Para los movimientos de abajo y para los pueblos oprimidos es fundamental no dejarse enganchar en la agenda del sistema, ni permitir que sus medios nos confundan con su propaganda y sus mentiras.
La geografía y la clase son decisivas para entender este mundo y para tomar posición.
Raúl Zibechi
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Ahora que atravesamos una tormenta de proporciones sísmicas, que no está dejando nada en su lugar y amenaza la vida en el planeta, podemos observar con mayor claridad cómo los grandes medios de comunicación se han convertido en maquinarias de instalar mentiras y falsas verdades, ocultando los hechos principales y desvirtuando la realidad según los intereses de la clase dominante.
La información mínimamente objetiva tiende a desaparecer y en su lugar aparece la propaganda. Se machacan ideas y prejuicios sin el menor pudor, con el objetivo de anular la capacidad de razonamiento de la población. Los grandes medios son parte del sistema capitalista, colonial-patriarcal: dependen de la publicidad de las empresas y, como ellas, se proponen convertir al ser humano en mero consumidor.
Lo peor es cuando los medios que se definen de izquierda, o vinculados a los movimientos, repiten los argumentos de los grandes medios sin pararse a reflexionar críticamente sobre lo que están informando. Porque esos medios tienen mayor credibilidad para las personas organizadas en movimientos.
Esta semana los medios informaron sobre las elecciones en dos estados de Alemania del este (Sajonia y Turingia), de un modo tan parcial que consiguen deformar la realidad hasta volverla incomprensible. Tal vez sea bueno poner la lupa en la cobertura, porque permite ver el tamaño de la manipulación informativa.
En ambos estados la ultraderecha, Alternativa para Alemania (AfD, por sus siglas en alemán) ganó en Turingia y llegando segunda en Sajonia, muy cerca del vencedor de la derecha, digamos, tradicional. Los tres partidos del gobierno (Verdes, socialdemócratas y liberales) se hundieron y sacaron un tercio de los votos que ganó la ultraderecha.
Los medios europeos destacan que es la primera victoria electoral de la ultraderecha en el país desde la Segunda Guerra Mundial, que AfD ya es el segundo partido de Alemania detrás de la derecha y que es la fuerza mayoritaria entre los jóvenes. Los medios caracterizan a la AfD por sus críticas a la inmigración y al proyecto europeo (https://goo.su/n98Ss81).
Estas dos características son ciertas, aunque habría que reflexionar por qué la crítica a la Unión Europea sería algo negativo, toda vez que encabeza la guerra en Ucrania y apoya el genocidio del pueblo palestino.
Periódicos de izquierda dicen más o menos lo mismo, enfatizan la necesidad de que la ultraderecha no llegue al gobierno, calificándola muchas veces de fascista. De paso, recordar que la propaganda contra el populismo y la ultraderecha nacieron en los centros de pensamiento del genocida Partido Demócrata de EU, entre ellos The New York Times.
Pero lo grave es que el análisis centrado en el ascenso de la ultraderecha omite lo central: 80 por ciento de la población de esos estados votó contra la guerra, cifra que se obtiene por la suma de AfD, la CDU y el partido de Sara Wagenknecht, escindida de La Izquierda (Die Linke), que coincide con la derecha en su crítica a la política migratoria y el rechazo de la guerra.
Los jóvenes votaron masivamente por los partidos antiguerra, lo que no quiere decir que no sean machistas y racistas. En Sajonia, el primer ministro de la CDU hizo una enérgica campaña contra más envíos de armas a Ucrania y pidió negociaciones de paz para poner fin a la guerra, puede leerse en Asia Times , medio que suele presentar lecturas diferentes de los occidentales (https://goo.su/B2UT).
Los grandes medios no dicen nada sobre el voto contra la guerra y, cuando hacen alguna mínima referencia, califican al partido o al candidato como prorruso.
La misma manipulación sucede en relación con Israel y Gaza. Mientras se califica a Rusia como país agresor (que lo es), no se analiza del mismo modo a Israel, o a cualquier otro país agresor, pero amigo de Occidente, como Arabia Saudita, por poner apenas un ejemplo.
La manipulación informativa nos quiere convencer de que existen políticos derechistas y corruptos que son antifascistas porque se oponen a la ultraderecha, categoría en la cual (por supuesto) no entra el gabinete de Netanyahu que considera a los palestinos como animales.
¿Es tan diferente Donald Trump de Joe Biden o de Kamala Harris?
Depende desde dónde se mire. Si se tratara de un profesional progresista de clase media urbana, la diferencia es abismal. Pero las niñeces de Gaza se reirán de la estúpida pregunta, mientras corren para eludir el último misil demócrata-republicano. La geografía y la clase son decisivas para entender este mundo y para tomar posición.
Para los movimientos de abajo y para los pueblos oprimidos es fundamental no dejarse enganchar en la agenda del sistema, ni permitir que sus medios nos confundan con su propaganda y sus mentiras. Aún nos falta mucho para poder ser autónomos también en las ideas, pero no tenemos otra opción que avanzar en ese aspecto que es parte de la autonomía integral que buscamos.