por Verónica Gudiña
Después de haberle dado forma a un poema de gran extensión, el poeta francés Jean Nicolas Arthur Rimbaud se contactó con un impresor inglés para que le publicara cien copias de ese texto que elaboró hacia 1873. Cuando el material, que fue bautizado como “Una temporada en el infierno” y está dividido en nueve partes, llegó a sus manos, el autor decidió repartir seis ejemplares entre su círculo de amistades y el resto lo conservó en el sótano de la editorial.
Para conocer esta propuesta y saber qué quiso transmitir Rimbaud a través de ella, no hay un idioma específico. A esta altura, las traducciones son muchas y ponen al alcance de todos la posibilidad de apreciar una composición de ruptura inspirada en la figura de un incomprendido adolescente que se debate entre la pasión y la conciencia religiosa.
Desde el punto de vista de muchos especialistas, esta creación en prosa queRimbaud terminó de escribir en Charleville, la localidad francesa que fue testigo de su nacimiento y a la cual el poeta regresó tras pelearse con Paul Verlaine, representa una de las obras pioneras del simbolismo moderno.
“Antaño, si mal no recuerdo, mi vida era un festín en el que todos los corazones se abrían, en el que todos los vinos se escanciaban”, revela el escritor en este texto que también le permite confesar que, tras insultar a la belleza, decidió armarse contra la justicia y hacer que, en su espíritu, se desvaneciera cualquier rastro de esperanza. “Sobre toda alegría, para estrangularla, salté como una fiera, sordamente”, declara Arthur en otro pasaje de este viejo material que, gracias a este artículo, vuelve a cobrar vigencia.
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