Arrancamos el año con el corazón, los ojos y el alma puestos sobre nuestro pequeño mapa, seguros que los meses que vendrán seguirán dando muestras de la marcha de nuestros pueblos, y, con esperanza en la resistencia de la verdadera humanidad
Por Ana Cristina Bracho
6 Enero
El valor de la esperanza
Como todo enero, es tiempo de arrancar la marcha. Sin embargo, es difícil omitir que desde hace un par de años todo se ha tornado más incierto. Si un hecho mayor llena de dudas y dolores la agenda internacional, es el incremento de los conflictos armados en el mundo. Unos que han venido siendo más intensos, prolongados y sangrientos. Los récords que se rompen, como el de la cantidad de niños y niñas muertos o heridos, de periodistas asesinados, o, de la incapacidad del sistema internacional de evitar las catástrofes ponen en jaque todas las pequeñas certezas que la humanidad por siglos construyó.
En ese mapa, donde se nos quedan pequeñas aquellas metáforas de Eduardo Galeano del mundo al revés, se espera con mucha expectativa -negativa ciertamente- el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. Lo hará con mas fuerza institucional, respaldo popular y con una retórica que no escatima en causar incendios.
De igual forma, después de un año 2024 donde hubo elecciones en muchas partes del mundo, este tiempo que comienza tendrá menos relevancia comicial. En nuestra región, tendrán elecciones de mandatarios cuatro países: Bolivia, Chile, Honduras y está previsto una elección parlamentaria en Canadá. En México, se celebrará por primera vez la elección del Poder Judicial, herencia del gobierno de AMLO que aspira que la democratización de esta función pública sea una herramienta para la construcción de un país más seguro y más justo.
En Venezuela, como cada año, por mandato constitucional comienza temprano la agenda pública, con la juramentación de la Asamblea Nacional que ha decidido renovar sus autoridades con la prolongación del mandato de todos los miembros de su directiva, y, se espera el inicio del nuevo período constitucional del Ejecutivo que tiene lugar cada diez de enero del año en el que se ha vencido el anterior y tras las elecciones de un nuevo mandatario. En este caso, este proceso se desarrolló en julio con la reelección de Nicolás Maduro.
Así, desde este espacio se reviven las tensiones entre la sociedad empeñada en vivir con normalidad y potenciar la recuperación económica y social de los últimos meses, y, la pretensión de imponer un estado de caos, suficiente como generar la salida del gobierno. Al tiempo que la vocación de paz, la resistencia y la sabiduría venezolana se ponen a prueba, este año también están llamados los nacionales a la elección de autoridades municipales y regionales, así como de la Asamblea Nacional, sede única del Poder Legislativo.
Todo esto que miramos viene marcado por cambios muy profundos en nuestra sociedad. Fundamentalmente determinados por la tecnología y la nueva sociedad que con ella se construye, pues transitamos unos meses en los que iniciamos con “polarización” como palabra del año 2023 y cerramos con la determinación que “Brainrot” o “podredumbre mental” fue la del año 2024. Algo que se nos hace más fácil percibir si pensamos la manera en la que el rechazo, la intolerancia y los discursos de odio fueron ganando popularidad hasta transformarse en la madera de los programas de gobierno de espacios como Argentina.
Pese a todo, esperanza
Incluso desde Gaza, cada tanto tiempo nos llega el vídeo de gente que sigue haciendo su vida, que reconstruyen sus casas, que lavan su ropa o que van a jugar con los niños. La esperanza es una herramienta sumamente poderosa para todos los que han sido víctimas de la opresión y del espanto, y, para todos cuando transitamos tiempos oscuros.
Ciertamente, al entrar en estas cosas, nos vemos obligados a dialogar con Paulo Freire quien nos recuerda que la “esperanza es necesaria pero no es suficiente. Ella sola no gana la lucha, pero sin ella la lucha flaquea y titubea”. Del mismo modo, la esperanza no es sólo un sentimiento individual que de manera accidental nos invade. Para construir comunidades, para resistir, se trabaja con y por la esperanza, incluso se comunica para acentuarla.
Una de las cosas fundamentales es recordar que no todo es malo, que, frente a estas cosas, seguimos encontrando gente capaz de luchar por sus ideas, que en el 2024 se lograron avances fundamentales en la lucha contra el VIH-SIDA, pues un equipo científico logró eliminar las células infectadas mediante la tecnología de edición genética CRISPR, al tiempo que los ensayos clínicos para conseguir una vacuna contra el cáncer avanzaron en distintas partes del mundo.
En medio de todas las turbulencias, el año 2025 fue consagrado por las Naciones Unidas como el “Año Internacional de la Paz y la Confianza” lo que debe situar el trabajo por la paz, en todos los espacios, como capacidad de transformar las realidades en el centro del trabajo de las agencias internacionales, de los Estados y de los gobiernos. Un asunto que vemos muy presente en la agenda colombiana, donde no exentos de complejidades, se mantienen los esfuerzos por acercarse a la anhelada “paz total” para aquél país.
De igual forma, la inusitada violencia que desde la Casa Blanca se dirige hacia América Latina, sobre países políticamente distintos como Panamá, Cuba, México o Venezuela debe ser aprovechada como un tiempo para la renovación de la visión y de la solución nuestroamericana a las viejas maldiciones que nos han hecho tanto mal.
Por ello, arrancamos el año con el corazón, los ojos y el alma puestos sobre nuestro pequeño mapa, seguros que los meses que vendrán seguirán dando muestras de la marcha de nuestros pueblos, y, con esperanza en la resistencia de la verdadera humanidad frente a tantas amenazas que buscan erradicarla.
Ana Cristina Bracho
Autor de esta publicación
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Abogada, escritora y columnista venezolana. Premio Nacional de Periodismo “Simón Bolívar” 2023 en opinión. Premio Aníbal Nazoa en la categoría opinión en medios digitales 2019.
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