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REPENSANDO EL FUTURO ECONÓMICO Y SOCIAL:

HACIA UN MODELO DE TRES TECHOS PARA LA SOSTENIBILIDAD Y EL BIENESTAR

Lluís Torrens
 

En un mundo sacudido por crisis ambientales, desigualdad creciente y un modelo económico que parece agotado, surge la necesidad de establecer un nuevo marco de prioridades. Durante el XXIII Simposio de Renta Básica, celebrado en Las Palmas de Gran Canaria el 25 y 26 de octubre de 2024, presenté una pequeña propuesta que aborda estos desafíos a través de la creación de dos nuevos "techos" que complementen el techo de gasto público, sancta sanctorum de la gobernanza económica del actual sistema capitalista: el techo de sostenibilidad y el techo de dolor. Esta propuesta parte de la idea de que solo mediante una transformación estructural podremos alcanzar un modelo económico y social que garantice el bienestar de todos sin comprometer la capacidad del planeta para que la especie humana y la biodiversidad sobrevivan en el largo plazo.

El techo de gasto público: de la contención a la responsabilidad fiscal y social

En la Unión Europea, el techo de gasto público es una restricción impuesta desde arriba hacia el resto de administraciones nacionales, regionales y locales con el objetivo de evitar un déficit excesivo y un endeudamiento considerado insostenible. Esta medida se basa en la noción de que "la deuda de hoy son los impuestos del mañana", aunque carece de un fundamento empírico sólido que establezca un umbral óptimo de endeudamiento. Investigaciones como las de Reinhart y Rogoff, sugirieron que niveles de deuda superiores al 90% del PIB podrían ser perjudiciales para el crecimiento económico; sin embargo, posteriores análisis revelaron errores metodológicos en estos estudios y ya no hay una evidencia concluyente que avale esta política de contención fiscal estricta​.

La limitación del techo de gasto público ha tenido profundas consecuencias para la economía europea. Por ejemplo, en lugar de invertir en innovación y desarrollo, Europa ha canalizado gran parte de su superávit a economías externas, especialmente a Estados Unidos. Yanis Varoufakis ha descrito a la economía estadounidense como un “minotauro global” que absorbe el capital excedente de otras economías a través de su capacidad de atraer inversión extranjera y emitir deuda en su propia moneda dominante. Este flujo de recursos europeos hacia EE. UU. refleja una dependencia estructural que limita el potencial de Europa para invertir en su propia competitividad, productividad y bienestar social​.

Pero la deuda pública europea tiene otra característica crucial: es mayormente interna, es decir, está en manos de ciudadanos y entidades de la propia Europa, al igual que ocurre en Japón. Este fenómeno, que se denomina la "paradoja del último europeo", significa que, en última instancia, si todos los activos y deudas fueran liquidados, el último europeo tendría una deuda consigo mismo. Esto convierte el problema de la deuda en una cuestión de redistribución más que de sostenibilidad y sugiere que Europa podría aprovechar sus propios superávits para financiar un modelo de desarrollo inclusivo y sostenible​.

El techo de sostenibilidad: un límite innegociable para proteger el planeta

El techo de sostenibilidad se inspira en los compromisos adquiridos en los Acuerdos de París y otros marcos de política climática que establecen límites a las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). No obstante, estos límites son actualmente voluntarios y carecen de mecanismos de sanción en caso de incumplimiento y su reflejo en el Green Budgeting Reference Framework de la Comisión Europea es completamente insuficiente. Para preservar la habitabilidad del planeta, es urgente implementar un verdadero límite de emisiones que abarque tanto las emisiones directamente generadas por el sector público como las indirectas, y que se aplique de manera integral a todos los sectores económicos, incluyendo el sector privado y el consumo de los hogares​.

Este enfoque implica ir más allá de las políticas ambientales actuales y diseñar un marco que imponga límites precisos a las actividades que excedan la capacidad del planeta. Inspirado en el modelo de la economía del donut (rosquilla) de Kate Raworth, el techo de sostenibilidad representa el límite externo que no podemos sobrepasar si queremos mantener la estabilidad ecológica. Este límite debe desagregarse y bajarse a nivel territorial (empresas, barrios, edificios) e incluso traducirse en presupuestos de carbono personales, lo que incentivará la responsabilidad compartida en la reducción de emisiones​.

La implementación de un techo de sostenibilidad efectivo requiere de normas, impuestos y tasas ambientales que restrinjan o penalicen las actividades con altas emisiones de GEI. Estos mecanismos normativos y fiscales no solo incentivarán prácticas más sostenibles, sino que también reducirá la presión sobre los recursos naturales y deberían limitar el consumo excesivo que caracteriza a los sectores con mayor concentración de riqueza​.

El techo de dolor: garantizar el bienestar mínimo en una sociedad equitativa

El otro nuevo componente de esta propuesta es el techo de dolor, que representa un límite social mínimo por debajo del cual ninguna persona debería caer. A lo largo de los últimos años, las políticas de ingresos mínimos, como el Ingreso Mínimo Vital (IMV) en España, han fallado en su misión de erradicar la pobreza debido a su complejidad administrativa y a sus restricciones de acceso. Se ha generado además lo que se denomina demanda del fracaso[1]: los costos ocultos asociados a un sistema que no logra cumplir su propósito y que resulta en reclamaciones, trámites burocráticos y gastos administrativos sin mejorar la cobertura social​, además de los costes personales y sociales de quienes aun pudiendo recibir la ayuda no logran acceder a ella.

La renta básica universal emerge como una solución para abordar este problema. Al eliminar las condiciones restrictivas y la carga burocrática asociada, la renta básica proporciona un nivel de seguridad económica que asegura que ninguna persona se vea forzada a vivir en condiciones de extrema necesidad. Este techo de dolor ofrece una red de protección inclusiva y accesible que, en lugar de gestionar el fracaso del sistema, se enfoca en satisfacer las necesidades reales de la población.

La economía del donut como marco para los tres techos

La economía del donut propone un "espacio seguro y justo" para la humanidad, definido por un anillo interior que garantiza las necesidades básicas y un anillo exterior que limita el impacto ambiental. En este contexto, los tres techos —de gasto, sostenibilidad y dolor— representan un marco integrador que redefine los límites y las prioridades de la economía. La renta básica, al garantizar el umbral mínimo de bienestar (asimilable al techo del dolor), se convierte en una herramienta esencial para cumplir el anillo interno del donut, mientras que el techo de emisiones contribuye a asegurar el respeto por el límite externo​.

La financiación de la renta básica puede lograrse mediante impuestos progresivos sobre la renta y el capital, además de impuestos ambientales. Estos mecanismos redistributivos no solo cubrirán los costos de la renta básica, sino que también limitarán el consumo desmedido de energía y recursos y contribuirán a revertir la creciente acumulación de la riqueza en el estrato más rico de la población[2], dirigiéndola a una economía más equitativa y ecológicamente sostenible. Este modelo fiscal permitirá una convergencia hacia un modelo de desarrollo sostenible que priorice el bienestar social y la preservación del planeta. A diferencia del endeudamiento financiero publico y privado, la deuda ecológica no son apuntes contables cancelables en un futuro, sino que es real y afecta a las condiciones de vida de la humanidad de las generaciones que vendrán.

Conclusión: un llamado a la transformación sistémica

El triple techo —gasto, sostenibilidad y dolor— es más que una propuesta económica; es una llamada a la acción para reestructurar nuestros valores y prioridades. El techo de gasto, en lugar de ser una limitación contable, debe condicionar las inversiones públicas a la consecución de los techos de sostenibilidad y dolor. Esto implica destinar recursos a garantizar un mínimo de bienestar y a evitar la degradación ambiental, y no simplemente limitar el déficit.

La implementación de estos tres techos requiere una voluntad política decidida y un marco regulador que establezca los incentivos necesarios para una transición justa. A nivel macro, el techo de gasto debería guiarse por los otros dos techos, promoviendo una economía que proteja a sus ciudadanos de la inseguridad económica y respete los límites del planeta. En última instancia, esta estructura no solo redefine el papel del Estado, sino que también ofrece una visión alternativa de una sociedad en la que el bienestar no depende de la acumulación de riqueza, sino de la garantía de derechos compartidos ahora y en el futuro.

Es hora de que tomemos en serio la construcción de un modelo económico que respete los límites planetarios y asegure el bienestar de cada individuo, hoy y en el futuro, y no haga depender el bienestar de la población más vulnerable de las migas de un crecimiento depredador que lleva a la destrucción del planeta. Desgraciadamente, y solo tres días después de la finalización del Simposio y mientras redactaba este escrito, la catástrofe de la DANA ha puesto en evidencia las consecuencias de superar el techo de sostenibilidad y de cómo es necesario replantear el techo de gasto y ponerle un techo al dolor (al menos por la parte material, el dolor emocional por la pérdida de vidas es irrecuperable). La renta básica, como pilar de este enfoque, representa una oportunidad histórica para garantizar una sociedad más justa y resiliente, donde el progreso no se mida en términos de crecimiento desmedido, sino en la capacidad de ofrecer un presente y un futuro digno a todos.

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[2] Un estudio de como financiar una renta básica a nivel europeo con impuestos ambientales y sobre los más rícos se puede encontrar en https://ideasforeurope.eu/activity/publication/a-european-universal-basi...

08/11/2024
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Lluís Torrens: economista, miembro de la Red Renta Básica y de la Asociación Revo Prosperidad Sostenible.

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