La hiperestimulación no fomenta otra cosa más que la incapacidad de desconexión de lo irrelevante y conectar con lo verdaderamente importante
Por: Ecoo sfera
La mente humana es un complejo universo que se expande tanto como su dueño se lo permite, aunque en una inesperada paradoja también puede resultar un laberinto, una prisión sin salida cuando no se tiene la habilidad de controlar los propios pensamientos. Alex Pattakos, es un filósofo experto en la búsqueda del sentido de la vida y en distintas ocasiones ha hecho referencia a cómo son nuestros propios miedos son los que convierten a nuestra mente en un campo de batalla.
Créditos: Kacper Kiec
Síndrome del pensamiento acelerado
Si nos detenemos a analizar la última vez que nuestros pensamientos nos permitieron gozar de la tranquilidad, quizá nos encontremos de frente con la cruda realidad de que no conocemos tal cosa. Con suerte, el puente que entreteje la realidad con el sueño que se eleva antes de dormir nos de diariamente un espacio de tranquilidad, sin embargo, también es un momento en donde el intento por poner orden a la maraña de pensamientos termina por agotarnos tanto que simplemente caemos rendidos ante el mundo onírico.
Esa incapacidad para desconectar y frenar el pensamiento vertiginoso tiene su propio nombre, el síndrome del pensamiento acelerado. Parece que se trata de un mal que aqueja a las generaciones modernas y que fue descrito por primera vez por el psiquiatra Augusto Cury en el 2013 en el marco del desarrollo infantil. Según Cury, hemos contagiado a los más jóvenes con la ansiedad de la productividad mental y la intolerancia al aburrimiento.
Crédito: Olga Khaletskaya
El origen de estos males es claramente la hiperestimulación, la necesidad por atrapar a la mente con la incesante producción de pensamientos. Pero no se limita únicamente al menester de entretenernos con tramas complicadas de la vida diaria, sino literalmente a la hiperestimulación de todos los sentidos. Con el uso de dispositivos con luz artificial y la necedad por utilizar auriculares que todo el tiempo nos bombardean con vibraciones, el cerebro está constantemente expuesto a los estímulos. A esto se suman las pulseras de actividad que repiquetean al cuerpo con sus vibraciones para recordarnos cuándo debemos cumplir ciertos pendientes o simplemente levantarnos a caminar.
Es de esperarse que con este mundo de notificaciones que cargamos encima, cuando llega el momento de que todo pare y exista un espacio para la relajación, la mente simplemente no sepa cómo hacerlo. Nos hemos vuelto intolerantes al aburrimiento y lo mismo enseñamos a nuestros jóvenes y niños.
Nos hemos vueltos intolerantes al aburrimiento
A principios del siglo XXI, ciertas áreas laborales estaban más expuestos a sufrir de pensamiento acelerado, periodistas, profesores, ejecutivos y otros profesionales convivían día a día con la Monkey Mind, que brinca de un lado a otro sin límite alguno. Pero hoy en día las cosas han cambiado, ya no sólo se trata de ciertas áreas laborales, sino que toda la población incluyendo a los más pequeños ha aprendido el mismo estilo de vida.
La hiperestimulación no fomenta otra cosa más que la incapacidad de desconexión de lo irrelevante y conectar con lo verdaderamente importante; cómo está nuestra salud mental. Después de todo resulta mucho más sencillo atender a las notificaciones de las redes sociales, que sentarse a tener un diálogo con uno mismo. Pero una cosa es cierta, el pensamiento acelerado únicamente nos guiará hacia una fatiga mental cada vez más grande y la única salida es la fuerza de voluntad para buscar salir de este laberinto que aunque parece no tener salida, sí que la tiene.
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