Las bombas nucleares pueden causar tormentas geomagnéticas
Pablo Javier Piacente
Cuando una bomba nuclear estalla a una determinada altura genera un proceso llamado pulso electromagnético (EMP), derivando en potentes emanaciones de radiación que sobrecargan a la atmósfera y luego llegan a la Tierra. Esto produce tormentas geomagnéticas que ponen en jaque a los sistemas de energía y comunicaciones.
Una explosión nuclear a gran altitud puede sacudir el campo magnético de la Tierra, según una nueva investigación liderada por el Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS). Provocaría tormentas geomagnéticas especialmente agitadas y de súbita aparición: el fenómeno ya ocurrió en la década de 1960, en el marco de pruebas nucleares en la atmósfera realizadas precisamente por Estados Unidos.
Según han podido verificar los investigadores luego de analizar distintos casos, las bombas nucleares activan un fenómeno denominado pulso electromagnético (EMP), un feroz estallido de radiación que puede ionizar la atmósfera y salpicar el suelo con partículas secundarias similares a los rayos cósmicos.
Sobre la década de 1960, las potencias del momento iniciaron una serie de distintas pruebas nucleares. Por ejemplo, el 9 de julio de 1962 el ejército estadounidense hizo explotar una ojiva termonuclear sobre el Océano Pacífico, generando un fenómeno que sacudió a toda esa región del globo.
Miles de testigos informaron de auroras en el cielo: no eran eventos naturales, sino verdaderas «auroras nucleares» producidas por el impacto de la explosión. Las radios enloquecieron, las luminarias urbanas se apagaron y las alarmas se activaron. En definitiva, todo artefacto eléctrico sintió el poder del pulso electromagnético.
Electricidad en las rocas
De acuerdo a una nota de prensa, los especialistas estadounidenses han identificado que el pulso electromagnético generado luego del estallido de las bombas nucleares en la atmósfera ioniza en principio la capa de aire ubicada por debajo de la bomba. Dicha capa presiona y bloquea las líneas del campo magnético de la Tierra.
Posteriormente, la ionización va disminuyendo y el campo magnético vuelve a actuar: el resultado de esas variaciones son intensas tormentas geomagnéticas, entrecortadas y de poderoso impacto. Su influencia es tan fuerte que las rocas comienzan a «cosquillear» debido a la electricidad.
Las corrientes producidas impactan en las redes eléctricas conectadas a tierra, generando daños en los transformadores y en las fuentes de alimentación. Sin embargo, las consecuencias son diferentes en cada región, ya que las propiedades eléctricas de la Tierra no son las mismas en todas partes.
Impactos diferentes en cada región
En el estudio publicado en la revista Earth and Space Science, los expertos indicaron que en simulaciones realizadas como parte de la investigación pudieron verificar estas variaciones, derivadas de las condiciones geológicas y eléctricas de cada zona.
Luego de una explosión simulada con influencia en un área de 300 kilómetros, en algunos sectores las líneas eléctricas alcanzaron un voltaje excesivo de casi 2.000 voltios, en tanto que en otros puntos no se registró prácticamente ningún impacto.
La realización de nuevos estudios en la corteza terrestre, para determinar las propiedades eléctricas tridimensionales de nuestro planeta, han revelado precisamente que se registran importantes variaciones de conductividad eléctrica de una región a otra, en función de las características de las rocas subterráneas.
Sin embargo, no queda claro aún el potencial real del impacto generado por un pulso electromagnético nuclear. Para algunos científicos, la influencia podría ser mucho más devastadora, siempre dependiendo de la magnitud de la explosión: estaría en peligro todo el sistema que sustenta a la sociedad global en la que vivimos.
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Referencia
Down to Earth with nuclear electromagnetic pulse: Realistic surface impedance affects mapping of the E3 geoelectric hazard. Love, J. J., Lucas, G. M., Murphy, B. S., Bedrosian, P. A., Rigler, E. J. and Kelbert, A. Earth and Space Science (2021).DOI: https://doi.org/10.1029/2021EA001792
Foto: «Auroras nucleares» vistas desde Honolulu (izquierda) y desde un avión de vigilancia (derecha) el 9 de julio de 1962, luego de la explosión de una ojiva termonuclear sobre el Océano Pacífico, efectuada en el marco de pruebas nucleares realizadas por el ejército de Estados Unidos. Crédito: 78An0n en Twitter.
Pablo Javier Piacente
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Pablo Javier Piacente es periodista especializado en comunicación científica y tecnológica.
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