2022, en catalejo
Sin otra novedad que la tendencia a la agudización del conflicto que enfrenta a las grandes potencias, inclinadas hacia una colusión directa, las tendencias políticas, económicas, sociales, militares, en el orden nacional e internacional al comienzo del 2022, son continuidad de las dominantes al cierre del 2021. Difícilmente podría ser de otra manera, pues el cambio de calenda es algo que no corresponde a la geopolítica global y sí a fenómenos astronómicos, en este caso la traslación de la Tierra alrededor del Sol.
Las más relevantes de esas tendencias corresponden, para el caso nacional, a la agenda electoral que marca el primer semestre del año. Por primera vez en la historia del país este queda dibujado en tres alianzas, clara imagen de la sociedad que somos, dejando a un lado la típica y facilista confrontación reducida a dos, ricos y pobres, explotadores y explotados, opresores y oprimidos, derecha–izquierda, lo que permite visualizar la complejidad de nuestro tejido social, a la par de lo dinámica que es la política.
Estamos en un escenario electoral que por primera vez, también, marca un giro en la posibilidad del voto, lo que despierta una peligrosa sensación triunfalista en una de las alianzas, que –de no ser ratificada en las urnas– puede llevar a una debacle anímica en amplios sectores progresistas de la sociedad. “Nada peor que un guayabo electoral”, dijo hace años un dirigente de uno de los partidos tradicionales. Prepararse para ese escenario, con total conciencia, es parte de la responsabilidad que le cabe a la dirigencia de izquierda que hace parte de esa alianza.
A la par, se presenta la dinámica que lleva la economía, el encarecimiento de los productos básicos de la canasta familiar, los signos inflacionarios con sus variados impactos, el mayor empobrecimiento de millones de familias, la constante de la concentración de la riqueza y, para protegerla, junto con el poder, el autoritarismo y sus manifestaciones de constante violencia en contra de los liderazgos sociales, que se acentuará en la medida que se acerque la hora del sufragio.
De manera subterránea, aunque no tanto –y esto como una particularidad de la coyuntura electoral–, se realza el manejo direccionado de la política gubernamental para favorecer la continuidad en el poder de sus afines y, en contraparte, la resistencia de sus opuestos para menguar esa instrumentalización de dineros y otros recursos, manifiesto ello en las constantes denuncias de corrupción, favorecimiento de los ‘amigos’ a la hora de la contratación pública, y otros particulares.
Más allá
Fuera de nuestras fronteras persiste, en primera instancia en América Latina, la disputa entre continuidad y cambio, favorecida por la elección de gobiernos que se dicen no neoliberales aunque en la práctica poco logren romper con tal herencia. Extractivismo, direccionamiento de los movimientos sociales, endeudamiento creciente, alineamiento con Estados Unidos vs. China y Rusia, también son parte de esas constantes.
Las tensiones derivadas de allí despiertan denuncias de parte del bloque dominado por los Estados Unidos sobre la negación del modelo democrático liberal por parte de países salidos de su orbita, como Cuba, Nicaragua, Venezuela. El autoritarismo manifiesto en estos países no es distinto del también reinante en países como Colombia, Chile, Honduras, con tendencia a ser dominante también en Ecuador, Guatemala y otros países de esta parte del mundo. Una disputa del régimen político que solo puede ser resuelta de manera favorable para las mayorías por parte de los sectores alternativos, con autonomía de cualquiera de los imperios y con la puesta en marcha de proyectos soberanos en todos los renglones de la economía y de la vida diaria.
En otras latitudes, la confrontación entre imperios no ceja. El control del Pacífico, en particular es uno de los signos de esa realidad; también Rusia vs. Estados Unidos y sus aliados, asociados en la Otan, en un afán por encerrar al país euro-asiático y así dificultar el crecimiento de su poderío regional y más allá del mismo. La perla de esta realidad, además de la disputa creciente alrededor de Ucrania, se extiende al asunto del gas y los obstáculos para que el país de Putin vea retrasado hasta el máximo posible la puesta en flujo del gasoducto Nord Stream 2. Una renegociación de este proyecto seguramente será el resultado de las tensiones que hoy se destacan.
Este inmenso proyecto, con efectos notables en el poder que Rusia pueda tener sobre Europa, en tanto sea el factor fundamental para abastecerla mucho más allá del 40 por ciento con que hoy la surte, en esta ocasión a través de Bielorrusia, Polonia, Ucrania y el Mar Negro, tiene luz propia. La confrontación entre imperios que afecta a esta región es clara y no es casual. Por ahora, la población europea, con notable impacto en España, por ejemplo, paga a través de las crecientes tarifas del gas los coletazos de esta realidad, además de los efectos de políticas privatizadoras de este sector de los servicios públicos.
El incremento de la militarización en el mundo, así como el armamentismo de colosal poder, junto con la colisión por el control del espacio estelar, son otras de las manifestaciones reinantes, con la conformación de polos de países que recuerdan la antesala de las grandes confrontaciones armadas que marcaron el siglo XX.
La constante de la cuarta revolución industrial, con sus manifestaciones en variedad de campos que han propiciado que distintas multinacionales concentren hoy más poder que muchos países, también es parte de la disputa interimperial. En verdad, esos inmensos conglomerados, a pesar del peso del capital privado, son caballos de Troya de cada una de las potencias que hoy chocan.
Sin dar tregua –mientras la ciencia todavía no logra diseñar un biológico que en verdad pueda llamarse vacuna–, el covid-19 sigue afectando la vida de miles de millones de seres humanos en todo el planeta. Validos de esa realidad, desde instancias multilaterales, desde multinacionales de la farmacia, así como desde la mayoría de los gobiernos de los países que integran Naciones Unidas, se ponen en práctica mecanismos de control social cada vez más autoritarios y violadores de los derechos humanos. Son todo ello una clara tendencia a excluir, aislar, criminalizar y sancionar de diferentes modos a quienes no se someten al modelo imperante para enfrentar el virus que domina por doquier, y con ella el avance hacia la sociedad del apartheid.
Aunque las evidencias invitan a replantear el modelo impuesto por doquier para superar el virus, se persiste en su imposición. Entrando al tercer año de pandemia, y tras dos, tres vacunas, y anunciando en algunos países la cuarta, los ritmos de contagio por cientos de miles no se detienen. Los vacunados, que se suponía que estaban inmunes, padecen nuevos contagios, y también contagian. A la par, otras formas de valorar la pandemia y de afrontarla son negadas, aisladas, sancionadas, desconocidas. En el filo queda el cuestionamiento a una ciencia que ahora no se rige por principios básicos, como ensayo y error, sino que se asume como verdad impuesta desde el poder del capital, ¡y punto! De manera desconcertante, cuanto menos cómoda e irresponsable, en sus tendencias más reconocidas la izquierda guarda silencio ante esta realidad o, para mayor sorpresa, la apoya fervientemente, siendo más cientificista que la propia derecha.
Como epílogo de lo resumido en este editorial, el factor determinante que alimenta la disputa cada vez más abierta entre imperios, así como demás elementos retomados aquí, tenemos la continuidad de una crisis sistémica que marca el final de un ciclo civilizatorio y el avance hacia otro. Es decir, todo lo que hasta ahora fue comprendido como “palabra sagrada” está en cuestión; todo tiene que revalidarse de cara a una realidad cada vez más cambiante. Y en ese escenario los sectores alternativos, desde hace varias décadas sin piso firme para sostenerse, otear el mundo y actuar, tienen la oportunidad de recuperar la legitimidad que por décadas los mantuvo como el referente fundamental en la lucha contra el capital, y así levantar, con eco efectivo, banderas en favor de las mayorías, y hacerlas realidad. No falta sino arrojar a un lado los salvavidas que se niega a desechar, atreverse a saltar en alta mar y nadar en medio del océano bravío.
Autor:Equipo desdeabajo
_________________
Fuente:
Periódico desdeabajo Nº287, enero 20 - febrero 20 de 2022