Entre los retos del gobierno Petro se encuentra establecer una nueva relación con Venezuela.
Escrito por Farid Camilo Rondón Raigoza
Presidente Nicolás Maduro recibió credenciales del embajador colombiano, Armando Benedetti. Foto: Prensa Presidencial, https://albaciudad.org/
Dependiendo de la forma y el contenido puede consolidar un vínculo bilateral diferente. El riesgo al que se enfrenta es verse atravesado por las dinámicas pendulares con amplia tensión que han sido tendencia en el siglo XXI.
Las relaciones entre Colombia y Venezuela tienen un comportamiento pendular. Se caracterizan por presentar periodos de cooperación, acompañados de momentos de tensión y tiempos de indiferencia.
Por parte de la administración de Colombia, la definición política de Venezuela ha variado a lo largo de la historia. La excepción se presenta en el siglo XXI, en el que la República Bolivariana ha cobrado especial relevancia para el país, derivada de los constantes momentos de tensión entre los gobiernos. Por esto, se da una tendencia en la que los encuentros entre los niveles ejecutivos se vuelven la constante en este periodo, debido a diferencias ideológicas.
El texto parte de la idea que se puede presentar una nueva propuesta de relación bilateral. No obstante, esto depende del proceder del nuevo Presidente, dado que, según muestra la tendencia, parece que tomará cuerpo un nuevo vínculo. La pregunta resultante es si se dará dentro o fuera del péndulo. Así, el artículo pretende abordar las posibilidades de una nueva propuesta desde la política exterior y la realidad de su concreción.
El péndulo de la relación bilateral
La tendencia de la relación entre Colombia y Venezuela se modifica de manera sustancial en el siglo XXI, periodo en el que se produce un intenso movimiento pendular que pasa de momentos de cooperación a circunstancias de tensión. Ninguno de los gobiernos de los dos países estuvo exento de dicha aproximación. De Colombia, Pastrana, Uribe y Santos; y de Venezuela, Chávez y Maduro; estuvieron enmarcados en contextos complejos de relaciones en deterioro.
En el mandato de Duque-Maduro se produce una circunstancia especial (que presenta raíces desde el gobierno de Santos) cuando se suspenden por primera vez los servicios consulares; lo cual se condensa con los cierres anteriores de las embajadas y de las fronteras. Este es un escenario que no se había presentado, en el que se desmantelaron los mecanismos estatales y se dejó un vacío institucional aprovechado por la criminalidad. Lo anterior en un contexto en el que los venezolanos experimentan su mayor proceso migratorio y se hace patente la necesidad de respuestas conjuntas.
Al respecto, la resolución de la problemática venezolana se ha convertido en un tema internacional. Así, Colombia se ha visto entrecruzada por estas dinámicas geopolíticas, llevando a un vínculo especial con los Estados Unidos por las vicisitudes que presenta la República Bolivariana. No obstante, esto también ha posicionado al país en un campo de disputa en el que participan actores como China y Rusia; por lo que este péndulo bilateral se ve permeado por las perspectivas globales.
Otra de las tendencias que resaltan en medio de ese péndulo es que los vínculos se van a decantar dependiendo de las relaciones entre los gobiernos. La histórica institucionalidad estatal para solucionar las vicisitudes entre ambos países no logrará articularse para responder a su contexto, desarticulándose de manera paulatina. Esto se produce en un escenario en el que la mutua dependencia de los llamados países hermanos es cada vez mayor.
La principal diferencia que se dio en este periodo se encuentra en el ámbito ideológico. Venezuela y Colombia tendrían posiciones encontradas en asuntos de seguridad, economía, sociedad, entre otros; a partir de sus concepciones tangencialmente opuestas, llevando a interferencias mutuas en sus políticas domésticas. La agenda en seguridad ha sido especialmente problemática, dado que en el siglo XXI tenderá a volverse la prioritaria entre las administraciones. Se señala que, a pesar de que la llegada de Gustavo Petro representa una propuesta que en el espectro político se puede ubicar cerca del gobierno de Maduro, la realidad es que hay asuntos estratégicos que conllevan tensiones.
El reconocimiento del gobierno de Maduro
Iván Duque tuvo un comportamiento centrado en el desconocimiento del gobierno de Maduro, a favor del presidente interino Juan Guaidó. Esta –en un principio– fue una posición ampliamente aceptada por la comunidad internacional occidental. No obstante, la estrategia con el tiempo se debilitaría ante la falta de organización de la oposición venezolana (especialmente electoral) y que no se rompiera el respaldo institucionalidad a Maduro.
Con la llegada de Gustavo Petro lo primero que se da es el restablecimiento de las relaciones con el gobierno de Maduro, reconociéndolo tácitamente. Esta es una posición que se adopta de manera pragmática y que parte del principio de no injerencia en asuntos de otras naciones; por lo que no pone en la discusión la democracia venezolana. Esto permite romper de forma parcial el péndulo, en la medida que en el siglo XXI la injerencia mutua ha sido la regla.
Asimismo, dentro de los asuntos iniciales está nombrar un embajador. En el caso de Caracas, Félix Plasencia, mientras que por Bogotá Armando Benedetti asume el cargo. Ambos nombramientos tienen la característica de ser ocupados por personas cercanas a los mandatarios, por lo que es de esperar que los vínculos se encuentren atravesados de manera directa por las decisiones de sus gobernantes. Cabe resaltar que en el pasado el cargo embajador en Venezuela era de los más importantes en el cuerpo diplomático, solo detrás de Estados Unidos, Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos.
Estos primeros esfuerzos parecen destinar nuevamente una relación entre gobiernos más que de Estados. No obstante, se han gestado también espacios progresivos de mayor institucionalidad como las comisiones para el restablecimiento bilateral en diferentes áreas. Este es un escenario en el que se puede construir nuevamente la institucionalidad y salirse del péndulo, partiendo para ello de la necesidad de unas relaciones que van más allá del partido de gobierno.
Asimismo, se encuentran coincidencias parciales en una agenda geopolítica multipolar de Maduro y Petro. Ambos plantean diferentes centros de poder en la configuración internacional. Empero, este último hace especial mención a Estados Unidos de forma central, al tener Colombia una agenda atravesada de diferentes formas por este país. Esta dinámica apoya la salida de un péndulo interno en la medida que el vínculo con el Norte no es el único importante en las relaciones exteriores y se sale de una relación triangular.
Una política exterior en construcción con Venezuela
Gustavo Petro en política exterior ha fijado dos grandes ejes de especial relevancia: Por un lado, el debate del cambio climático; por el otro, la paz. En ambos el gobierno colombiano es consciente de la importancia de Venezuela; sin embargo, la política en relación con el vecino aún se encuentra en construcción y se plantea de forma pausada a medida que se consolidan los vínculos. Igualmente, hay asuntos en una agenda variada que se interconectan con los focos generales, tales como el tema de drogas, la seguridad humana, los derechos humanos, entre otros.
Desde una perspectiva comparada entre el establecimiento de las relaciones Santos-Chávez y Petro-Maduro, puede encontrarse una brecha importante. Santos le confería a Venezuela un rol de importancia al interior de su política exterior basada en la paz. Establece como prioridad este vínculo en los primeros días de su mandato, comprometiendo comisiones y llevando a Chávez a la denominación de “nuevo mejor amigo”.
Petro, por su parte, en su primer mes de mandato despliega una perspectiva más pausada y prudente, así resaltado por el tiempo conferido para la posible reunión entre mandatarios, por realizarse en el tercer mes después de la posesión. Un proceder que responde, a pesar de las distancias institucionales, a la complejidad que hoy registra el vínculo social entre Bogotá y Caracas, el cual pasa por puntos álgidos como migración, grupos armados ilegales, seguridad energética, construcción de paz, apertura fronteriza, balanza comercial, contrabando, asuntos geopolíticos, entre otros.
Uno de los esfuerzos fundamentales en medio de esa política exterior es la condensación con Venezuela de los asuntos bilaterales, tomando acciones a partir de su importancia en la agenda. No obstante, hay puntos de discusión que pueden generar tensiones entre ambas administraciones, de los cuales el gobierno colombiano es consciente, por lo que la prudencia ha predominado en este vínculo. Un ejemplo de ello es que temas como paz y conflicto armado interno están en un segundo plano de las prioridades bilaterales, al causar discusiones entre ambos países, por lo que optó por favorecer aspectos económicos en los que hay intereses mutuos.
Se debe señalar que, a pesar de que ambos mandatarios se encuentran en un espectro de izquierda, sus apuestas políticas pueden entrar en choque. Un ejemplo se presentó cuando Diosdado Cabello solicita a Colombia extraditar a líderes de oposición, lo cual fue respondido por Petro con un no rotundo. Asimismo, aspectos como la migración, la seguridad y la transformación energética van a generar tensiones por sus caminos disimiles. De este modo, procede garantizar una estructura institucional solida que permita generar respuestas articuladas y rápidas para contener cualquier tipo de desencuentro entre gobiernos, evitando un péndulo intenso basado en las tensiones coyunturales.
Con ese reto ante sí, Bogotá apunta a una nueva forma de comprender la relación bilateral, la cual debe resolver paulatinamente los asuntos en los que la institucionalidad ha dejado espacios vacíos. Esta es una tarea compleja y requiere la participación de diversos sectores sociales a ambos lados de la frontera.
Los temas y las prioridades
El Estado y los gobiernos, al dejar de lado los vínculos bilaterales con Venezuela, tienen una deuda por atender, la cual se encuentra en manos de la actual administración. No obstante, hay una priorización de temáticas a resolver que debe ser vista en medio del componente general.
En ese orden, la primera preocupación a la que el gobierno de Gustavo Petro ha dado prioridad es la reapertura de la frontera. Esto tiene dos componentes principales: uno, la búsqueda de la reactivación económica entre ambos países, al ver la oportunidad que existe en sus mercados. Esto se acompaña de un intento de desarrollo de infraestructura conjunta. Dos, el facilitar una presencia estatal articulada que responda a las necesidades de las poblaciones fronterizas, las cuales presentan condiciones de vulnerabilidad.
La segunda preocupación se orienta hacia la energía, al tener Petro dentro de su agenda política la transformación de la matriz energética. Venezuela, como un país con un importante potencial en la materia, tendrá un rol fundamental, el cual ya ha sido señalado por la ministra de minas y el embajador en Caracas. Por lo tanto, si bien en este tema no se han dado luces suficientes, puede dilucidarse que la relación de ambos países se encuentra atravesada por esta temática y que va a ser prioritaria para la actual administración.
La tercera preocupación está en la seguridad alimentaria de Colombia. El punto álgido de la discusión es la empresa Monómeros, la cual, siendo de propiedad venezolana y ubicada en Barranquilla, produce aproximadamente el 37 por ciento de los fertilizantes utilizados en el campo colombiano. Por el reconocimiento dado por el gobierno Duque a Juan Guaidó, la empresa por varios años quedó en manos de la oposición venezolana, circunstancia que se revierte y su control pasa a manos de la junta nombrada por el gobierno de Nicolás Maduro.
Los medios han informado el interés de Petro por explorar mecanismos para una compra de parte de la empresa, en la búsqueda por la consolidación de insumos para la producción de alimentos en el país. Esta propuesta puede hacer parte de su apoyo al agro colombiano; no obstante, los instrumentos de adquisición y las negociaciones todavía son difusas.
La cuarta se encuentra en el movimiento migratorio de venezolanos, para dignificar en disposiciones para su estadía y retorno. Este es un asunto especial del gobierno Petro; no obstante, aún no se dan más que líneas generales respecto a los intereses que tiene la administración. Asimismo, este es un tema espinoso para la administración Maduro, pues su tratamento cruza por el reconocimiento de estos desplazamientos masivos.
A los anteriores puntos de la agenda se agregan otros dos, los cuales van a ser abordados en la relación bilateral, pero han ocupado un segundo lugar. Por un lado, la paz de Colombia está atravesada por Miraflores. La reactivación de los diálogos con el Eln en Cuba y los discursos por parte del oficialismo bolivariano muestran que este no será un tema que pueda ser pasado por alto por la administración colombiana en su relación con Venezuela.
Por el otro, a partir de lo que se ha visto por parte del gobierno Petro en relación con Nicaragua, Colombia puede establecerse como un facilitador en la negociación entre el oficialismo y la oposición venezolana. La solución de la crisis del país vecino debe convertirse en una bandera de la política exterior colombiana, por lo que se sugiere como prioritario en la agenda del nuevo mandatario, quien ya se trazó un horizonte de acciones humanitarias.
En términos de la agenda los asuntos son múltiples; sin embargo, se resalta como el último de importancia la lucha contra los grupos armados ilegales y el crimen trasnacional. A lo largo del siglo XXI este ha sido de los temas más espinosos en la relación bilateral, facilitando el movimiento pendular en momentos coyunturales de una tensión intensa. Este aspecto debe ser abordado con tacto por Bogotá, sin embargo, todavía no se encuentra una agenda concisa que involucre a la República Bolivariana.
Así, el hecho de privilegiar temáticas sociales y económicas, como resalta ahora, permite que se establezcan unas nuevas relaciones bilaterales, las cuales van más allá de la importancia de la seguridad. En un primer momento este comportamiento consolida la salida de las tensiones y otorga una menor intensidad al vínculo; no obstante, el abordaje de los puntos incomodos es fundamental para conferir solidez en la materia.
Más allá del péndulo
Las relaciones entre Colombia y Venezuela se caracterizan por ser pendulares; sin embargo, en el siglo XXI adquirieron una intensidad y tensión que llevaron a desarticular la institucionalidad existente. El gobierno Petro tiene la posibilidad de articular una respuesta que vaya más allá de los parámetros establecidos en las últimas administraciones y para ello es necesario buscar vínculos estatales más que personales, construir una agenda variada que no se encuentre basada en la seguridad, pero que la tenga en cuenta; que se establezca como puente en la salida de la crisis y despliegue lazos poco dependientes de los aspectos ideológicos con el vecino.
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Miembro del Grupo de Investigación en Seguridad y Defensa, politólogo, profesor universitario y estudiante de la maestría en Estudios Políticos de la Universidad Nacional
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