Un reciente estudio científico parece haber encontrado el mecanismo neurológico que altera la memoria e incentiva la aparición de ansiedad tras un evento de estrés.
Jorge Garay
18 de noviembre de 2024
Una ilustración sobre un cerebro humano y los desordenes.KATERYNA KON/SCIENCE PHOTO LIBRARY
Si siempre te ha estresado manejar y sufres un accidente menor mientras conduces, ese evento creará un mal recuerdo en tu memoria. Más adelante, cuando intentes subirte a un auto, ese recuerdo resurgirá para provocarte miedo. El accidente que no puso en riesgo tu vida desencadenó un Síndrome de Estrés Postraumático injustificado. A partir de ese momento, evitarás manejar sin darte cuenta de ello. Este escenario puede repetirse en cualquier actividad cotidiana.
El vínculo entre el estrés y el miedo injustificado es ampliamente aceptado. Sin embargo, como el acto de temer es un fenómeno multifactorial, no es posible señalar un solo origen. Un reciente estudio científico parece haber encontrado el mecanismo neurológico que altera la memoria e incentiva la aparición de ansiedad tras un evento de estrés.
De acuerdo con una publicación en Cells, el estrés interrumpe la forma en que se construyen los malos recuerdos. Las sustancias liberadas por los cuerpos estresados “intensifican” las memorias vinculadas con el miedo, ampliando su tamaño para albergar más de lo que deberían. En otras palabras, una persona estresada se vuelve más susceptible a unir recuerdos negativos con los neutrales y a reaccionar de manera aversiva a ambos.
¿No quedamos en que esto no era buena idea? Pues hay laboratorios de investigación que desarrollan estudios y tecnologías que siempre creímos imposibles.
Los ladrillos que forman los malos recuerdos
Cualquier recuerdo se almacena físicamente en el cerebro en forma de engramas. Dependiendo del tipo de memoria, se guardará en una parte u otra del cerebro. Por ejemplo, el recuerdo de andar en bicicleta, una habilidad motora, está asociado a la región del cerebelo, mientras que los episodios traumáticos se almacenan entre la amígdala y el hipocampo.
Los engramas son considerados las representaciones gráficas de los recuerdos, pero están lejos de ser conjuntos de neuronas ubicadas en un solo punto. Los neurocientíficos proponen que se les imagine como huellas o senderos específicos en un campo con miles de caminos. Cuando una persona toca un instrumento musical de memoria, en realidad su cerebro está recorriendo un solo sendero o engrama para ejecutar el movimiento a la perfección.
Con los recuerdos traumáticos funciona de manera similar. Tras un mal momento que pone en peligro la vida, el cerebro activa la amígdala y se crea un engrama de advertencia. Este sendero se recorrerá cuando una persona vuelva al escenario que inicialmente creó la experiencia aterradora.
El estrés puede hacer que escenarios neutrales formen parte de un engrama de miedo cerca de la amígdala. Para averiguarlo, científicos experimentaron con ratones. Primero los estresaron, luego crearon en ellos malos recuerdos y finalmente revisaron su actividad neuronal, así como su comportamiento en escenarios fuera de peligro. Los roedores estresados tenían un engrama más grande que aquellos relajados. Por tanto, reaccionaban con miedo en circunstancias de peligro y en escenarios comunes.
La clave del proceso es un regulador químico en el comportamiento neuronal del engrama llamado ácido gamma-aminobutírico (GABA). En palabras de los propios investigadores, “funciona como la cuerda de terciopelo de un club nocturno. Solo deja entrar a ciertas neuronas al club”. Sin embargo, bajo estrés, el cuerpo bombea un neurotransmisor que impide la liberación de GABA. "En otras palabras, la cuerda de protección cae y muchas neuronas pueden entrar a ese club exclusivo", señala Sheena Josselyn, coautora del estudio. El engrama está limitado por GABA, pero si el recuerdo se forma bajo estrés, entonces la memoria más de lo que debería.
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