El Gobierno de Benjamin Netanyahu rechaza un alto el fuego y se desmarca de las negociaciones con Hamás, que apuntaban a una tregua de dos meses para detener la matanza de palestinos en Gaza.
El Ejército israelí anunció este martes que ha rodeado Jan Yunis, principal ciudad del sur de la Franja de Gaza y uno de los principales bastiones militares del grupo islamista Hamás. — Fuerzas de Defensa de Israel / EFE
JUAN ANTONIO SANZ
La cifra de palestinos aniquilados en Gaza por las bombas israelíes desde que comenzó este conflicto el pasado 7 de octubre se acerca ya a las 26.000 personas, con unos 64.000 heridos que apenas pueden ser atendidos en los hospitales gazatíes, convertidos en objetivos bélicos. La última masacre se ha producido este miércoles en un centro de formación de la ONU en Jan Yunis, que albergaba a 800 refugiados y que ha sido el blanco de tanques israelíes.
Ante esta matanza incesante, las críticas a Israel llueven internacionalmente. Y aunque las está ignorando —ya vengan de la ONU o de la Unión Europea—, la presión de su principal aliado, Estados Unidos, había empujado a los israelíes a unas negociaciones con Hamás para detener la guerra siquiera un par de meses.
Pero el Gobierno de Benjamin Netanyahu ha echado este miércoles un jarro de agua fría sobre las esperanzas puestas en los últimos días sobre esa eventual tregua. "No habrá un alto el fuego. En el pasado hubo pausas por motivos humanitarios y fueron violadas por Hamás", dijo la portavoz del Gobierno israelí, Ilana Stein, en una rueda de prensa.
Casas dañadas yacen en ruinas en Gaza, consecuencia de los bombardeos israelíes, visto desde Israel, el 24 de enero de 2024. — Amir Cohen / REUTERS
"Israel no renunciará a la destrucción de Hamás ni al regreso de todos los rehenes y a que no exista una amenaza a la seguridad de Israel desde Gaza", afirmó Stein de forma tajante, dando un bofetón a las esperanzas de parar unos días, si cabe, la guerra que empezó el pasado 7 de octubre.
Golpe a la mediación de EEUU
También era un desdén a los esfuerzos de mediación que desde fines de diciembre venía protagonizando, entre otros gobiernos, Estados Unidos, el gran aliado de Israel, cuyos intentos sufren de nuevo la arrogancia y fanatismo de Tel Aviv.
En las conversaciones entre enviados de Israel y Hamás con la intermediación de Catar, Egipto y los propios Estados Unidos, se había llegado a un preacuerdo para parar la guerra entre uno y dos meses a cambio de la liberación de los 130 israelíes que están aún en manos de la milicia islamista palestina.
Tales negociaciones, filtradas por medios de prensa occidentales que citaban a fuentes estadounidenses, ofrecían a Netanyahu una eventual salida al mayor de los problemas internos que afronta: la suerte de los israelíes secuestrados por Hamás.Netanyahu: "Mi principal expectativa es un triunfo completo"
Sin embargo, pocos dudaban de que, pasada la tregua y una vez los rehenes estuvieran en casa, Netanyahu ordenaría retomar la guerra, que busca la aniquilación total de Hamás y el sometimiento absoluto del pueblo palestino. "Mi principal expectativa es un triunfo completo, no hay sustituto para la victoria", confirmó el martes Netanyahu.
El primer ministro israelí se ve acosado por las crecientes manifestaciones que en su propio país le reclaman nuevas elecciones y dedicar todos los esfuerzos a liberar a los rehenes que siguen en Gaza en lugar de a la matanza indiscriminada de palestinos.
Negociaciones en medio del horror
Israel retiraría parte de sus tropas en zonas residenciales, por lo que los palestinos podrían volver temporalmente
De ahí la negociación de este alto el fuego, que contemplaba sesenta días de tregua (en un principio se habló de un mes), la entrega de los rehenes y la puesta en libertad de un número indefinido de palestinos encarcelados en las prisiones israelíes. Israel retiraría, durante ese tiempo, a parte de las tropas que ocupan zonas residenciales para permitir el retorno temporal de los habitantes palestinos.
Pero la alarma había crecido en los últimos días, mientras se daban los últimos pespuntes a la tregua. Israel no solo no había disminuido la intensidad de su ofensiva en la Franja de Gaza, sino que la había aumentado, centrada ahora en el sur.
En concreto, los bombardeos se incrementaron en las últimas 24 horas en la ciudad de Jan Yunis, donde los tanques del Ejército ocupante han atacado hospitales, como los de Al Asal y Nasser, y centros de refugiados.
Esta semana, la Casa Blanca había tratado de reducir sus diferencias con el Gobierno israelí, con el que tuvo hace unos días un abierto enfrentamiento por la negativa de Netanyahu a aceptar un Estado palestino, posibilidad que defiende tanto Washington como la mayor parte de la comunidad política internacional.
En unas declaraciones realizadas en Abuja (Nigeria), el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, concedió la posibilidad de que, al concluir la guerra, pudiera haber un "acuerdo transitorio" con Israel sobre el control de Gaza, pero subrayó que ello no afectaría al estatus permanente de la Franja, con la vista puesta en la creación de un Estado palestino.
Washington ha mostrado su total desacuerdo con la posición de algunos de los ministros más radicales del Gabinete de Netanyahu, que abogan por el éxodo de los palestinos de Gaza y la ocupación de este territorio por colonos israelíes.
Israel reniega de Borrell como interlocutor
Mientras EEUU trata de capear los desprecios israelíes, la Unión Europea ha pasado a condenar sin tapujos la desmesura de la ofensiva israelí. Su alto representante para la Política Exterior y Seguridad, Josep Borrell, se ha convertido en el látigo contra la política israelí de tierra quemada y matanzas en Gaza, y ha condenado en varias ocasiones la masacre indiscriminada de palestinos por el Ejército israelí.
Además, Borrell se ha manifestado a favor de "imponer" a Israel y Hamás esa hoja de ruta para la creación de un Estado palestino y ha presentado un plan para alcanzar una paz duradera. Este plan de 12 puntos, apoyado por todos los ministros de Exteriores de la UE, incluye la convocatoria cuanto antes de una conferencia internacional de paz para dirimir el conflicto.
El malestar que Borrell causa en el Gobierno israelí (ha llegado incluso a acusar a Tel Aviv de ayudar a la creación y financiación de Hamás) ha llevado a que éste haya desautorizado al jefe de la diplomacia europea como un interlocutor válido, tras acusarle de cerrar filas con Hamás.
Los oscuros envíos de armas estadounidenses a Israel
Al tiempo, pese al cierre de filas de Washington con Tel Aviv, crecen las dudas en Estados Unidos sobre el apoyo que se debe seguir dando a un Estado juramentado para destruir Palestina esgrimiendo su supuesto derecho a la autodefensa.EEUU ha utilizado un mecanismo de emergencia para poder mandar armas a Israel sin pasar por el Congreso
Ahora, la atención se está centrando en Estados Unidos, en el ingente envío a Israel de munición y de otros armamentos, que se han exportado sin el control legislativo pertinente. La Administración del presidente Joe Biden ha utilizado un mecanismo de emergencia que permite tal despacho de armas sin pasar por el Congreso y sin especificar cuál será su uso. Esta acción ya ha provocado un rechazo del opositor partido republicano, pero también ha causado divisiones en el seno del propio Gobierno estadounidense.
Es por ello que Estados Unidos se jugaba mucho con esta tregua fallida, pues la imagen interna y exterior de la Casa Blanca ha quedado en entredicho por su apoyo a un Gobierno, el israelí, que ha optado por la guerra como única forma para resolver la crisis y con el que Washington tiene cada vez más diferencias, no solo por la destrucción que está causando la ofensiva israelí, sino, sobre todo, por el futuro que Israel pretende dar a Palestina.
Un alto el fuego negociado desde hace casi un mes
Tanto EEUU como Catar desempeñaron ya un papel clave en la consecución de la anterior tregua de una semana el noviembre pasado. Ese alto el fuego permitió la liberación de un centenar de rehenes israelíes, de los cerca de 240 capturados en la matanza causada por Hamás en Israel el 7 de octubre. Además se pusieron en libertad numerosos prisioneros palestinos y se permitió el acceso de ayuda humanitaria a la Franja desde Egipto.
La tregua que se negociaba esta vez comenzó a tomar forma el 28 de diciembre, cuando los intermediarios cataríes trazaron el marco de los contactos y pidieron a las dos partes que enviaran sus propuestas. Inmediatamente, el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, comenzó una gira por los principales países árabes e Israel y se fraguó el contexto para lograr un entendimiento.
A principios de enero, Hamás ya había puesto sobre la mesa su principal demanda, es decir, que la tregua pudiera durar varios meses. Israel exigió la liberación de todos los rehenes. Finalmente, se estableció que el nuevo alto el fuego pudiera durar treinta días y que, a lo largo de este periodo, se liberaría a todos los rehenes que aún quedan en Gaza. Más tarde, Israel ofreció los dos meses de tregua de los que ahora de desdice.
Nada justifica el castigo a todo un pueblo
La tregua en ciernes contemplaba la entrada de más ayuda humanitaria a Gaza, obstaculizada o directamente bloqueada por Israel. Esta última era una de las demandas de Naciones Unidas, organización que ha visto morir a decenas de sus trabajadores bajo las bombas israelíes y muy crítica con el nivel de destrucción causado por la ofensiva israelí tras el asesinato de 1.200 ciudadanos en el ataque de Hamás del 7 de octubre.
El secretario general de la ONU, António Guterres, ha reclamado a Israel que deje pasar ayuda a toda la Franja de Gaza, para lo cual es necesario un alto el fuego en el norte y en el sur, ahora objetivo principal de los ataques israelíes. "Toda la población de Gaza está sufriendo una destrucción a una escala y velocidad sin parangón en la historia reciente", según Guterres.
Nada, ni siquiera la autodefensa y venganza enarboladas como banderas por Israel en este conflicto, "puede justificar este castigo colectivo del pueblo palestino", agregó Guterres ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, reunido este martes.
Además de los casi 26.000 muertos, de ellos 10.000 niños, el 90% de los 2,3 millones de habitantes de Gaza han sido obligados a dejar sus hogares, empujados por las bombas israelíes y el avance del ejército invasor. Algunos países, como Sudáfrica, que ha llevado el caso ante la Corte Internacional de Justicia, hablan directamente de genocidio israelí contra los palestinos.
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