Capítulo 1: Las alternatividades, diversas y atomizadas
Por: Oscar A. Chala Padilla y Diego Alejandro Pedraza
investigadores de la Línea de Democracia y Gobernabilidad
Imagen: https://contextomedia.com/crisis-en-los-partidos-politicos-para-donde-va-colombia/
"Que se abran cien flores y que compitan cien escuelas de pensamiento”
Largo ha sido el recorrido que han tenido que vivir los movimientos de izquierda en Colombia para poder llegar por primera y hasta ahora, única vez, al poder en cabeza de la figura más relevante que han podido llegar a tener.
El cauce y la confluencia de cosas que termina con Gustavo Petro en la presidencia de Colombia no es una casualidad ni un azar, es la conjunción de años y de nombres, el cumulo de movimientos y de ideas y el devenir histórico de un movimiento que tuvo facciones, historias, personajes, insurgencia e ideas políticas revolucionarias y no tan revolucionarias dentro de los contextos generales de la historia misma.
¿Cómo surge la izquierda insurgente y la izquierda legal?
Fuente: Comisión de la Verdad.
Quizás la pregunta central de toda esta historia pasa por saber cómo y cuando surgió la izquierda legal en medio de los contextos de la izquierda insurgente, que se movía por todo el país desde la fundación de los movimientos guerrilleros en 1964.
El contexto se da en el marco del Frente Nacional, aquel acuerdo político entre los partidos tradicionales para alternarse el poder durante 4 periodos consecutivos. Dieciséis años bajo la tutela de dos fuerzas totalizantes y aglutinadoras no permitió que “terceras fuerzas” se movieran dentro del panorama nacional.
Ese cierre del sistema y el contexto de la ley de autodefensas del presidente Guillermo León Valencia permitió el cultivo de la idea de izquierdas insurgentes que verán sus nacimientos en 1964 con las Farc y en 1964 con el ELN.
Con las izquierdas insurgentes moviéndose en los territorios rurales y con el ambiente enrarecido, los movimientos de “tercera vía” creyeron que en 1970 habría una posibilidad real para terminar con el dominio bipartidista establecido en Benidorm en 1958. Es por esto por lo que, en las elecciones presidenciales, el general Gustavo Rojas Pinilla con su movimiento Alianza Nacional Popular y Obrera (ANAPO) va a intentar disputar el poder al conservador Misael Pastrana Borrero.
Lo que popularmente se conoce como “el robo del 70” por parte de los conservadores, cambió las lógicas de los movimientos de izquierda en Colombia. El robo de las elecciones dio paso al M-19 y a una nueva dinámica en los enfrentamientos con las fuerzas armadas.
El campo político se mantuvo agitado y los movimientos tradicionales buscaron mantener el poder y la pervivencia del ya fracasado frente nacional. La izquierda por su parte intentó unificarse bajo la idea de la Unión Nacional de Oposición, que nació en 1972 como el primer gran intento que se hizo para unificar a la izquierda bajo una sola denominación.
La unión aglutinó en su seno a las disidencias de la ANAPO, facciones liberales disidentes del oficialismo, el Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario o MOIR y el Partido Comunista Colombiano.
Quizás fue esa unión la que hizo que en 1974 se enfrentaran en la contienda presidencial María Eugenia Rojas (hija del general Rojas Pinilla) por la ANAPO y Alfonso López Michelsen (hijo de Alfonso López Pumarejo), quien años atrás había liderado una facción del Partido Liberal conocida como el Movimiento Revolucionario Liberal – MRL, movimiento que estaba más próximo a las ideas de izquierda pero que se seguía enfrascando en las lógicas bipartidistas de los movimientos tradicionales.
Estatuto de seguridad
Pese a que en 1974 las ideas políticas de izquierda predominaron, en 1978 llegaría al poder Julio Cesar Turbay y el temido “estatuto de seguridad” con el cual se perseguiría y aniquilaría a todo movimiento insurgente o a todo aquel que por intuición se creyera relacionado a la insurgencia.
Fue una época del terror en todo el país, donde se exacerbó la persecución política a todos los miembros de los movimientos de izquierda legal y una persecución descarnada contra los movimientos de izquierda insurgente. La persecución alcanzó cotas inéditas para los movimientos de izquierda y quizás fue porque la persecución solo trajo exterminio, desaparición y un precedente de lo que sería la tragedia de los 80.
Pero además de esto, la izquierda se enfrentó a dos problemas enormes dentro de la dinámica nacional, el primero fue la proliferación de izquierdas, la amplitud de movimientos y la imposibilidad de una idea unificada. Los intentos pasados como la Unión Nacional se habían configurado en un fracaso y la separación ocasionada por facciones como el MOIR solo desgastaban la ideología y el movimiento ante la mirada pública.
El segundo problema fue que en Colombia se mantuvo a la izquierda asociada con los movimientos insurgentes, las ideas políticas de izquierda siempre se metieron dentro de una misma bolsa con las luchas que llevaban los movimientos guerrilleros.
El acuerdo de La Uribe y la Unión Patriótica
Después del estatuto de seguridad y del gobierno de Turbay vino el gobierno de Belisario Betancourt y con él, un acuerdo con la guerrilla de las Farc. Los acuerdos de La Uribe terminaron por formar un primer pacto de paz que buscaría impulsar el paso de la guerrilla y el movimiento insurgente a la esfera política.
Es por esto por lo que en 1985 nace la Unión Patriótica como un partido de izquierda que se presentó como alternativa de poder a los partidos tradicionales y más, como un hilo de esperanza ante la “sangre desatada” producto del tenebroso estatuto de Turbay y el dominio de la “bota militar” que asolaba el país.
La Unión Patriótica es uno de los partidos más tradicionales de la izquierda y en su momento fue quizás uno de los más fuertes de la época, tanto así, que en su primera elección sorprendió a todos con unos resultados sin precedentes para las fuerzas políticas de izquierda. Eligieron 15 congresistas entre senadores y representantes, 18 diputados, 335 concejales y el nombramiento de 23 alcaldes municipales. Y en las presidenciales Jaime Pardo Leal alcanzaría más de 300 mil votos lo que consolidaba al partido como la tercera fuerza política del país.
Sin embargo, el ascenso de la UP sería corto y lo sería porque detrás de todo el proceso de paz y de todo lo que pasaba en la Colombia que quedó después de la tragedia del Palacio de Justicia, las fuerzas oscuras del paramilitarismo se levantaban y se asociaban en el territorio con las fuerzas estatales que en silencio comenzaban a fraguar su poder contra los gobiernos constituidos políticamente.
El Gobierno de Belisario terminará sitiado por los militares y la llegada del presidente liberal, Virgilio Barco, vendría acompañada de la implosión del país y de las violencias sistemáticas de nuestra sociedad en contra de los movimientos de izquierda, una nueva lógica, una nueva dimensión y un nuevo golpe a la idea política de la izquierda en el país.
El cambio constitucional, la apertura política y la crisis identitaria de la izquierda
Fuente: Revista Soho.
Ante la tragedia desatada por cuenta de la persecución del paramilitarismo y de los agentes paraestatales en contra de los movimientos de izquierda se tuvo que repensar la forma de ver y entender un país que para ese entonces estaba sumido entre la amalgama del narcotráfico y la violencia desmedida por cuenta de todos los agentes del conflicto armado.
El M-19 que ya se había desmovilizado y había impulsado un partido político que se conoció como la Alianza Democrática M-19 fue uno de los agentes centrales del proceso constitucional que culminó con la derogación de la anquilosada constitución de Núñez y Caro para dar paso a una nueva carta política que incluyera todas las denominaciones políticas existentes.
En esa época la izquierda comienza un vaivén que se asocia a una crisis identitaria. Los movimientos políticos como la AD-M19, el MOIR, los restos de la Unión Patriótica y las facciones del partido comunista se dividieron impulsando políticas difusas y separadas que no permitieron la unidad, sino que, por el contrario, terminaron dividiendo más a la izquierda.
En medio de esas divisiones fueron surgiendo otros movimientos que le van a dar un vuelco a la idea de la izquierda y la alternatividad en Colombia. El Partido Verde y el Polo Democrático tomaron la batuta de alternativos en los años 2000.
Estas denominaciones fueron quizás las únicas que lograron cohesionarse, tanto así que el mismo MOIR entraría a forma parte del mismo Polo. Sin embargo, en medio de esta historia la izquierda llegaría nuevamente al caos interno producto de los pragmatismos que se han permeado siempre dentro de los movimientos políticos de izquierda.
La llegada de los Moreno Rojas al Polo o de personajes como Enrique Peñalosa al Partido Verde provocaron unas rupturas serias entre los diferentes movimientos. Fue precisamente el caso de los Moreno Rojas y el carrusel de la contratación en Bogotá decantó en una pelea interna al interior del Polo que terminó con la salida de Gustavo Petro de la colectividad en medio de lo que eran sus mejores años en la esfera nacional.
Los movimientos políticos de izquierda han recorrido una historia, que ha culminado con una fragmentación permanente entre las ideas alternativas. En palabras de León Valencia, director de la Fundación Paz y Reconciliación, “la izquierda solo ha logrado consensos cuando ha querido, pero esos consensos son frágiles en medio de la política nacional”.
Del Mockusianismo al progresismo: así se construyó la Alianza Verde
Fuente: El Mundo.es
Desde que el Partido Opción Centro (antecesor de la Alianza Verde) fuera fundado en 2003, ha estado compuesto por diferentes tendencias, cobijadas bajo la premisa de la defensa de un programa político moderado y de centro, de carácter amplio frente a las otras tendencias políticas que ha acogido a lo largo de su historia, especialmente frente a los procesos electorales de 2010 y 2014, cuando Antanas Mockus y el Movimiento Progresistas ingresaron oficialmente al partido respectivamente.
La llegada del mockusianismo se dio en 2009, cuando ingresó al partido junto con los exalcaldes de Bogotá Enrique Peñalosa y Luis Eduardo Garzón. Posteriormente, en el quinto congreso de ese partido, fueron investidos como codirectores de la organización, de cara a las elecciones de 2010, donde luego Mockus se llevó la candidatura.
Con la entrada de Mockus el partido vivió una transformación interna gradual, en la que consolidó su red de juventudes, la red ambiental nacional de aquel partido, integró la plataforma política-electoral que Mockus ya había construido para impulsar proyectos políticos desde Bogotá —Confianza Electoral— y el partido adquirió la estructura que le permitió arrasar en la campaña a primera vuelta, en lo que se conoció como “La Ola Verde”.
No era para menos. Mockus, con un programa político civilista y con una idea anticorrupción articulada con el ciberactivismo, logró venderse como la alternativa al uribismo, que estaba para ese tiempo desgastado, aunque seguía movilizando la mayor parte del electorado colombiano.
Su contrincante en ese momento, Juan Manuel Santos, logró explotar la aprobación que aún tenía Uribe y convirtió aquellas elecciones en un plebiscito sobre el uribismo, utilizando estrategias cuestionables para mostrar a Mockus como incapaz de gobernar al país.
En primera vuelta Mockus había sacado 3.134.222 votos, el 21,51% por ciento, ganándole a Germán Vargas Lleras, a Gustavo Petro y a Noemí Sanín. En segunda, Mockus logró sólo capitalizar el 6% en disputa y obtener 3.587.975 votos, sólo el 27,44%. Para casi todas las militancias del verde que emergieron en esta época, Mockus perdió por defender sus principios y no entrar en el juego sucio que le planteaba la candidatura Santos.
Luego vinieron los progresistas, y con ellos se consolidó el ala izquierda del partido. Tras las elecciones de 2010, Gustavo Petro se escindió con un grupo de militantes del Polo Democrático y montó su Movimiento Progresistas con el que llegó a la Alcaldía de Bogotá. Tras ello, y sin la posibilidad de que su partido tuviera personería y participara en las elecciones legislativas de 2014, comenzó todo un proceso de negociación que llevó la a fusión, celebrada en un congreso del partido en 2013, en la que 617 delegados votaron a favor de la unión.
De esta fusión comenzaron a emerger las primeras tensiones que llevaron luego a la salida de Enrique Peñalosa en 2014, que se unía a la renuncia de Antanas Mockus en 2011 tras la declaración de su partido de plegarse a la bancada oficialista de Juan Manuel Santos. Con esta misma fusión, llegaron al partido Antonio Navarro Wolff, Angélica Lozano, Inti Asprilla y otros importantes dentro del proyecto progresista de Petro.
Tras ello, en 2014, emergió la figura de Claudia López dentro del partido, cuando ganó una curul al senado con 81.125 votos. Con la relevancia que tuvo en la opinión pública tras haber destapado junto a León Valencia y Ariel Ávila en la Fundación Nuevo Arco Iris el fenómeno de la parapolítica, además de haber denunciado el conflicto de interés que tenía el periódico El Tiempo frente a la candidatura de Juan Manuel Santos y el caso de Agro Ingreso Seguro, Claudia comenzó a articular tras de sí un nuevo proyecto político de centro dentro de las toldas verdes.
Este proyecto se consolidó en su candidatura a la presidencia, anunciada desde diciembre de 2016, que luego entró a reforzar la candidatura presidencial de Sergio Fajardo en 2018, luego en la consulta nacional anticorrupción, también en 2018, que recibió 11.671.420 votos (32,04% del 33,3% necesario para ser aprobada) y en 2019, cuando ganó la Alcaldía de Bogotá con 1.108.541 votos, el 35,21%.
Para Ariel Ávila, esas son las dos grandes tendencias dentro del verde: “El Partido Verde tiene dos genes: un gen más a la izquierda, derivado de lo que fue el movimiento Progresistas y el M19, de centro izquierda más a la izquierda; y un nuevo gen nuevo, en donde está Claudia López, está Juvinao, incluso puedo estar yo, quienes somos una nueva generación que no nos debemos a esa militancia. Esos dos genes tienen fricciones”.
La división dentro de los verdes: ¿se acaba el sueño civilista?
Fuente: El País, Cali.
“El Partido Verde está siendo víctima de su propia indefinición” afirmó la representante a la Cámara, Cathy Juvinao, cuando se le preguntó por la situación interna dentro de su partido. Por su parte, Ariel Ávila señaló que la gran ventaja de la Alianza Verde era la suma de individualidades que electoralmente eran independientes, pero no tenían disciplina entre sí. “Aquí no importa tanto si tú tienes diez alcaldes o si tienes 200 concejales apoyándote, o si el partido te presta plata o no, porque cada uno de nosotros nos hicimos con una suma de individualidades. Eso nos hace que nosotros seamos muy buenos para ganar elecciones, pero se vuelve imposible ponerlas de acuerdo en el momento de gobernar” indicó.
Lo que sí parece ser verdad es que dentro del Partido Verde están de acuerdo en que la llegada del gobierno de Gustavo Petro hizo manifiestas las tensiones que antes se sabía que existían, pero no se solían discutir de manera abierta. Ariel Ávila afirma, por ejemplo, que “el Partido Verde no está volando en átomos, sino que está en una serie de dificultades —como están todos los partidos—. La diferencia es que nosotros los hacemos públicos, pero todos los partidos están viviendo una crisis muy fuerte. Todos los partidos están viviendo un reajuste dentro de esta reacomodación ideológica de la sociedad”.
Las recientes acusaciones contra el senador y expresidente de esa corporación, Iván Name, y contra el exdirector Nacional de Inteligencia, Carlos Ramón González —uno de los fundadores del partido y el copresidente más poderoso del mismo hasta 2023— de estar involucrados en el escándalo de corrupción de la UNGRD llevaron a la renuncia posterior de Claudia López y Antanas Mockus al partido en mayo, y a un gran bloque de este a buscar la escisión en una convención nacional convocada para octubre de este año, entre ellas, Cathy Juvinao.
Frente a la pregunta de por qué no salir ahora mismo ante ese escenario de escisión, Juvinao ha sido muy clara: “Yo ya estoy representando a mis electores, yo le estoy haciendo control político a Petro, y si el partido está en un absoluto desbarajuste y colapso, yo no puedo pagar entregándole mi curul. Al revés, ahora es cuando yo abrazo más mi curul, porque me permite hacerle control al gobierno. Yo me gané mi curul en una lista abierta con el sudor de mi frente, voto a voto, en las calles”.
En esa misma línea, Ávila reafirma “Esa suma es imposible ponerlas de acuerdo en el momento de gobernar, porque cada cual piensa en lo suyo. Entonces, por ello el Partido Verde tiene una gran ventaja para ganar elecciones siendo oposición, pero cuando se volvió gobierno, esa gran ventaja se convirtió en una desventaja. Y es que la suma de individualidades hace imposible ponerse de acuerdo en algo”.
Esa ruptura se manifiesta en la forma como la Alianza Verde vota en Congreso, con un bloque en senado
El Pacto Histórico: entre el tercer experimento de unidad y la fragmentación nodal
Fuente: Semana
Para León Valencia, "ha habido un proceso de dispersión y de agrupamiento. No es que la izquierda toda la vida haya estado dividida. La izquierda se agrupa y se dispersa, según las circunstancias y según también la forma como reacciona a la derecha. La izquierda se une cuando tiene que unirse y se divide en los procesos también, sobre todo se divide en las derrotas. Las derrotas dividen la izquierda y los triunfos la unifican".
Con el triunfo electoral del Pacto Histórico en 2022 en elecciones legislativas y presidenciales, es claro que el objetivo ha sido la unidad. Ya desde febrero de 2021 se estaban haciendo convocatorias desde el Polo Democrático Colombia Humana, la Unión Patriótica, el Movimiento Alternativo Indígena y Social (MAIS), Todos Somos Colombia, el Partido del Trabajo de Colombia (PTC), el Partido Comunista Colombiano, Unidad Democrática Amplia (UD, posteriormente Esperanza Democrática) y Alianza Progresista, que posteriormente, entre marzo y diciembre terminaron ampliando a un gran abanico de fuerzas entre la centroizquierda progresista, la izquierda del Partido Comunista y Comunes, y el centro santista encarnado en Roy Barreras y su partido, Fuerza de la Paz.
Para 2022, el Pacto Histórico obtuvo 61 curules, 27 en Senado y 34 en Cámara de Representantes, y ganó las elecciones presidenciales en primera vuelta con 8.542.020 de votos (40,34%), y en segunda con 11.291.987 (50,44%).
Con las elecciones regionales de 2023, desde febrero de aquel año ya habían comenzado a circular los rumores sobre la posibilidad de que el bloque de partidos se convirtiera en uno solo. En este momento, la decisión de la mayoría de los partidos fue no perder las personerías jurídicas para seguir manteniendo la figura del Pacto como coalición y lanzarse a cargos de elección popular de esta forma. No obstante, la jugada salió mal, y el Pacto Histórico no capitalizó su triunfo en alcaldías y gobernaciones, teniendo solo 3 gobernadores, 70 alcaldías, 642 concejales municipales y 28 diputados departamentales.
Posterior a la derrota de octubre de 2023, los movimientos para unificar al Pacto como partido se profundizaron. Debido a las limitaciones para volverse a presentar como coalición en 2026 por haber obtenido más de 15% del umbral de votos, David Racero y María José Pizarro salieron a defender la tesis de la unidad como salida, aseverando que la pérdida estrepitosa electoral se debía a la incapacidad de articular los diferentes intereses y grupos que convergen en los partidos en una sola propuesta.
Aquel llamado se vio concretado a finales de noviembre de 2023, cuando en su cuenta de X (anteriormente Twitter) el presidente Petro llamó a la necesidad de unificar el Pacto y de reconstruir la coalición de gobierno a través de un Frente Amplio multipartidista que defendiera la agenda de reformas sociales.
Luego, a finales de enero de 2024, Petro hizo la convocatoria a un gran Congreso del Pacto Histórico, con base en las más de 1500 personas elegidas para cargos de elección popular en 2023, con miras a consolidar un partido político de cara a 2026.
Fuente: X (Anteriormente Twitter).
El llamado tuvo eco en el Comité Político de la coalición a inicios de febrero, ya que desde ese momento comenzó a buscar a las principales vocerías de los partidos, para luego sentarse a negociar con los congresistas y después con los ediles, concejales y alcaldes electos.
No obstante, solo fue hasta recién finalizada la segunda legislatura que finalmente comenzó a verse humo blanco en la bancada del congreso, y el 22 de julio emitieron un comunicado señalando que todos los congresistas estaban de acuerdo en organizarse de manera unitaria en un nuevo partido político.
Fuente: Infobae.
No obstante, la propuesta ha generado tensiones, que han terminado por desnudar algunas de las fragilidades y grietas que existen al interior del bloque frente a la posibilidad de unirse. Para los partidos políticos minoritarios, como MAIS y ADA, perciben que el gran peso que tienen la Colombia Humana, el Polo Democrático y la Unión Patriótica limita en muchos sentidos el ejercicio de la democracia interna, como lo reveló en su momento La Silla Vacía frente a la posible repartición de cargos directivos y delegaciones dentro del partido unificado.
Fuente: La Silla Vacía.
Al mismo tiempo, los partidos de origen indígena y afro también desconfían de los procesos de unificación, especialmente frente a la posibilidad de perder financiación electoral, así como de tener libertad ideológica para apoyar candidaturas por fuera del Pacto a nivel regional, así como también creen que entregarían los proyectos políticos de sus comunidades a un grupo mucho más grande.
Según una nota publicada en Código Caracol el 23 de julio de 2024, hasta ahora los partidos que se han mantenido firmes en su interés por unificarse son los más grandes dentro de la coalición: el Polo Democrático, la Colombia Humana y la Unión Patriótica. Según lo señaló Camila Zuluaga, la idea es que el partido lance en coalición con los demás partidos que componen al Pacto (pero que no se quieren unir) una sola candidatura presidencial, mientras que se propendería a lanzar listas al congreso separadas, en las que los partidos unificados lanzarían la suya propia.
También la nota indicó que se realizarían 3 seminarios en el seno de los movimientos de centroizquierda e izquierda con los partidos y otras organizaciones sociales, para trazar la hoja de ruta de la unificación. Buscamos comprender cómo estaba funcionando este proceso y que resultados se esperaban, pero no obtuvimos respuesta por parte de los congresistas que están abanderando el proceso, especialmente de María José Pizarro.
De concretarse el proyecto de unificación que propone el Pacto Histórico, sería el tercero a nivel histórico desde 1958 cuando se crea el Frente Nacional, luego de la Unión Nacional de Oposición en los años 70 y del proyecto de unidad del Polo Democrático en los años 2000.
La Fragmentación de los Partidos Políticos en Colombia. Capítulo 2. Rojo destilado, azul palidecido y naranja desteñido
Por: Oscar A. Chala y Diego Alejandro Pedraza
Investigadores de la Línea de Democracia y Gobernabilidad
Fuente: El Nuevo Siglo
La figura de los partidos políticos tradicionales siempre ha estado rodeada de un aura de orden y estructura, aunque en la práctica los movimientos han sido más ordenados que otras denominaciones que han existido en la política colombiana.
Sin embargo, la estructura interna real de los partidos tradicionales dista completamente de la idea de unidad, porque al interior de estas mismas han brotado facciones internas que históricamente han roto el orden univoco de los movimientos políticos.
Su evolución ha sido curiosa, porque han pasado de ser estructuras ideológicas a convertirse en “fábricas de avales”, donde la ideología ha pasado a un segundo plano. Son estructuras desgastadas, ideológicamente anquilosadas en el pasado y reconvertidas para ser una estructura inserta dentro del amplio mundo burocrático, cooptando, en algunos casos, sectores del Estado.
Un antes y un después del Frente Nacional
Fuente: El Colombiano
Sin embargo, ¿desde cuándo los partidos políticos tradicionales viraron para terminar siendo máquinas de avales con una reducción en su discurso ideológico?
El debate está abierto y ha sido motivo de discusiones políticas e históricas amplias. De por sí, la historiografía del tema todavía no se ha logrado poner de acuerdo alrededor de la temporalidad de dicha evolución, tal vez porque estas estructuras políticas siempre se han mantenido y han tenido pequeñas evoluciones de nombre, pero no de ideología o comportamiento, porque al final, siempre se han terminado insertando en la burocracia.
El momento cero podría ser el Frente Nacional, momento en el cual los partidos tradicionales decidieron dividir el poder político y la estructura burocrática a partes iguales por 16 años con el fin de terminar con la tétrica época que la historia ha llamado, de manera incorrecta, “la violencia”.
En esa lógica burocrática y con la consigna de “salvar al país” los partidos terminaron dividiendo el poder de manera concertada, llevando al posterior cierre del sistema político y a la rotación de cargos en el legislativo y en los órganos de poder locales.
Es esta época la idea del Partido Conservador y de un Partido Liberal como entidades separadas terminó de romperse, porque ahí, las maquinarias que comenzaron a acceder a cuotas burocráticas terminaron evolucionando y se convirtieron en partidos de lógica transaccional.
Luego, denominaciones como el Movimiento Revolucionario Liberal de Alfonso López Michelsen, el Nuevo Liberalismo de Luis Carlos Galán y otras como Alternativa Liberal o Dignidad Liberal hicieron su aparición en la esfera política, convirtiéndose en voz disidente al interior de estas estructuras políticas.
Por el lado del conservatismo, sucedió lo mismo y aparecieron movimientos como Salvación Nacional o Nueva Fuerza Democrática, para enarbolar la bandera disidente de la estructura azul. Esas voces emergieron como un llamado a regresar a los grandes debates ideológicos de su tiempo, especialmente frente a la recuperación de un viejo conservatismo mucho más discursivo y defensor de un modelo social católico y republicano.
Las “avispas” de la constituyente
Fuente: CINEP
La Asamblea Nacional Constituyente de 1991 fue un punto álgido de la gran fragmentación de los partidos políticos entre los años 90 y 2000. Al proceso constituyente los partidos tradicionales llegaron divididos y ahí lanzaron la famosa “Operación Avispa” con la cual buscarían la mayoría de las curules de la Asamblea.
Para esto, los liberales fueron divididos, una lista del Partido Liberal oficialista y varias listas adicionales de otros movimientos políticos ligados al partido que se presentaban a la opinión pública como “disidentes” del liberalismo, pero que, en la práctica real, eran apéndices del oficialismo que utilizaron el nombre para obtener mayorías dentro del pleno constituyente.
El Partido Conservador no se quedó atrás y se movió de la misma manera que los liberales, con varias denominaciones políticas como el Movimiento de Salvación Nacional de Álvaro Gómez Hurtado, que, si bien es cierto no hacia parte del conservatismo, votaba en bloque con el Partido.
Los partidos se reconfiguraron y mantuvieron su alternancia hasta 2002 con la llegada de Álvaro Uribe al poder, quien llegó como parte de una disidencia liberal, pero con premisas neoconservadoras que, eventualmente, superaron electoralmente a las estructuras políticas de ambas colectividades.
2002: Nacen las nuevas denominaciones
Fuente: CNN en Español.
Con la elección de Álvaro Uribe en 2002 por el movimiento “Primero Colombia” se dio la reconfiguración de los partidos tradicionales y más aún, la proliferación de nuevos partidos que surgieron con más fuerza que las denominaciones anteriores de la constituyente, con el fin de afincarse de manera definitiva en la política colombiana. Fue allí cuando afloran los movimientos que avalaron a los candidatos de los paramilitares y cuando se configura el fenómeno de la “parapolítica”.
Ante ese panorama, y con el Acto Legislativo 001 de 2003 en el cual se estableció una reforma política que reconfiguró el umbral electoral para regular la cantidad de partidos, Uribe reestructuró el movimiento “Primero Colombia” en el partido de la Unidad Nacional o Partido de la U para que representara su programa, el cual logra irrumpir con fuerza y establecerse de manera permanente dentro del panorama político nacional, no solo porque puso a Uribe en 2006 como presidente, sino porque fue también el Partido que acompañó a Juan Manuel Santos a la presidencia en 2010 con la venia de Uribe y se mantuvo vivo en 2014, pese a que Uribe salió de la colectividad y montó “rancho aparte” con el Centro Democrático.
La U logró consolidarse en el espectro nacional, con figuras políticas como Roy Barreras, Armando Benedetti, Aurelio Iragorri y en la actualidad con el control absoluto de la “baronesa” del Valle, Dilian Francisca Toro. Caracterizándose por ser un partido pragmático, que se acomoda según el actor que detenta el poder y que logra mantener buenas relaciones con todos los sectores de la vida nacional.
Y en medio de todo este panorama convulso, los Partidos Liberal y Conservador siguen vigentes en la arena política colombiana, reconfigurados, moviéndose estratégicamente y reciclando viejas figuras de antaño para mantener los caudales electorales y la representación política de siempre.
El largo reinado de Gaviria en el Partido Liberal
Fuente: Partido Liberal.
La llegada de César Gaviria a la presidencia del Partido Liberal se dio en 2005, en medio de la crisis que en ese momento el partido estaba cruzando. En una situación similar a la de estos tiempos, los liberales estaban divididos entre el naciente uribismo (De hecho, Álvaro Uribe había surgido como disidencia liberal dentro del propio partido en 2002) y la militancia que acompaña a Horacio Serpa, en ese momento representante del ala socialdemócrata liberal.
Fue elegido de manera unánime por el II Congreso Nacional Liberal, previo a la definición de precandidaturas hacia las elecciones presidenciales de 2006, en las que, de nuevo, Serpa terminó siendo elegido candidato del partido. Posteriormente fue ratificado en el III Congreso en 2007, en plena discusión ideológica interna entre mantenerse dentro de una postura de centroizquierda moderada o moverse hacia la derecha política, luego de que algunos de los principales liberales que estaban trabajando con el uribismo, como Rafael Pardo, regresaran al partido. Esta discusión que se mantuvo hasta bien entrado 2009 cuando Pardo se ganó la candidatura liberal a la presidencia y, de paso, la dirección de las toldas rojas.
Para esta época, Gaviria fue uno de los principales contradictores del gobierno de Álvaro Uribe Vélez, oponiéndose a su reelección y a todo el andamiaje de Justicia y Paz.
Su hijo, Simón Gaviria, posteriormente ganó la presidencia de la colectividad en 2011 y se mantuvo allí hasta 2014, fecha en la que terminó vinculado al gabinete de Juan Manuel Santos como director nacional de Planeación. Para esta época, el liberalismo entró de lleno a apoyar la presidencia de Santos, tanto así que en 2015 terminó siendo designado jefe político de la campaña por el SÍ al plebiscito por la paz.
De allí volvió a ser nominado presidente en 2017 y desde ese año hasta ahora se ha mantenido en el cargo. Aunque inicialmente apoyó la candidatura de Humberto de la Calle a la presidencia en 2018, terminó dando un viraje hacia la centroderecha y derecha al apoyar en un primer momento la candidatura de Iván Duque en 2018, y luego la de Federico Gutiérrez en 2022.
Para esta época, ya la fragmentación del liberal venía demarcada, no sólo bajo la diferencia tradicional entre el ala de centroizquierda y centroderecha, sino en la supervivencia misma del partido y la tensión entre los delegados, los congresistas y las bases liberales. De hecho, para cuando Gaviria fue reelecto presidente en 2020, existía ya la dicotomía entre las bases militantes, mucho más cercanas a posturas socialdemócratas, y los congresistas que siguen los intereses de sus grupos políticos regionales.
Tanto así ha sido esta división, que desde 2018 las bases apoyaron la candidatura de Gustavo Petro, igual que en 2022, en contra del apoyo de la mayoría de los parlamentarios a las decisiones de Gaviria respecto a los apoyos electorales en esas mismas fechas.
Gaviria conserva el poder porque tiene la potestad de poder aprobar los avales en procesos electorales futuros, porque tiene el apoyo de los directivos regionales y de los congresistas y políticos regionales ligados a los clanes políticos a quienes el partido avala, así como también ha sido la única figura importante del partido a nivel interno desde al menos más de 15 años. En las últimas elecciones no ha habido nombres fuertes que sean capaz de competirle la presidencia del partido. Así es como se ha logrado sostener en el poder desde 2017.
Intentamos corroborar estas tesis con congresistas liberales, pero ninguno de ellos ni sus jefes de prensa nos respondieron.
Los conservadores, el viento y la veleta
Fuente: Agenciapi.co
A diferencia del Partido Liberal, el Partido Conservador ha tenido mayor estabilidad interna en los últimos 20 años, en parte, porque se han ajustado a los diferentes gobiernos en los que han participado. Durante la época de Álvaro Uribe fueron parte de la coalición de gobierno en ambas oportunidades, mientras que durante la época de Juan Manuel Santos hicieron parte de la Unidad Nacional y respaldaron el Acuerdo de Paz. Durante el gobierno Duque también fueron parte de la coalición de gobierno, e incluso hicieron parte de la coalición del progresismo durante los primeros 8 meses del gobierno Petro, hasta que el presidente pateó la mesa y los envió a la independencia.
Esta estabilidad también es posible observarla en una coherencia ideológica mucho más firme, aunque superada por las dinámicas clientelares y transaccionales, así lo deja entrever el profesor Yann Basset, politólogo y miembro el Grupo de Estudios de la Democracia DEMOS-UR, cuando señala que “tiene cierta marca de derecha que todavía pesa y lo hemos visto, digamos, particularmente por las molestias que generaron en las bases el hecho de entrar en la coalición del presidente Petrio al principio de su mandato”.
Esto se pudo entrever en el momento en el que Carlos Andrés Trujillo dio un “golpe de Estado” al interior del partido y cuya historia hemos contado en Pares en este artículo, este y este. Tras el triunfo de Petro en segunda vuelta, Trujillo logró convencer a la recién electa bancada conservadora de la necesidad de aliarse con el gobierno, y a partir de un documento firmado por esta bancada, sacó del camino a Ómar Yepes y se instaló como nuevo presidente.
Sin embargo, este movimiento, que fue leído como un intento de Trujillo por cooptar la estructura del partido para satisfacer sus propios beneficios, llevaron a que, en febrero de 2023, mientras Trujillo estaba fuera del país, Efraín Cepeda y la bancada costeña del Conservador dieran otro “golpe de Estado” firmaran una carta con firmas de una parte de la bancada, y declararan a Efraín Cepeda nuevo presidente.
Igualmente (y a diferencia del Liberal) el partido Conservador ha tenido una dirigencia mucho más nutrida en los últimos 22 años, habiendo tenido directores que, en su mayoría, eran el reflejo de la tendencia política del gobierno del momento. Así Fabio Valencia Cossio fue presidente durante el gobierno de Uribe, recibiendo la cartera de Ministerio del Interior y de Justicia, así como David Barguil fue presidente del partido durante la Unidad Nacional de Santos, y Omar Yepes, mucho más cercano a posturas de derecha, lo fue durante el gobierno Duque.
El Partido de la U: de la U de “Uribe” a la “U” progresista
Fuente: Infobae.
Si existe un partido que refleje como un buen ejemplo las lógicas internas de ser un partido atrapalotodo es el Partido de la U, que nació siendo el principal movimiento articulador del Uribismo, que luego se convirtió en la principal plataforma de las posturas de Tercera Vía de Juan Manuel Santos, que terminó volviendo a las toldas del uribismo durante el gobierno Duque, para finalizar ingresando en la coalición de gobierno de Gustavo Petro hasta abril de 2023, cuando ésta termina atomizada.
Es un partido atrapalotodo, en parte, porque desde el inicio había nacido desideologizado. Aunque representaba el programa político del uribismo en 2006, realmente el partido era una estructura política instrumental que pretendía construir las redes necesarias a nivel regional y local para que Uribe pudiera reelegirse. Más allá de todo, el Partido de la U, que se nutrió con figuras políticas de los partidos tradicionales que no se sentían cómodos apoyando al uribismo desde sus toldas, siempre ha virado hacia donde el gobierno de turno haya puesto rumbo.
Del mismo modo, también se convirtió en una de las principales fábricas de avales para muchos de los clanes políticos del país, que hallaron refugio en el Partido de la U como posibilidad para llegar a cargos de elección popular sin pasar por las lealtades ya establecidas dentro del Partido Liberal y el Partido Conservador.
De hecho, el nacimiento del Partido de la U fue un síntoma de la fragmentación de los partidos tradicionales en la década de los 2000, tal cual lo indica Mauricio Jaramillo Jassir, internacionalista y profesor de la Universidad del Rosario: “Con Uribe se empiezan a crear partidos alrededor de las personas, alrededor de sus programas políticos, tal como el Centro Democrático, o el Partido de la U alrededor de la figura de Santos, aunque tenían antecedentes de uribismo”, señaló.
Es precisamente la figura de Santos la que se convierte en prominente en este partido. Fue su primer director desde 2005 hasta 2006, volvió luego entre marzo y julio de 2010 y varios de sus operadores políticos ocuparon la dirección del partido entre esa fecha hasta hoy. Roy Barreras dirigió las toldas naranjas en 2012 y repitió entre 2014 y 2016, en plenas negociaciones con las FARC. Armando Benedetti también fue presidente del partido entre 2016 y 2017, hasta que el partido quedó en manos del grupo político de Dilian Francisca Toro, que desde 2020 ha intentado reconstruir el Partido junto con Clara Luz Roldán, su actual presidenta.
Es precisamente la presencia de varias figuras del santismo que posteriormente estarían en el gobierno Petro, que los puentes entre el Partido de la U y la bancada de gobierno se mantienen. De hecho, el Partido de la U es uno de los que menos fisuras presenta frente al Partido Liberal y al Partido Conservador respecto al respaldo de las reformas políticas y sociales que ha propuesto el gobierno, manteniendo un apoyo amplio en su agenda legislativa.
La disonancia entre los intereses nacionales y locales
Fuente: El Tiempo.
Desde hace más de 30 años, los partidos tradicionales han dependido de las lógicas políticas a nivel regional y local para su supervivencia. Aunque existen directorios nacionales que toman decisiones y aprueban candidatos, la transacción fundamental se da en los municipios y departamentos, donde las maquinarias electorales ligadas a clanes políticos y grupos de interés traducen favores y recursos en votos que les permitan llegar a escenarios de poder y decisión con el aval de alguno de estos partidos.
Es por ello por lo que, en la mayoría de los casos, los partidos liberal y conservador dependen mucho más de los intereses de los grupos políticos a nivel regional que de decisiones desde arriba. Esto explicaría, por ejemplo, las lógicas de votación de estos partidos en el Congreso, donde, según Yann Basset, existen bloques internos dentro de estos partidos. “En la práctica, estos partidos siempre tienen congresistas que votan con el gobierno y congresistas que votan en contra, lo que no cambia muchas cosas. Esto era lo mismo con Duque, era lo mismo con Santos y siempre ha sido así, lo que pasa es que esto genera más ruido ahora con un gobierno que tiene una agenda políticamente muy marcada, de cambios profundos” indica Basset.
Esto se manifiesta en la lógica de votación de los partidos en el congreso, donde tanto el Partido Liberal (que sigue siendo, por ahora, parte de la bancada de gobierno), como el Partido Conservador y el Partido de la U (partidos independientes) están divididos en dos grandes bloques, uno que es cercano al gobierno y uno que es distante, tal y como lo reseñamos en el informe de seguimiento al segundo año del Congreso, publicado por la Fundación Paz & Reconciliación (Pares).
Fuente: Fundación Paz y Reconciliación. 2024.
Del mismo modo, para Juan Pablo Milanese, politólogo y profesor de la Universidad ICESI de Cali, esa disonancia entre lo local y lo nacional es esencial para entender por qué los partidos tradicionales no son altamente ideológicos “En la política local yo creo que los partidos en principio valen muy poco y eso me parece que es importante para tener en cuenta porque funcionan fundamentalmente como franquicias desde un punto de vista electoral donde la etiqueta partidaria desde el punto de vista local no es especialmente relevante y la volatilidad desde el punto de vista de las dirigencias es enorme”.
No obstante, y a pesar de que las dinámicas clientelares siguen primando dentro de los partidos tradicionales —que en su mayoría los sostiene y cohesiona—, la llegada del gobierno Petro desde 2022 sí está generando procesos de politización interna. De hecho, para Milanese, el triunfo de Gustavo Petro en las elecciones pasadas no generó estas fracturas, sino que las permitió emerger de manera abierta en la vida política nacional, abriendo un nuevo ciclo de rupturas y reacomodaciones dentro de estas mismas estructuras.
Para Mauricio Jaramillo Jassir, la ruptura que genera la llegada del gobierno Petro es mucho más profunda, e impacta de lleno al Estado. “Lo que ha hecho Petro, pienso yo, es dividir al establecimiento, que no ha sabido cómo reaccionar frente a lo que ha sido considerado como el primer gobierno de izquierda o progresista de la historia”.
Esto va muy en el proceso de consolidación de los partidos tradicionales ya no solo como partidos atrapalotodo o catch-all (que, en pocas palabras, se tratan de partidos que buscan atraer la mayor cantidad de votantes posibles sin una orientación ideológica clara, con el objetivo de captar a mayor cantidad de grupos de interés posible), sino como partidos tipo cártel, donde estas agrupaciones, además de tener esta dinámica de amplitud electoral y pragmatismo ideológico, también tienen capacidad para cooptar el Estado.
Por esto, según Milanese, “muchos de estos partidos fueron parte de la coalición de Uribe, de la coalición de Santos, de la de Duque y de la de Petro. O sea, lo que han mostrado es una notable elasticidad y una capacidad extraordinaria de adaptarse al contexto”. Es por ello por lo que la reconfiguración de estos partidos no será profunda, y potencialmente podría involucrar un intercambio de liderazgos a nivel regional.
La cuestión existencial: ¿abrirse a la politización?
Fuente: El Tiempo.
Lo que sí parece ser cierto es que la llegada de un gobierno alternativo, de alguna u otra forma, abrió escenarios de debate y cuestionamiento al interior de los partidos, que estaban vedadas o que se solventaban bajo las lógicas transaccionales. Para el profesor Basset, también hay un cambio en la demografía política que está llevando a los partidos tradicionales a una lenta tendencia al declive.
Indicó el profesor: “Elección tras elección, estos partidos pierden terreno porque cada vez más pesa más otro estilo de hacer política, más importante sobre todo en las áreas urbanas del país, en la que destacan mucho más partidos con tendencias ideológicas más marcadas —como el Centro Democrático, el Pacto Histórico, y hasta cierto punto la Alianza Verde— frente a partidos con mayor contenido pragmático, que son mucho más fuertes en la Colombia rural, en los pueblos o incluso de ciertas capitales regionales.”
Tanto la defensa de las bases liberales de un programa progresista en dos procesos electorales presidenciales (2018 y 2022) como el de las bases conservadoras frente a un programa mucho más cercano a la derecha en ese mismo período está alcanzando ahora mismo a los congresistas, quienes más allá de las negociaciones con el gobierno nacional para poder mover las reformas, si se han abierto a las discusiones sobre los grandes modelos sobre los que se han construido parte de las políticas sociales en el país.
Lo sucedido con la reforma a la salud es un buen ejemplo de ello, pues puso de manifiesto que los grandes partidos sí representan y reflejan los intereses de muchos de los grupos de interés que los financian, y que incluso dentro de los escenarios de negociación con la burocracia, ha imperado también una decisión de votar a favor o en contra de un proyecto desde las convicciones políticas.
El ejemplo está con el Partido Conservador, cuyo anterior presidente —y hoy máxima cabeza del Senado— Efraín Cepeda ordenó no apoyar la reforma a la salud a toda su bancada, en un acto de disciplinamiento poco común en este tipo de partidos. Así mismo, las constantes misivas de César Gaviria contra el gobierno y su contestación en los llamados de ciertos sectores del partido para salir de la bancada (a pesar de que Gaviria no ha interferido en las negociaciones del gobierno con sus congresistas) manifiestan una disputa que a nivel nacional se sigue dando a nivel ideológico, aunque a nivel de la política local no tenga incidencia.
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