Las empresas periodísticas están más interesadas hoy en tener más clics que en descubrir la verdad
¿Por qué hasta ahora los medios tradicionales ven con lupa todo lo que ocurre en el Gobierno?
Columnistas:
Deisy Villalba, Ían Schnaida
¿Por qué hasta ahora los medios tradicionales ven con lupa todo lo que ocurre en el Gobierno? Y no es un reclamo de que lo hagan, es una duda de por qué nunca había sido información relevante en sus agendas. Estábamos acostumbrados a que cualquier escándalo que saliera era rápidamente sepultado.
Encontramos que de 2018 a 2022, el gasto en publicidad oficial y divulgación institucional del Gobierno Duque fue de $46.164’867.909. Es decir, más de 31 millones y medio de pesos por día de mandato. Dinero que iba destinado a campañas, notas de prensa, vigilancia de medios y líderes de opinión y control de daño de reputación en redes sociales.
Por su parte, el equipo de comunicaciones del Gobierno Petro sostiene que este año no han gastado aún ni un peso en este rubro y que solo se realizó pauta a finales de 2022, sobre los diálogos vinculantes, porque la administración pasada dejó un recurso asignado, así que lo usaron.
En el escándalo actual, Semana ha sido el medio donde se ha cultivado el suceso. Han revelado chats sin respuesta que dejan abiertas mil dudas y en sus portadas le han dado protagonismo a frases del fiscal Barbosa donde asegura que «Petro se viste de dictador». Y claro, si el fiscal va de salida, está buscando posicionarse en la opinión pública.
Ya en RCN está diciendo que el presidente Petro, al tener varios casos en Fiscalía, no debería ser quien presente la terna para elegir fiscal general. Qué tan raro. Es lo que venimos diciendo desde hace varios gobiernos, pero solo hasta ahora les parece importante, quizá porque ven posible que pierdan el beneficio cómodo de un fiscal de bolsillo que ha hecho todo lo posible por taparle las garras a sujetos ampliamente cuestionados como el expresidente Uribe.
Asimismo, están hablando, llenos de amnesia, de que este es el peor escándalo de la historia de Colombia. La misma Marta Lucía Ramírez está alarmada; pero no lo estuvo cuando se conoció que ella y su esposo se apropiaron de una playa pública en San Andrés; tampoco se ha alterado al ser mencionada en la investigación contra exprimer ministro italiano por intento de venta de aeronaves a Colombia donde se prometía una contraprestación ilícita de 40 millones de euros.
Los medios de comunicación, ahora propiedad de grandes grupos económicos, viven una de sus mayores crisis y el recuerdo del papel de algunos periodistas en el marco del fenómeno paramilitar, como recordó Salvatore Mancuso, le ha recordado a los colombianos que en algunas salas de redacción se ha legitimado el discurso de los alzados en armas.
Las empresas periodísticas están más interesadas hoy en tener más clics que en descubrir la verdad, como lo sentenció Maria Jimena Duzán. En tanto, la periodista Olga Behar sostiene que el tema de la manipulación ya supera el simple concepto de las noticias falsas. «Estamos frente a máquinas de manipulación que están desestabilizando los niveles de información en el país».
El periodista Carlos Cortés afirma que «los medios masivos no saben cómo cubrir un Gobierno de izquierda», que como los medios se dedicaron inicialmente a decir que Colombia se volvería como Venezuela, ahora cubren en clave de reafirmar eso que ya habían vendido: «ahora sí nos estamos volviendo una dictadura».
Qué pasa cuando más allá de tener una agenda en clave del interés económico de los dueños de la empresa mediática, se está haciendo un cubrimiento en clave de un interés tan enorme y multimillonario que lacera el interés mayoritario de la sociedad, que ya desconfía hasta de sus propias palabras y por ello busca, constantemente, que le digan qué pensar, qué sentir y qué odiar.
El titular de esta columna en honor a Gabriel García Márquez.
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