Esconde que el capital es en realidad, fundamentalmente, una relación social
Perpetuación de esta teoría responde más bien al interés sectorial que defiende y reproduce, y resulta funcional al capital y a la optimización de las ganancias, justificando incluso medidas de reducción salarial o flexibilización laboral...
Beethoven Herrra Valencia
Profesor Emérito de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), cursa estudios posdoctorales en la Universidad de Columbia en Nueva York
bherrerav@unal.edu.co
Óscar Esteban Morillo Martínez
Miembro del Grupo de Socioeconomía de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL)
Por esta época el salario mínimo está en el centro del debate político y económico, pues su incremento tendrá amplia influencia en la determinación del nivel de empleo en el país, y además sirve como referente de diferentes precios en la economía como multas de tránsito y pensiones, e incide indudablemente en la distribución del ingreso.
La noción errónea de “productividad del capital” permite que se defienda y justifique medidas como la reducción salarial o flexibilización laboral. Crédito: Nathalia Angarita – Unimedios.
Aunque la Corte Constitucional estableció que los principales criterios para determinar el aumento salarial son la productividad y la inflación causada, Juan José Echavarría –gerente saliente del Banco de la República– y Mauricio Reina –de Fedesarrollo– proponen que se considere la inflación esperada.
La controversia sobre la medición se explica por las críticas a la metodología utilizada. La corriente ortodoxa utiliza la productividad total factorial (PTF), pues supone que esta recoge la productividad del capital y del trabajo para un nivel de producto específico. Su medición es el resultado de la estimación del residuo de una función de producción Cobb-Douglas, la cual se puede ajustar mediante modelos econométricos (la metodología del DNP) o por la contabilidad del crecimiento (metodología del Departamento Administrativo Nacional de Estadística, DANE).
Dichas mediciones no resultan sólidas ni confiables pues parten de una función de producción Cobb-Douglas, la cual, como ha demostrado el profesor pakistaní Anwar Shaikh, no es más que una transformación algebraica de la identidad macroeconómica fundamental (PIB = salarios + beneficios), lo cual impide que de esta se puedan derivar conclusiones lógicas o empíricas a través de las cuales formular políticas económicas.
Por su parte, las estimaciones del DANE parten de una posición teórica que desconoce los debates sobre el capital que se realizaron en la Universidad de Cambridge, donde se demostró –gracias a los resultados del economista italiano Piero Sraffa sobre reversión del capital y regresión de técnicas– la imposibilidad de existencia de cualquier noción del capital como un factor de producción agregado independiente de las variables de distribución. Este resultado fue continuado por los economistas Ian Steedman y Luigui Pasinetti, quienes demostraron que las curvas de demanda de insumos bien comportadas (relacionadas negativamente con su precio) son quimeras del saber neoclásico.
Para solucionar estas dificultades, una de las medidas más aceptadas y utilizadas para llevar a cabo la medición de la productividad consiste en estimar el cociente entre el valor agregado y el número de trabajadores o el número de horas trabajadas, y así se estimaría la productividad laboral. Así se obtiene el producto por trabajador en un determinado periodo.
Lo anterior permite superar la noción errónea de “productividad del capital”, la cual desconoce el mencionado debate de Cambridge y esconde que el capital es en realidad, fundamentalmente, una relación social.
El DANE presenta una desagregación de la cifra de productividad laboral y se define como la sumatoria de diversos componentes:
• El componente dinámico se define como los servicios del trabajo, los cuales representan el aporte por cada tipo (educación, edad y sexo) al crecimiento del valor agregado bruto.
• El componente de cambio corresponde a la composición el cual le permite observar los desplazamientos de cada tipo de trabajo entre las actividades económicas.
• El componente interno expresa la cantidad del mismo, constituido en términos de horas trabajadas por cada tipo y la consideración por horas permite homogeneizar la medida del trabajo de personas que trabajan con diversa dedicación (tiempo completo o parcial).
El componente dinámico atribuye la productividad a la edad y al sexo, que son factores característicos de un individuo, es decir que no son independientes de este, y desagregar estos factores puede ser problemático en el plano técnico y metodológico. Hasta el momento la forma en la cual se realiza esta distinción es desconocida y la misma dificultad aparece con el componente de cambio.
Por último, la aparente desagregación de la productividad laboral total termina por oscurecer el resultado global y concluye con cifras inexactas sobre la productividad laboral, al punto que organismos como el Departamento Nacional de Planeación (DNP), la calculaban hasta 2018 a través de la metodología tradicional asumiendo un trabajador homogéneo para obtener una medida estándar de los diferentes tipos de trabajo, a diferencia del DANE que busca desagregarlos.
Estas discusiones revelan severas falencias teóricas de los tecnócratas, analistas y gremios empresariales, pues cobijados por la teoría neoclásica han decidido ignorar las graves inconsistencias teóricas e incoherencias lógicas que han derribado este gran corpus teórico desde la conclusión de los debates de Cambridge.
Así, la perpetuación de esta teoría responde más bien al interés sectorial que defiende y reproduce, y resulta funcional al capital y a la optimización de las ganancias, justificando incluso medidas de reducción salarial o flexibilización laboral.
Esto último se encontrará recogido en los próximos resultados de la Misión de Empleo, la cual seguramente legitimará la postura del Gobierno nacional gracias a sus argumentos técnicos, que propondrá una mayor flexibilización laboral a través de la eliminación de los costos asociados con la protección y la seguridad social.
El factor de la productividad es determinante a la hora de fijar los salarios. Crédito: Nathalia Angarita – Unimedios.
Esas mediciones aparentemente “neutras” generan efectos económicos y tienen impactos redistributivos negativos, que también profundizarán la desigualdad, incrementarán la tasa de ganancia por la vía de la sobreexplotación laboral, y además ahondarán la crisis económica con un elevado costo social, al eliminar parte de los ingresos económicos de las familias y de los trabajadores, desmontando por ejemplo la protección social.
Estas visiones adolecen de una ceguera “voluntaria” que desconoce el papel de la demanda efectiva en la determinación del crecimiento económico, pues el crecimiento estimulado por el ingreso y consumo de la sociedad conduciría a una redistribución del excedente hacia los trabajadores, y esto debe lograrse sin desmantelar la protección social ni el ejercicio de los derechos consagrados en la Constitución Política, el Código Sustantivo del Trabajo y los convenios internacionales que Colombia ha suscrito.
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