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BANCO MUNDIAL Y FMI: AL SERVICIO DE LOS ACREEDORES

1944-2024, 80 años de intervenciones del Banco Mundial y del FMI, ¡basta ya!

Eric Toussaint


En julio de 2024, el Banco Mundial y el FMI cumplirán 80 años. 80 años de neocolonialismo financiero y de imposición de políticas de austeridad en nombre del pago de la deuda. ¡80 años son suficientes! Las instituciones de Bretton Woods deben ser abolidas y sustituidas por instituciones democráticas al servicio de una bifurcación ecológica, feminista y antirracista. Para conmemorar estos 80 años, volvemos a publicar todos los miércoles hasta julio una serie de artículos que analizan en detalle la historia y los daños causados por estas dos instituciones.

  1. Acerca de la fundación de las instituciones de Bretton Woods
  2. En un clima de caza de brujas, el Banco Mundial siempre está al servicio de los poderosos
  3. Conflictos entre la ONU y el dúo Banco Mundial/FMI
  4. SUNFED versus Banco Mundial
  5. ¿Por qué un Plan Marshall?
  6. ¿Por qué la anulación de la deuda alemana en 1953 no puede aplicarse actualmente para Grecia y los países en desarrollo?
  7. El liderazgo de Estados Unidos en el Banco Mundial
  8. El apoyo del Banco Mundial y del FMI a las dictaduras
  9. El Banco Mundial y Filipinas
  10. El apoyo del Banco Mundial a la dictadura en Turquía (1980-1983)
  11. Las falacias teóricas del Banco Mundial
  12. Corea del Sur y el milagro desenmascarado
  13. La trampa del endeudamiento
  14. El Banco Mundial vio venir la crisis
  15. La crisis de la deuda mexicana y el Banco Mundial
  16. Banco Mundial y FMI: al servicio de los acreedores
En julio de 1981, Alden W Clausen, presidente del Bank of America, llegó a la cúspide del Banco Mundial. El Bank of America es uno de los grandes bancos estadounidenses muy expuestos al riesgo de que los PED no paguen la deuda. Al poner a Clausen al frente del Banco Mundial, Ronald Reagan enviaba un claro mensaje a los bancos de Estados Unidos (y a otros bancos privados del mundo): sus intereses serían debidamente tenidos en cuenta.

Los bancos estadounidenses eran los más expuestos a este riesgo, en comparación con los europeos y japoneses, ya que en proporción, eran los que más prestaban. La crisis de 1982 afectó sobre todo a Latinoamérica, territorio de caza privilegiado de los bancos estadounidenses. Los préstamos eran, con respecto a su capital, enormes e imprudentes. En conjunto, los bancos de Estados Unidos habían prestado una suma que representaba el 152 % de sus capitales propios. Entre ellos, los quince bancos más importantes habían prestado el equivalente al 160 % de su capital. Los nueve primeros, entre ellos el Bank of America, habían comprometido el equivalente del 229 % de su capital.

Cuando México, en agosto de 1982 anunció que no estaba en condiciones de pagar, los grandes tesoreros públicos se reunieron para salvar el capital invertido por los bancos privados. El cuarteto reunido para poner a punto una estrategia estaba compuesto por Jacques de Larosière, director general del FMI, Paul Volcker, presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Gordon Richardson, directivo del Banco de Inglaterra, y Fritz Lentwiler, presidente del Banco de Pagos Internacionales (BIS). El presidente del Banco Mundial no fue invitado a las primeras reuniones.

La estrategia adoptada se puede resumir de la siguiente manera:
  • La crisis de la duda debe ser tratada como resultante de un problema de liquidez de corto plazo que deben resolver el FMI y los grandes Bancos Centrales;
  • la prioridad debe ser acordada a las deudas de los tres países más endeudados: Brasil, México y Argentina;
  • las deudas privadas se deben convertir en deuda pública de los países endeudados;
  • los acreedores deben actuar colectivamente mientras que los países endeudados, tratados individualmente, deben ser puestos en la imposibilidad de presentar un frente común (dividir para reinar);
  • los países endeudados tienen que mantener a cualquier precio el pago de los intereses de la deuda;
  • los acreedores no concederán una anulación o reducción de la tasa de interés, sólo pueden admitir la reestructuración de los pagos;
  • los bancos privados sólo acordarán nuevos préstamos con la condición de que los países endeudados concernidos se comprometan a aplicar políticas de austeridad en el marco de un acuerdo con el FMI.
Esta estrategia se mantuvo, grosso modo, a lo largo de los años 80, pero fue corregida para tener en cuenta la amplitud de la crisis y el comportamiento de los bancos privados. Éstos, contrariamente a lo establecido en el último punto, suspendieron casi todos los préstamos, limitándose a recoger los reembolsos, lo que hizo abultar sus ganancias. Los beneficios que el Citibank obtuvo de Brasil en 1983 y 1984 representaban, ellos solos, el 20 % de sus beneficios totales. Según Karin Lissakers (que más tarde sería directora ejecutiva por Estados Unidos del FMI), los dividendos repartidos por los principales bancos estadounidenses en 1984 eran el doble que en 1980. [1] En realidad, el FMI y los tesoreros públicos antes mencionados, a los que se sumó en seguida el Banco Mundial, al adoptar una estrategia dura con los países endeudados, a fin de proteger los bancos privados, se comportaron como auténticos representantes de las grandes finanzas privadas internacionales o, en otras palabras, del gran capital internacional. Se convirtieron en ujieres de justicia al servicio de la banca privada.

La propia Karin Lissakers dijo: «El FMI era, en cierta manera, el encargado de la comunidad de acreedores que presionaba a los deudores para evitar la interrupción de los pagos.»

Jacques Polak, director de investigaciones en el FMI y luego director ejecutivo por los Países Bajos en este organismo, refiriéndose a la estrategia antes descrita, escribió: «En la segunda mitad de los años 80, los bancos comerciales empezaron a explotar este punto de vista. No temiendo ya resultar víctimas de una crisis generalizada de la deuda, comenzaron a ser conscientes de que podría resultarles beneficioso bloquear el acceso de un país a los créditos del FMI (y a otros vinculados a un acuerdo con el FMI). El Fondo comenzó entonces a ser utilizado por los bancos comerciales para cobrar sus deudas.» [2] Las palabras referentes al FMI pueden hacerse extensivas al Banco Mundial, que se comportó exactamente de la misma manera.

Los bancos de Estados Unidos salieron bien parados. Los europeos también: en efecto, obtuvieron fuertes reducciones impositivas realizando grandes provisiones para amortizar las pérdidas eventuales de sus créditos. Por lo demás, los bancos europeos y japoneses se beneficiaron con la depreciación del dólar, que disminuía en sus carteras el peso de sus créditos en esa divisa en los países endeudados.

Las autoridades de los países endeudados tomaron a cargo del erario público (y, por lo tanto, a cargo de los ciudadanos) las deudas externas de las empresas privadas de sus países. En el caso paradigmático de Argentina, las filiales de las multinacionales endeudadas con su casa matriz lograron que sus deudas fueran pagadas por el Tesoro público argentino! [3]

De este modo, los gobiernos de los PED se sometieron a las presiones conjugadas de los capitalistas locales, de las multinacionales implantadas en el país y de los grandes tesoreros públicos del Norte, ellos mismos al servicio de los grandes bancos privados del Norte.

Estos grandes tesoreros públicos, en particular el FMI y el Banco Mundial, reemplazaron paulatinamente a los bancos privados como acreedores de los países con mayores dificultades. También en este caso, los riesgos y los costes se transfirieron del sector privado al sector público. La tabla siguiente muestra cómo los bancos privados se desentendieron de los países endeudados con dificultades de pago (sus acreencias en estos países disminuyeron de 278.000 millones de dólares en 1982 a 200.000 millones en 1992, o sea, una reducción del 28 %). En el mismo período, los acreedores oficiales (FMI, Banco Mundial, Estados) tomaron el relevo (sus acreencias pasaron de 115.000 millones de dólares a 252.000 millones, o sea, un aumento del 120 %).

Fuente: Michael Dooley, «A Retrospective on the Debt Crisis», in Peter B. Kenen, ed., Exchange Rate Policy and Interdependence, Princeton University Press,N. J., 1995, tabla 2. [4]

Por recomendación o intimación del FMI o del Banco Mundial, los países endeudados destinaron los préstamos que recibían de instituciones públicas (FMI, Banco Mundial, Estados) a pagar a los bancos privados, los que se cuidaron muy bien de renovarles los créditos. Para hacerlo, esperaban que antes se saldara totalmente la deuda.

Pero los préstamos de los acreedores públicos, aparte de que aumentaban el stock de la deuda, que de todas maneras habría que saldar, eran muy insuficientes para reembolsar las enormes deudas contraídas con los bancos, tanto más cuanto que los intereses eran mucho más altos. A propósito de las tasas de interés exorbitantes pagadas por los PED, el PNUD señala en el informe sobre el desarrollo humano de 1992 que: «Durante los años 80, mientras que la tasa de interés era del 4 % en los países industrializados, los países en desarrollo soportaban un tipo de interés efectivo del 17 %. Sobre un total de la deuda de más de un billón de dólares, esto representaba un aumento del coste de 120.000 millones de dólares, que se sumaba a las transferencias netas a título de la deuda, que eran negativas y llegaban a los 50.000 millones de dólares en 1989.» [5]

La cuestión de las transferencias netas negativas mencionadas en dicho informe del PNUD es fundamental, por lo que merece un desarrollo particular.

Debate interno en el Banco Mundial sobre el cálculo de la transferencia neta

En 1984, el debate sobre esta cuestión provocó un gran revuelo en el Banco Mundial. Aquel año, un equipo de economistas del Banco dirigidos por Sidney Chernick y Basil Kavalsky elaboró un informe en el que se cuestionaba la forma en que el Banco presentaba los flujos sobre la deuda externa. [6] Hasta entonces el Banco no consideraba más que los flujos netos sobre la deuda (net flows on debt), que definía como la diferencia entre el capital prestado y el capital reembolsado, sin tener en cuenta los intereses. Estos economistas adoptaron otra posición y declararon que había que incluir en el cálculo los intereses desembolsados a fin de establecer una presentación del problema de la deuda ajustado a la realidad.

La tabla siguiente refleja la importancia del debateFuente: World Bank, Global Development Finance 2005

Presenta la evolución del volumen creciente de la deuda externa total de los PED entre 1979 y 1987. Si nos atenemos al enfoque tradicional del Banco Mundial (sin incluir los intereses), la transferencia se mantiene positiva a lo largo de todo el período en consideración. Con esta presentación de la transferencia, ¿cómo se puede entender que una crisis de la deuda haya estallado en 1982 y haya proseguido?

En cambio, si se sigue el enfoque defendido por el equipo de economistas, el resultado es totalmente diferente. En efecto, se ve entonces que la transferencia es positiva hasta 1982 y que se hace negativa a partir de 1983. Es perfectamente justificado calcular la transferencia neta sobre la deuda descontando de las sumas prestadas las sumas desembolsadas en concepto de amortización del capital y los intereses pagados. Por lo demás, en la medida en que la crisis fue provocada por el alza de los tipos de interés, no es posible visualizarla ni comprenderla si no se tiene en cuenta el pago de estos intereses.

Cuando el informe llegó a la dirección del Banco, los principales dirigentes del staff reaccionaron negativamente. Ernest Stern, uno de los más importantes directivos superiores del Banco y vicepresidente para el departamento de Operaciones, envió un fax en el que declaraba: «No estoy de acuerdo en que se difunda un documento que centra su análisis en el tema de la transferencia neta.» [7] Según él, no es cuestión de presentar el pago de los intereses como una carga, no se trata más que de la remuneración del capital prestado. Y sanseacabó.

Después de una reunión de la Reserva Federal en Nueva York, a la que el Banco había sido invitado, Ernest Stern redactó un memorándum dirigido a la dirección del Banco, en el que manifestaba: «La cuestión de las transferencias netas ha sido ventilada y fue objeto de una verdadera avalancha de comentarios negativos de ciertos gobernadores, así como de otros participantes. También el Banco fue atacado por algunos participantes por haber sacado a relucir esta cuestión.» [8] No se debía tocar este tema tabú.

Este alboroto demuestra con claridad que se tocaba un punto particularmente sensible e importante. No se puede tener una idea de lo que ha representado el reembolso de la deuda si no se toma en cuenta el pago de los intereses de la deuda que se suma al reembolso del capital. La tabla siguiente retoma el procedimiento de la anterior, aplicándolo a Latinoamérica y el Caribe. Si nos atenemos a la presentación errónea tradicional del Banco, no se ve más que un leve problema de transferencia negativa limitado al año 1983. Mientras que, si tomamos en cuenta los intereses pagados, se aprecia la situación real: las transferencias netas son masivamente negativas a partir de 1983.

Fuente: World Bank, Global Development Finance 2005

De acuerdo con ciertos cálculos, entre 1982 y 1985, las transferencias de Latinoamérica hacia los acreedores representaron el 5,3 % del producto interior bruto (PIB) del subcontinente. El peso es enorme: comparativamente, las reparaciones impuestas a Alemania por el Tratado de Versalles se elevaban al 2,5 % del PIB alemán, entre 1925 y 1932. [9]

Para la dirección del Banco, el debate interno sobre la transferencia neta afectaba directamente sus intereses en tanto que acreedor. El Banco (así como el FMI) quería mantener a toda costa su condición de acreedor privilegiado pues, a este título, podía pretender que se lo reembolsara antes que a los otros creedores (privados o bilaterales). Ernest Stern explica en una nota interna preparatoria del discurso que el presidente del Banco debía pronunciar en el Foro económico de Davos, en enero de 1984, que no se podía pedir a los bancos privados que mantuvieran transferencias netas positivas (incluyendo el pago de intereses) porque esto podría volverse contra el Banco Mundial. En efecto, esta exigencia podría aplicarse igualmente al Banco. Por lo tanto, había que dar largas al tema y no hablar más que de préstamos netos (o de flujos netos sobre la deuda). Lo que sigue a continuación es un extracto de dicha nota: «Si se hace responsables a los bancos comerciales del mantenimiento de las transferencias netas [...] se dice entonces que [...] el propio Banco Mundial podría ser acusado de no mantener las transferencias netas positivas. Por otro lado, argumentamos que lo que distingue el Banco Mundial de los otros bancos, y justifica un tratamiento diferente en materia de reestructuraciones, es que nosotros garantizamos préstamos netos, no transferencias netas. Si admitimos el argumento de las transferencias netas en un discurso del presidente, debilitamos considerablemente nuestra posición, que consiste en rechazar los intentos de imponernos una reestructuración cuando nuestras transferencias netas sean negativas.» [10]

El final de este fragmento revela dos puntos importantes:los dirigentes del Banco Mundial ya preveían que la transferencia neta entre el Banco y sus clientes también resultaría negativa;
en consecuencia, temían que no pudiese seguir rechazando la reeestructuración de las deudas de sus clientes.

La tabla siguiente se refiere a la transferencia de las deudas con el Banco. Si empleamos el método que propone Stern, la transferencia neta es siempre positiva, Si aplicamos el método alternativo, la transferencia es negativa a partir de 1985. [11]

Fuente: World Bank, Global Development Finance 2005

Una razón suplementaria motivaba al Banco en su negativa a hablar de las transferencias netas negativas. En los años 80, países de ingresos medios, como México, Brasil, Argentina, Venezuela, Yugoslavia, eran los principales afectados por la crisis de la deuda. También eran los principales clientes del Banco Mundial. Estos países lo financiaban mediante el pago de intereses (que se sumaban a la amortización del capital prestado). De este modo, el Banco obtiene resultados positivos gracias a los intereses cobrados a los países de ingresos medios que recurren a sus servicios. Los países ricos no financian al Banco Mundial (BIRD) porque éste siempre recurre a los mercados financieros. Por medio de su rama IDA presta a los países pobres. En resumen, son los países endeudados de ingresos medios los que permiten al Banco prestar a los países pobres a bajo interés sin tener pérdidas. Es vital para el Banco disimular esta realidad, porque si no los países de ingresos medios podrían exigir tener un derecho de fiscalización de la política que el Banco sigue con respecto a los países más pobres. Pero la definición de esta política es una prerrogativa de los países ricos que dirigen el Banco.

Terrorismo intelectual en el Banco Mundial

Según los historiadores del Banco Mundial, durante la presidencia de Alden W. Clausen se instauró oficialmente un sistema de espionaje con el fin de detectar los disidentes de la línea política y económica de la dirección del Banco. Escribieron al respecto: «Entre el comienzo del año 1983 y el año 1986, el departamento de personal del Banco informó a los directores ejecutivos que el departamento económico había adoptado un sistema de “información” para detectar las divergencias del personal con respecto a las posiciones del establecimiento, que clasificaba los miembros del personal en función de su pertenencia a tal o cual escuela de pensamiento económico y favorecía abiertamente a los “leales”, que reclutaba mediante contratos de duración limitada para acrecentar la dependencia de las personas admitidas. El personal del departamento de investigación económica (ERS) era considerado, cada vez más, según la descripción del departamento de personal, como una unidad destinada a vender una ideología en vez de dedicarse a la investigación objetiva.» [12]

El terrorismo intelectual y el oscurantismo neoliberal eran tales que, durante el período en que Anne Krueger fue vicepresidenta y economista jefe, de los 37 investigadores en el nivel de dirección del departamento de investigación, 29 renunciaron entre 1983 y 1986. [13] Lo más grave para el funcionamiento de la institución fue que más de una decena de estos puestos quedaron vacantes durante dos años, porque a nadie en los otros servicios le interesaba ocupar el lugar de los salientes.

Dichos historiadores también informan sobre una crisis producida en la dirección del Banco, en particular entre Anne Krueger y el jefe de redacción de la nueva revista de la institución, WB Economic Review, Mark Leiserson. Éste, apoyado por todo el comité de redacción, había decidido publicar en 1986 un artículo de Jeffrey Sachs, escrito el año anterior. La vicepresidenta del Banco, Anne Krueger, hizo prohibir la publicación del artículo. El jefe de redacción renunció en señal de protesta, después de haber tratado de convencer a la dirección del Banco de que se respetara al comité de redacción. No se trataba de un hecho aislado, pues algunos meses más tarde, el jefe de redacción de otra revista del Banco, WB Research Observer, también dimitió por motivos similares.

Si tenemos en cuenta que Jeffrey Sachs acababa de poner a punto un plan de ajuste estructural muy duro en Bolivia, por lo tanto situándose así en el campo neoliberal del Banco Mundial y del FMI, podemos apreciar el grado de terrorismo intelectual y de oscurantismo ejercido por Anne Krueger, economista jefe del Banco, sobre quienes intentaban prudentemente dar la palabra a personas ajenas a la institución. Lo que disgustaba a Anne Krueger era que Jeffrey Sachs proponía que el Banco Mundial y el FMI pidieran a los bancos privados que acordaran anulaciones de la deuda de países extremadamente endeudados. Es decir, Sachs proponía que el sector privado hiciera un esfuerzo, lo que era inaceptable para Krueger. Los historiadores señalan que la censura también se ejercía sobre la publicación más importante del Banco, World Debt Tables. [14]

Anne Krueger dejó su cargo en 1987. En el año 2000 pasó a ser número dos del FMI, donde sigue haciendo de las suyas. De todos modos, no hay que personalizar el tema. Ella actúa como representante del gobierno de Estados Unidos. No es un mero accidente lamentable en la historia del FMI y del Banco Mundial.

Cambio radical del discurso del Banco Mundial con respecto a los PED y sus dirigentes

Hasta el estallido de la crisis, el Banco Mundial elogiaba a los dirigentes de los PED a fin de animarlos a endeudarse y a aplicar las políticas que recomienda. Poco tiempo después del inicio de la crisis, el tono cambió radicalmente. Criticó a los gobiernos de los PED y los hizo responsables del problema, evitando dar pruebas de la menor autocrítica.

El cambio quedó expresado con claridad en las dos citas siguientes:

En 1982, justo antes del estallido, el Banco manifestó en el Informe sobre el desarrollo en el mundo (World Development Report 1982): «A pesar del aumento del déficit de su balanza de transacciones corrientes, que pasó de 40.000 millones de dólares a 115.000 millones en 1981, los PED se adaptaron a la nueva situación mucho mejor que los países industrializados.» [15]

Cuatro años más tarde, afirmaba lo contrario (World Development Report 1986): «La incapacidad de los países en desarrollo de adaptarse a los acontecimientos externos desde principios de los años 70 y la amplitud de los shocks externos están en el origen de sus pobres resultados y de su endeudamiento.» [16]

Cuando un economista del Banco, Carlos-Díaz-Alejandro elaboró en 1984 un análisis matizado de la actitud de los PED en la crisis, señalando que habían estado sometidos a fuertes shocks exteriores, Ernest Stern respondió con sequedad: «Los países que recibieron préstamos de 10.000 a 15.000 millones de dólares por año “juegan en el patio de los grandes”. Pensaron que tenían la capacidad para ello —lo decían a menudo, tenían los ojos abiertos y estaban orgullosos de lo que hacían en ese momento— y la mayor parte de lo que hacían era atinado. Pero calcularon mal. Esto podía ocurrir y el coste de este error de juicio podía ser alto. Pero si quieren participar en un sistema económico abierto e interdependiente, es hora de que se equipen correctamente a tal efecto y de que no culpen a otros de su fracaso sino a ellos mismos. Creo que es un punto de vista que ellos comparten.» [17]

Esta actitud del Banco perseguía dos objetivos:evitar ser criticados por la política de endeudamiento que recomendó durante décadas y que precedieron la crisis, en particular en los años 70;
convencer a sus interlocutores de que debían aplicar políticas de austeridad radical en el marco del ajuste estructural sin pretender que los gobiernos de los países ricos hicieran un esfuerzo de solidaridad.

Stanley Fisher, que reemplazó a Anne Kueger como economista jefe del Banco en 1987, escribió en un memorándum interno en 1990: «Sobre todo no quiero dejar que los países en desarrollo crean que la comunidad internacional los va a ayudar, por lo tanto, al contrario, insisto en que deben arreglarse solos.» [18]

Los historiadores del Banco destacan: «Cualquiera que analice la historia de la crisis de la deuda no puede dejar de asombrarse del modo en que el debate intelectual estaba dominado por las voces estadounidenses, mientras que los países que la sufrían directamente no lograban hacerse oír.» [19] Agregan más adelante que los análisis publicados por el Banco reflejan los intereses políticos de sus principales accionistas, en particular Estados Unidos, y, por extensión, algunos bancos privados.

Complicidad de los banqueros del Norte con las clases dirigentes del Sur

Diversos estudios permiten identificar la relación del endeudamiento creciente de los países de Latinoamérica en los años 70 y 80 con la fuga de capitales del Sur hacia el Norte. Una parte muy importante de las sumas prestadas por los banqueros del Norte volvía a sus cajas en forma de depósitos.

Los historiadores del Banco dicen al respecto: «Entre 1978 y 1982, la parte de la fuga de capitales en el crecimiento de la deuda externa oscilaba entre el 50 % y el 100 % en los casos de Argentina, México y Venezuela. En el caso de Brasil, era del orden del 10 %.» [20]

Otros investigadores llegan a unos valores concordantes. La tabla siguiente presenta los resultados:

Fuente: IFRI, Ramses 93, París, 1992, p. 235, basada en M. Pastor, «Capital Flight from Latin America», World Development, enero de 1990.

Los historiadores del Banco sacan la siguiente conclusión, absolutamente pertinente: «La fuga de capitales ha colocado cada vez más haberes privados en los paraísos fiscales, en los mismos bancos acreedores del país. Las elites latinoamericanas por consiguiente no eran de ningún modo favorables a un cese de pagos por su país, porque eso pondría en peligro sus haberes privados.» [21] En efecto, las elites privilegiadas de los PED no tienen ningún interés en proponer la suspensión del pago de la deuda externa de sus países.

Para concluir esta parte, no renuncio al placer de reproducir el delicado intercambio de notas internas entre Stanley Fischer, del Banco Mundial, y Jacob Frenkel, del FMI. En un estudio, el FMI había publicado unas proyecciones optimistas sobre el fin de la fuga de capitales y su retorno a su país de origen. Stanley Fischer escribió a su colega del FMI: «El personal del Banco está preocupado por las proyecciones del Fondo sobre la amplitud masiva del retorno al país de los capitales evadidos y sobre su impacto en el análisis de la reducción del foso financiero de ciertos países. No sabemos en qué análisis económico se basan tales proyecciones y pensamos que se trata de una profecía que no se cumplirá. El foso financiero no podrá ser cubierto por el retorno al país de capitales que emprendieron la fuga, cuando lo determinante es la estabilidad macroeconómica y financiera.» [22] Jacob Frenkel respondió: «El problema que usted plantea con respecto a las proyecciones sobre el retorno al país de los capitales evadidos (en el análisis del foso financiero) comprende, como usted sabe, otras consideraciones aparte de las puramente analíticas.» [23] (la cursiva es del autor). En otras palabras, el FMI presentaba unas proyecciones optimistas por razones políticas.

El ajuste estructural

En un libro editado en 1974, la economista estadounidense Cheryl Payer, crítico del FMI y el Banco Mundial, resume las medidas que el FMI exige a los PED que apelan a sus servicios:
  • abolición o liberalización del control de cambios y de las importaciones;
  • devaluación de la moneda;
  • políticas restrictivas desde el punto de vista monetario para controlar la inflación, que podemos desglosar de la siguiente manera: a) aumento del tipo de interés y, en algunos casos, aumento de las reservas de divisas; b) control del déficit público: disminución del gasto, aumento de las tasas y tarifas de los servicios y empresas públicas; eliminación de las subvenciones a los productos de consumo; c) limitación de los salarios de la función pública; d) desmantelamiento del control de precios.
  • una mayor hospitalidad a las inversiones extranjeras.
Para definir estas medidas, Payer había analizado la política que el FMI había aplicado en los años 60 en Filipinas, en Indonesia, en Brasil, en Chile, en la India, en Yugoslavia y en Ghana.

A partir de 1981-1982, cuando estalló la crisis, un número considerable de países recurrieron a los servicios del FMI (a menudo bajo la presión de los principales acreedores, privados o públicos) para encontrar una solución a sus problemas de balanza de pagos. El Fondo disponía entonces de más poderes para generalizar las medidas económicas antes resumidas. El paquete de medidas sería conocido cada vez más con el nombre de programa de ajuste estructural.

Ironía amarga de la historia, como se ha indicado antes, cuando el precio del petróleo tuvo un gran aumento en 1973, el FMI declaró que no era necesario ningún ajuste estructural. Sin embargo, el shock petrolero había modificado considerablemente la situación internacional, con un fuerte aumento de los ingresos en divisas en los países exportadores de petróleo y una fuerte demanda de divisas por parte de los PED no productores de petróleo.

En un libro coordinado por John Williamson, publicado en 1983, se puede leer el testimonio de un funcionario del FMI, quien explica que «la inquietud en esa época (es decir, en el momento del shock petrolero de 1973) era de que los países trataran de ajustarse con demasiada rapidez, pues tal intento, si se realizaba colectivamente, podría conducir a una profundización no deseada de la recesión mundial.» [24]

Cuando la crisis de la deuda estalló a consecuencia del efecto combinado del aumento del tipo de interés decretado por la Reserva Federal y la caída de los precios de las materias primas, el FMI y el Banco Mundial modificaron radicalmente su versión de los hechos. Imputaron gran parte de la responsabilidad de la crisis al shock petrolero. El ajuste, que para ellos no era necesario a mediados de los años 70, súbitamente se hizo inevitable.

El Banco Mundial ha sido pionero en el lanzamiento, en 1980, de los primeros préstamos de ajuste estructural. Fue bajo el impulso dado por Robert McNamara que el Banco inició estos nuevos créditos. McNamara justificó esta política basándose en la siguiente predicción: luego de un segundo shock petrolero, en 1979, el aumento del precio del petróleo continuaría a lo largo de toda la década de los 80 (lo que fue desmentido por los hechos, pues ocurrió todo lo contrario) y era necesario que los PED efectuaran un ajuste estructural en consecuencia. [25]

El contenido del plan de ajuste estructural presentado por McNamara se corresponde muy bien con el resumen antes presentado. Entre 1980 y 1983, el Banco acordó 14 préstamos de ajuste estructural a 9 países. [26]

En el curso de los años 80, surgieron con regularidad tensiones entre el Banco y el FMI, y no llegaron a intervenir de una manera coherente. Esto condujo a un acuerdo entre ambas instituciones en 1989. [27] Al año siguiente, 1990, nació el concepto de Consenso de Washington, [28] que codificaba las políticas a seguir en el marco del ajuste estructural, añadiendo a las medidas reseñadas por Cheryl Payer más arriba, la dimensión de las privatizaciones masivas y de la política de recuperación de costes en sectores como el de la educación, la sanidad, la distribución del agua, etc. Hay que destacar que el Consenso de Washington no implica sólo al FMI y al Banco Mundial, se le debe sumar el Ejecutivo del gobierno de Estados Unidos, representado por el Tesoro. El nuevo aporte del Consenso no consiste tanto en las medidas económicas a aplicar como en la proclamación pública de un acuerdo entre las instituciones de Bretton Woods y el Ejecutivo estadounidense.

Por lo demás, el Banco Mundial realizó un gran esfuerzo de publicación de estudios y de informes que apuntan a fundar teóricamente y codificar la política de ajuste estructural. Entre sus numerosos informes, vale la pena señalar la importancia del que se realizó bajo la dirección del economista Elliot Berg, titulado El desarrollo acelerado en África al sur del Sahara. Es el resultado de un encargo de Robert McNamara. Constituiría la línea política del Banco Mundial por un largo período. Pone el acento sobre la insuficiencia del apoyo a la iniciativa privada y sobre el lugar excesivo que ocupa el sector público. Quiere que se refuercen las ayudas a los cultivos de exportación reduciendo aún un poco más los cultivos para el consumo. Para Elliot Berg y su equipo, sobre todo no hay que tender a la soberanía alimentaria, y afirman que «la mayoría de los países africanos tienen una ventaja comparativa muy clara en el ámbito de los cultivos de exportación». Vale más, por ejemplo, exportar productos tropicales e importar otros productos alimentarios, pues «una política de autosuficiencia basada en el sacrificio de los cultivos de exportación sería costoso en el plano de los ingresos». [29] Reprochan a la ayuda externa que haya reforzado el sector público!

El informe hace responsables en gran medida a los dirigentes africanos de las desgracias de África y exculpan a las instituciones financieras internacionales y a los países del Norte. El Informe Berg es, en cierto modo, la respuesta del Banco Mundial al Plan de Lagos de la Organización de la Unidad Africana (OUA), aprobado en 1980. La dirección del Banco Mundial se asombró de las reacciones negativas desencadenadas por el Informe Berg, cuando los responsables africanos del Banco lo habían aceptado sin criticas. La reacción la había tomado desprevenida y pidió a dos expertos externos que sondearan a los dirigentes africanos para saber qué pensaban de la institución. El resultado de la encuesta confirmó su inquietud: la imagen del Banco era francamente mala.

Los historiadores del Banco Mundial resumieron con dureza el carácter de la producción analítica del Banco en los años 80 y el reparto de papeles con el FMI en este campo: «El Banco adoptó la posición de un bastión, la fuente —algunos decían, apenas en broma, el Vaticano— de las políticas ortodoxas de desarrollo. Se trataba de la principal autoridad de la vertiente a largo término del “Consenso de Washington” (siendo el FMI la vertiente a corto término), que dictaba las relaciones entre los Estados y los mercados, incluidas las políticas económicas internacionales y las interacciones en el nivel nacional.» [30]

Tímidas tentativas de resistencia de los PED

La estrategia establecida en Washington desde el estallido de la crisis, consistente en dividir para reinar, dio resultado. Los gobiernos latinoamericanos no tuvieron la voluntad de formar realmente una alianza para hacer frente a la crisis y a los acreedores.

En enero de 1984 debía realizarse una reunión secreta en Cuzco, Perú, de los ministros de finanzas de Argentina, Brasil, Colombia, México y Perú. Se trataba de intentar adoptar una estrategia común. A última hora, fue desconvocada debido a que el ministro peruano, Carlos Rodríguez Pastor, que debía ser el anfitrión, renunció sorpresivamente. Se decidió anular la reunión tan tardíamente que uno de los ministros invitados incluso llegó al sitio de la reunión. No le habían avisado a tiempo. [31]

Richard Webb, uno de los historiadores del Banco, fue gobernador del Banco Central de Perú. Relata que en junio de 1984, Perú se encontraba ante un dilema: continuar pagando el servicio de la deuda externa y suprimir importaciones necesarias para el crecimiento, o bien, a fin de mantener el crecimiento, no renunciar a las importaciones necesarias y suspender sólo parcialmente el pago de la deuda. El gobierno acababa de fracasar en el logro de los objetivos de austeridad presupuestaria exigidos por el FMI. En su condición de gobernador del Banco Central, Richard Webb sugirió entonces que Perú declarase unilateralmente una moratoria parcial, lo que provocó el pánico en el seno del gobierno. Fue acusado por el primer ministro de la época de «apuñalar al país por la espalda». Se inició un proceso de destitución contra él, acusado de haber arruinado el crédito de Perú en el extranjero. [32]

Cuando el presidente de Perú, Alan García, anunció en 1985 que su país no dedicaría, en adelante, más del 10 % de sus ingresos por exportaciones al pago de la deuda, el Banco Mundial estudió la cuestión internamente y concluyó que si Alan García ejecutaba en efecto ese plan, Perú podría muy bien salir adelante si utilizaba las sumas ahorradas en gastos que reforzaran su economía. Evidentemente, los resultados de este estudio no se hicieron públicos. [33]

Los economistas argentinos Alfredo Eric Calcagno y Alfredo Fernando Calcagno presentaron un resumen de la experiencia emprendida por Perú a partir de agosto de 1985: «El gobierno del presidente Alan García, en agosto de 1985, declaró su decision de no pagar más que el equivalente a 10 % de sus exportaciones, con preferencia para los organismos financieros multilaterales. De tal modo, las transferencias netas, que habían sido negativas, de –488 millones de dollares en 1984 y de –596 millones en 1985, pasaron a ser positivas en 1986 (112 millones de dolares), 1987 (89 millones de dolares) y 1988 (90 millones de dolares). Con ese motivo, Perú no sufrió ninguna represalia ni restricción comercial, y en 1986 y 1987 aumentó extraordinariamente sus importaciones (en 44 % y 18 %, respectivamente), pese a una caída en sus exportaciones de 15% en 1986 (se recuperaron levemente en 1987). Por el lado del financiamiento externo, el no pago de la mayor parte de la deuda compensó con exceso la interrupción de la afluencia de préstamos financieros privados y la disminucion de los oficiales y multilaterales.»

En 1986 y 1987, el producto interno bruto creció en 8,9 % y 6,5 %, impulsado por el aumento de la demanda interna, que se satisfacía con la capacidad instalada y el aumento de las importaciones que posibilitó el menor pago de la deuda. Pero en ese período no se realizaron inversiones de magnitud y los factores dinámicos se agotaron en 1988, año en que el producto cayó en 7,5 % y se agudizó la inflacion. De tal modo, la crisis que sufrió el Perú en los años que siguieron se debió a problemas de su politica económica interna, que no están vinculados ni a represalias comerciales externas ni a daños que pudiera haber causado la limitación de pagos de la deuda. Por el contrario, los menores pagos externos dieron una oportunidad que no se pudo o no se supo aprovechar.» [34]

En el curso de los años 80, otros países de Latinoamérica suspendieron total o parcialmente el pago de su deuda externa durante varios meses, [35] pero no adoptaron ninguna estrategia común a pesar de la importante campaña lanzada por el gobierno cubano en 1985. Esta campaña, dirigida por Fidel Castro, con el lema «la deuda es impagable» recibió un eco de simpatía de las organizaciones sociales y los partidos de izquierda del continente, pero fue recibida con reservas del lado de los gobiernos.

La iniciativa tomada por Cuba en 1985 encontró de todos modos un eco fuera de las fronteras de Latinoamérica. En el África subsahariana, el joven presidente burkinabés Thomas Sankara se dirigió a todos los jefes de Estado africanos presentes en la 25ª conferencia de la Organización de la Unidad Africana, el 29 de julio de 1987 en Addis Abeba, en estos términos: [36] «La deuda es aún el neocolonialismo o los colonialistas que se han transformado en “asistentes técnicos”. En realidad, deberíamos decir en asesinos técnicos. Son ellos los que nos propusieron fuentes de financiación, de “proveedores de fondos”. [...] Estos proveedores de fondos nos fueron aconsejados, recomendados. Nos presentaron expedientes y montajes financieros. Nos hemos endeudado por cincuenta años, sesenta años, incluso más. Es decir, nos han llevado a comprometer a nuestros pueblos durante cincuenta años y más.

»La deuda en su forma actual es una reconquista sabiamente organizada de África, para que su crecimiento y su desarrollo obedezcan unas normas que nos son totalmente extrañas. Haciendo de modo que cada uno de nosotros sea un esclavo financiero. es decir, un esclavo a secas, de quienes han tenido la oportunidad, la astucia, la trapacería de colocar unos fondos en nuestros países con la obligación de que los reembolsemos. [...]

»¿Quien, aquí, no desea que la deuda sea lisa y llanamente borrada? El que no lo desee puede irse, tomar su avión e ir enseguida al Banco Mundial a pagar. Yo no querría que se tome la propuesta de Burkina Faso como si viniera de jóvenes sin madurez, sin experiencia. No querría tampoco que se piense que sólo los revolucionarios pueden hablar así. Querría que se admitiera que es simplemente la objetividad y el compromiso.

»Puedo citar en los ejemplos de quienes han dicho que no se pague la deuda, a revolucionarios y a no revolucionarios. Citaría por ejemplo a Fidel Castro. Él ya ha dicho que no se pague. No tiene mi edad, aunque es un revolucionario.»

Tres meses más tarde, el impulsivo Thomas Sankara fue asesinado. Desde entonces, su país se ha convertido en un dócil alumno del BancoMundial, del FMI y del Club de París bajo la dirección de Blaise Compaoré.

Jean-Philippe Peemans explica muy bien la relación cómplice del Banco Mundial, el FMI y los regímenes de los PED que se comportan como buenos alumnos: «En lo que respecta al Sur, el papel de las instituciones internacionales, como el FMI y el Banco Mundial, ha sido esencial en este ámbito, porque los regímenes que realizan esta tarea se ven asegurados de manera permanente el acceso a los créditos multilaterales. Pueden así tener una garantía de insertarse de forma permanente en los flujos mundializados, cualquiera que sea la contracción de la base económica nacional después del ajuste. Estos flujos externos permiten a los que detentan capitales colocar sin problemas sus haberes en el exterior, mientras la deuda crece en proporción a su evasión de capitales.» [37]

¿Anular la deuda o no anularla?

En octubre de 1985, James Baker, nuevo secretario del Tesoro de Estados Unidos, anunció un plan tendiente a resolver las dificultades de 15 países muy endeudados de ingresos medios. [38] Este plan fue anunciado con gran despliegue de efectos mediáticos durante la asamblea anual del FMI y del Banco Mundial en octubre de 1985 en Seúl. [39] Tampoco esta vez era una cuestión de anulación de deudas.

En privado, en la intimidad, el Banco Mundial comenzó en 1988 a debatir la necesidad de anular una parte de la deuda de ciertos países, en particular Argentina, pero nadie podía manifestar en público su opinión favorable a tal eventualidad. En el borrador del World Development Report 1988, figuraba una frase sobre la necesidad de la anulación parcial de la deuda concesional, sin embargo, no apareció en la versión publicada. [40] Entre los argumentos opuestos a la anulación, había uno que reaparece aún, reiteradamente, en los debates, veinte años después: un país que se beneficia de una anulación tendrá más difícil el acceso a un nuevo crédito. Este argumento era y sigue siendo totalmente falaz, pues lo que ocurre es todo lo contrario. En general, cuando un país consigue una reducción de la deuda, los banqueros privados se presentan para prestarle dinero, porque su capacidad ulterior de reembolso ha mejorado.

Stanley Fisher explicaba en 1992 que, durante una buena parte de los años 80, los gobiernos de Estados Unidos, el Reino Unido (Margaret Thatcher) y de Alemania (Helmut Kohl) impidieron toda discusión sobre la posibilidad de anular la deuda. [41]

En 1988, en una reunión del G7 celebrada en Toronto, ante el fracaso de todas las políticas anteriores, se retomó el tema de las reducciones (anulaciones parciales) de la deuda: se prometió anulaciones a los países más pobres [42] después de que Estados Unidos cambiara de opinión sobre el tema. En 1990, en Houston, por primera vez, el G7 extendió la posibilidad de anulaciones parciales a los países muy endeudados con ingresos medios, como México, Argentina, Brasil y Filipinas. Este giro fue iniciado por Washington en marzo de 1989 durante el gobierno de George Bush padre, siendo secretario del Tesoro Nicholas Brady. Una vez más, el gobierno de Estados Unidos daba el tono. El FMI, el Banco Mundial y el G7 no hicieron más que acompañar el movimiento.

El Plan Brady consistía en una reestructuración de una parte de la deuda de una serie de países con ingresos medios mediante la emisión de nuevos títulos de la deuda, conocidos luego como «títulos Brady». Con ocasión de la emisión de estos títulos por los países endeudados, los banqueros del Norte aceptaron una reducción de sus acreencias. A cambio, se les garantizó una remuneración generosa. Para emitir los títulos Brady, los países concernidos debían comenzar por la compra de títulos del Tesoro de Estados Unidos, que servían de garantía. Los países endeudados financiaban así la política de endeudamiento de la primera potencia mundial.

Al principio, el Plan Brady parecía funcionar. El éxito de México y de su presidente, Salinas de Gortari, se citaba como ejemplo, a tal punto que el muy neoliberal semanario británico The Economist proclamó en 1994 a Carlos Salinas de Gortari como uno de los grandes hombres del siglo XX. Unos meses más tarde, México fue golpeado de lleno por la crisis Tequila (diciembre de 1994) y entró en la mayor recesión de los últimos sesenta años. Unos años después, Carlos Salinas de Gortari y su hermano Raúl fueron enjuiciados y condenados por fraude y desviación masiva de fondos por la justicia mexicana. Raúl Salinas de Gortari purga su condena de prisión mientras que su hermano Carlos optó por el exilio y trabaja en Irlanda para la firma Dow Jones, propietaria, entre otras cosas, de The Wall Street Journal. Las autoridades judiciales mexicanas han obtenido de sus homólogas suizas que ordenen a los bancos suizos la retrocesión a México de las sumas desviadas por los hermanos Salinas depositadas en sus cajas.

Desde la segunda mitad de los años 90, se vio con claridad que la crisis de la deuda de 1982 no se ha superado. Las medidas para aliviar la deuda han fracasado. Las políticas de ajuste estructural fragilizan a los países ante la especulación financiera. Esto desemboca en crisis financieras repetidas en los grandes países endeudados. Después de México, afectado a partir de fines de 1994, siguieron en 1997-1998 los países del sureste asiático y Corea del Sur, en 1998 Rusia, en 1999 Brasil, en 2000-2001 Argentina y Turquía. En cuanto a los países más pobres, las anulaciones parciales de la deuda concedidas a algunos buenos alumnos a partir de la cumbre del G8 de Toronto en 1988, proseguidas en Londres en 1991, en Nápoles en 1994, en Lyon en 1996 y en Colonia en 1999 no han aportado ninguna solución duradera.

________________________
Notas

[1] Karin Lissakers, Banks, Borrowers and the Establishment: A Revisionist Account of the International Debt Crisis, Basic Books, Nueva York, 1991, p. 194.

[2] Devesh Kapur, John P. Lewis, Richard Webb, The World Bank. Its First Half Century, Brookings Institution Press, Washington D.C., 1997, vol. 1, nota 132. p. 636.

[3] Las principales empresas argentinas endeudadas con su casa matriz eran: Renault Argentina, Mercedes-Benz Argentina, Ford Motor Argentina, IBM Argentina, Citibank, First National Bank of Boston, Chase Manhattan Bank, Bank of America, Deutsche Bank. El Estado argentino reembolsó a los acreedores privados de estas empresas (su casa matriz): Renault France, Mercedes Benz, CitiBank, Chase Manhattan Bank, Bank of America, First National Bank of Boston, Crédit Lyonnais, Deutsche Bank, Société Générale. En suma, el contribuyente argentino reembolsó la deuda contraída por las filiales de las multinacionales con su casa matriz o con bancos internacionales. Podemos sospechar que las multinacionales en cuestión hayan creado la deuda de sus filiales argentinas con un simple juego de escrituras. Los poderes públicos argentinos no disponen de medios para controlar sus cuentas.

[4] Devesh Kapur et al., op. cit., vol. 1, tabla 11-5, p. 642.

[5] PNUD, Rapport mondial sur le développement humain, Economica, París, 1992, p. 74.

[6] IBRD, Operation Policy Staff, «Debt and Adjustment in Selected Developing Countries», SecM84-698, 1984, in Devesh Kapur et al., op. cit., vol. 1, p. 615.

[7] Fax message, Ernest Stern to Luis de Ascarate, director, CPDDR, 15 de mayo de 1984, Devesh Kapur et al., op. cit., vol. 1, p. 616.

[8] Memorandum, Ernest Stern to members of the Managing Commitee, «Conference at the Federal Reserve Bank of New York», 11 de mayo de 1984, in Devesh Kapur et al., op. cit., vol. 1, p. 616.

[9] Andres Bianchi, Robert Devlin y Joseph Ramos, «The adjustment Process in Latin America 1981-1986», paper prepared for World Bank-IMF Symposium on Growth-Oriented Adjustment Programs, Washington D.C., febrero 25-27, 1987, table 9, in Devesh Kapur et al., op. cit., vol. 1, nota 105, p. 627.

[10] Memorandum. Ernert Stern to Munir Benjenk, «Draft Speech for Davos», 16 de enero de 1984, p. 2. in Devesh Kapur et al., op. cit., vol. 1, p. 616.

[11] Para confeccionar esta tabla hemos tenido en cuenta los préstamos concedidos por la rama BIRD del Banco Mundial, que otorga los préstamos a los países de ingresos medios. No hemos tenido en cuenta los préstamos concedidos por la AID a los países de bajos ingresos.

[12] Devesh Kapur et al., op. cit., vol. 1, p. 1.194.

[13] Ibid., nota 47, p. 1.193

[14] Ibid., p. 624.

[15] World Bank, World Development Report 1982, p.7, in Devesh Kapur et al., op. cit., vol. 1, p.617

[16] World Bank, World Development Report 1986, p. 337, in Devesh Kapur et al., op. cit., vol. 1, p. 617

[17] Letter, Ernest Stern to Carlos F. Diaz-Alejandro, 10 de septiembre de 1984, pp. 3-4, in, Devesh Kapur et al., op. cit., vol. 1, p. 618.

[18] Memorandum, Stanley Fisher to Ibrahim Shibata, 26 de mayo de 1990, in Devesh Kapur et al., op. cit., vol. 1, p. 618

[19] Devesh Kapur et al., op. cit., vol. 1, p. 618.

[20] Ibid., p. 662. Para escribir esto se basaron en: «Consequences of Capital Flight for Latin American Debtors Countries», in Donald Lessard y John Williamson, Capital Flight and Third World Debt, Institute for International Economics, Washington D.C., 1987, tabla 6.1, p. 130.

[21] Devesh Kapur et al., op. cit., vol. 1, p. 678.

[22] Memorandum, Stanley Fisher to Jacob A. Frenkel, 27 de junio de 1989, in Devesh Kapur et al., op. cit., vol. 1, nota 45, p. 611.

[23] Memorandum, Jacob A. Frenkel to Stanley Fisher, «Coordination of Forecasts», 14 de Julio de 1989, in Devesh Kapur et al., op. cit., vol. 1, nota 45, p. 611.

[24] William B. Dale, «Financing and Adjustment of Payments Imbalances», in John Williamson, ed., IMF Condicionality, Institute for International Economics, Washington, 1983, p. 7.

[25] Nicholas Stern y Francisco Ferreira, «The World Bank as “intelectual actor”», in Devesh Kapur et al., op. cit., vol. 2, p.540.

[26] Ibid. p. 543.

[27] Para limitar las contradicciones de sus recomendaciones (como fue el caso de Argentina en 1988, cuando el Banco acordó su apoyo en condiciones que el FMI no consideraba satisfactorias), se definió en 1989 un reparto general de responsabilidades. El término «concordato», que ellos mismos utilizaban, no es anodino: indica que las tensiones y contradicciones entre ellos eran importantes. Se acordó que el Fondo examinaría prioritariamente los aspectos globales de las políticas macroeconómicas, en particular lo correspondiente al presupuesto, los precios, la moneda, el crédito y los tipos de interés y de cambio. Por su parte, el Banco se concentraría en las estrategias de desarrollo, los proyectos y los aspectos sectoriales. Esta distribución necesitaba una colaboración que revestía diversas formas, pero la competencia entre ambas instituciones siguió siendo intensa. Una competencia que se sumaba a las diferencias de cultura empresarial.

[28] Para una presentación sucinta del Consenso de Washington, ver ATTAC, Le dévélopment en question(s): vers una société solidaire et économe, Fayard, París, 2004, cap. 7; ver también John Williamson, «What Washington means by policy reform», in Latin American Adjustment: How much has happenerd, Institut of International Economics, Washington, 1989.

[29] Banco Mundial, Le développement accéléré en Afrique au Sud du Sahara. Programme indicatif d’Action, Washington. 1981, p. 151.

[30] Devesh Kapur et al., op. cit., vol. 1, p. 1.193.

[31] Ibid., p. 620.

[32] Ibid., nota 64, p. 615.

[33] Ibid., p. 679.

[34] Alfredo Eric Calcagno y Alfredo Fernando Calcagno, El Universo neoliberal: recuento de sus lugares comunes, alianza, Buenos Aires, 1995, p. 378.

[35] Es el caso de Brasil, que suspendió el pago de la deuda externa con los bancos, de febrero de 1987 a enero de 1988. Ver Eric Toussaint y Arnaud Zacharie, Le bateau ivre de la mondialisation. Escales au sein du village planétaire, CADTM-Syllepse, Bruselas-París, 2000, pp. 67-68.

[36] Ver el texto completo en Damien Millet, L’Afrique sans dette, CADTM-Syllepse, Lieja-París, 2005, p. 205.

[37] Jean-Philippe Peemans, Le développement des peuples face à la modernisation du monde, Academia-Bruylant-L’Harmattan, Lovaina la Nueva-París, 2002, p. 367

[38] Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa de Marfil, Ecuador, Filipinas, México, Marruecos, Nigeria, Perú, Uruguay, Venezuela, Yugoslavia, in Devesh Kapur et al., op. cit., vol. 1, p. 626.

[39] Un hecho significativo, a propósito de los que toman decisiones importantes: el Tesoro de Estados Unidos comunicó al Banco Mundial la existencia del Plan Baker sólo cuarenta y ocho horas antes de que éste se hiciera público.

[40] Devesh Kapur et al., op. cit., vol. 1, p. 648.

[41] Letter, Stanley Fisher to Nicholas Stern, 19 de mayo de 1992, in Devesh Kapur et al., op. cit., vol. 1. p. 1.195.


Autor
Eric Toussaint
_______________________________
doctor en Ciencias políticas de la Universidad de Lieja y de la Universidad de París VIII, es el portavoz del CADTM internacional y es miembro del Consejo Científico de ATTAC Francia.
Es autor de diversos libros, entre ellos: Banco Mundial. Una historia crítica, El Viejo Topo, 2022 Capitulación entre adultos. Grecia 2015: Una alternativa era posible, El Viejo Topo, Barcelona, 2020; Sistema Deuda. Historia de las deudas soberanas y su repudio, Icaria Editorial, Barcelona 2018; Bancocracia Icaria Editorial, Barcelona 2015; Una mirada al retrovisor: el neoliberalismo desde sus orígenes hasta la actualidad, Icaria, 2010; La Deuda o la Vida (escrito junto con Damien Millet) Icaria, Barcelona, 2011; La crisis global, El Viejo Topo, Barcelona, 2010; La bolsa o la vida: las finanzas contra los pueblos, Gakoa, 2002. Ha sido miembro de la Comisión de Auditoria Integral del Crédito (CAIC) del Ecuador en 2007-2011.
Coordinó los trabajos de la Comisión de la Verdad Sobre la Deuda, creada por la presidente del Parlamento griego. Esta comisión funcionó, con el auspicio del Parlamento, entre abril y octubre de 2015. El nuevo presidente del Parlamento griego anunció su disolución el 12 de noviembre de 2015.

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Fuente:

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