La cuestión de los millones de dólares que están siendo despilfarrados por Kiev en empresas ficticias sin que las fortificaciones hagan acto de presencia ha sido una constante no sólo en la prensa rusa
NAHIA SANZO
Los acontecimientos continúan sucediéndose en los diferentes frentes abiertos en Ucrania según las tendencias marcadas desde el pasado invierno, cuando Rusia recuperó la iniciativa (aparcada durante la 'ofensiva' ucraniana) y las autoridades de Kiev asumieron la necesidad de pasar a una fase defensiva, movimiento que achacaron fundamentalmente a la falta de nueva asistencia militar estadounidense. El peligro de encontrarse, como ocurrió posteriormente, sin nuevo armamento y munición de su principal proveedor existía ya entonces, a pesar de que seguían disponiendo del suministro a cuenta del anterior presupuesto. Ucrania alegaba falta de munición incluso antes de que los envíos estadounidenses desaparecieran ante la falta de nuevos fondos, una forma de negar una realidad que ha sido tozuda y cuyos resultados se aprecian actualmente.
En su visita de esta semana a Kiev, en la que ha anunciado un nuevo paquete de asistencia militar por valor de 1.800 millones de euros que llegará con la rapidez que lo permita la logística, el canciller Antony Blinken ha insistido en que Rusia adora utilizar la corrupción de Kiev como arma. Y es cierto que, desde que Ucrania anunció su intención de construir una densa base de defensas en las zonas del frente y también en regiones alejadas de la actual línea de contacto, la cuestión de los millones de grivnas que están siendo despilfarrados sin que esas fortificaciones hagan acto de presencia ha sido una constante en la prensa rusa.
Sin embargo, lo es también que ese discurso no es, ni mucho menos, único. Esta misma semana, coincidiendo en el tiempo con la denuncia de negligencia en la construcción de defensas en el oblast de Járkov por parte de DeepState, un canal de Telegram vinculado al Ministerio de Defensa de Ucrania, un extenso artículo publicado en un medio de referencia como Ukrainska Pravda iba aún más lejos y presentaba toda una trama de empresas falsas a través de la cual se ha evaporado una parte importante de los fondos que debían utilizarse para la construcción de fortificaciones. “La administración regional de Járkov pagó millones a empresas ficticias”, titula el artículo, que muestra ingresos millonarios en entidades creadas específicamente para el desvío de capitales.
Pero mucho antes de que se produjera la irrupción rusa en Járkov, medios tan importantes como el progubernamental The New York Times habían puesto en duda la construcción de defensas. Aunque de forma más moderada y sin denunciar de forma tan abierta la situación como producto de la corrupción, el medio estadounidense comparaba las fortificaciones que ayudaron a Rusia a derrotar la contraofensiva ucraniana con las que Kiev había construido para proteger Avdeevka y encontraba el proyecto de defensa de Zelensky muy escaso en comparación con el de Surovikin.
El avance ruso en Járkov, pese a las constantes declaraciones sobre la inminente ofensiva rusa precisamente en esa zona, ha sorprendido a las autoridades políticas ucranianas, que han vuelto a confundir sus deseos o su propaganda con la realidad. La escasez de defensas ucranianas no se debe, como intenta hacerse ver ahora, únicamente a la corrupción o a la falta de asistencia extranjera, sino también a la voluntad ucraniana de percibir el resultado de la guerra como predeterminado a su favor.
En los últimos meses, en los que la reanudación de la asistencia estadounidense no estaba garantizada, Kiev ha elevado el riesgo de derrota, aunque siempre ha mantenido que el destino del conflicto depende casi exclusivamente de un suministro suficiente de armamento occidental. Así ocurrió hace un año, cuando Ucrania se volcó en el ataque y no creyó oportuno proteger sus puntos fuertes, esos que se habían mantenido firmes durante nueve años, pero que no iban a poder con el contraataque ruso. También en Avdeevka, donde el mejor rendimiento ruso y la capacidad de mayor uso de aviación condenaron a Zaluzhny a utilizar a la brigada que debía avanzar sobre Melitopol en una defensa imposible de la ciudad.
La situación se ha repetido también más allá de Avdeevka, en los alrededores de Ocheretino, al que The New York Times le dedica esta semana un reportaje. “Cómo una grieta en la línea abrió un camino para los rusos”, escribe el medio, que describe una defensa desesperada ante unas fuerzas muy superiores. Aunque desde la captura de la ciudad, que Ucrania trató de negar inicialmente, el interés por este sector del frente ha decaído, las ganancias territoriales rusas que suponen los avances logrados desde noviembre son, de momento, más importantes para el desarrollo de la guerra que lo que está ocurriendo esta semana en Járkov.
La tendencia real de la guerra
La importancia de los avances territoriales ha de ser analizada en su conjunto. Es así como puede observarse la tendencia real de la guerra en estos momentos. Con la lentitud característica de batallas anteriores, Rusia avanza sobre Chasov Yar, con fuentes rusas afirmando que comienzan los primeros combates en un distrito clave, Kanal. Aunque de forma más pausada que hace unas semanas, las tropas rusas logran también mejorar sus posiciones y dificultar la tarea de Ucrania al oeste de Avdeevka, como muestra The New York Times en su artículo. La situación es más tranquila en el frente de Zaporozhie, posiblemente porque ambas partes son conscientes de que un intento de ofensiva supondría la repetición del escenario del verano pasado, pero Rusia sigue intentando expulsar definitivamente a las tropas ucranianas de Rabotino, principal botín de la lucha del verano pasado. Fuentes ucranianas muestran ganancias rusas, mientras Moscú afirma haber capturado la localidad, o lo que queda de ella. Por el momento, no hay confirmación visual ni evidencias sólidas de control.
Ucrania no ha logrado tampoco victorias en la retaguardia con las que maquillar la situación actual, en la que se encuentra a la defensiva en todos los frentes, incluido el recién abierto del norte de Járkov. Es este último, pese a no ser el principal ni tampoco el más peligroso, el que ha hecho saltar todas las alarmas, ya que Ucrania ha mostrado vulnerabilidad defensiva en lugares que creía seguros. El revés ha causado el cese del comandante de las fuerzas encargadas de la zona y la cancelación de la agenda de viajes internacionales de Zelensky, que por primera vez en mucho tiempo ha de concentrarse en la situación interna en lugar de tratar de conseguir apoyo extranjero o realizar actos propagandísticos.
El momento es lo suficientemente grave para que el presidente del régimen ucraniano haya cancelado, por ejemplo, su viaje a España, donde iba a firmar uno de esos acuerdos de garantías de seguridad que habitualmente utiliza para defender que Ucrania es ya miembro de la familia europea y euroatlántica. Kiev no precisa ahora de actos publicitarios, sino de acciones muy diferentes y es consciente de que debe presentar a sus socios un discurso más coherente que el que ha utilizado hasta ahora para definir los hechos.
Por el momento, Ucrania no ha logrado crear una narrativa consistente sobre los problemas en Járkov, ni sus posibles soluciones. Todo pasa, a juzgar por las declaraciones de los representantes ucranianos, por utilizar el ataque sobre Volchansk o Lyptsi como muestra de que no es posible una negociación -que nunca ha estado sobre la mesa, ya que ni Ucrania ni sus socios la han defendido en los dos últimos años- y evidencia de que su principal patrocinador ha de elevar la apuesta.
En presencia de Blinken, Dmitro Kuleba volvió a recuperar la cifra mágica de los siete sistemas Patriot (a pesar de que los dos primeros fueron destruidos por misiles hipersónicos rusos) que Ucrania afirma necesitar, aunque no sean los misiles los que están poniendo en peligro varias secciones del frente, y añadió que el país necesitaba “dos ayer”. La diplomacia ucraniana intenta a la desesperada acelerar los tiempos consciente de que su debilidad coincide con un momento de fortaleza rusa.
Al mismo tiempo, Kiev trata de mantener el discurso de normalidad. Y también en ese aspecto cuenta con su aliado norteamericano. Como han mostrado centenares de medios internacionales, Antony Blinken, que en su perfil de redes sociales añade “guitarrista amateur” a su biografía, utilizó sus dotes musicales para amenizar la noche en un bar de Kiev. Aspirante a luchador de la Guerra Fría, Blinken deleitó a los representantes ucranianos, que han visto en ella todo el simbolismo, cantado 'Rockin’ in the Free World', cuya irónica letra no es un canto de patriotismo sino precisamente una crítica que, como la inexistente autocrítica de esta guerra, ha pasado desapercibida al líder de la diplomacia estadounidense.
slavyangrad.es
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