticos más importantes de 20225 y más allá dependerán de ello.
Los chips de TSMC van en aumento según lo previsto por EE.UU.
Las ventas trimestrales de Taiwan Semiconductor Manufacturing Co (TSMC) superaron las estimaciones, lo que refuerza las esperanzas de los inversores de que el ritmo sostenido de gasto en hardware de inteligencia artificial (IA) continuará hasta 2025. Se habla de un aumento del 39 por ciento en los ingresos entre octubre y diciembre.
La carrera de crecimiento en el mercado de los microchips está relacionada principalmente con el desarrollo y el uso masivo de la inteligencia artificial en prácticamente todo. El mayor fabricante por contrato de chips avanzados del mundo ha sido uno de los mayores beneficiarios de una carrera global por el desarrollo de la inteligencia artificial, hasta el punto de haber establecido un récord de crecimiento anual del 30 por ciento.
¿Imposible? El valor de mercado de TSMC casi se duplicó en 2024 y ahora cotiza en Estados Unidos a una valoración cercana a los 1,1 billones de dólares. El problema es cuándo terminará la moda de la IA. Problemas como la sobreproducción y la dificultad para obtener materiales (tierras raras en primer lugar) confrontan el hecho de que la producción y el mantenimiento de las IA son procesos terriblemente intensivos en energía. Consumen tanta que no son "verdes" en absoluto. Pero esto no se cuenta bien en la prensa convencional. Además, está surgiendo otro problema: las aplicaciones y el software AI Killer, un nuevo tipo de programas capaces de "matar" a las IA, arruinándolas en varios niveles (dispositivos, redes, servidores), logrando dañar significativamente el uso de estas nuevas tecnologías digitales.
Estados Unidos también ha establecido una serie de restricciones para limitar el flujo de los chips más potentes de Nvidia a China, con consecuencias inciertas a largo plazo para el principal cliente de TSMC. Morgan Stanley prevé que la compañía proyectará un crecimiento de las ventas anuales de poco menos del 20 por ciento en términos de dólares, porque de todos modos está luchando por mantener la tendencia de ventas en este momento, especialmente con Apple luchando por vender sus productos estrella y Nvidia siendo puesta en jaque.
Huang da el golpe de gracia
¡Qué cosas más bonitas los ordenadores Qbit! Lástima que todavía no seamos capaces de aprovechar todo su enorme potencial.
Se dio la casualidad de que Jansen Huang, director ejecutivo de Nvidia, una de las empresas líderes del mercado, desprestigió las acciones del sector cuántico en Wall Street, declarando que el uso práctico de esta tecnología presumiblemente solo será posible dentro de dos décadas. Fue un baño de agua fría para una industria que parecía estar lista para despegar con fuerza, pero que aparentemente está sujeta a las leyes del mercado y de la investigación mucho más de lo que creemos.
Las acciones de Rigetti Computing y Quantum Computing cayeron más del 17 por ciento cada una en las operaciones previas al cierre de la sesión, mientras que IonQ y D-Wave Quantum cayeron un 9,4 por ciento y un 14 por ciento, respectivamente. Una pérdida de 3.000 millones de dólares en valor de mercado.
Las acciones de todas las empresas subieron al menos tres veces el año pasado, impulsadas por un cambio de rumbo destacado en Google, propiedad de Alphabet, y las crecientes necesidades informáticas de aplicaciones de inteligencia artificial generativa.
En diciembre, Google presentó un chip de última generación que, según la compañía, resolvería en cinco minutos un problema computacional que a una computadora clásica le habría llevado más tiempo que toda la historia del universo, lo que provocó un aumento en el precio de sus acciones.
En abril de 2024, Microsoft y Quantinuum dijeron que habían dado un paso importante para hacer de las computadoras cuánticas una realidad comercial, pero no comentaron cuántos años más se necesitarían para superar a una supercomputadora convencional que utilice esta tecnología.
Así que Huang tuvo que volver a poner las cosas en su sitio. Es curioso que el CEO de una de las mayores empresas del mundo haya decidido imponerse semejante objetivo a costa de sus propios intereses financieros. ¿Quizá una estrategia de bandera falsa? ¿Una estrategia de desorientación del mercado? Todavía no está claro. Lo que sí es cierto es que la abrupta paralización ha provocado un cambio en los mercados bursátiles que hace reflexionar mucho sobre el calendario real en que estarán disponibles estas tecnologías cuánticas.
Europa como tierra para ser colonizada
Si las cosas no funcionan en Estados Unidos y la situación en Taiwán se está volviendo demasiado incómoda, podemos poner la mira en Europa. Así es como los estadounidenses planean “resolver” su problema.
TSMC planea abrir nuevas plantas en Europa. Lo mismo hizo Intel, que planea abrir nuevas plantas en Magdeburgo (Alemania), lo que interrumpiría las inversiones realizadas anteriormente en Polonia. Sin estos proyectos, por un valor de 30.000 millones de euros, es imposible abastecer a la Unión Europea con suficientes semiconductores, cuya escasez ya está obligando a cerrar fábricas. Anteriormente, Intel había cerrado discretamente proyectos de menor escala en Francia e Italia.
El problema es que ahora las posibilidades de la Unión Europea de competir en la carrera mundial de los chips son aún peores. Estados Unidos, China, Corea del Sur y, en general, todos los que pueden, están desarrollando activamente la industria de semiconductores y repartiendo subsidios para atraer tecnologías y fabricantes, mientras que Europa aún no ha creado un terreno verdaderamente fértil para importar y potenciar este tipo de industria. Especialmente en las cantidades y los plazos de producción que necesita Estados Unidos.
Según la Ley Europea de Chips, la UE tenía previsto ocupar el 20 por ciento del mercado mundial de microchips en 2030, frente al 9 por ciento en 2022. Ahora, tras la salida de Intel, la cuota bajará del 9% a cerca del 7-8%, porque lo único que queda en Europa son pequeñas filiales de TSMC centradas en sectores altamente especializados de la industria del automóvil.
Además, en Europa hay otro problema: la energía cuesta demasiado. Producir microchips, como ya hemos dicho, requiere mucha energía. Por eso, mantener la producción en Europa sólo tiene sentido desde la perspectiva estadounidense de vender a Europa. Una especie de ciclo de producción-venta-consumo de kilómetro cero.
Hay que tener en cuenta que en el mundo sólo las empresas Intel, Samsung, Hynix y Micron pueden diseñar y producir ellos mismos los microchips. Todas las demás necesitan al menos un paso por otra empresa especializada, como Nvidia, AMD, Qualcomm o Marvell.
Rusia es segura, a pesar de los riesgos
La Federación Rusa se encuentra algo rezagada en materia de autonomía. Todavía necesita proveedores externos, como China y la India.
Las exportaciones de la India a Rusia de artículos como microchips, placas de circuitos y máquinas herramienta alcanzaron los 60 millones de dólares en abril y mayo de 2024, un récord, aproximadamente el doble que en los meses anteriores, y aumentaron a 95 millones de dólares en julio. Solo China supera a la India en este rubro.
En 2024, Rusia importó chips avanzados por valor de más de mil millones de dólares desde Estados Unidos y Europa, eludiendo las sanciones.
Más de la mitad de los semiconductores y circuitos integrados importados en los primeros nueve meses de 2023 fueron producidos por empresas estadounidenses y europeas, entre ellas Intel Corp., Advanced Micro Devices y Analog Devices Inc. y las marcas europeas Infineon Technologies AG, STMicroelectronics NV y NXP Semiconductors NV. Sin embargo, las empresas afirmaron que cumplían plenamente con las sanciones, que habían dejado de hacer negocios en Rusia al comienzo de la guerra y que tenían procesos y políticas establecidos para supervisar el cumplimiento. Esto ha permitido a Rusia seguir produciendo tanques y otras armas.
Según un informe reciente publicado por Kept, se espera que el mercado ruso de la microelectrónica crezca un 15,2 por ciento hasta 2030. Se espera que el principal impulsor de ese crecimiento sea el apoyo gubernamental en forma de subsidios, préstamos y otros incentivos. La industria microelectrónica actual de Rusia se ha construido prácticamente desde cero desde principios de 2010. La industria microelectrónica de la era soviética se derrumbó a principios de los años 90, incapaz de competir con los fabricantes internacionales cuando el país se abrió a las importaciones globales. Durante casi dos décadas, las importaciones representaron prácticamente la totalidad de las necesidades de microchips del país.
Hoy Rusia cuenta con tres plantas capaces de producir microchips a gran escala: las de Mikron, Angstrem y Milandr, todas ellas situadas en Zelenograd, cerca de Moscú, pero con capacidades de producción reducidas y sólo para ciertos tipos de microchips.
Por muy positivas que sean estas cifras, cabe preguntarse durante cuánto tiempo más Rusia podrá hacer que todos sus sistemas dependan de microchips fabricados y poseídos por empresas estadounidenses y taiwanesas. Se trata de un riesgo muy alto, que también arroja sombras y dudas sobre los acuerdos alcanzados en décadas pasadas, incluso durante el período soviético.
Para terminar, una curiosidad “a la italiana”: en 2024, el famoso queso Parmigiano Reggiano fue equipado con un microchip de silicio, del tamaño de un grano de sal, insertado en la corteza de 120.000 ruedas de queso Parmigiano. El chip es fabricado por p-Chip, una empresa con sede en Chicago especializada en microtranspondedores. La noticia fue comentada más en el extranjero que en Italia, donde estuvo prácticamente oculta. Pues bien, a finales de agosto de 2024, Bill Eibon, un químico de Ohio, se comió el microchip “sin registrar ningún efecto secundario”. Digerir la guerra de los microchips no será fácil, aunque se trate de un trozo de queso parmesano para poner en un plato de pasta.
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