El interés de las élites europeas de hablar el lenguaje duro del poder está íntimamente relacionado con la nueva agresividad neocolonial y extractivista “verde” de la UE, que tiene como objetivo asegurar el abastecimiento de materias primas...
La remilitarización de Europa es una aspiración que las élites europeas llevaban mucho tiempo escondiendo bajo paraguas
Juega un papel fundamental la construcción de enemigos internos como chivos expiatorios que justifiquen y sostengan modelos cada vez más represivos y recortes de libertades
7 de junio por Eric Toussaint , Paul Murphy , Miguel Urbán Crespo
Fotografía de Nathaniel St. Clair
En estas semanas terminamos una abrupta legislatura europea marcada por la pandemia más importante de este siglo, por la invasión de Putin sobre Ucrania y el inicio de una guerra en suelo europeo que nos trae los peores recuerdos de los conflictos bélicos mundiales del siglo pasado. Un momento, en donde el sistema internacional de gobernanza liberal parece desmoronarse como un castillo de naipes mientras asistimos al genocidio televisado del pueblo palestino.
Y la nueva legislatura que comienza no parece ser mucho mejor, más bien una aceleración de las dinámicas y procesos que hemos comprobado estos últimos años: crecimiento de la ultraderecha, remilitarización, vuelta de la austeridad, neocolonialismo y un desorden global marcado por los conflictos inter-imperialistas
El comienzo de la pasada legislatura no parecía presagiar este contexto, de hecho comenzaba con una ‘histórica’ declaración de emergencia climática [1] por parte del Parlamento Europeo. En la que se exigía a la Comisión Europea garantizar que todas sus propuestas se alineen con el objetivo de limitar el calentamiento a 1,5°C, reduciendo sus emisiones el 55% en 2030 para lograr la neutralidad en 2050. Nacía la justificación política y democrática del Pacto Verde Europeo. Aunque es fundamental no perder de vista que esta declaración no hubiera sido posible sin las movilizaciones climáticas que lideró la juventud en los meses previos a unas elecciones europeas del 2019 marcadas justamente por la necesidad de enfrentar la crisis ecológica en marcha.
Especialmente desde la crisis del 2008, la ausencia de un proyecto político europeo más allá del máximo beneficio de los mercados, de la constitucionalización del neoliberalismo y de la consagración de un modelo de autoridad burocrática protegida de la voluntad popular, ha ido erosionando poco a poco el apoyo social a la UE, afectando a su legitimidad e incluso a su propia integridad. En este sentido, el Pacto Verde Europeo apareció como la justificación para dotar de una nueva legitimidad política y social al proyecto neoliberal europeo tiñéndolo de verde.
El relativo paréntesis postausteritario de la crisis pandémica no vino acompañado de ningún cambio de rumbo en las políticas neoliberales de la UE. Así, para enfrentar la urgencia sanitaria y los efectos de la pandemia la UE fue incapaz de construir una respuesta sanitaria común más allá de convertirse en una central de compra de vacunas, no se aprovechó la situación para reforzar el sistema sanitario de los países miembros o para crear una empresa farmacéutica pública europea para enfrentar probables futuras epidemias o pandemias.
Mientras que económicamente, la respuesta de los gobiernos, la Comisión Europea y el BCE fue aumentar la deuda, en lugar de financiar una buena parte del esfuerzo financiero con ingresos fiscales provenientes de impuestos sobre las ganancias extraordinarias del Big Pharma, de los GAFAM y los Bancos, que fueron los auténticos ganadores de la crisis. Una vez más pudimos comprobar como la UE se ha convertido en un proyecto de millonarios a costa de millones de pobres.
Por el contrario, la pandemia supuso el inicio del cuestionamiento de las políticas que tendrían que acompañar la declaración de emergencia climática aprobada por el Parlamento. Mientras sirvió de catalizador de una (nueva) gigantesca transmisión de dinero público hacia manos privadas, con los Fondos de Recuperación actuando como puntal de los intereses de las grandes empresas. Y todo ello vendiendo la ilusión euro-reformista de que es posible llevar a cabo una política que no se base en el ajuste sin poner en duda de forma definitiva los tratados europeos y las reglas básicas mediante las que ha funcionado la economía europea en las últimas tres décadas. Una ilusión óptica de ‘otra manera de salir de la crisis’ que, sin embargo, en la práctica, no ha dejado de ahondar en la especialización productiva de cada país en el seno de la UE y en la solidificación de las relaciones jerárquicas entre los capitalismos centrales entorno a Alemania, Francia y el Benelux y los periféricos.
Pero si la gestión de la pandemia fue la excusa, la invasión de Putin sobre Ucrania se convirtió en un pretexto ideal para aplicar una auténtica doctrina del shock. La UE no solo se está remilitarizando para poder hablar el “lenguaje duro del poder’ en un desorden global en donde las disputas por los recursos escasos son cada vez más agudas; sino que también se está acelerando la agresiva agenda comercial europea con el pretexto de la guerra. Todo vale cuando estamos en guerra. Un buen ejemplo de ello es lo rápido y fácil con que el maquillaje verde de la UE ha saltado por los aires al decretar la Comisión Europea que el gas y la nuclear pasaban a ser consideradas energías verdes con el pretexto de romper con la dependencia energética rusa.
De esta forma, estrategias aprobadas en el Ecuador de la legislatura como la de la “‘granja a la mesa’, uno de los pilares del Pacto Verde Europeo [2], que prometía triplicar la superficie dedicada a la agricultura ecológica, reducir a la mitad los pesticidas y recortar los fertilizantes químicos en la UE en un 20% para 2030, se ha convertido en una víctima más de la guerra de Ucrania. Todo vale cuando estamos en guerra. De la misma forma, la Comisión Europea anunció la autorización del uso de las llamadas zonas de ‘interés ecológico’ y de barbecho para aumentar la producción agrícola europea. De nuevo con el pretexto de que la seguridad alimentaria debe tener prioridad sobre el desarrollo de la agricultura ecológica. Otra vez la guerra como pretexto.
Ante la falta de amenazas militares tradicionales que justificasen mayores gastos en defensa, la securitización de las fronteras exteriores de la UE se había convertido durante todos estos años en una mina de oro para la industria de defensa europea [3]. Se trata de las mismas compañías de defensa y seguridad que lucran vendiendo armas a la región de Oriente Medio y África, alimentando los conflictos que son la causa de la que huyen muchas de las personas que llegan a Europa buscando refugio. Las mismas empresas que luego proporcionan el equipamiento a los guardias fronterizos, la tecnología de vigilancia para monitorear las fronteras y la infraestructura tecnológica para realizar el seguimiento de los movimientos de población. Todo un “negocio de la xenofobia” en palabras de la investigadora francesa Claire Rodier [4]. Un negocio que, dada su opacidad y márgenes difusos, cuenta con cada vez más partidas presupuestarias en la UE disfrazadas de ayuda al desarrollo o de “promoción de buena vecindad” . De hecho, podríamos decir que lo más parecido a un ejército europeo que hasta ahora ha tenido la UE ha sido Frontex, la agencia que se encarga de administrar el sistema europeo de vigilancia de las fronteras exteriores como si de un frente militar se tratase.
Una dinámica que, como define Tomasz Konicz, es consustancial al imperialismo de crisis del siglo XXI, que ya no solo es un fenómeno de saqueo de recursos, sino que también se esfuerza por aislar herméticamente los centros de la humanidad superflua que el sistema produce en su agonía. De modo que la protección de las relativas islas del bienestar que aún subsisten constituye un momento central de las estrategias imperialistas, reforzando las medidas securitarias y de control que alimentan un autoritarismo en auge [5]. Una buena muestra de ello es el endurecimiento de las leyes migratorias de la UE en las últimas décadas que ha tenido su punto cúlmine en la aprobación del Pacto de Migración y Asilo Europeo en abril de 2024. Un autoritarismo de la escasez que conecta perfectamente con la subjetividad del no hay suficiente para todos que décadas de shock neoliberal han construido entre grandes capas de la población. Este sentimiento de escasez está en el tuétano de la xenofobia del chovinismo del bienestar y, que conecta perfectamente con el auge del autoritarismo neoliberal del sálvese quien pueda en la guerra de los últimos contra los penúltimos.
Al imaginario de invasiones bárbaras [6] de la Europa Fortaleza y su deriva autoritaria, ahora hay que sumarle el peligro del nuevo imperialismo ruso. La coartada perfecta sobre la que construir el nuevo proyecto neo-militarista europeo que refuerce aún más el neoliberalismo autoritario europeo. Nada cohesiona y legitima más que un buen enemigo externo. “Europa está hoy más unida que nunca” es el nuevo mantra en los pasillos de Bruselas. Un mantra que se repite para alejar los fantasmas de crisis recientes y proyectar hacia el exterior que Europa vuelve a tener un proyecto político común.
La remilitarización de Europa es una aspiración que las élites europeas llevaban mucho tiempo escondiendo bajo paraguas tales como Brújula Estratégica (Strategic Compass [7] ) o eufemismos como una mayor autonomía estratégica de la UE. Y que hasta ahora parecía contar con demasiados escollos para llevarse a cabo. La propia presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyden, se preguntaba retóricamente, en el discurso del Estado de la Unión en 2021 por qué hasta ahora no se ha avanzado en una defensa común: "¿Qué nos ha impedido avanzar hasta ahora? No es la escasez de medios sino la falta de voluntad política”. Justamente esa voluntad política es la que parece sobrar desde la invasión de Ucrania, que se ha convertido en el pretexto perfecto para la aceleración de la agenda de máximos de unas élites neoliberales europeas que ya no solo ven en la remilitarización de la UE su tabla de salvación, sino abiertamente el nuevo proyecto estratégico de integración europea para complementar al constitucionalismo de mercado que ha imperado hasta ahora. Una Europa de los mercados y la “seguridad”.
Así, en el marco de la policrisis global -que debilita más aún el peso geoeconómico y geopolítico de la UE- está conduciendo a nuevos saltos adelante en su integración financiera y a su vez militar en nombre de la competitividad y de la respuesta a la injusta invasión de Ucrania. Von der Leyen, afirmó en el Parlamento Europeo, unas semanas después de la invasión de Ucrania, que la UE estaba más unida que nunca y que se había avanzado más en materia de seguridad y defensa común “en seis días que en las últimas dos décadas”, en referencia al desbloqueo de 500 millones de euros de fondos comunitarios para equipamiento militar para Ucrania. No se puede negar que las élites europeas están aprovechando la guerra de Ucrania como una forma de aceleración de la agenda de máximos de unas élites neoliberales europeas que buscan una alianza financiera y comercial más estrecha entre ellas y, a su vez, una remilitarización de la UE como instrumento útil para su proyecto de “Europa potencia”. Se ve así complementado el constitucionalismo de mercado que ha imperado hasta ahora con una integración militar y securitaria que pretende transformar la economía europea para la guerra.
Estamos ante un auténtico cambio de paradigma, en donde la UE, como dijo el Alto Representante para la Política Exterior, Josep Borrell, “debe aprender rápidamente a hablar el lenguaje del poder”, y “no confiar solamente en el ‘poder blando’”, como hemos hecho hasta ahora [8].” En este sentido, los Estados Miembros aprobaron en marzo del 2022 el Strategic Compass, un plan de acción para reforzar la política de seguridad y defensa de la UE de aquí a 2030. Aunque esta Brújula Estratégica ha estado en elaboración durante dos años, realmente su contenido se adaptó rápidamente al nuevo contexto abierto por la invasión rusa de Ucrania. “Este entorno de seguridad más hostil nos obliga a dar un salto decisivo y exige que aumentemos nuestra capacidad y nuestra voluntad de actuar, reforcemos nuestra resiliencia y garanticemos la solidaridad y la asistencia mutua” [9]. Esta nueva postura recogida en el Strategic Compass construye una visión de la defensa europea que ya no se basa en el mantenimiento de la paz, sino en la seguridad nacional-europea y la protección de las “rutas comerciales claves”. Esto es, proteger los intereses europeos asegurando la “autonomía estratégica” de la UE.
El interés de las élites europeas de hablar el lenguaje duro del poder está íntimamente relacionado con la nueva agresividad neocolonial y extractivista “verde” de la UE, que tiene como objetivo asegurar el abastecimiento de materias primas escasas y fundamentales para la economía europea y su supuesta transición verde, en un contexto de aumento de las pugnas entre viejos y nuevos imperios. Como afirma Mario Draghi: “en un mundo en el que nuestros rivales controlan gran parte de los recursos que necesitamos, tenemos que tener un plan para asegurar nuestra cadena de suministro —desde los minerales esenciales hasta las baterías y la infraestructura de recarga [10] .” La remilitarización europea no deja de ser el paso necesario para poder hablar el lenguaje duro del poder que asegure las materias primas y los recursos necesarios para las empresas europeas.
El Strategic Compass repite varias veces que “la agresión de Rusia a Ucrania constituye un cambio tectónico en la historia europea” a la que la UE tiene que responder. ¿Y cuál es la principal recomendación de esta Brújula Estratégica? El aumento del gasto y coordinación militar. Precisamente en un contexto en el que los presupuestos militares de los países miembros de la UE son más de cuatro veces superiores a los de Rusia y donde el gasto militar europeo se ha triplicado desde 2007 [11] . Pues dicho y hecho: este aumento del gasto en defensa se concretó en el Consejo Europeo de Versalles [12] en el que los Estados Miembros se comprometieron a invertir el 2% de su PIB en esta partida. Se trata de la mayor inversión en defensa en Europa desde la II Guerra Mundial. Por eso mismo, en dicha Cumbre el Presidente del Consejo, Charles Michel, declaró sin tapujos que la invasión rusa de Ucrania y esa reacción presupuestaria de la UE habían “consagrado el nacimiento de la defensa europea”.
En este sentido, el pasado marzo de 2024 la Comisión Europea presento la Primera Estrategia Industrial de Defensa [13] que pretende un ambicioso conjunto de nuevas acciones para apoyar la competitividad y la preparación de la industria de defensa en toda la Unión. En donde la finalidad primordial es mejorar las capacidades de defensa del bloque, promoviendo la integración de las industrias de los Estados miembros y reduciendo la dependencia de la adquisición de armamento fuera del continente. En definitiva, preparar la industria europea para la guerra, como afirmó Von der Leyen, ante el pleno del Parlamento Europeo, si bien“ la amenaza de guerra puede no ser inminente, pero no es imposible” es hora de que “Europa dé un paso al frente” [14] .
A pesar de que el Strategic Compass marque los pasos de una mayor autonomía estratégica europea, el documento deja claro que la Alianza Atlántica “sigue siendo la base de la defensa colectiva de sus miembros”. Desde el final del Pacto de Varsovia y la caída del Muro de Berlín, la OTAN ha intentado reinventarse y adaptarse a una nueva realidad geopolítica en la que la trascendencia del vínculo transatlántico parecía superada. El propio presidente francés, Emmanuel Macron, aseguró en 2019 que la falta de liderazgo estadounidense estaba causando la “muerte cerebral” de la Alianza Atlántica y que Europa debía comenzar a actuar como una potencia mundial estratégica. Ahora, con soldados rusos invadiendo Ucrania, y con Moscú amenazando tácitamente con el uso de armas nucleares, la OTAN vive un resurgimiento, vuelve a tener un propósito y un nuevo sentido existencial.
De hecho, el propio Emmanuel Macron ha dejado abierta la puerta a enviar tropas terrestres de la OTAN a luchar a Ucrania: “Haremos todo lo posible para evitar que Rusia gane esta guerra. Estamos convencidos de que la derrota de Rusia es necesaria para la seguridad y la estabilidad en Europa [15]”. Además de suministrar a Kiev “misiles y bombas de largo alcance”, algo que no había sucedido hasta el momento por el miedo de a una escalada del conflicto. Pero que desde hace unos días tanto Joe Biden como sus socios europeos han permitido la utilización de su material militar contra objetivos en Rusia para intentar mitigar la ofensiva rusa sobre Járkov. Cada mes que pasa todas las prevenciones y líneas rojas se van diluyendo por parte de los EEUU y la UE, lo que inexorablemente nos acerca a un conflicto armado con soldados de la OTAN en suelo ucraniano, lo que podría concluir en una Tercera Guerra Mundial con escenarios totalmente desconocidos y peligrosos.
La invasión de Putin a Ucrania no solo ha permitido cohesionar a la opinión pública europea sobre la base de un fuerte sentimiento de inseguridad ante las amenazas externas, la misma Ministra de Defensa Española, Margarita Robles, aseguró ante la petición de rearme de la UE, que la sociedad “no es consciente” de la “amenaza total y absoluta” de una guerra, legitimando el mayor aumento del gasto militar desde la Segunda Guerra Mundial. Sino, que a la vez ha permitido a la OTAN y al imperialismo estadounidense diluir toda veleidad de independencia política de la UE mientras recupera una legitimidad y una unidad perdida tiempo atrás, especialmente tras el fracaso de la ocupación de Afganistán.
Mientras que la invasión de Putin a Ucrania se ha convertido, rápidamente, en un pretexto perfecto para explotar todas estas inseguridades y dolores derivados de la fragmentación social neoliberal, aumentando exponencialmente los presupuestos de defensa y favoreciendo una integración europea basada en la remilitarización, el apoyo al Estado de Israel en su castigo colectivo al pueblo palestino funciona hoy como vuelta de tuerca de esa deriva militarista y belicista de la UE.
Una masacre en donde la UE ya no solo avala la política de crímenes de guerra del Estado sionista contra la población civil gazatí abduciendo un inexistente “derecho a la defensa” por parte de una potencia ocupante, sino que, además, Europa reprime e intenta ilegalizar cualquier voz interna que disienta de su política de apoyo incondicional a la ocupación israelí de Palestina. Una deriva macartista, en donde el verdadero objetivo no es solo cancelar la solidaridad con la causa palestina, sino disciplinar a la población europea en torno a los intereses geoestratégicos de sus élites, que no son otros que la remilitarización de Europa en torno a la guerra de Ucrania y el apoyo incondicional a Israel. Aunque quizás lo único positivo de esta retirada de caretas y bonitas palabras sea que, por fin, podremos enviar al basurero de la historia todos esos supuestos “valores europeos” y “mitos fundadores de paz” con los que machaca continuamente la maquinaria de propaganda de la UE.
En este sentido, juega un papel fundamental la construcción de enemigos internos como chivos expiatorios que justifiquen y sostengan modelos cada vez más represivos y recortes de libertades generales que se ceban, especialmente, con las consideradas como minorías peligrosas. Y aquí es minoría peligrosa cualquiera que no encaje en el marco identitario de la blanquitud cristiana europea [16]. Pero sabiendo que la pertenencia a la comunidad ya no depende tanto de una cuestión de nacimiento, sino de un compromiso ideológico con los valores que desde las élites se estipulan como auténticos [17]. De esta forma, no es francés quien simplemente nace y crece en Francia, sino quien, además, se identifica con una supuesta identidad francesa previamente definida desde arriba. Y quienes rechazan esos valores franceses simplemente dejan de ser franceses independientemente de dónde hayan nacido, lo que ponga en su pasaporte o en su camiseta de la selección nacional. Porque hoy la pertenencia a una comunidad nacional está ligada a una supuesta identidad y se piensa en términos cada vez más etno-culturales e ideológicos.
En este contexto, la extrema derecha marca la agenda y el supuesto centro las acata, ejecuta y normaliza. Y no solo por mero convencimiento ideológico, sino por puro interés estratégico: en sociedades capitalistas atravesadas por múltiples y crecientes crisis e inestabilidades, el desarrollo creciente de la represión y la securitización se vuelve un seguro de vida. Explorar y explotar los miedos e inseguridades para construir una ideología de la seguridad permite dotar de coherencia e identidad al proyecto neoliberal autoritario. Sociedades reconstruidas y tensiones contenidas a partir de la exclusión y la expulsión de los sectores más vulnerables o disidentes
Una extrema derecha que consigue alcanzar cada vez más cuotas de poder en el marco de la UE, hasta convertirse en un sujeto fundamental para determinar las mayorías parlamentarias en la próxima legislatura. De hecho, la burocracia eurócrata de Bruselas es consciente que necesitara del concurso de una parte de esta familia política para asegurar la gobernanza en la UE y por ello ha comenzado toda una campaña para diferenciar entre “extrema derecha buena” y “extrema derecha mala”; es decir, entre aquella extrema derecha que asume sin ambages la política económica neoliberal, la remilitarización y la subordinación geoestratégica a las élites europeas, y aquella otra que todavía las cuestiona aunque cada vez más tímidamente.
La eurocracia europea se está preparando para añadir una silla en la gobernanza europea para la extrema derecha, acabando de enterrar definitivamente todos los tabúes y precauciones que las democracias occidentales habían tenido contra estas fuerzas políticas desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Todo ello, en un contexto en el que los tambores de guerra no paran de resonar en las cancillerías, acercándonos peligrosamente al escenario de una nueva confrontación bélica mundial, con el telón de fondo de la emergencia climática y el desmantelamiento de la gobernanza multilateral y del derecho internacional que ha regido la globalización neoliberal durante las últimas décadas.
Una situación que está siendo utilizada por las élites europeas para entrar en una nueva fase del proyecto de la UE, en la que se pretende reforzar un modelo de federalismo oligárquico y tecnocrático. Porque esto es lo que ha propuesto abiertamente el ex dirigente de Goldman Sachs, Mario Draghi, en su reciente informe por encargo de la Presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen: acelerar la puesta en pie de mecanismos de decisión conjunta de las instituciones europeas con el fin de favorecer la unión de los mercados de capitales de la UE y poder actuar en mejores condiciones dentro de la carrera de la competitividad cada vez más intensa con las otras grandes potencias, ya estén en declive o en ascenso, tras el final de la globalización feliz.
Un peligroso cóctel que augura nuevos conflictos, una recomposición de actores, una ampliación del campo de batalla y, sobre todo, una aceleración de los conflictos interimperialistas. Mas allá de apreciaciones de táctica militar, lo que está fuera de duda es que los ganadores hasta ahora de la invasión rusa de Ucrania son: el propio imperialismo ruso que ha conseguido ocupar y anexionarse una parte de los territorios que buscaba; la OTAN que ha pasado de una “muerte cerebral” a encontrarse en el mejor momento político de su historia; el viejo anhelo de las élites europeas de usar el militarismo como un mecanismo de integración y las empresas que fabrican muerte que nunca habían tenido tantos beneficios [18]. Y los principales perdedores, como siempre, los pueblos, en este caso el ucraniano, que sin embargo sigue resistiendo la invasión y al igual que los activistas rusos que combaten la guerra de Putin, merecen nuestro apoyo.
Porque si bien empezamos esta legislatura declarando la emergencia climática, la terminamos con los tambores de guerra resonando en las Cancillerías europeas, favoreciendo una remilitarización que es incompatible con cualquier proceso de transición ecosocial. Parece que la próxima legislatura estará marcada por la vuelta de las recetas austeritarias pero esta vez bajo el paraguas de un expansivo presupuesto en defensa que asegure la remilitarización de Europa y la conversión de nuestra industria armamentística. Por ello es más necesario que nunca trabajar por construir un amplio movimiento antimilitarista transnacional que cuestione el proyecto de las élites de una remilitarización austeritaria de Europa cogobernada entre el extremo centro y la ola reaccionaria.
Para ello es fundamental cuestionar el concepto de seguridad basado en el gasto en armamento, infraestructuras de defensa y militares. Para plantear, alternativamente, un modelo de seguridad antimilitarista a través de la garantía de acceso a un sistema público de salud operativo, a la educación, el empleo, la vivienda, la energía, mejorando el acceso a servicios sociales que aseguren una vida digna y respondiendo al cambio climático desde un horizonte ecosocialista. Como afirma el Manifiesto ReCommonsEurope, “las fuerzas de la izquierda política y social que desean encarnar una fuerza de cambio en Europa con el objetivo de sentar las bases de una sociedad igualitaria y solidaria, es imperativo adoptar políticas antimilitaristas. Esto significa luchar no solo contra las guerras de las fuerzas imperialistas europeas, sino también contra la venta de armas y el apoyo a los regímenes represivos y beligerantes.”
La condena de la invasión rusa y la solidaridad con el pueblo ucraniano debe incorporar intrínsecamente el rechazo del imperialismo ruso y el rechazo a la remilitarización de la UE y el resurgimiento de la Alianza Atlántica. En ningún caso nuestro apoyo al pueblo ucraniano y el combate contra el imperialismo ruso puede aparecer subordinado a nuestro propio imperialismo. Debemos escapar de la trampa binaria de tener que apoyar a un imperialismo contra otro, aceptando la lógica de la Unión Sagrada de los albores de la Primera Guerra Mundial con unos nuevos créditos de guerra. Como anticapitalistas, nuestra tarea debería de ser precisamente romper esa dicotomía y adoptar una posición antimilitarista, activa y clara a favor de los pueblos ucraniano y ruso creando un campo propio independiente de los imperialismos en disputa, que defienda: el derecho a la deserción activa y a la objeción de conciencia de todos los soldados y su acogida como refugiados políticos, el impago de la deuda ucraniana, el fin de los memorándums neoliberales a Ucrania; por una paz sin anexiones; por la retirada incondicional de las tropas rusas de Ucrania; y por garantizar el derecho de los pueblos sin excepciones a decidir libremente su futuro.
Nos estamos jugando el modelo de sociedad para las próximas décadas. Porque en este mundo en llamas, el conflicto de fondo es aquel que enfrenta al capital contra la vida, a los intereses privados contra los bienes comunes, a las mercancías contra los derechos. No podremos nunca acometer una transición ecosocial sin combatir la enfermedad capitalista del militarismo. Hoy más que nunca es fundamental la apertura de un nuevo ciclo de movilizaciones capaz de pasar desde la escala estatal a la europea, que rompa la ilusión euro-reformista de la UE para forzar una ruptura democrática, antineoliberal, antimilitarista, feminista, ecologista-socialista y anticolonial que abra la puerta a un proyecto nuevo de integración europea en donde seamos, como defendía Rosa Luxemburgo, «socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres».
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Fuente: Viento Sur
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Notas
[1] https://www.europarl.europa.eu/news/es/press-room/20191121IPR67110/el-parlamento-europeo-declara-la-emergencia-climatica
[3] Para saber más sobre la securitización de las fronteras de la UE son muy recomendables los estudios del TransnationalInstitute https://www.tni.org/es/publicacion/guerras-de-frontera
[4] Aquí el libro en donde se desarrolla el concepto: https://traficantes.net/libros/el-negocio-de-la-xenofobia
[5] Konicz, Thomas (2017).Ideologías de la crisis. Madrid: Enclave de libros.
[6] Los romanos utilizaban este término para designar a aquellos pueblos que habitaban fuera de sus fronteras.
[8] https://agendapublica.es/noticia/16744/borrell-europa-debe-aprender-rapidamente-hablar-lenguaje-poder
[14] https://elpais.com/internacional/2024-03-03/europa-se-pone-en-pie-de-guerra.html?event_log=oklogin
[16] Para ahondar sobre este concepto de la etno-identidad europea de la blanquitud es muy recomendable la lectura de este artículo de Hans Kundnani: https://legrandcontinent.eu/fr/2023/09/07/contre-le-tournant-civilisationnel-de-lunion-europeenne/
[17] Quien quiera saber más sobre las claves de la neurosis identitaria que aqueja a Europa y con especial fuerza a Francia, puede leer el inspirador libro de Daniel Bensaid: https://icariaeditorial.com/antrazyt/4077-fragmentos-descreidos.html
[18] Por poner un ejemplo del lucrativo negocio de la guerra de Ucrania para las empresas armamentísticas europeas, éste sería el de la multinacional alemana Rheinmetall, la fabricante de tanques Leopard, cuyo valor de mercado se ha más que cuadruplicado desde la guerra de Ucrania, ya que está experimentando un fuerte aumento de los pedidos, por parte de los gobiernos occidentales que buscan reponer sus existencias tras suministrar importantes cantidades de armas a Kiev.
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AutorEric Toussaint
doctor en Ciencias políticas de la Universidad de Lieja y de la Universidad de París VIII, es el portavoz del CADTM internacional y es miembro del Consejo Científico de ATTAC Francia.
Es autor de diversos libros, entre ellos: Banco Mundial. Una historia crítica, El Viejo Topo, 2022 Capitulación entre adultos. Grecia 2015: Una alternativa era posible, El Viejo Topo, Barcelona, 2020; Sistema Deuda. Historia de las deudas soberanas y su repudio, Icaria Editorial, Barcelona 2018; Bancocracia Icaria Editorial, Barcelona 2015; Una mirada al retrovisor: el neoliberalismo desde sus orígenes hasta la actualidad, Icaria, 2010; La Deuda o la Vida (escrito junto con Damien Millet) Icaria, Barcelona, 2011; La crisis global, El Viejo Topo, Barcelona, 2010; La bolsa o la vida: las finanzas contra los pueblos, Gakoa, 2002. Ha sido miembro de la Comisión de Auditoria Integral del Crédito (CAIC) del Ecuador en 2007-2011.
Coordinó los trabajos de la Comisión de la Verdad Sobre la Deuda, creada por la presidente del Parlamento griego. Esta comisión funcionó, con el auspicio del Parlamento, entre abril y octubre de 2015. El nuevo presidente del Parlamento griego anunció su disolución el 12 de noviembre de 2015.
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Fuente: