El camino de la paz. Oslo: ¿Un comienzo amargo?
Un análisis cuidadoso y riguroso muestra lo qué pasó, por qué pasó y en qué punto está el proceso. Optimismo moderado, serenidad y paciencia.
Participación noruega: el proceso se beneficia al quedar protegido frente a difíciles circunstancias futuras y al imponerle un compromiso adicional a las partes.
Foto: Presidencia
Baldado de agua fría
La intervención de Luciano Marín, “Iván Márquez”, en Oslo, causó mucho revuelo. Para algunos analistas, “Márquez” no fue diplomático, se despachó contra personas y empresas con un lenguaje anacrónico, y demostró su escepticismo frente a la primera fase exploratoria en que no participó. Fue un “baldado de agua fría” en la helada Escandinavia, que probablemente propició los cortes de la transmisión en directo que adelantaban muchos medios.
Aclaremos el asunto: el discurso leído por “Márquez” no era personal; está suscrito por el Secretariado del Estado Mayor de las FARC, y fue elaborado con suficiente antelación al evento. Antes que de una falta de diplomacia, se trata de decisiones políticas colectivas y su contenido era previsible. Las razones son diversas, como intento explicarlo en este escrito.
¿Por qué fueron a Oslo?
Para el gobierno colombiano era importante involucrar a un Estado europeo en el proceso - y más aún en su instalación. Esto fortalecía sus decisiones y le atraía respaldo internacional.
El proceso mismo se beneficiaba, al quedar protegido frente a difíciles circunstancias futuras y al imponerle un compromiso adicional a las partes.
Para las FARC no solo era importante recuperar visibilidad internacional sino, sobre todo, utilizar el escenario europeo para relanzarse políticamente.
Por supuesto, podrían mencionarse otras bondades para el proceso y las partes; pero el lado negociador del gobierno, que bien pudo calcularlas, no parece haber medido en forma pertinente los alcances de la oratoria pública de las FARC en el contexto nórdico. Veamos por qué.
Dos propósitos distintos
El discurso de Humberto De la Calle giró en torno del diseño del proceso, de su agenda, sus objetivos y su metodología. En muchos aspectos fue un discurso neutro. Si bien avizoró la retórica de las FARC cuando admitió que la confidencialidad se refería al desarrollo concreto de la mesa y no a la expresión de las ideas, se mostró sorprendido por el discurso de “Márquez” y optó en la rueda de prensa por el libreto aprendido de memoria, por la repetición de respuestas ante las preguntas a veces insulsas de algunos periodistas, y el rechazo general (o en ocasiones ambiguo) de los enunciados de las FARC. El gobierno –y eso lo dijo De la Calle en su discurso- no asumió el ejercicio de Oslo para la propaganda.
La intervención de Luciano Marín: un “baldado de agua fría” en la helada Escandinavia.
Foto: Agencia Prensa Rural
El vocero del gobierno tenía argumentos y pudo haber buscado apoyo al decir muchas verdades, pero se quedó corto. La prensa nacional destacó sólo dos señalamientos frente a las FARC: que tenían que ponerle la cara a sus víctimas y que necesitaban convertirse en una fuerza política desarmada y ganar las elecciones para implantar su modelo. Y una advertencia reiterada: que el gobierno no se sentía rehén del proceso y tenía la libertad de abandonarlo cuando desapareciera la esperanza de terminar el conflicto.
En cambio los guerrilleros usaron el escenario para plantear una plataforma que los ubicara ante el mundo como actor político beligerante. Y era predecible: esperaron por años el momento. Fue su ánimo publicitario lo que les llevó a sugerir la presencia de Tanja Nijmeijer, que resultó frustrada. Pero, pese a ello, el discurso de “Márquez” logró ubicarse al lado de movimientos sociales que han ganado simpatía en Europa, y mostrar con cifras la inequidad que la delegación del gobierno había aceptado; criticó la política gubernamental de restitución de tierras y de explotación minero-energética, y señaló al Estado como responsable de “atrocidades y crímenes de lesa humanidad”.
Voces en vez de balas
Lo sucedido no debe mirarse bajo el dilema de vencedores y vencidos. Tampoco con pesimismo extremo o como simple oportunismo de una de las partes. El gobierno mostró sus primeras cartas y aclaró perspectivas básicas sobre la negociación. Las FARC utilizaron el micrófono con el hambre de quien no hablaba hace diez años. Pero no por ello ganó el uno ni perdió el otro.
El discurso de Humberto De la Calle giró en torno del diseño del proceso, de su agenda, sus objetivos y su metodología. Foto: Presidencia
Más aún: hubo un avance. En procesos anteriores, el M-19 había llagado a la firma de los acuerdos de Corinto tomándose a Yumbo días antes, y las FARC igualmente llegaron al Caguán tratando de mostrarse victoriosas en Mitú. Ahora, en lugar de una acción militar, abrieron una acción política, y esto podría verse también como un triunfo en la apuesta del gobierno y una buena noticia para Colombia.
En algún momento, la dirigencia de las FARC tenía que mostrarse altiva ante sus bases y decirle al país que, en su concepto, no llegaban derrotadas a la mesa. Esta vez lo hicieron con la retórica y no con los fusiles. Y es esto lo que se busca: que hablen y no que disparen. La emoción que sintieron en Oslo y que se reflejó en Santrich frente al disgusto del vocero oficial puede, a largo plazo, jugar a favor de la negociación.
El lenguaje no vocal
El equipo negociador del gobierno debió tomar numerosas lecciones y, entre ellas, que necesita contar con asesores que conozcan profundamente a las FARC y a su dirigencia desde el punto de vista político, histórico, sociológico y antropológico, y no simplemente militar.
Fue el ánimo publicitario de las Farc lo que les llevó a sugerir la presencia de Tanja Nijmeijer, que resultó frustrada. Foto: parool.nl
No solo pesa la historia: hasta las posiciones en la mesa y la forma de sentarse juegan en el momento de una negociación. No es coincidencia que el general Mora se ubique a la derecha de Humberto De la Calle, quien además se acerca más a Sergio Jaramillo. No es coincidencia que Santrich tome la misma posición al lado de “Márquez”, que use gafas oscuras y que constantemente balancee su cuerpo hacia atrás y más a la derecha.
Kissinger trabajó estos modelos semióticos cuando intentó negociar con el Vietcong, y la Escuela de Harvard los aplica para las negociaciones laborales y comerciales. Desde Saussure a Barthes, los sistemas de signos no lingüísticos han sido objeto de análisis teóricos sofisticados. En la vida cotidiana, los más hábiles jugadores de póker saben cuando el contrincante está “cañando”.
Las cosas claras y el chocolate espeso
La instalación de la Mesa de Diálogos en Oslo fue útil para sentar diversas posiciones.
El gobierno considera que está en marcha una transformación de la realidad social en Colombia y que las FARC tienen la posibilidad de unirse a ella, primero en la negociación y luego desde la oposición legal.
Desde afuera -y vista con optimismo- ésta sería la columna vertebral de las conversaciones. Pero esto depende de la profundidad de los cambios y de los acuerdos que se logren con la contraparte. Lo difícil es que, para las FARC, las medidas del gobierno son contrarias al interés popular; por ejemplo, la titulación de tierras que se adelanta “no es más que la legalidad que pretende lavar el rostro ensangrentado del despojo”. La negociación será bastante difícil.
Con respecto a las víctimas y los delitos –y esto no lo han sabido leer muchos medios y analistas- el gobierno se compromete a buscar soluciones más allá de las leyes: “el gobierno quiere trabajar en el plano de la realidad”, dijo De la Calle. Y, en ese sentido, la justicia transicional también conserva salidas y resquicios para los conflictos internos. El problema estriba en la postura de las FARC frente a los crímenes de Estado y de catalogar su acción como “justa” respuesta contra ellos.
El gobierno subraya el proceso presente como una oportunidad que debe aprovecharse. Sin embargo, no se siente rehén de ella y advierte que la opinión “no está dispuesta a soportar dilaciones ni trucos”. Sin embargo, la brevedad del proceso, que parecía un acuerdo sorprendente en las primeras declaraciones efectuadas desde La Habana, ya no lo es: las FARC han aclarado que no será “un proceso contra reloj”. El tiempo del gobierno contempla la rapidez que exigen sus dilemas frente a la oposición y la opinión; el cronograma de las FARC circula bajo la lentitud de su historia. Aunque insisten en el cese del fuego, en materia militar tampoco registran afán: “la guerra de guerrillas móviles es una táctica invencible”, afirmaron. Como respuesta a la posición del gobierno de no sentirse rehén del proceso, las FARC replicaron que, sin comenzar la discusión, no debía ponerse una espada de Damocles sobre la existencia de la Mesa.
El gobierno se ciñe estrictamente a los puntos de la agenda y las FARC apelan al preámbulo del Acuerdo de La Habana y asumen la cuestión agraria desde la extensa visión del territorio. Con este concepto, lo agrario se explaya a las estrategias económicas más generales, al uso del suelo y del subsuelo, a su relación con el ambiente y el agua y, por esta vía, incluso a los Tratados de Libre Comercio. Este, sin duda, será el punto más álgido de las próximas conversaciones en La Habana.
Con todo, también hay coincidencias. Tanto el gobierno como las FARC destacan la necesidad de trabajar de cara al país y de promover la participación ciudadana con mecanismos propositivos o incluso de refrendación final. Así mismo, para ambas partes, la culminación del conflicto no es en sí misma la paz. Esta última habrá que construirla en la transformación de la sociedad.
En conclusión, Oslo puso las primeras cartas sobre la mesa en un marco esperado que no debe sorprendernos. El comienzo no podía ser dulce: más de cincuenta años de guerra no se resuelven en un día. Pero tampoco fue amargo: apenas lógico; conforme a las características del conflicto. Total, el proceso apenas comienza. Optimismo moderado, serenidad y paciencia.
* Decano de la Facultad de Humanidades, de la Universidad Pedagógica Nacional. Historiador, Doctor en Sociología. Autor de diversas obras en torno a los conflictos en Colombia, entre las cuales sobresale “El poder y la sangre. Las historias de Trujillo, Valle”.