¿Y qué decir de un Occidente que apoyó el apartheid en Sudáfrica, para luego idolatrar a Mandela y luego apoyar otro apartheid en Israel?
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Hugo Dionísio
strategic-culture.su /8 de mayo de 2025
No es solo ingratitud… ¡Ojalá lo fuera! Las verdaderas causas del desprecio, la incomprensión, el rechazo y la repugnancia que muestran las élites políticas de EE. UU. y la UE hacia las conmemoraciones del Día de la Victoria —el día en que la URSS puso fin a uno de los regímenes más atroces surgidos de las profundidades de la historia humana, sin duda un testimonio del auge de la brutalidad occidental, alimentada por las raíces socioeconómicas del capitalismo y el imperialismo— son mucho más profundas.
Por lo tanto, el Día de la Victoria también debería llamarse el «Día de la Vergüenza», el día en que un estado antiimperialista y anticolonialista, atacado desde sus cimientos con el arma más agresiva que el capitalismo occidental pudo fabricar —el terror nazi-fascista—, perdió a 27 millones de sus mejores hijos e hijas para salvarnos a todos de un problema al que no contribuyó en lo más mínimo. La vergüenza occidental no termina con los crímenes que cometió contra la humanidad; Rusia obliga a Occidente a vivir y revivir, año tras año, el reconocimiento de que también él fue salvado —de sí mismo— por la víctima de su agresión.
En la primavera de 1944, el Ejército Rojo comenzó a liberar Europa de los nazis. La misión duró un año. https://rodina-history.ru/2025/04/29/vse-svobodny.html
Esta dualidad explica gran parte del resentimiento públicamente manifestado, la vergüenza oculta de algunos y la angustia de otros con respecto a la historia de la Segunda Guerra Mundial. ¿Cómo es posible que el régimen más odiado, demonizado y vilipendiado por la forma más avanzada del capitalismo —el capitalismo occidental (lo cual es comprensible)— fuera también el que más contribuyó a la lucha contra una fuerza opresora generada dentro de los mismos regímenes occidentales que se presentaban como «moderados, democráticos y civilizados»?
Sigue siendo una ironía histórica que la humanidad se sintiera tan amenazada por uno de los productos más emblemáticos del fanatismo occidental y, al mismo tiempo, fuera salvada por un régimen que, según Occidente, buscaba destruirla. Es la historia del criminal diabólico que, al final, se convirtió en el salvador más desinteresado y altruista. Es la personificación perfecta del dicho: «La verdad es como el aceite; siempre sube a la superficie». ¿Cómo pudo el mayor criminal de todos, el más vilipendiado de los regímenes, ser capaz de un altruismo tan inmenso, no solo expulsando al agresor de su hogar, sino llegando hasta el límite de sus fuerzas para derrotarlo definitivamente? ¿Y cómo pudo el régimen más bondadoso y humano producir, apoyar y nutrir a un ser tan atroz, demostrando no solo ser incapaz de destruirlo solo, sino también tener que presenciar su destrucción a manos de quienes, según él, no podían hacer ningún bien?
¿Cómo puede la Alemania moderna, gobernada por los descendientes de quienes formaron las garras del monstruo nazi, coexistir con los traumas que nos vemos obligados a afrontar ante las imágenes espantosas de restos humanos amontonados, disecados y despojados de toda dignidad? Imágenes que ahora llegan a nuestros televisores, transmitidas desde Gaza, y que Occidente —todo Occidente— esconde bajo la alfombra para ocultar sus innumerables crímenes históricos.
¿Cómo quienes apoyan la segunda iteración del Tercer Reich, revivido a partir de los restos históricos de la 14 División de Galicia y preservado en algunas de las metrópolis más privilegiadas y “civilizadas” de la gran civilización liberal, amarían borrar de la historia los vívidos retratos que no deberían evocar nada más que inmensa vergüenza y remordimiento, tal como lo hacen con los muertos de Irak, Afganistán, Libia, Siria, o la reproducción en vivo y en color del terror nazi en el siglo XXI, esta vez perpetrado por aquellos que se sabe que son las víctimas del primero?
La gente deposita coronas de flores sobre los restos de los torturados en el campo de exterminio de Majdanek, año 1945. Temin Viktor Antonovich. https://russiainphoto.ru/exhibitions/1042/#5
Acostumbrada a elegir a sus héroes y ocultar a sus demonios —cuando no bajo la luz recuperadora que ofrece el infame revisionismo histórico—, Europa Occidental, vientre fértil del fascismo en la primera mitad del siglo XX, creada y nutrida bajo los auspicios de la más prominente élite anglosajona y alimentada por la más orgullosa progenie estadounidense, se ve obligada a coexistir con quienes no la dejan ocultar sus crímenes, su inmensa culpa.
Después de todo, considerando solo el peso demográfico de las muertes soviéticas en la Segunda Guerra Mundial, se estima que el país perdió alrededor de 26,6 a 27 millones de personas durante la guerra, lo que representa aproximadamente el 13,7% de su población en 1940. Estas pérdidas incluyeron tanto militares como civiles, con alrededor de 8,7 millones de soldados muertos en combate, mientras que el resto se debieron a masacres, hambruna, enfermedades, trabajos forzados y otras consecuencias directas del conflicto, en su mayoría civiles inocentes, como los que mueren hoy en Gaza a manos de aquellos defendidos vehementemente por los nietos de quienes practicaron tan vil terror contra la URSS.
Sobre los cadáveres de familiares. Frente Occidental. Septiembre-noviembre de 1941. Troshkin Pavel Artemyevich. https://russiainphoto.ru/exhibitions/1042/#9
Quizás este sea el camino. Con el 13,7% de la población perdida, no debería ser difícil imaginar que no hubo un solo ciudadano soviético, ni un solo ex ciudadano soviético, y ciertamente ningún ruso o bielorruso, que no llevara en su estructura mental, familiar, social y física el peso del drama que concluyó el 9 de mayo de 1945. Ninguno. Y si a alguien le cuesta visualizar tal destrucción y masacre, no necesita mirar muy lejos en el tiempo. Una vez más, cualquiera de nosotros hoy tiene el oscuro privilegio de presenciar, en vivo y en color, en una pequeña muestra territorial, lo que el terror nazi debió infligir a la entonces URSS. Con casi 100.000 muertos y otros tantos desaparecidos, entre el 10% y el 15% de la población de Gaza ya ha sido diezmada por el ejército sionista. ¿Puede alguien pedirle a un ciudadano de Gaza que no sienta una tragedia tan grande? Para quienes luchan por comprender el costo del terror nazi a los pueblos ruso y soviético, ¡enciendan la televisión!
Cadáveres de prisioneros de guerra soviéticos. Lugar y fecha desconocidos. https://encyclopedia.ushmm.org/content/ru/gallery/mosaic-of-victims-an-overview-photographs
El problema es que el terror nazi, hijo predilecto del fascismo y hermano del sionismo —como han demostrado profundamente Cynthia Chung y Matthew Ehret en sus obras— es sólo un capítulo, el más horrendo, del sufrimiento con que el bloque imperialista occidental quiso castigar a un pueblo que se atrevió a producir algo tan grandioso como la Revolución Rusa y no conformarse con ello sino llevar adelante las transformaciones sociales más profundas que el mundo había visto en tan poco tiempo.
Por atreverse a desafiar al imperialismo occidental que amordazaba y encadenaba a la Rusia prerrevolucionaria, los pueblos ruso y soviético se vieron obligados a soportar sucesivas invasiones de su territorio por parte de 14 potencias imperialistas (1917-1922). Tras sobrevivir a esta amenaza mortal y a todo lo que le siguió, disfrazada de múltiples formas, la amenaza nazi-fascista fue la que se preparó con mayor fervor.
El odio, la rabia, la arbitrariedad y la violenta voluptuosidad con que el ejército nazi "recompensó" a la población soviética solo pueden entenderse a la luz de la frustración y la humillación con que Occidente se vio obligado a alimentar al monstruo nazi, solo para lanzarlo entonces contra la joven patria soviética. La amenaza de perder un premio codiciado se transformó en un odio tan profundo como el que ahora busca aislar a la Federación Rusa y etiquetar a su líder, Vladímir Putin, como el tirano más sanguinario de la historia de la humanidad. El nazismo, como el banderaismo, son hijos de esta codicia, hijos de este odio.
Los cuerpos de partisanos soviéticos ahorcados y un cartel que dice "¡Prohibido tomar fotos!" ("¡Fotografieren verboten!"). Otro cartel contiene texto en alemán y una traducción al ruso: "Somos bandidos; matamos y robamos no solo a soldados alemanes, sino también a ciudadanos rusos". https://xn--80aabgieomn8afgsnjq.xn--p1ai/fotografii-poveshennyh-kak-trofei-naczistskie-kazni-sovetskih-zhitelej/
Por lo tanto, la furia furiosa con la que Occidente, a través de la mirada de figuras descerebradas, observa las solemnes conmemoraciones del Día de la Victoria es tan injuriosa como justificada. Año tras año, la Federación Rusa impide que Occidente olvide el mal que ha causado, el mal que ha causado al mundo y a la humanidad. Con este recordatorio, la Federación Rusa, pilar actual de esta lucha ancestral contra la tiranía imperialista, independientemente de cómo se la etiquete, también recuerda a Occidente su naturaleza inherentemente criminal.
Cuando la repetición histórica es una característica de los crímenes occidentales (saqueo, esclavitud, guerras mundiales, sanciones, embargos, guerras subsidiarias, revoluciones de color, destrucción de países), significa que el crimen no es un accidente en la historia de un Occidente dominado por la cultura anglosajona. Es un rasgo inherente que debe recordarse.
Al observar las amenazas de Zelenski contra quienes participan en las conmemoraciones del Día de la Victoria y las amenazas de Kaja Kallas de castigar a los líderes de los países candidatos que asistan a las celebraciones en Moscú, vemos que esta Europa quiere olvidar sus crímenes, borrar los hechos, la historia que tanto le avergüenza. Es interesante observar cómo Ursula von der Leyen y compañía, ante una fecha tan significativa, se comportan como alguien que, al recordar sus vergonzosas raíces, en lugar de mostrar humildad y merecer perdón, intenta liberarse de ellas de la peor manera posible: ¡olvidándose de los demás y atacando a las víctimas!
Pero ¿cómo pueden hacerlo cuando quienes les recuerdan no son solo los países europeos más grandes, ricos y poderosos, sino también los que más sufrieron la ofensa? ¿Cómo resistir —y combatir— a un oponente que insiste repetidamente no solo en honrar a sus mártires y sus descendientes, sino también en mostrar al mundo entero la vergonzosa conducta a la que el Occidente oligárquico, capitalista y neoliberal es capaz de llegar para defender sus intereses ilegítimos?
¿Y cómo podría Rusia olvidar semejante ofensa? La Unión Soviética por sí sola fue responsable de más de la mitad de todas las muertes en la Segunda Guerra Mundial, que ascendieron a unos 50 millones a nivel mundial. Rusia, por sí sola, representó más de un tercio. ¿Cómo podría Bielorrusia no participar en el Día de la Victoria cuando perdió aproximadamente el 25,3% de su población?
Un ejemplo del infame olvido que la UE y EE. UU. pretenden imponer sobre el pasado es Ucrania. Tras haber perdido cerca del 16,3 % de su población, este país, que no existiría sin la URSS, se utiliza ahora en un doble sentido. Por un lado, traicionado por sus élites oligárquicas, se arma y fanatiza de nuevo, al igual que la Alemania nazi, para lanzarse contra la Federación Rusa. Apoyándose en los vestigios históricos del colaboracionismo nazi —el mismo que alimenta el resurgimiento de la locura nazifascista en Polonia, Estonia, Lituania, Finlandia, Letonia e incluso Alemania—, EE. UU., con la ayuda de la siempre servicial UE, no solo ha recreado el ambiente banderaista de la Segunda Guerra Mundial, sino que también ha transmitido el virus a una parte significativa de la población ucraniana y, peor aún, a toda la UE.
En la Ucrania de hoy, somos testigos de todo lo que la UE querría hacerle a Rusia si pudiera: prohibir los partidos patrióticos, como hizo el banderaismo en Ucrania; cerrar medios de comunicación; y perseguir su lengua, religión y cultura, como han hecho la Ucrania banderaista y la UE de von der Leyen.
Ucrania es también un laboratorio viviente del revisionismo y la reescritura histórica. Las víctimas se han convertido en agresores, y los agresores en héroes. Estatuas de criminales de guerra y genocidas, incluyendo las de ucranianos y judíos, se yerguen en el país. Los símbolos nazis han sido grabados en letras doradas a la vista de todos, con una aceptación acrítica total por parte de Occidente. Alemania, que criminaliza el uso de símbolos nazis, olvida su vergonzoso pasado cuando visita Kiev. En Kiev, en lugar de rendir cuentas y recordarle sus crímenes para asegurar que no se repitan, se la idolatra y se rehabilita su historia.
La caída de Berlín https://rodina-history.ru/photo/2024/05/05/3ce5c63c4d13b0a.html
El mecanismo es simple y se ha utilizado repetidamente. Primero, equiparar el nazifascismo con el comunismo, demonizando a este último para normalizar al primero. Luego, comparar la URSS con la Alemania nazi, demonizando al primero para rehabilitar al segundo. A partir de ahí, se abre el camino a la reescritura histórica y la amnesia colectiva.
El sistema está tan perfeccionado que ya no es solo en Ucrania donde se olvidan los crímenes sufridos a manos del imperialismo occidental. Es en el propio Japón, víctima de dos bombas atómicas lanzadas por Estados Unidos, de dos tecnologías diferentes, para no dejar lugar a dudas sobre cuál serviría mejor a los designios belicistas perseguidos desde entonces. En este Japón, olvidado de su pasado, su historia, su sufrimiento, el primer ministro puede hablar durante una hora sobre Hiroshima y Nagasaki sin mencionar jamás quién lanzó esas bombas y, al final, hablar solo de quienes no las lanzaron: Rusia.
Si hubiera alguna duda sobre la eficacia de este método, vean cómo la UE borra hoy a Gaza de su memoria, mientras Von der Leyen se ofrece a ayudar a Israel a extinguir los incendios que, según se informa, fueron propagados por los colonos que ocupaban por la fuerza el territorio palestino. Vean cómo una alemana de pura cepa, que apoya el vil renacimiento histórico del nazismo en Ucrania, está tan ansiosa por "ayudar" a un pueblo que fue una de las principales víctimas de la ideología que ahora apoya y que intenta ocultar a la mirada atenta.
Atrocidades nazis en Ucrania durante la Gran Guerra Patria. https://rodina-history.ru/photo/2025/01/21/c7a0c4b76fabb47.html
¿Y qué decir de un Occidente que apoyó el apartheid en Sudáfrica, para luego idolatrar a Mandela y luego apoyar otro apartheid en Israel? Qué maravilloso es cometer crímenes y, en lugar de ser castigado, castigar y culpar a las víctimas, proclamándose un heroico salvador. Qué fantástico es destruir naciones enteras, sancionar, embargar y acusar a otros de hacerlo, presentándose como el salvador. Qué maravilloso es inmiscuirse en los procesos electorales de otros a plena vista (como en Georgia, donde altos funcionarios de la UE marcharon en mítines de la oposición) y acusar a otros de hacer lo que uno afirma no haber hecho. Qué encantador es anular elecciones, prohibir la participación de candidatos y, sin un ápice de vergüenza, llamar dictador a un líder elegido por su pueblo, mientras que se etiqueta de liberadores a quienes se aferran al poder más allá de su mandato.
Este Occidente, que se cree dueño de la historia, se absuelve de un plumazo, no para aprender de sus pecados, sino para sentirse libre de cometer, una y otra vez, los actos que deberían avergonzarlo. No puede, no quiere, y busca eludir el recordatorio constante de sus crímenes. Esto es lo que buscan EE. UU. y la UE cada vez que muestran su incomodidad con la conmemoración del 9 de mayo como Día de la Victoria. Al fin y al cabo, con cada conmemoración, Rusia recuerda a todo Occidente, al mundo entero, que no solo sabe quiénes cometieron los crímenes, sino que también demuestra su fuerza y determinación para garantizar que tales crímenes no se repitan.
Con cada Día de la Victoria, es como si el pueblo ruso les dijera a sus verdugos: «Sé quiénes son, sé lo que piensan de mí, sé lo que quieren, y les advierto: si vuelven aquí, recibirán el castigo que merecen. Miren este desfile, miren este ejército victorioso, miren este orgullo… Miren lo que les espera si intentan volver a esclavizarnos».
Por eso la UE está tan llena de odio y tan hundida en el Titanic ucraniano. El instrumento que creó para silenciar a este estudiante ruso "maleducado", a este esclavo insubordinado, a este aprendiz indisciplinado de la gloriosa civilización liberal, está fracasando estrepitosamente. Mientras los Estados Unidos de Trump intentan escapar emulándose como "mediadores" 2.0 (el 1.0 está en Palestina), a la UE no le queda más que la victoria o la derrota. Así como el original casi llevó a Rusia a la derrota, el ucraniano Yeltsin casi lo logra.
Y aquí es donde esta gente se vuelve peligrosa. Malcriados, acostumbrados a salirse con la suya, "educados" en las mejores escuelas y universidades que el dinero puede comprar, ostentando en los medios de comunicación, dominados por la oligarquía y beneficiándose de la manipulación que las mejores agencias de relaciones públicas pueden vender, han visto desmanteladas todas sus estrategias para desestabilizar a su presa más codiciada: Rusia. Pero Rusia no solo desmanteló la trampa que les tendió; ¡la volvió a armar a la inversa! ¡Y cómo! Incapaces de desmantelarla, es su existencia la que está en riesgo. Qué interesante ver cómo el hechizo se vuelve contra el hechicero. La UE podría destruirse a sí misma con la trampa que creó para destrozar a Rusia.
Pero la afrenta no termina aquí. Cuando vemos a Ibrahim Traoré, como un héroe de la joven África, viajando a Moscú para participar en las conmemoraciones del Día de la Victoria, no podemos evitar pensar que, una vez más, la patria rusa les clava un hueso en la garganta a quienes creían poder cometer todos los males sin arrepentimiento. Al recibir al joven y prometedor jefe de Estado de Burkina Faso, quien ha hecho más por su pueblo en un año, como nacionalizar el oro y pagar la deuda soberana, que los títeres financiados por Francia, Vladimir Putin vuelve a ofender a las mismas élites responsables del terror nazi-fascista. En este caso, al "héroe nacional" de Francia, Napoleón.
Aunque no es el mismo país que la URSS, esta afrenta, acompañada de otros resistentes al imperialismo y la represión más impune e inhumana —Palestina, Cuba, Venezuela, Corea del Norte (que sufrió a manos de Estados Unidos niveles de terror similares a los que la URSS sufrió del nazifascismo), Irán y muchos otros—, Rusia se consolida una vez más como bastión y refugio de los pueblos oprimidos por la codicia neocolonial. Rusia le dice una vez más a Occidente: «Mientras yo exista, te verás obligado a vivir con y recordar tu vergüenza».
Y es con esta vergüenza con la que EE. UU. y la UE no quieren vivir. ¡El Día de la Victoria para Rusia es el Día de la Vergüenza para Occidente!
Hugo Dionísio
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Hugo Dionísio es abogado, investigador y analista geopolítico. Es el creador del blog Canal-factual.wordpress.com y cofundador de MultipolarTv, un canal de YouTube dedicado al análisis geopolítico. Trabaja como activista en derechos humanos y sociales como miembro de la junta directiva de la Asociación Portuguesa de Abogados Democráticos. También es investigador de la Confederación Sindical de Trabajadores de Portugal (CGTP-IN).
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