A mediados de 1916, Lenin terminó de escribir el ensayo popular, El imperialismo, fase superior del capi-talismo, obra que vio la luz en abril de 1917 y que se convertiría en libro de cabecera de todo obrero consciente y parte del arsenal del proletariado internacional en su lucha por la abo-lición de la explotación asalariada.
En esta obra, el maestro del prole-tariado expone los rasgos fundamen-tales que demuestran el fin del esplen-dor del capitalismo que dio paso a su fase agónica. Fase en la cual, aunque persisten las propiedades fundamen-tales de todo el capitalismo y se man-tiene el ambiente general capitalista, se agudizan en extremo sus contra-dicciones, convirtiéndose en capita-lismo monopolista, parasitario, ago-nizante y en descomposición, en la antesala del socialismo.
Lenin afirma que «El imperialis-mo es una fase histórica especial del capitalismo. Su carácter específico tiene tres peculiaridades: el imperialismo es
1) capitalismo monopolista;
2) capitalismo parasitario o en des-composición;
3) capitalismo agonizante». En consecuencia, es la fase superior y última del capitalismo, antesala del socialismo.
Sin embargo, con las derrotas del proletariado en los países socialistas (particularmente la del proletariado en China en 1976) que condujeron a la crisis -que no ha sido superada-del Movimiento Comunista Internacional, y con la caída del bloque socialimperialista ruso a finales de la década de los 80 en el siglo pasa-do, los imperialistas y apologistas del capitalismo proclamaron la muerte del comunismo y hasta declararon el «fin de la historia».
La burguesía auguraba que había llegado su reinado milenario, y los reformistas se propusieron humanizar tan horroroso presagio; mientras, los oportunistas sumándose al coro, declararon insuficiente el marxismo como teoría y guía de la revolución, desempolvando las viejas y raídas banderas de los reformadores libe-rales de los siglos XVIII y XIX bajo la forma del «marxismo crítico» y el «socialismo del siglo XXI» entre otras tantas.
Fue tal la ráfaga reaccionaria y tanto el escepticismo de la intelec-tualidad, que incluso entre el prole-tariado revolucionario, y so pretexto de desarrollar el marxismo, surgieron teorías cuestionando y reformulando los fundamentos del socialismo y el comunismo científico. Las tesis leninistas sobre el imperialismo no fueron la excepción y hubo quienes se platearon la necesidad de «recons-truir el comunismo» o de una «nueva síntesis del comunismo».
Ahora mismo, cuando los hechos de la crisis del capitalismo mundial muestran su avanzado estado de agonía con los horrores de la crisis económica, social, de los migrantes, de la salud, del medio ambiente; con el virulento despojo de los campe-sinos y pueblos indígenas, la ruina masiva de los pequeños y medianos productores y comerciantes; con la brutal dictadura de los monopolios y el ascenso de los sectores más reac-cionarios en los Estados burgueses; con la criminal agresión a los pueblos y los preparativos para una guerra imperialista por un nuevo reparto del mundo… Aun así, hay quienes siguen creyendo en la vitalidad del impe-rialismo, frente al cual sólo se puede resistir o tratar de humanizar.
No obstante, a pesar de estas vici-situdes, las tesis de Lenin sobre el imperialismo siguen siendo corroboradas por la vida. Como se afirma en la Propuesta de formulación de una línea general para la unidad del movi-miento comunista internacional: el propio capitalismo imperialista ha preparado el paso de la humanidad al socialismo porque ha convertido la producción en un proceso social, a la vez que la apropiación en un proceso privado; ha organizado la producción en inmensas fábricas a nivel mun-dial, a la vez que la ha sumido en la anarquía, entorpeciendo con ello el desarrollo de las fuerzas productivas y frenando el desarrollo de la socie-dad; ha concentrado la riqueza en la parte minoritaria de la sociedad que no trabaja y la miseria en la inmensa mayoría trabajadora, llevando al lími-te el antagonismo entre el capital y el trabajo; ha creado la clase de los pro-letarios desposeídos de los medios de producción en todos los países, cuya misión histórica es hacer que se corresponda el carácter social de la producción con un carácter social de la propiedad, resolviendo median-te una revolución política y social las contradicciones en que el capitalismo imperialista ha embrollado a toda la humanidad. La burguesía es una clase impotente históricamente para resolver dichas contradicciones, pero, además, es incapaz de garantizar las condiciones de vida de sus esclavos asalariados; por tanto, la existencia de la burguesía es incompatible con la existencia de la sociedad.
Pero el capitalismo imperialista no caerá por sí solo, se necesita la revo-lución proletaria y ello exige derrotar las teorías que nublan la conciencia de los trabajadores. Ya Lenin advertía que el imperialismo sobrevive, gra-cias al oxigeno proporcionado por el oportunismo que, con sus teorías y acciones, aplaza artificialmente su muerte, prolongando su agonía y descomposición.
Hoy, la agudización de las con-tradicciones del imperialismo hace necesario volver a estudiar El impe-rialismo, fase superior del capitalis-mo; e ir más allá, haciendo el análisis de su evolución en las últimas décadas, para comprender a mayor pro-fundidad su estado de agonía y des-terrar las peregrinas teorías sobre su supuesta vitalidad. Una tarea inelu-dible que, junto con el balance de la experiencia de las derrotas del pro-letariado en el poder y de la expe-riencia de su lucha internacional, les permitirán a los comunistas condu-cir el actual ascenso del movimiento revolucionario de los trabajadores en todos los países al triunfo de la Revo-lución Proletaria Mundial.
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