Los grandes témpanos de hielo que se desprenden de los glaciares hacen mucho más que flotar en el mar: fertilizan las aguas, reducen el CO2 atmosférico y albergan formas de vida. El calentamiento global podría incrementar su número, lo que, a la larga, provocaría su desaparición y un gran perjuicio para el ecosistema marino.
Laura Chaparro
Periodista especializada en información científica
Como las criaturas mitológicas temidas por los marineros, los icebergs se desplazan por los océanos envueltos por un halo de misterio. Fuente de inspiración para los artistas, el final de muchas de estas grandes masas de hielo tiene un poso melancólico: tras navegar a la deriva durante cientos de kilómetros, acaban fundiéndose en el mar; en otros casos, las propias corrientes oceánicas los devuelven al lugar en el que se originaron, lo que retrasa su desaparición. Estos témpanos de hielo son de agua dulce porque su origen es continental. En concreto, proceden de enormes glaciares. La Antártida, Groenlandia y el Ártico son los principales lugares donde nacen, y pueden llegar a cubrir una extensión de más de mil kilómetros cuadrados. Los minimundos de hielo, temidos por los capitanes de los buques por tragedias como la del Titanic, están siendo analizados por científicos que no esconden su admiración hacia ellos. Y no es para menos, porque diferentes investigaciones han mostrado que los icebergs son una fuente de nutrientes para los océanos y su ecosistema.
Vista del A68, el iceberg más grande del planeta, ofrecida desde un avión por la misión Operación IceBridge de la NASA el 31 de octubre de 2017.MARIO TAMA / GETTY
¿De dónde provienen los nutrientes que albergan?
Para saber de dónde provienen dichos nutrientes, Mark Hopwood, investigador del Centro Helmholtz de Investigación Oceánica Geomar (Alemania), se remonta a tiempos lejanos, cuando se formaron estas masas heladas. “Los icebergs están hechos de agua que originalmente cayó como precipitación en las capas de hielo del mundo en un pasado lejano”, narra. Al encontrarse en latitudes altas, la precipitación caída sobre el hielo es muy limpia. “Se encuentra entre las aguas más puras de la Tierra”, dice Hopwood, ya que no contiene gran parte de la materia orgánica ni del polvo que hallamos en el agua de lluvia de las regiones con latitudes más bajas.
Aunque esta agua es muy limpia, una vez el iceberg se desgaja del glaciar y se mueve hacia el océano, recoge sedimentos que se incrustan en el hielo. Estos “actúan como fuente de nutrientes tales como el hierro y el silicato”, comenta el científico, quien recuerda que en las primeras observaciones de icebergs en el océano Antártico –también llamado Austral– una pequeña proporción ya presentaba capas negras visibles que liberaban sedimentos en el océano a medida que se derretían.
Hopwood y su equipo han ido un paso más allá y han recogido una gran cantidad de muestras de hielo de grandes glaciares marítimos de todo el mundo, una tarea no exenta de riesgos. Acercarse a un iceberg con una lancha es todo un reto, y más si el témpano se parte en dos, como les ocurrió con un pequeño iceberg en el archipiélago de Svalbard (Noruega). “Si esto le sucede a un gran iceberg del que se están tomando muestras desde un bote, puede ser muy peligroso”, admite el investigador.
El estudio, publicado en la revista Nature Communications, muestra algo que sorprendió a los científicos: apenas había cambios en la composición del hielo de diferentes regiones. De hecho, el hierro que contenía el recogido en Groenlandia se asemejaba mucho al de la Patagonia. Sin embargo, lo curioso es que sí encontraron diferencias importantes en la composición dentro del propio iceberg, de forma que las partes de hielo puro apenas concentraban hierro, pero las zonas cargadas de sedimentos tenían incluso más presencia de este micronutriente que el que se encuentra en un río. De esta forma, alrededor del 4 % de las muestras de hielo recogidas contenían más del 90 % del hierro total analizado. El hierro es fundamental para la vida, sobre todo en áreas como el océano Antártico, muy deficitario de este elemento. “El iceberg, durante su trayecto desde el casquete antártico hasta el mar, va arrastrando y captando muchos nutrientes de las rocas del suelo, sobre todo hierro”, explica Carlos Pedrós-Alió, ecólogo microbiano en el Centro Nacional de Biotecnología (CNB) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
El investigador Mark Hopwood, experto en biogeoquímica del Centro Helmholtz de Investigación Oceánica Geomar, en Kiel (Alemania), toma muestras de hielo en la costa de Groenlandia.THOMAS JUUL-PEDERSEN / GCRC
"Es como abonar el campo"
"Las algas de fitoplancton empiezan a crecer y toda la cadena trófica se dispara, incluyendo peces y focas. Por eso tienen un efecto fertilizante”, destaca. Además, hay que sumar otro efecto relacionado con la fusión del hielo al entrar en contacto con agua más caliente, y es que provoca turbulencias y corrientes que afectan al plancton marino. Una tercera consecuencia de estos témpanos en el ecosistema marino es la huella que dejan en las plataformas continentales submarinas. Como recuerda el ecólogo, los cientos de metros que discurren bajo la superficie tocan con estas plataformas y lo que hacen, según se desplazan, es roturarlas “como un arado”, lo que a la larga sirve para regenerar los ecosistemas del fondo del mar.
Los icebergs albergan vida
Algo que suele pasar desapercibido cuando contemplamos un iceberg solitario en el océano es que en realidad no está tan solo como pensamos: alberga vida. En concreto, microorganismos acostumbrados a habitar el hielo en el que vivían en el glaciar del que se desprendió. “Tienden a tener organismos microbianos que viven en sus superficies submarinas externas, que irán a parar al agua del mar cuando el hielo se funda”, señala Grant Bigg, profesor del departamento de Geografía de la Universidad de Sheffield (Reino Unido).
¿De cuándo podrían datar estos microorganismos? Según Pedrós-Alió, podrían remontarse a la formación del glaciar, cuando la nieve caía, año tras año, y se congelaba y convertía en hielo. Por tanto, este conserva atrapados microorganismos que se encontraban en la atmósfera cuando se formó esa capa de nieve. “Los icebergs pueden estar liberando microorganismos que vivieron hace un millón de años. Son como una máquina del tiempo”, resalta el ecólogo del CNB. A esto se suma una función más práctica para animales como aves, osos polares o focas, a quienes los témpanos de hielo les sirven para descansar. “Pero esto no significa estrictamente que vivan en el hielo”, subraya Andrés Barbosa, investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales.
Y de nuevo tenemos que fijarnos en la parte más misteriosa de los icebergs, la que no se ve y que también podría albergar formas de vida arrastradas del glaciar original. En concreto, según Julian Gutt, director del programa de investigación científica AnT-ERA del Instituto Alfred Wegener (Alemania), hablaríamos de tres tipos de animales que habitan en el subsuelo de las plataformas de hielo (como la de Ross, en la Antártida, de la que se escinden muchos icebergs y que cubre una superficie que duplica la del Reino Unido): anémonas de mar, isópodos –crustáceos– y peces. “Nadie sabe si estos animales también viven unidos a los icebergs, por lo que no pueden excluirse”, puntualiza Gutt.
En el Ártico, a medida que el hielo marino se derrite por culpa del calentamiento global, animales como los osos polares pierden parte de su hábitat.GETTYI
Los icebergs también intervienen en el ciclo del carbono
Otra función importante de estas masas de hielo es la que desempeñan en el ciclo del carbono. Este elemento químico básico para la vida se encuentra disuelto en el agua marina en forma de dióxido de carbono (CO2), bicarbonatos y carbonatos, en proporciones que mantienen un cierto equilibrio. De la atmósfera el mar absorbe CO2 y, por su parte, los ríos aportan a los mares calcio y bicarbonatos.
Una investigación publicada en la revista Nature Geoscience ha mostrado cómo los icebergs gigantes son importantes para eliminar parte del CO2 atmosférico, uno de los gases de efecto invernadero. El estudio, dirigido por la Universidad de Sheffield, mostró que el agua derretida de los icebergs gigantes –que, como hemos visto, contiene hierro y otros nutrientes– se asociaba con niveles inesperadamente altos de crecimiento de fitoplancton. Los científicos analizaron 175 imágenes de satélite sobre el color del océano para calcular la productividad del fitoplancton en la superficie. Se centraron en icebergs muy grandes –de al menos 18 km de longitud– del océano Antártico. Las imágenes, que abarcaban el periodo 2003-2013, revelaron que el aumento de esa productividad se extendía hasta cientos de kilómetros desde los icebergs gigantes y persistía durante al menos un mes tras el paso del bloque de hielo.
Esta actividad, conocida como secuestro de carbono, contribuye al almacenamiento a largo plazo del dióxido de carbono atmosférico, lo que ayuda a frenar el calentamiento global. “Por supuesto que hay muchos procesos más importantes que contribuyen al ciclo del carbono en los océanos, pero en el Austral los icebergs probablemente aportan entre el 10 % y el 20 % de la reducción de carbono”, calcula Bigg, que lidera la investigación.
Cuando llega la primavera, se puede ver en el Iceberg Alley (callejón de los icebergs) –extensión de agua a lo largo de la costa de Terranova y Labrador (Canadá)– estos monstruos flotando a la deriva.JODY MARTIN / REUTERS
Aquí también juega un papel importante el hierro liberado al mar por los icebergs. Este mineral “promueve el crecimiento del fitoplancton, que, al crecer y posteriormente hundirse, transporta carbono desde la superficie hasta las profundidades del mar —explica Victor Smetacek, profesor emérito de Oceanografía Biológica en el Instituto Alfred Wegener (Alemania). Y añade—: Como la capa superficial del océano está en equilibrio con el CO2 en la atmósfera, el carbono que se hunde se compensa con el absorbido de la atmósfera”. Teniendo en cuenta todas estas características, ¿podríamos decir que los icebergs son pequeños ecosistemas marinos? No hay consenso entre los expertos consultados, aunque hay más voces en contra que a favor. El mayor argumento que esgrimen es precisamente que falte una comunidad de seres vivos habitando en él, más allá de los microorganismos y las especies que hemos comentado.
¿Son los icebergs pequeños ecosistemas marinos?
“No llamaría a los icebergs pequeños ecosistemas porque no hay flora o fauna que viva a su alrededor o en ellos”, opina Gutt. En la posición contraria se encuentra Bigg, que cree que estos témpanos de hielo pueden encajar en esa definición. “Indudablemente sí, aunque las principales formas de vida adicionales que dependen de ellos están a su alrededor, en lugar de las especies bacterianas o microbianas que viven en el hielo”, matiza. El científico se refiere a especies oceánicas que van desde el fitoplancton hasta los niveles tróficos como los peces, las aves y mamíferos marinos que se alimentan de los diferentes organismos.
En el término medio estarían científicos como la investigadora Twila Moon, del Centro Nacional de Datos de Hielo y Nieve de la Universidad de Colorado en Boulder (EE. UU.), quien matiza que, pos de sedimentos y rocas y se forman a partir de nevadas distintas según la estación y la ubicación, cada iceberg contiene un ecosistema distinto en su interior. Además, la científica hace hincapié en que cuando el témpano se va derritiendo libera diferentes sedimentos que sirven para mantener un ecosistema marino. “Aunque algunos icebergs pueden contener más o menos vida dentro del hielo congelado, juegan un papel todavía más importante en el cambio de las condiciones del océano a su alrededor”, recalca Moon.
El agua derretida de los icebergs gigantes, que contienen hierro y otros nutrientes, se asocia con altos niveles de floración masiva del fitoplancton, que conforma una colorida mezcla.NASA
Los grandes temidos del mar
Por sus grandes dimensiones, sobre todo la parte que ocultan bajo el agua, estas masas de hielo siempre han causado temor en los capitanes de los buques, aunque hoy existen dispositivos que ayudan a esquivarlos. “Con la tecnología de detección de hielos, el uso a bordo de los buques del radar o cámaras visuales y térmicas, informes glaciológicos y fotos satelitales accesibles por internet desde fuentes abiertas, los icebergs son más un inconveniente a la hora de desviar levemente el rumbo que un peligro”, indica el capitán de navío Carlos Fernando Ferrere Pery, jefe de la sección de Programas y Ciclo de Vida de la División de Logística del Estado Mayor de la Armada Española.
Pese a los avances tecnológicos, los riesgos para los buques siguen existiendo, recuerda Antonio Quesada, secretario técnico del Comité Polar Español. “El problema es muy importante y limita muchísimo los movimientos. En los últimos años estamos encontrando campos de icebergs enormes que suponen graves peligros para la navegación”, advierte Quesada.
¿Cómo está afectando el aumento de las temperaturas por el cambio climático a la producción de icebergs?
La respuesta no es sencilla porque depende de la ubicación del glaciar. “Algunos se retirarán del océano y dejarán de crear icebergs. En otras áreas, como la Antártida, los puede haber que produzcan más en el futuro”, apunta Moon, que plantea examinar cómo cambiarán los glaciares en cada región en particular. En opinión de Quesada, este aumento de las temperaturas tiene la doble consecuencia de que, aunque hoy se están produciendo más icebergs, con el paso del tiempo los glaciares irán perdiendo volumen según se siga elevando el mercurio, lo que provocará que el hielo se vaya retirando y disminuya el número de témpanos que se van a desgajar. “El derretimiento de los casquetes polares, particularmente en el océano Austral, provoca que se rompan más icebergs y se alejen”, cuenta el profesor Smetacek. Por su parte, el capitán de navío Ferrere Pery recuerda que en la Antártida el ciclo de calentamiento actual ha provocado la desaparición de barreras de hielo como la de Larsen, lo que ha generado algunos témpanos “gigantescos” y una alteración en los ciclos de hielo y deshielo en el mar de Weddell.
Con el objetivo de conocer la ubicación de los icebergs en esa región, el Servicio de Hidrografía Naval de Argentina publica regularmente en su web Cartas de Hielo y Cartas de Seguimiento de Témpanos –de más de 18,5 km– con la ayuda de imágenes de satélites. Además, organizaciones como Polar View ofrecen el servicio de detectar casi en tiempo real la presencia de icebergs.
“El único barco de la Armada Española que opera habitualmente en zona polar, el Buque de Investigación Oceanográfica Hespérides, usa esos recursos para planificar y conducir sus operaciones. Además, se cuenta con el apoyo del programa de satélites Copernicus, de la Unión Europea, que nos proporciona fotografías diarias de las áreas en las que opera concretamente el buque”, explica el capitán de fragata José Emilio Regodón Gómez, comandante del Hespérides.
El Hespérides es el único buque español diseñado para realizar investigación científica multidisciplinar en todos los mares y océanos del planeta, incluidas las zonas árticas y antárticas.HESPÉRIDES / ARMADA ESPAÑOLA
En cuanto a las rutas de navegación que podrían verse más afectadas por un aumento del número de icebergs fruto del incremento de las temperaturas, el comandante del Hespérides destaca las de los océanos Atlántico Norte y Pacífico Norte y las rutas de navegación por el océano Ártico. En el caso del Antártico, existen pocas rutas de navegación hoy al ser un continente que se rodea y no se puede atravesar. Aunque su presencia dificulte la navegación, si el cambio climático provocara la desaparición de estos gigantes de hielo, diríamos adiós a una figura legendaria del ecosistema marino.
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* Este artículo fue originalmente publicado en una edición impresa de Muy Interesante
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