La amenaza de incendios forestales más frecuentes y de mayor magnitud se cierne sobre nosotros a medida que el cambio climático continúa su avance.
Álvaro Bayón
Biólogo y divulgador científico
Los incendios forestales representan uno de los mayores dramas para los ecosistemas. Son fenómenos de corta duración y muy agresivos, que en general arrasan con todo lo que encuentran a su paso, devastando el paisaje, y cuyo impacto puede perdurar durante décadas.
Aunque algunos entornos están adaptados a este tipo de perturbaciones —los llamados ecosistemas pirófitos—, la mayoría de los incendios que suceden en estas áreas suelen ser de poca magnitud; los grandes incendios forestales que cada verano ocupan portadas en España suceden en ecosistemas que no están adaptados al fuego.
Incendio forestal — mack2happy / iStock
Los incendios y el cambio climático
Ciertamente, la mayor parte de los incendios en España están causados por la actividad humana, ya sea por causas accidentales, negligencia o acciones deliberadas, la mano humana es responsable del 80 % de los incendios forestales del país. Menos del 5 % tienen causa natural demostrada, y el 15 % restante agrupa incendios con causa desconocida.
Muchos fuegos se consumen o se extinguen por sí solos sin extenderse demasiado —son los conatos de incendio—, mientras que otros llegan a asolar regiones enteras. En verano de 2022, dos incendios consecutivos arrasaron más de 700 kilómetros cuadrados de entorno natural en la provincia de Zamora, en el que fue calificado como peor incendio forestal de la historia de España. Este año, en Canadá, 38 000 kilómetros cuadrados han sido pasto de las llamas, en la mayor consecución de incendios que recuerda el país, y cuyo humo ha llegado hasta nuestras costas.
El cambio climático tiene un efecto directo multifactorial sobre los incendios forestales: afecta a la duración, extensión, magnitud y agresividad, y también a la frecuencia y distribución temporal de los que tienen causas naturales.
El principal factor natural causante de incendios forestales es la tormenta. Un aumento en la frecuencia de las tormentas eléctricas, y de mayor virulencia aumenta las probabilidades de que se inicie un incendio forestal. Además, si el entorno está seco, consecuencia del aumento de las temperaturas y el cambio en los regímenes de lluvia, o por una sequía prolongada, que el incendio se inicie y se extienda también es mucho más fácil. En estas condiciones, los incendios tienden a avanzar más rápidamente, con mayor fuerza, y de forma mucho más descontrolada e imprevisible.
La composición de especies también tiene relevancia. Un incendio y su propagación se ve favorecido por la presencia de especies con una carga más alta de resina o de aceites inflamables en su composición, como coníferas o eucaliptos. La homogeneidad presente en los monocultivos forestales o en bosques con baja riqueza de especies —por ejemplo, por la presencia de especies invasoras— también son más proclives al fuego. En contraposición, los ecosistemas estructuralmente más complejos oponen más resistencia al fuego y dificultan su expansión.
Incendio forestal — PetePattavina / iStock
Más sequía, más aridez, más fuego
Las previsiones climáticas para España no son alentadoras. Los ecosistemas ibéricos están adaptados a determinados regímenes de lluvia y sequía que, actualmente, no se están cumpliendo. Las sequías son cada vez más largas e intensas, y las olas de calor, cada vez más frecuentes y de mayor magnitud.
España es considerada una de las regiones de Europa más vulnerables al cambio climático, debido a la heterogeneidad geográfica, su condición peninsular y la irregularidad espacial y temporal de sus recursos hídricos.
Estudios recientes, como el desarrollado por la investigadora Susana C. Pereira y colaboradores, publicado en la revista Climate, predicen una pérdida grave en la disponibilidad del agua a medio plazo, producto del incremento en las necesidades hídricas de la población y la reducción en las lluvias. Se estima que entre 2040 y 2070, la demanda de agua en la cuenca del Guadiana puede superar el 50 %, en el Júcar casi un 90 %, y en el Segura, un 230 % —esto es, por cada mil litros de agua disponible en la cuenca, se demandarán 2300 litros—.
Esta desertificación acelerada del territorio se asociará con incendios cada vez más frecuentes, más extensos y más devastadores, y con una pérdida de la capacidad regenerativa de los ecosistemas tras el fuego. Efectos indeseados que requieren de acciones globales, drásticas e inmediatas, para frenar el avance y, en la medida de lo posible, revertir los impactos del cambio climático antropogénico.
Referencias:
- Jones, M. W. et al. 2022. Global and Regional Trends and Drivers of Fire Under Climate Change. Reviews of Geophysics, 60(3), e2020RG000726. DOI: 10.1029/2020RG000726
- Lozano, F. J. et al. 2008. A multi-scale approach for modeling fire occurrence probability using satellite data and classification trees: A case study in a mountainous Mediterranean region. Remote Sensing of Environment, 112(3), 708-719. DOI: 10.1016/j.rse.2007.06.006
- MAPA. 2019. Los incendios forestales en España: Decenio 2006-2015 (NIPO: 003-19-031-5). Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.
- Pereira, S. C. et al. 2021. Temperature and Precipitation Extremes over the Iberian Peninsula under Climate Change Scenarios: A Review. Climate, 9(9), 139. DOI: 10.3390/cli9090139
- Turco, M. et al. 2023. Anthropogenic climate change impacts exacerbate summer forest fires in California. Proceedings of the National Academy of Sciences, 120(25), e2213815120. DOI: 10.1073/pnas.2213815120
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