La consciencia sigue siendo uno de los mayores misterios de la ciencia y la filosofía
Cecilia Pachano
21/10/2024
A través de la mecánica es posible ver la consciencia como una nota de la sinfonía cósmica del universo. El objetivo de los científicos no es solo aislarla o definirla, sino que la humanidad la comprenda y recalibre en función de la consciencia universal
La consciencia por siglos ha sido tema de reflexión de filósofos y teólogos. Un interés que ha trascendido a la ciencia. A lo largo de la historia los científicos han intentado determinar donde se alberga. Ahora han dado un paso más allá y, apoyados en la mecánica cuántica, trabajan en una herramienta para verla.
La consciencia sigue siendo uno de los mayores misterios de la ciencia y la filosofía. Es un concepto que involucra la capacidad de experimentar, percibir y reflexionar sobre el mundo circundante, así como sobre uno mismo. Está relacionada con la autoconsciencia, la percepción sensorial, los pensamientos y las emociones. Su definición varía dependiendo del campo académico que la aborde.
Siglos de debate
Desde la perspectiva filosófica, la consciencia ha sido objeto de debate. Filósofos como Descartes y Locke reflexionaron sobre su naturaleza. Ya en esa época se cuestionaba si se trata de un fenómeno exclusivamente material o si implica algo más allá del cuerpo físico.
La filosofía también aborda conceptos como intencionalidad (la capacidad de los pensamientos de referirse a objetos o estados), dualismo, (separación entre mente y cuerpo), y materialismo (todo fenómeno, incluida la consciencia, puede explicarse en términos físicos).
Además de la consciencia universal. Un concepto filosófico y espiritual que sugiere la existencia de una inteligencia o mente cósmica que trasciende lo individual, conectando a todos los seres vivos. Una fuente colectiva de conocimiento y sabiduría. Que ha sido explorada en diversas tradiciones filosóficas (como el pansiquismo) y espirituales.
Consciencia o conciencia
La consciencia (del latín conscientia ‘ser consciente’) o el estado consciente es, según la RAE, «la capacidad del ser de reconocer la realidad circundante y de relacionarse con ella», así como el conocimiento inmediato o espontáneo que el sujeto tiene de sí mismo, de sus actos y reflexiones. La consciencia es el estado fisiológico de vigilia; la capacidad en acto de reconocerse. Constatarse propiamente ante el entorno. La conciencia es una aptitud o facultad para discernir pero con significado ético o moral (p. ej. la distinción entre el bien y el mal, la comprensión de la virtud, el entendimiento, etc.). Así, se usa consciencia solamente cuando la facultad humana de pensar- no se inmiscuye en la distinción entre el bien y el mal.
En la plataforma Cambio16, que tiene como propósito un mundo mejor, más humano y regenerativo a través de la información y el cambio de consciencia se procura que quede clara la distinción. En palabras de Jorge Neri Bonilla, CEO y editor jefe, «la consciencia es la existencia misma en un plano elevado, mientras que la conciencia es la capacidad de distinguir entre el bien y el mal. Esa nota cuántica en la sinfonía del universo es la CONSCIENCIA de nuestro propósito». Por un cambio de consciencia para lograr el mundo sostenible y de abundancia que soñamos. La nota transformadora.
Realidad interconectada y compleja
Desde la perspectiva de la Neurociencia el enfoque se centra en los procesos biológicos subyacentes. Investiga cómo las interacciones neuronales generan experiencias conscientes. La teoría de la integración de la información sugiere que la consciencia emerge de la capacidad del cerebro para integrar información compleja.
En la física, específicamente en la mecánica cuántica, se han propuesto teorías que relacionan consciencia y fenómenos cuánticos. La teoría de la reducción objetiva orquestada (Orch OR) plantea que los procesos cuánticos en el cerebro son fundamentales para la experiencia consciente. Vinculan consciencia con entrelazamiento cuántico y otros fenómenos no clásicos.
En la medida en que avanza la física cuántica, la filosofía y la ciencia parecen converger. Existen similitudes entre la consciencia universal y la consciencia desde la perspectiva de la mecánica cuántica.
Ambas proponen una interconexión entre todos los aspectos del universo y una naturaleza no local de la experiencia consciente. Asimismo, reconocen una dualidad en la realidad y sugieren que nuestras experiencias subjetivas pueden afectar a lo colectivo.
Aunque los enfoques filosófico, neurocientífico y físico de la consciencia provienen de diferentes contextos, todos sugieren una realidad interconectada y compleja en la que la consciencia desempeña un papel fundamental en nuestra comprensión del mundo y de nosotros mismos.
Un grupo de científicos se propuso desarrollar una herramienta para «ver» la consciencia. El objetivo no es sólo aislarla o definirla, sino que los humanos la comprendan y la recalibren en función de la consciencia universal.
Resonancia en el cerebro humanoE
Dr Anirban Bandyopadhyay
Mecánica Popular reseña la visión audaz y poética de la consciencia de Anirban Bandyopadhyay, un destacado científico del Instituto Nacional de Ciencia de Materiales de Japón (NIMS), para quien es una manifestación de la «música del universo». Según su hipótesis, el cosmos es una sinfonía de vibraciones resonantes, y la consciencia humana no es más que la manifestación de esta música cósmica. Término que se refiere a las vibraciones resonantes del universo cuántico.
Una sinfonía de energía y materia que se pliega en formas que reflejan y amplifican las oscilaciones de todo lo que lo rodea. Desde el suelo hasta las estrellas, pasando por las células de nuestro cuerpo. Cada una con su propia gama natural de frecuencias electromagnéticas.
Para Bandyopadhyay todo en el universo, desde las galaxias hasta las partículas subatómicas, vibra a una frecuencia específica. Cuando objetos con frecuencias similares interactúan, se produce un fenómeno conocido como resonancia, al amplificar la vibración original.
Esta resonancia, argumenta el científico, es la base de la consciencia. Del mismo modo que un instrumento musical produce un sonido único al vibrar a una frecuencia determinada, el cerebro humano, con su intrincada red de neuronas, podría ser un instrumento cósmico que resuena con la música del universo.
Para ilustrar este concepto, Bandyopadhyay recurre a una analogía. Al igual que un columpio que se mueve con mayor amplitud cuando se aplica una fuerza a la frecuencia correcta, el cerebro humano podría amplificar ciertas frecuencias del universo. Dando lugar a experiencias conscientes.
Consecuente con esta premisa desde 2008, Bandyopadhyay y su equipo en el NIMS trabajan en la creación de un dispositivo que detecte esa resonancia en el cerebro humano. También crearon un cerebro artificial con las estructuras básicas para interactuar con la consciencia universal.
Amalgama de múltiples disciplinas
Anirban Bandyopadhyay, físico teórico y pionero en el campo de la nanociencia, ha propuesto un modelo, que fusiona mecánica cuántica, teoría de números y principios de la física de la materia condensada.
Sitúa a la consciencia como una propiedad emergente de un universo fundamentalmente matemático y resonante. Su investigación es una amalgama de múltiples disciplinas científicas y el hinduismo.
Bandyopadhyay, tiene una sólida formación académica, con dos doctorados y varias maestrías en su India natal, que abarca desde la física de la materia condensada hasta la astrofísica.
Ha desarrollado una perspectiva holística de la realidad. Inspirado en la filosofía hindú, concibe el tiempo no como una línea recta, sino como una espiral de bucles anidados. Los cuales varían desde microsegundos hasta billones de años.
Su teoría de la consciencia universal no es teísta, sino un enfoque natural y cuántico del universo. Estructurado por números primos, aquellos divisibles únicamente por uno y por sí mismos.
Los números primos desempeñan un papel central en la cosmovisión de Bandyopadhyay. Argumenta que las estructuras fundamentales del universo, desde las galaxias hasta las partículas subatómicas, exhiben patrones numéricos basados en estos números. Se trata de un Universo Matemático Autooperativo (SOMU).
Está bien documentado que las estructuras matemáticas subyacen a la geometría del universo. La secuencia de Fibonacci, por ejemplo, que se encuentra en la naturaleza desde las conchas de los nautilos hasta las espirales galácticas, tiene sus raíces en los números primos. Nuestro cuerpo está lleno de números primos: una nariz, una boca, un corazón, dos pulmones, ojos, orejas y cinco dedos en cada mano.
Resonadores cuánticos
Luego están los microtúbulos, estructuras proteicas que forman parte del citoesqueleto celular. En general constan de 13 protofilamentos. Los microtúbulos son un entramado proteico que sostiene la estructura de las células humanas y de otros seres vivos.
Al igual que las estructuras cósmicas, los microtúbulos exhiben patrones numéricos basados en los números primos. Adoptan la forma de un muelle en espiral (de nuevo Fibonacci).
Algunas células sólo tienen unos pocos microtúbulos, pero las neuronas tienen toneladas de ellos apiñados. Las investigaciones de científicos como Stuart Hameroff y el premio Nobel Roger Penrose han modelado el comportamiento cuántico de los microtúbulos de las células cerebrales.
Bandyopadhyay trabaja con Stuart Hameroff. Su investigación se centra en los microtúbulos. Según su hipótesis, actuarían como resonadores cuánticos, amplificando y transmitiendo las vibraciones a través del cerebro.
Aunque no cree que la consciencia exista únicamente en una estructura -incluyendo el cerebro frente a otras partes del cuerpo-, afirma que las células neuronales, con su abundancia de microtúbulos, son especialmente útiles en su trabajo.
Plantea que la consciencia no es un fenómeno localizado en una región específica del cerebro, sino más bien una propiedad emergente de la interacción compleja entre múltiples redes neuronales que vibran a diferentes frecuencias.
Dodecanograma
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A través de una innovadora técnica de neuroimagen, el Dodecanograma, Bandyopadhyay y su equipo en el NIMS revelaron una complejidad en las frecuencias cerebrales que desafía los paradigmas establecidos. Revolucionando la comprensión de la actividad cerebral y, por extensión, de la consciencia.
Tradicionalmente, los electroencefalogramas (EEG) se han utilizado para estudiar la actividad cerebral, limitándose a un rango de frecuencias relativamente estrecho.
El EEG registra actividad en cinco bandas de frecuencia de 1-100 hercios (Hz) en una escala temporal de milisegundos, pero Bandyopadhyay argumenta que ese ancho de banda no es suficiente para comprender la sinfonía que es la consciencia.
Por lo que crearon una red que se lleva en la cabeza, el Dodecanograma (DDG). El cual capta un rango mucho más amplio de frecuencias. Desde Hz hasta terahercios (THz), o una medida de frecuencia de hasta un billón.
Descubrieon no cinco, sino 12 bandas de frecuencia en las que las actividades cerebrales son significativas. Además, construyeron un cerebro artificial siguiendo el modelo de las bandas de frecuencia y las escalas temporales encontradas en el cerebro humano.
Sinfonía cerebral
Bandyopadhyay y su equipo desean construir un mundo mejor observando los patrones que la propia naturaleza ha creado, en lugar de la lógica humana, para aprovechar las invariables universales.
Investiga cómo determinadas frecuencias activan la resonancia en el cerebro, pero excluyó las llamadas frecuencias «mágicas» (que se usan para inducir el sueño o la meditación). En su lugar, modelaron todos los componentes del cerebro, agrupándolos por tamaño, forma y propiedad electromagnética similar.
Descubrieron que es necesario ensamblar 12 capas de osciladores, una dentro de otra, para modelar todo el cerebro. Desde la red nerviosa de la piel conectada al mesencéfalo hasta las estructuras secundarias helicoidales de las proteínas.
En un artículo presentado en la Conferencia Internacional sobre Tendencias en Electrónica e Informática de la Salud de 2021, Bandyopadhyay y sus coautores revelaron que el microtúbulo tiene más de tres bandas de resonancia en los dominios de frecuencia del kilohercio (kHz), el megahercio (MHz) y el gigahercio (GHz).
«Si se amplía cada banda de resonancia, midiendo las señales en un intervalo de frecuencia muy bajo, se podrían encontrar tres bandas de frecuencia de resonancia más en cada una de ellas», exponen en el artículo.
Descubrieron un total de nueve bandas de resonancia, formando un triplete de tripletes, lo que sugiere una armonía de frecuencias. La música de la consciencia no solo reside en las frecuencias, sino también en los compases. Al igual que la música tiene corcheas, negras, enteras, etc., las estructuras del cerebro (y del universo) tienen diferentes compases.
Momento “bing”
Al emplear el dispositivo Dodecanograma, los investigadores identificaron una estructura temporal fractal en la actividad cerebral. Caracterizada por una jerarquía de ciclos anidados que se extienden desde nanosegundos hasta segundos.
Esta nueva perspectiva contrasta con las mediciones tradicionales de la actividad cerebral. Basadas en escalas de tiempo más amplias. Bandyopadhyay y su equipo demostraron que los eventos cognitivos más fundamentales, como los pensamientos y las percepciones, ocurren en escalas de tiempo mucho más pequeñas, del orden de los nanosegundos.
El equipo del NIMS exploró regiones temporales discretas, desde los nanosegundos hasta los segundos. Descubrió 12 regiones temporales significativas. Después de observar la actividad en un cerebro artificial 24/7 durante más de un año y en múltiples sujetos humanos, el equipo concluyó que la mayoría de los estallidos cognitivos, perceptivos y emocionales ocurren en torno a los 200-700 nanosegundos, y no en milisegundos, como se pensaba anteriormente.
Estos estallidos se producen en una fase de onda vibracional, seguidos de un periodo de silencio, a lo que Hameroff se refiere como momentos «bing». Seguidos por períodos de relativa inactividad. Lo que plantea una dinámica pulsátil de la actividad cerebral.
Naturaleza fractal de la consciencia
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En un sistema biológico, cuando un reloj es perturbado por algo externo, vuelve a la trayectoria original. Los sistemas biológicos tienen memoria para recordar los desfases de varios relojes.
Cuando los relojes biológicos son perturbados y regresan siguiendo un camino único a lo largo de la ruta de vuelta, se crean nuevos relojes, formando una espiral de relojes, similar al modelo hindú.
Para comprender mejor esa estructura fractal, los investigadores introdujeron el concepto de «cristal de tiempo» en el contexto de la biología. Un cristal de tiempo es un sistema físico que exhibe un patrón de repetición en el tiempo, similar a la estructura espacial de un cristal.
Bandyopadhyay y sus colaboradores proponen que el cerebro humano puede ser visto como una especie de cristal de tiempo biológico, con múltiples ciclos de tiempo anidados que se extienden desde el nivel molecular hasta el nivel de redes neuronales. Estructura fractal que, según los investigadores, permite al cerebro responder de manera flexible y adaptativa a las perturbaciones externas.
Al igual que un cristal de tiempo puede recuperar su estado original después de una perturbación, el cerebro puede restablecer su equilibrio homeostático a través de una serie de ajustes en sus múltiples ciclos de tiempo. Esta nueva comprensión de la organización temporal del cerebro tiene profundas implicaciones para nuestra comprensión de la consciencia, la memoria y la cognición.
El cerebro es un instrumento musical
Para Bandyopadhyay la consciencia es una intrincada sinfonía cósmica. Al estudiar la actividad cerebral a través de su dispositivo Dodecanograma, descubrió una compleja red de resonancias que desafían las concepciones tradicionales.
El físico cuántico describe el cerebro como un instrumento musical. Con 350 tipos distintos de cavidades en 12 capas anidadas. Cada cavidad resonadora equivale a una octava de flauta musical.
Lo que resulta en aproximadamente 2.800 frecuencias y ciclos temporales que forman un ritmo anidado. Representa la potencia cerebral total. La información se concibe como un producto de ciclos temporales modelados en formas geométricas específicas.
El cerebro, según Bandyopadhyay, no es simplemente un órgano que procesa información de manera lineal, sino un instrumento musical cósmico. Sus cavidades resonantes, distribuidas en múltiples capas, vibran a frecuencias específicas, creando una sinfonía de actividad neuronal.
Perspectiva que sitúa a la consciencia como un fenómeno emergente de esta compleja interacción de frecuencias y resonancias. El tiempo, en esta visión, no es una línea recta, sino una geometría en constante evolución.
Los eventos no son simplemente puntos en una línea temporal, sino vértices de formas geométricas multidimensionales. Esta concepción del tiempo como una estructura fractal permite explicar la complejidad y la interconexión de los procesos mentales.
Bandyopadhyay y su equipo del NIMS desarrollaron dos cerebros artificiales basados en estas teorías para observar eventos sin la influencia de proyecciones, narrativas y emociones humanas, y luego compararlos con sujetos humanos.
Un cerebro artificial carece de ego o miedo existencial, lo cual podría distorsionar los resultados. Sin embargo, utilizaron menos primos porque las máquinas carecen de ciertas cualidades humanas. El propósito no es solo aislar o definir la consciencia, sino ayudar a los humanos a comprenderla y ajustarse a la consciencia universal.
Construcción de un nuevo mundo
Bandyopadhyay y su equipo buscan construir un mundo mejor basándose en los patrones que la naturaleza ha creado, llamados invariables universales. «Deberíamos fijarnos en el patrón universal que rige más allá del espacio-tiempo», afirma.
Critica el “mundo de Turing” en el que vivimos. Un universo binario de unos y ceros. Mundo, que según sus palabras se rige por la filosofía “suma cero”. Se centra en la supervivencia del más fuerte y solo ve lo que proyectamos. “Este mundo lleva a la violencia, la competición y la guerra por recursos”.
Bandyopadhyay dice que la sociedad ve el tiempo como algo que siempre avanza y juzga a las personas según su rapidez de respuesta. Considerándolas menos inteligentes si responden lentamente.
Pero cree que algunas personas podrían estar operando en una escala de tiempo diferente. Por lo que compararlas no tiene sentido. En el universo resonante, todos son inteligentes si están armonizados con las vibraciones universales de la naturaleza. Pueden responder de manera más inteligente al mundo que los rodea.
«En lugar de fijarnos en un dominio temporal pequeño y corto -lento, rápido, medio-, tenemos que fijarnos en todos», dice Bandyopadhyay. En este patrón se encuentra la verdad y es el principio de la comprensión de la consciencia.
«Lo que intento decir es que la palabra clave es: integrar. Todos vivimos y estamos sobreviviendo juntos. Sólo parecemos diferentes. Pero internamente estamos todos conectados por vibraciones. Todas las especies, todas las vidas están conectadas».
Vista desde esta perspectiva arrojada por la física cuántica, la consciencia no es una propiedad exclusiva de los seres humanos. Es una manifestación de la resonancia cósmica. Al comprender las leyes que la gobiernan, podemos desarrollar una nueva ética y una nueva forma de relacionarnos con nosotros mismos, con el mundo que nos rodea y con la sinfonía cósmica del universo.
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