El Estado, sin duda, puede influir en el curso de los eventos, pero siempre opera en una etapa turbulenta motivada por la ganancia
Libardo Sarmiento Anzola
Nos encontramos en un momento en el cual la especie humana puede extinguirse. El acumulado de conflictos presagia una catástrofe. No sería primera vez que una especie se extinga. El libro “Viviendo en el final de los tiempos”, escrito por el filósofo, psicoanalista y crítico cultural esloveno Slavoj Žižek, declara que el sistema capitalista global se aproxima a un apocalíptico punto cero; sus «cuatro jinetes» están formados por la crisis ecológica, las consecuencias de la revolución biogenética, los desequilibrios dentro del propio sistema y el explosivo crecimiento de las divisiones y exclusiones sociales. El capitalismo constituye una irracional e inhumana formación social (1).
El sistema capitalista es paradójico. En una perspectiva global del desarrollo económico a largo plazo, el aumento de los niveles de vida es un rasgo característico del modo de producción capitalista. Paralelamente, la historia registra la persistente desigualdad, pobreza, desempleo y vulnerabilidad que afecta a tres cuartas partes de la población mundial, imbricadas en las recurrentes crisis económicas y financieras, las crónicas guerras y la destrucción del ámbito biofísico natural. Esta turbulencia y dinámica es más cruenta y se amplifica en las regiones periféricas del sistema mundo capitalista (ver los mapamundis de los países clasificados por niveles de ingreso por persona, desigualdad y pobreza).
https://blogs.worldbank.org/es/opendata/clasificacion-de-paises-del-banco-mundial-por-nivel-de-ingreso-2024-25
Población. A partir del siglo XIX, la población mundial aumenta de manera desmesurada estimulada por el desarrollo capitalista exitoso, las revoluciones científico-tecnológicas y la universalización de la protección social. (Ver infografía población).
A pesar del rápido y constante crecimiento poblacional, la economía lo hace a tasas más rápidas. En Colombia, por ejemplo, durante el período 1950-2024 la población aumentó 4,6 veces, el PIB 17,8 y, en consecuencia, el PIB per cápita se multiplicó por 3,9 veces.
Transformaciones también notables en ALC en la tasa de fecundación por mujer. Hasta la década de 1970, ellas se casaban pronto y tenían bastantes hijos a edades tempranas. Desde entonces se presentó un punto de inflexión y la región experimentó una rápida transición demográfica. Los procesos de urbanización, industrialización y tercerización de la estructura económica, la difusión de la educación laica, el ingreso masivo de las mujeres a los mercados de trabajo y el acceso a anticonceptivos propiciaron que comenzaran a gestar un número cada vez menor de hijos. La tasa de fecundidad (el número de nacimientos por mujer) disminuyó de 6 en 1960 a 2,2 en 2010 (tasa cercana a la requerida para mantener estable la población). Para 2024, tal tasa en ALC ya está por debajo de esta tasa de remplazo, esto es, se encuentra en 1,7 hijos, en promedio, por mujer.
ALC envejece sin superar los problemas económicos, sociales y en otros órdenes que le afligen. Es así como la transición demográfica representa un doble desafío: de una parte, reducción del crecimiento económico por merma de la fuerza laboral y baja productividad y, de otra, la inviabilidad de los sistemas de pensiones, a menos que se realicen drásticas reformas en los planes de pensiones.
Economía. Desde sus orígenes, el capitalismo ha tendido a la internacionalización y hoy la interacción en el mercado mundial es una característica cada vez más común del desarrollo económico y con ella la procura del incremento de la tasa de ganancia, motor del crecimiento capitalista.
El crecimiento procede mediante fluctuaciones, ciclos, ondas largas y crisis periódicas. La historia del capitalismo en el transcurso de los siglos revela patrones recurrentes de largos auges y prolongadas caídas. Respecto a estas últimas los historiadores económicos mencionan las crisis de las décadas de 1820, 1840, 1870, y 1930, la crisis de la estanflación de la década de 1970 y por supuesto, la crisis global que se inició en 2007-2008 cuyas secuelas no dejan de manifestarse en 2024.
La más recientes de estas crisis económico-financiera, la primera del siglo XXI, marcó el comienzo de un nuevo y más incierto período en la historia del mundo. Cada una de las crisis generales se originó en los países ricos, aunque con la difusión generalizada de la globalización más y más de los países del mundo en desarrollo han quedado atrapados en su red. Las crisis generales se presentan de ocho a nueve años después de los máximos y duran hasta 18 años después del mismo(2).
https://elordenmundial.com/mapas-y-graficos/el-mapa-de-la-pobreza-mundial/
El Estado, sin duda, puede influir en el curso de los eventos, pero siempre opera en una etapa turbulenta motivada por la ganancia. La competencia y el conflicto son rasgos intrínsecos, y con el tiempo el Estado ha respondido a luchas sobre las condiciones laborales, prestaciones por desempleo, niveles mínimos de calidad de vida, beneficios sociales y redistribución del poder de compra después de impuestos. Sin embargo, la intervención del gobierno no ha abolido las depresiones recurrentes. Además, la desigualdad y la falta de democracia a escala global se reafirman debido a la ayuda y la complicidad de las instituciones políticas y los intereses de las “democracias” aunadas al capitalismo patrimonial(3).
La competencia real es una permanente guerra dentro del sistema capitalista con importantes implicaciones. En la batalla de la competencia real, la movilidad del capital es el movimiento de un terreno a otro, el desarrollo y adopción de una tecnología es la carrera armamentística, y la lucha por el crecimiento de las ganancias y una cuota de mercado es la batalla misma.
En este contexto, ALC se especializó en exportar sus recursos naturales sin procesamiento o con bajo valor agregado, lo que ha generado un problema estructural: la inestabilidad del sistema económico debido a las frecuentes y violentas variaciones que experimenta el mercado mundial de productos básicos y materias primas. En ALC, las instituciones políticas y económicas extractivas de los conquistadores españoles han perdurado, condenando a la región a la pobreza, la desigualdad, el atraso y la violencia(4). En efecto, actualmente, ALC con solo 8 por ciento de la población mundial, representa cerca del 40 por ciento del total de homicidios anuales en el planeta.
En ALC, durante los doce primeros años del siglo XXI se generó una demanda sin precedentes de materias primas, combustibles y alimentos que generó un alto crecimiento económico (promedio anual de 5 por ciento, no visto desde la década de 1960) y la llegada de inversión extranjera a raudales, beneficiando las políticas populistas de los gobiernos progresistas. El decenio 2003 a 2012, en particular, fue la «década de oro» para ALC. De la misma manera que llegó el auge de las materias primas así se fue. La geopolítica global ha cambiado radicalmente en el siglo XXI: el comercio internacional se ha ralentizado, hay mayor proteccionismo económico y la polarización política divide y enfrenta a la totalidad de países del globo.
El grafico 1 presenta la evidencia empírica del crecimiento económico del mundo, ALC y Colombia durante el período 1940-2024. El promedio de crecimiento del PIB es de 3,5 por ciento a nivel mundial, de 3,6 en ALC y de 4,0 en Colombia. La dispersión o inestabilidad del crecimiento es más turbulenta en ALC: el coeficiente de variación (CV=Desviación Estandar/Media) tiene un valor de 78,2 por ciento; le sigue Colombia con un CV de 67,4 y a nivel mundial la dispersión relativa del conjunto de datos es de 66,4 por ciento.
Fuente: elaboración y cálculos del autor con base en Banco Mundial, Cepal y Dane
Siete tendencias pueden observarse: i) La evolución del sistema mundo capitalista es inestable y turbulento; ii) los auges y caídas generan ondas expansivas y contractivas más profundas, fuertes y agudas en los países periféricos que en los del centro o hegemónicos; iii) la dinámica económica de los países periféricos se encuentra positiva y significativamente correlacionada con la evolución de los países centro; la interrelación tiene un valor más alto entre el mundo y ALC (coeficiente de correlación de 0,403) en comparación con Colombia (0,240); la ligazón en la evolución de los PIB de ALC y Colombia presenta un valor de 0,559; iv) La tendencia de crecimiento de las economías capitalistas en el largo plazo registra un quiebre disruptivo a mediados de la década de 1970: desde el año 1940 hasta 1974 el promedio de crecimiento del PIB mundial fue de 4,4 por ciento, el de ALC 5,2 y Colombia 4,6; en contraste, la tendencia 1975–2024 presenta una caída del PIB mundial promedio a 2,9 por ciento, 2,4 en ALC y 3,5 Colombia; v) la recuperación de las economías del mundo de las crisis dependen, desde la ocurrida en 1930, del gasto deficitario de los gobiernos centrales y de las emisiones de dinero “fiat” sin límites (moneda que no está respaldada por un valor tangible): el gasto de gobierno estimula la economía durante un tiempo considerable, pero a la vez genera una creciente inflación; vi) la guerra es una forma particular de movilización social que sirve para incrementar la producción y el empleo, como puede constatarse durante la Segunda Guerra Mundial; vii) las economías de ALC son bastante vulnerables a los cambios repentinos y ciclos de una economía mundial sobre la cual tienen poco o ningún control o influencia.
Desempleo. Aquel que es involuntario a quienes lo padecen, es una característica del capitalismo que se autoreproduce. El economista polaco Michał Kalecki (1899-1970) veía con pesimismo la probabilidad política de mantener el empleo pleno, porque amenazaría el poder de la clase capitalista. La economía no puede ser reducida a una esfera del «orden del ser» positivo o a la expresión de leyes «naturales» precisamente en la medida en que siempre es ya política; la lucha política (de clases) está en su mismo corazón. Por esta razón, la creencia que el desempleo involuntario persistente puede eliminarse a través de políticas monetaria y fiscal adecuadas va en contra de la argumentación en Marx y Goodwin, en el sentido de que el capitalismo genera y mantiene una tasa “normal” de desempleo involuntario por medio del funcionamiento de un sistema competitivo en el que los salarios reales son completamente flexibles.
En consecuencia, la competencia en condiciones de salarios reales flexibles crea una tasa sostenida de desempleo involuntario. Esta tasa depende de los niveles de producción, productividad y fuerza de trabajo. Una vez más, es el motivo de ganancia el factor determinante en la regulación de la inversión, el crecimiento económico, el empleo, los ciclos económicos e incluso la inflación, la desigualdad y la pobreza. Durante los ciclos económicos se presentan correlaciones positivas entre la demanda, la inflación, la producción real y el empleo.
La productividad laboral en aumento debido al cambio técnico constante es otro rasgo característico del capitalismo. Cuando su ritmo económico se recupera de las crisis, los nuevos puestos de trabajo no pueden crecer lo suficientemente rápido para contrarrestar la continua marcha de la mecanización de toda clase de actividades, menos siquiera para absorber a los nuevos trabajadores que crea el crecimiento de la población, por no decir algo sobre el gran fondo de trabajadores desempleados que ya existe.
Al referir a esta realidad hay que tener en cuenta que la fuerza laboral total del mundo es de 3,7 mil millones de personas. Las mediciones oficiales del desempleo indican que incluso, sin ajustes para tener en cuenta a los trabajadores de tiempo parcial y a los que, desalentados, ya han dejado de buscar trabajo (con estos ajustes se duplica la tasa de desempleo oficial), hay actualmente cerca de 200 millones de personas en el mundo sin trabajo, y 900 millones de trabajadores viven en una catastrófica pobreza.
Basándose en los datos de las encuestas de población activa sobre el nivel de educación y las ocupaciones de todos los trabajadores empleados en más de 130 países, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que sólo la mitad de estos trabajadores ocupan puestos de trabajo correspondientes a su nivel de educación; el resto está sobreeducado o infraeducado para su trabajo.
El informe Perspectivas Sociales y del Empleo en el Mundo: Tendencias 2024 (WESO Trends) de la OIT concluye que la tasa de desempleo mundial en 2023 se situó en el 5,1 por ciento, lo que supone una modesta mejora con respecto a 2022, cuando se situó en el 5,3. En 2024 se espera que dos millones de trabajadores más busquen empleo, lo que elevaría la tasa de desempleo mundial a 5,2 por ciento. Además, persisten importantes diferencias entre los países de renta alta y baja: mientras que la tasa de desempleo en 2023 se mantuvo en el 4,5 por ciento en los primeros, fue del 5,7 en los segundos.
Además, según la OIT, es probable que persista la pobreza de los trabajadores. A pesar de disminuir rápidamente después de 2020, el número de trabajadores en situación de pobreza extrema (que ganan menos de 2,15 dólares por persona y día en términos de paridad del poder adquisitivo) aumentó en cerca de un millón en 2023; el número de trabajadores en situación de pobreza moderada (que ganan menos de 3,65 dólares por persona y día en términos de paridad del poder adquisitivo) aumentó en 8,4 millones en 2023. Adicionalmente, se espera que las tasas de trabajo informal permanezcan estáticas, representando alrededor del 58 por ciento de la mano de obra mundial en 2024. La OIT afirma que estos desequilibrios no son simplemente parte de la recuperación pandémica, sino estructurales.
El gráfico 2 presenta las estadísticas de desempleo en ALC y Colombia en el período 1950-2024.
Fuente: elaboración y cálculos del autor con base en Cepal y Dane
La evidencia empírica conlleva seis conclusiones: i) Hasta la década de 1960 la tasa promedio de desempleo en Colombia se mantiene por debajo de la media de ALC; en los años siguientes los problemas en el mercado laboral comparativamente son más desfavorable en Colombia; ii) La transformación de sociedades rurales a urbanas significó un aumento sostenido y estructural del desempleo: hasta el año 1964, el promedio de la tasa de desempleo era de 4,9 por ciento en ALC y de 3,6 en Colombia; en los siguientes sesenta años, el promedio de la tasa se eleva a 8,2 por ciento en ALC y más significativamente en Colombia a 11,3; iii) para todo el período 1950-2024, la tasa promedio de desempleo en ALC es de 7,6 por ciento y en Colombia de 9,8; iv) la dispersión de los datos refleja una alta inestabilidad del mercado laboral colombiano respecto al comportamiento de ALC: el coeficiente de variación (DE/Promedio) es de 39,3 por ciento en Colombia y de 26,6 en ALC; v) el rango de variación de la tasa de desempleo es de 16,8 puntos porcentuales en Colombia y de 8,4 p.p. en ALC; vi) el valor mínimo de la tasa de desempleo es de 2,9 por ciento en Colombia y de 2,8 en ALC (las dos cifras corresponden al año 1955); el valor máximo es de 19,7 por ciento en Colombia (año 2000) y de 11,2 en ALC (años 1999 a 2003).
Las evidencias empíricas permiten afirmar que los esfuerzos por impulsar la economía para eliminar el desempleo en el modo de producción capitalista no tendrán éxito a menos que vayan acompañados de políticas que aumenten la productividad más rápidamente que el salario real, a fin de que así se compense cualquier efecto negativo sobre la rentabilidad, esto es, a menos que impidan que ocurra un incremento en los costos laborales unitarios reales.
Desigualdad. La globalización neoliberal se convirtió en política general durante la década de 1980 y se fortaleció a partir de la década de 1990. La liberalización comercial que conllevó para el mundo en desarrollo condujo a un menor crecimiento, a mayor desigualdad, al aumento de la pobreza global y a recurrentes crisis financieras y económicas en la mayoría de países. El desarrollo capitalista no es sólo un asunto de ganancias desiguales, sino también de ganancias para una parte durante largos períodos en que las otras pierden.
El libro de Piketty El capital en el siglo XXI afirma que el capitalismo tiene una tendencia a incrementar la desigualdad, tendencia que sólo es interrumpida ocasionalmente por grandes conmociones como las guerras mundiales, las revoluciones y las depresiones, porque la tasa de ganancia tiende a ser mayor que la tasa de crecimiento (r>g), de modo que quienes viven del ingreso proveniente de la riqueza y las ganancias del capital pueden acumular más rápido que quienes viven de salarios y sueldos.
El grado general de desigualdad, tal como lo mide el coeficiente Gini, depende solamente de la relación del ingreso proveniente de la propiedad respecto al ingreso laboral y al grado de financiarización de los flujos de ingreso. El Estado puede intervenir directamente en la balanza de poder entre el capital y el trabajo. En general, las políticas sociales pueden afectar estas brechas en los ingresos. Los impuestos, las transferencias y los subsidios tienen un impacto directo sobre la distribución del ingreso después de los impuestos. A la diferencia entre los gastos sociales y los impuestos se la llama salario social. Los registros históricos muestran que los gastos sociales y los impuestos sirven más para redistribuir el nivel de vida de los trabajadores que para cambiar su nivel de vida promedio. En conjunto, los trabajadores en gran medida pagan por sus propios beneficios sociales(5). En resumen, las iniquidades se organizan de manera fractal, es decir, en cada escala se reproduce la estructura de concentración y segregación.
Banco Mundial
Es más, de acuerdo con los estudios del Banco Mundial, en los países de ingreso bajo y mediano, los ingresos de los hogares pobres caen una vez pagados los impuestos y recibidos los subsidios y las transferencias.
De acuerdo con el informe del Banco Mundial “La pobreza y la prosperidad compartida 2022”, el año 2020 constituyó un punto de inflexión histórico: una era de convergencia mundial de los ingresos daba paso a una divergencia mundial. Las personas más pobres afrontaron los costos más altos de la pandemia. Los ingresos de los países más pobres cayeron mucho más que los de los países ricos. En consecuencia, las pérdidas de ingresos de las personas más pobres fueron dos veces más elevadas que las de las más ricas, y la desigualdad mundial aumentó por primera vez en décadas. El coeficiente de Gini a nivel global aumentó poco más de 0,5 puntos durante la pandemia, de 62 puntos en 2019 a 62,6 en 2020.
En este marco, ALC se caracteriza históricamente por la persistencia de las desigualdades extremas en ingresos y riqueza, lo que da fuerza al fenómeno político de los populismos, de izquierda y derecha. El gráfico 3 registra el comportamiento del Índice de Gini de concentración del ingreso para ALC y Colombia durante el período 1950-2024. Durante los 75 años de análisis, el valor del Gini en ALC descendió de 0,503 en 1950 a 0,497 en 2024; durante este período, al contrario, en Colombia aumentó de 0,400 a 0,548. La media del índice de concentración en todo el período es de 0,523 en ALC y de 0,519 en Colombia. La inestabilidad en la distribución del ingreso es más alta en Colombia respecto a ALC; el coeficiente de dispersión es de 9,3 por ciento en el primero y de 7,7 en el segundo. El rango de variación es de 20,9 puntos en Colombia y de 14,7 en ALC. El valor mínimo en el índice Gini es de 0,400 en Colombia (años 1950-1954) y de 0,454 en ALC (año 2022); el valor máximo en la concentración del ingreso es de 0,609 en Colombia (año 1963) y de 0,601 en ALC (año 1994).
Fuente: elaboración y cálculos del autor con base en Cepal y Dane
Pobreza. Es necesario conectar la desigualdad a la pobreza. Hay una conexión estrecha entre la evaluación de la pobreza y la estimación de la desigualdad (incluida la desigualdad entre los pobres). Con el aumento de la desigualdad en el mundo, también aumenta la pobreza. En consecuencia, recientemente los organismos multilaterales reconocieron el fracaso en la batalla contra la pobreza.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) u Objetivos Globales, también conocidos como Agenda 2030, son 17, interconectados y diseñados para ser un «plan para lograr un futuro mejor y más sostenible para todos» (6). El primer ODS tiene como objetivo erradicar la pobreza extrema; su redacción oficial es “acabar con la pobreza en todas sus formas, en todas partes”. Mediante el compromiso de “No dejar a nadie atrás”, los países se comprometieron a acelerar el progreso para los más rezagados primero. No obstante, el Banco Mundial informó que la pandemia de covid-19 generó el mayor retroceso para la pobreza mundial en décadas. La pandemia causó un incremento de la tasa mundial de pobreza extrema del 8,4 por ciento en 2019 a aproximadamente un 9,3 en 2020. Esto indica que, para fines de 2020, más de 70 millones de personas habían caído en la pobreza extrema y el número total de quienes la padecían ascendía a más de 700 millones en todo el mundo.
El alza de los precios de los alimentos y la energía (impulsada por las perturbaciones climáticas y los conflictos entre los principales productores de alimentos del mundo) ha impedido que la recuperación sea rápida. Para fines de 2022, 685 millones de personas podrían seguir viviendo en la pobreza extrema. Con estos resultados, este año podría convertirse en el segundo año más adverso para la reducción de la pobreza de las últimas dos décadas (el primero fue 2020).
La pobreza (implica un ingreso insuficiente para cubrir las necesidades básicas) en el mundo está lejos de dejar de ser un problema que presiona la desigualdad, así concluye el Banco Mundial su actualización del informe de ingresos en el planeta. De hecho ve que, la pobreza, que hoy la sufren personas que viven con menos de US$6,85 por día, tomará más de un siglo en eliminarla. Lo mismo ocurre con la pobreza extrema (definida como la insuficiencia de ingresos para cubrir las necesidades básicas de alimentación), en este margen se incluyen a las personas que viven con menos de US$2,15 por día; el Banco Mundial dice que la meta de eliminar esa condición social en 2030, es imposible. “Podrían necesitarse tres décadas o más para eliminar la pobreza en ese umbral, que es relevante principalmente para los países de bajos ingresos”.
Casi 700 millones de personas (8,5% de la población mundial) viven hoy con menos de US$2,15 por día, y se proyecta que 7,3 por ciento de la población vivirá en pobreza extrema en 2030, una realidad que sigue concentrada en países con un crecimiento económico históricamente bajo y frágil. Según el reporte, en la actualidad, cuatro de cada 10 personas vive con menos de US$6,85 por día, es decir, 44 por ciento de la población mundial vive en condiciones precarias o vulnerables. “El número de personas que viven por debajo de ese umbral apenas ha variado desde 1990 debido al crecimiento demográfico”.
“Tras décadas de progreso, el mundo está experimentando graves reveses en la lucha contra la pobreza mundial, como resultado de desafíos interrelacionados que incluyen el lento crecimiento económico, la pandemia, el alto nivel de deuda, los conflictos y la fragilidad, y los shocks climáticos”, dijo Axel van Trotsenburg, Director Gerente Superior del Banco Mundial. “En medio de estas crisis superpuestas, un enfoque de seguir como hasta ahora ya no funcionará. Necesitamos un manual de desarrollo fundamentalmente nuevo si realmente queremos mejorar las vidas y los medios de subsistencia de las personas y proteger nuestro planeta”, agregó.
El gráfico 4 presenta la evolución de la pobreza y la indigencia (pobreza extrema) en ALC y Colombia, en los años 1960–2024. En general, se observa una caída en el valor de estos índices: en ALC el grado de incidencia de la pobreza monetaria era de 58 por ciento en 1960 y bajó a 32,8 en 2024, y en indigencia descendió de 30,0 a 13,2 durante estos años; en Colombia la tendencia es similar: índice de pobreza cae de 75,0 por ciento a 34,0 y el grado de indigencia declina de 33,1 a 11,0. El valor promedio anual de la pobreza por insuficientes ingresos durante el período 1960 a 2024 es de 38,5 por ciento en ALC y de 46,6 en Colombia. El valor promedio de la indigencia (pobreza extrema) es de 14,5 por ciento en ALC y de 19,1 en Colombia. Al coeficiente de variación del índice de pobreza es más alto en Colombia (25,6%) en relación con ALC (20,3%); en indigencia es lo contrario, el valor de la dispersión de los datos es de 31,8 por ciento en Colombia y de 39,6 en ALC.
La otra cara de la disminución de la pobreza fue el crecimiento de la clase media. Esto ha producido un iluso triunfalismo al afirmar que ALC se ha vuelto predominantemente una región de clase media. No es cierto, muchos de los que han salido de la pobreza o la indigencia continúan siendo trabajadores pobres y su situación aún es frágil y de alto riesgo. En general, el 37 por ciento de la población en ALC es vulnerable, han salido transitoriamente de la pobreza pero con cualquier cambio adverso de trabajo, ingresos, inflación o de las políticas asistencialistas pueden regresar rápida y fácilmente a ella.
Fuente: elaboración y cálculos del autor con base en Cepal y Dane
Detrás de la disminución de ambos indicadores en ALC hay tres factores: el crecimiento económico, la difusión de la educación y un nuevo enfoque de la asistencia social. El primero tuvo como consecuencia salarios más altos y mayores oportunidades de empleo. El segundo se refiere a la rápida expansión de la educación. El tercero hace referencia a la transferencia condicionada de recursos (TCR), esto es, inicialmente se trataba de un pago a las madres de un salario mensual, siempre y cuando sus hijos asistan a la escuela y se realicen chequeos médicos; posteriormente, como si de un árbol de navidad se tratara, se fueron agregando bolas navideñas, esto es, nuevos programas de transferencias en dinero a toda clase de poblaciones pobres y vulnerables: a ancianos sin pensión (según datos recientes de la OIT, en América Latina, solamente un 51,9 % de las personas mayores de 65 años reciben una pensión y un 34,5 % no recibe ningún tipo de ingreso, ni por trabajo ni por medio de una pensión; en Colombia solo logra pensionarse una quinta parte de los trabajadores), a hogares que padecen hambre, a estudiantes de bajos ingresos y a jóvenes pertenecientes a grupos delincuenciales organizados para estimular su desvinculación, etc. Estas transferencias en dinero se extendieron por todos los países de la región, es aplicado por gobiernos de izquierda y derecha convirtiéndose actualmente en una parte duradera del panorama político y en un aspecto de los derechos ciudadanos (la tendencia es a universalizar la renta ciudadana). En promedio, los programas de TCR favorecen al 20 por ciento de la población en ALC.
Hacia dónde va ALC
En la publicación de la Cepal “Panorama Social de América Latina y el Caribe 2023”, se afirma que “A pesar de una recuperación en 2022 de los indicadores sociales (reducción de la pobreza y la desigualdad, recuperación del empleo), se enfrenta una doble trampa de bajo crecimiento y altos niveles de pobreza y desigualdad. La inclusión laboral es clave para combatir la pobreza, reducir la informalidad y la desigualdad y avanzar hacia el desarrollo social inclusivo”.
Pese a la mejora en los indicadores, más de 180 millones de personas en la región no cuentan con ingresos suficientes para cubrir sus necesidades básicas y, entre ellas, 70 millones no tienen ingresos para adquirir una canasta básica de alimentos, advierte la Cepal.
Pese a todo, en lo corrido del siglo XXI, ALC ha forjado un amplio consenso en favor de la democracia liberal, la estabilidad macroeconómica, la apertura económica y el desarrollo sostenible, mejorar el Estado de derecho y la democracia participativa, solucionar la inseguridad ciudadana y la inclusión social y ciudadana (la importancia de eliminar la pobreza, reducir la desigualdad, la generación de trabajo digno y acabar con las exclusiones).
Estamos ante un consenso del cual participan por igual gobiernos de diversas y supuestas orientaciones políticas antagónicas. Algo sorprendente, a pesar de sus matices ninguno rompe con las reglas y “recomendaciones” de la banca multilateral, ni busca alternativas a la lógica dominante y al régimen del sistema mundo capitalista y su organización jerárquica.
Una realidad que asegura la prolongación de una ideología y un modelo económico que, a pesar de logros parciales –frágiles, temporales y que no quiebran su inercia estructural, valga enfatizar– ahonda la injusticia abismal y la desigualdad inmoral que reina entre los que más tienen y quienes están en su polo extremo.
Es la misma realidad de injusticia económica y social que confirma que la democracia continúa siendo valorada como manifestación formal, de garantías para la realización del rito electoral, de aceptación y prolongación de todo tipo de derechos pero sin garantizar su materialización efectiva, justificado ello en circunstancias económicas y políticas.
Es así como la región de ALC prolongará la tensión entre democracia directa, participativa, radical y democracia formal, producto de la cual las direcciones de los países continuarán bajo el designio de minorías. Algo a lo cual no se refiere el informe de la Cepal.
Y en la superación de esa tensión descansa el giro efectivo hacia regímenes cada vez más democráticos radicales, más allá de la norma y más acá de la realidad económica, social, ambiental, cultural y política. Un proceder en el cual es sustancial la participación cada vez más activa, consciente y decisiva de las mayorías en todos y cada uno de los determinantes de la vida.
1. Zizek, Slavoj. (2015). Viviendo en el final de los tiempos. Ediciones Akal, S.A. España, p.p. 8 y 485.
2. Shaikh, Anwar. (2022). Capitalismo. Competencia, conflicto y crisis, FCE, México, p. 1012.
3. Shaikh, Anwar. op. cit. p. 1055.
4. Acemoglu, Daron y Robinson, James A. (2013). Por qué fracasan los países. Editorial Planeta Colombiana S.A. p.p. 393-448.
5. Shaikh, Anwar. op. cit. p. 1051.
6. Los ODS fueron establecidos en 2015 por la Asamblea General de las Naciones Unidas (AG-ONU) y se pretendía podrían ser alcanzados para el 2030.
11 noviembre, 2024
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* Economista y filósofo. Integrante del comité editorial de los periódicos Le Monde diplomatique edición Colombia y desdeabajo.
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