Expreso de Oriente
El líder chino hizo referencia, de forma indeterminada, a los dos territorios de presión elegidos por la OTAN para debilitar a Rusia y a China: Ucrania y Taiwán.
Por Jorge Elbaum
El 16 de septiembre concluyó la XXII reunión del Consejo de Jefes de Estados de la Organización de Cooperación (OSC) en Uzbekistán, y cinco días después el Presidente Vladimir Putin decretó una movilización parcial de los reservistas de su país, situación que supone una escalada del conflicto iniciado por la OTAN en Ucrania en 2014. La proximidad de ambos eventos pone en evidencia la continuidad de transformaciones geopolíticas que diversifican los centros de poder global y que establecen un eje oriental que articula a Moscú con Beijing, enfrentado a la Organización del Atlántico Norte (OTAN).
La conferencia de la OSC concluyó con tres importantes novedades. La primera fue la incorporación plena de la República Islámica de Irán. La segunda consistió en la solicitud –por ahora informal– de Turquía de sumarse al organismo. Y la tercera el compromiso asumido por todos los integrantes por redefinir y ampliar los esquemas de cooperación en áreas de seguridad y defensa común. La cumbre se realizó en la ciudad de Samarcanda, localidad que formó parte 20 siglos atrás de la antigua Ruta de la Seda,que conectaba a China con el Mediterráneo. A diferencia de la articulación atlantista, que en su última Cumbre en Madrid decidió desafiar de forma directa a Moscú y a Beijing, la OSC volvió a afirmar su formato defensivo, sin nominar la existencia de enemigos explícitos.
La cumbre se constituyó en el primer viaje realizado por Xi Jinping por fuera de su país desde que la pandemia se inició en Wuhan a fines de 2019. También fue la primera reunión presencial entre los mandatarios de Rusia y China desde el inicio del conflicto bélico en Ucrania, en febrero de este año. El último cónclave entre ambos se había llevado a cabo en la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno, evento en el que anunciaron “la convergencia sin límites”, comprometiéndose a apoyarse de forma incondicional en los desafíos planteados por el atlantismo contra sus países. Desde que se inició la Operación Especial, planteada por Moscú, para darle apoyo a las milicias del Donbás, el comercio entre China y Rusia creció un 35%, y las comisiones de trabajo conjunto en áreas intergubernamentales se han multiplicado, sobre todo las vinculadas con la ciberseguridad y las tecnologías satelitales. El encuentro bilateral entre los mandatarios ruso y chino ha sido el número 38 desde que Xi asumió la jefatura del Estado hace nueve años.
La OCS es un organismo reconocido por las Naciones Unidas. Congrega a más de tercio de la población mundial, contiene un 67% del territorio euroasiático y una cuarta parte de la extensión territorial del mundo. Reúne a la mitad de las potencias nucleares del mundo (Rusia, China, India y Paquistán) y sus integrantes sustentan una cuarta parte del PIB mundial. La organización cuenta desde 2004 con una oficina de despliegue rápido antiterrorista, el RATS, con sede en Uzbekistán, y desde 2006 articula iniciativas conjuntas de lucha antiterrorista. La incorporación de la República Islámica de Irán –convulsionada durante los últimos días por manifestaciones contra las autoridades teocráticas— permitirá su membresía completa a partir de abril de 2023. De esta manera, una gran cantidad de los países sancionados de forma unilateral por Washington han logrado asociarse para limitar la capacidad de daño del atlantismo, superando el aislamiento comercial y económico plantado por Occidente.
El encuentro de Uzbekistán fue prologado por dos iniciativas que enmarcan la convergencia: del 1 al 7 de septiembre se realizaron los ejercicios militares “Vostok 2022” —en el Extremo Oriente ruso— en el que participación 50.000 efectivos de los 14 Estados que se sumaron a las maniobras. El segundo evento, realizado también en Vladivostok, fue el 7º Foro Económico Oriental, efectuado entre el 5 al 8 de septiembre bajo el lema “Puerta de entrada a un mundo multipolar”, del que participaron 60 países, incluyendo delegaciones de América Latina y África.
El cónclave fue presidido por el primer mandatario uzbeco Shavkat Mirziyoyev, titular pro tempore de la organización que coordinó los debates en los que participaron tanto el mandatario ruso como Xi Jinping, y Narendra Modi por la India. También fueron de la partida el Primer Ministro de Pakistán, Shehbaz Sharif y los Jefes de Estado de Kazajistán, Kassym-Jomart Tokayev, Kirguistán, Sadyr Zhaparov, y de Tayikistán, Emomalí Rahmón. Como representantes de Estados observadores se sumaron los mandatarios de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, de Irán, Ebrahim Raisi, y de Mongolia, Ukhnaagiin Khürelsükh. Recep Erdogan, de Turquía, se sumó a las deliberaciones como invitado especial.
Entre la OTAN y la OSC
Volodymyr Zelensky, presidente ucraniano.
La Organización de Cooperación de Shanghái es un bloque político, económico y de seguridad fundado en 2001, conformado un decenio después de la disolución del Pacto de Varsovia. Su constitución tuvo como motivación fundamental el de limitar el hegemonismo unilateral de Estados Unidos, priorizando acuerdos de cooperación respetuosos de las características internas de cada uno de sus miembros. Desde su creación, la OSC expandió su membresía a nueve Estados: a los seis que la conformaban en 2017 se le sumaron la India y Pakistán en 2017.
En la finalización de la Cumbre de Samarcanda se informó la incorporación de la República Islámica de Irán. Los orígenes del colectivo de Shanghái se remontan al tratado de cooperación Cuatro más uno (4+1) firmado por Rusia, Kazajstán, Kirguizistán, Tayikistán y China a finales de la década de 1980, cuando estas repúblicas –cuatro de ellas integradas entonces en la Unión Soviética– acordaron disminuir tensiones fronterizas y militares en la zona. El tratado del 4+1 permitió darle continuidad a los acuerdos chino-soviético de 1991, que lograros superar casi en su totalidad los problemas fronterizos que existían entre Moscú y Beijing.
La solicitud de ingreso a la OSC enunciada por el mandatario turco en Uzbekistán produjo un tembladeral dentro de la Unión Europea y en la Comandancia de la OTAN liderada por el noruego Jens Stoltenberg. Ankara forma parte de la Organización Atlántica pero mantiene situaciones de conflicto con Grecia, a la vez que puja por ser aceptada en la UE desde hace una década. En 2013 Erdogan había sugerido la posibilidad de sumarse a la OSC como alternativa a la posposición de Bruselas por aceptar a Turquía como integrante. El canciller alemán Olaf Scholz –uno de los más disciplinados voceros de Washington– fue el encargado de responderle en nombre de la UE: “Esa no es una organización que esté haciendo una contribución importante a una buena coexistencia global”, afirmó el premier alemán el último martes en la Asamblea General de la ONU, en Nueva York, después de reunirse con Erdogan.
En el cierre de Samarcanda, el presidente chino Xi Jinping señaló que “el mundo está experimentando cambios acelerados no vistos en una centuria, y ha entrado en un nuevo período de incertidumbres y transformaciones. La sociedad humana se encuentra en una encrucijada y afronta desafíos sin precedentes. Bajo las nuevas circunstancias, la OCS (…) debe encarar con valentía las vicisitudes internacionales, captar la tendencia de los tiempos, reforzar la solidaridad y la cooperación y promover la construcción de una comunidad de futuro compartido”. En relación al conflicto en Ucrania, el ministerio chino de relaciones exteriores Wang Yi insistió en la Cumbre con la necesidad de respetar la integridad territorial y la soberanía (…) tomando en cuenta las legítimas preocupaciones de seguridad de todos los países”. El líder chino hizo referencia, de forma indeterminada, a los dos territorios de presión elegidos por la OTAN para debilitar a Rusia y a China: Ucrania y Taiwán.
Luego de finalizado el encuentro, Vladimir Putin anunció el incremento de las tropas rusas en Ucrania y acusó a la OTAN de utilizar a los ucranianos como “meros peones de la maquinaria militar de Occidente”. Además avaló los referéndums de las cuatro regiones de Ucrania en Donetsk y Luhansk, Jersón y Zaporiyia, y advirtió sobre la posible utilización de armas más potentes en el conflicto. Lo que inicialmente fue una Operación Especial ahora se transformará en una guerra. Y lo que fue un apoyo militar táctico a las milicias del Donbás se convertirá en un conflicto bélico abierto sin limitaciones. La OTAN, tal cual fue anunciado seis meses atrás, logró su ansiado cometido: extender la guerra hasta el último combatiente ucraniano.
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