Cuando el oxígeno desaparece, la forma en que nuestras células transcriben y traducen el código genético parece destruirse, luchando en un último intento por mantener las luces encendidas
Los cerebros de los vivos y de los muertos no leen los genes clave de la misma manera: algunas células parecen resistirse a morir. / CRÉDITO: ELIAS EN PIXABAY.
Pablo Javier Piacente
03 JUL 2024
Un análisis comparativo de tejido cerebral post mortem y muestras tomadas de pacientes vivos ha revelado por primera vez diferencias significativas en la forma en que se modifican las hebras de ARN (ácido ribonucleico) durante la vida y al momento de morir, exponiendo nuevos objetivos potenciales para el diagnóstico y tratamiento de enfermedades.
Científicos del Hospital Monte Sinaí de Nueva York, en Estados Unidos, han liderado un estudio publicado recientemente en la revista Nature Communications en el cual se compara el tejido cerebral de personas fallecidas con la corteza prefrontal viva: los investigadores concluyen que se producen cambios trascendentes en la forma en que las células gestionan el código genético. Las variaciones parecen indicar un último esfuerzo de las células por mantenerse activas, y podrían derivar en nuevos tratamientos para enfermedades mentales.
Modificaciones cruciales
Se sabe que el ADN (ácido desoxirribonucleico) preserva el plan genético para los seres humanos, mientras que el ARN (ácido ribonucleico) tiene como misión llevar adelante sus instrucciones para crear proteínas funcionales, que desempeñan un papel clave en la forma en que funciona el cuerpo humanos, incluyendo las funciones más complejas del sistema nervioso central.
La función y la estabilidad del ARN se encuentra controlada por diversas modificaciones, cada una de ellas con un propósito específico. Estas variaciones, conocidas como edición de ARN, son un proceso continuo que ocurre en todas nuestras células y tejidos. Este mecanismo puede continuar activo en células individuales durante algún tiempo después de la muerte: la nueva investigación arroja luz sobre este proceso y sus diferencias con el que ocurre durante la vida.
La muerte no detiene a las células
“Nos sorprendió particularmente descubrir que los niveles de edición de ARN eran significativamente más altos en el tejido cerebral postmortem en comparación con el tejido vivo, lo que probablemente se deba a cambios como inflamación e hipoxia, que no ocurren en cerebros vivos”, indicó en una nota de prensa el científico Michael Breen, uno de los autores principales del nuevo estudio.
Además, los investigadores revelaron que “la edición de ARN en tejidos vivos tiende a involucrar sitios evolutivamente conservados y funcionalmente importantes que también están desregulados en enfermedades humanas, enfatizando la necesidad de estudiar muestras vivas y postmortem para una comprensión integral de la biología cerebral”, agregó Breen. Esto sugiere la importancia de los hallazgos para futuras aplicaciones terapéuticas en enfermedades psiquiátricas.
Según un artículo publicado en Science Alert, como el proceso de edición de ARN es tan crítico en los seres humanos y otros vertebrados, los errores en la edición pueden dar lugar a una variedad de trastornos neurológicos. En consecuencia, los científicos concluyeron que las variaciones descubiertas entre los cerebros postmortem y el tejido vivo pueden ser el punto de partida para un nuevo enfoque en el análisis de este mecanismo.
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Referencia
Divergent landscapes of A-to-I editing in postmortem and living human brain. Michael Breen, Miguel Rodriguez de los Santos et al. Nature Communications (2024). DOI:https://doi.org/10.1038/s41467-024-49268-z
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