Hoy un género de equilibrio del poder, a juicio de Kissinger, consiste en la aceptación de la legitimidad de algunas veces valores antagónicos
Biden... busca el triunfo no negociable del bien, que encarnaría la cada vez más frágil democracia de EU
Kissinger alerta que EU se encuentra al borde de una guerra contra Rusia y China
El presente periodo comporta una gran perturbación en definir una dirección
Alfredo Jalife-Rahme
Henry Kissinger, ex secretario de Estado de EU
Kissinger, hipercactivo a sus 99 años, sentenció dos ominosas frases en su entrevista con el WSJ (https://on.wsj.com/3PnyUzH), para analizar su más reciente libro Liderazgo: seis estudios en estrategia mundial (https://amzn.to/3QMSmXv), donde resalta, con justa razón, al general De Gaulle por encima de los demás.
Su primera frase es pavorosa: EU se encuentra al borde de una guerra con Rusia y China en temas que creamos parcialmente (sic), sin ningún concepto (sic) de cómo acabará y adónde supuestamente nos llevará. Con eso de que el presidente Biden saluda fantasmas, pues será mucho más difícil conocer la orientación y/o dirección de EU, al menos que la muy inepta, en geoestrategia, triada jázara (https://amzn.to/2MR0PfM) de Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional, Antony Blinken, malhadado secretario de Estado, y la pugnaz Vicky Nuland –con su grupo congénito neoconservador straussiano de la familia Kagan (https://bit.ly/3R5Oph1)– estén blufeando al borde del precipicio nuclear.
La segunda frase didáctica de Kissinger –ex secretario de Estado y asesor de Seguridad Nacional de Nixon y Gerald Ford–, acerca de si ¿puede EU manejar a dos adversarios triangulando entre ellos, como sucedió en los años de Nixon?, a lo cual respondió en forma realista: No se puede decir ahora que vamos a separarlos y voltearlos uno contra el otro. Todo lo que se puede hacer es no acelerar las tensiones y crear opciones (¡megasic!), y para ello se necesita tener algún propósito –se deduce en el significado de orientación y/o dirección.
Kissinger reafirma su creencia de la década de 1950, cuando solía disertar sobre estrategia nuclear y valoraba la diplomacia como acto de equilibrio entre las superpotencias, ensombrecida por el potencial de una catástrofe nuclear, cuando el potencial apocalíptico de las modernas armas tecnológicas obliga a sostener un equilibrio de poderes hostiles, aunque sea difícil, como imperativo primordial en las relaciones internacionales –que es la repetición de su postura que abordó en un libro conjunto con el mandamás de Google, Eric Schmidt: La era de la inteligencia artificial y nuestro futuro humano (https://amzn.to/3ArwADy).
Hoy un género de equilibrio del poder, a juicio de Kissinger, consiste en la aceptación de la legitimidad de algunas veces valores antagónicos. El concepto del equilibrio absoluto (sic) de las tres superpotencias, según Kissinger (https://bit.ly/3zYsIIM), debe comportar otro nivel: el equilibrio de conducta –¡quizá el más difícil con tanto sicópata que ha accedido al poder en el mundo!– que significa que existen limitaciones al ejercicio de las propias capacidades y poder, en relación con lo que es necesario para el equilibrio integral.
Ya encarrerado, matiza los dos niveles de su equilibrio que, siendo esencial, no constituye un valor en sí mismo, ya que existen situaciones donde la coexistencia es moralmente imposible. Eso ha sido un obstáculo notable cuando Biden tildó a su par ruso de asesino pretendiendo no haberse mordido la lengua.
Juzga que el presente periodo comporta una gran perturbación en definir una dirección (¡megasic!), ya que es muy reactivo a la emoción del momento –magnificada por la instantaneidad de las redes sociales controladas por La invisible cárcel cibernética del GAFAT (https://bit.ly/3C8X1yY) y por el DIB (Defense Innovation Board: Consejo de Innovación de Defensa (https://bit.ly/2YqV369 y https://bit.ly/3doPa1e).
A mi juicio, el grave problema epistemológico radica en que el precepto kissingeriano del equilibrio colisiona con la cosmogonía maniquea, que no dialéctica, del presidente Biden, que busca el triunfo no negociable del bien, que encarnaría la cada vez más frágil democracia de EU –que hoy tiende al totalitarismo multimediático y judicial– sobre el supuesto mal, enarbolado por Rusia, China, Irán, Norcorea, Cuba, Nicaragua, Venezuela y, en un descuido, hasta el México soberanista/nacionalista que tanto le incomoda.
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